¡Te casarás, te guste o no!
POV LARA
Las calles de Nueva York son un estrés para mi vida. Lo que menos quiero es estrés. Me ha pasado de todo el día de hoy: me mojé porque no traía paraguas, casi me atropellan y, por si fuera poco, he estado deambulando en busca de una dirección por trabajo. Iba a cruzar la calle cuando un auto tocó el claxon. Casi me atropellan dos veces hoy. La verdad, no me sorprende que todas estas cosas pasen en mi vida; siempre he tenido mala suerte. Ya no debería darme rabia si me caga un pájaro o un perro me persigue para morderme. Mi vida es un chiste.
Se supone que Marcus estaría estrenando departamento, pero me he perdido buscándolo. Marcus es mi novio, con quien planeo casarme en algún momento. Aunque a veces tengo mis dudas, porque Marcus es un hombre tan reservado. Según él, no le gusta tomarse fotos conmigo porque nunca le ha gustado tomarse fotos ni él solo. Aunque se supone que deberían ser recuerdos juntos. Además, no usa su celular para platicar conmigo mientras está en su trabajo. Son tantas cosas que me hacen dudar.
Según Marcus, me ama, pero mi instinto de mujer presiente que hay algo más... o alguien más. Suspiré y me senté en una banca; el día ha estado muy lluvioso hoy. Busqué mi celular y le empecé a marcar a Marcus, pero, como si mi mala suerte no fuera suficiente, alguien me arrebató el celular de las manos y se lo llevó corriendo.
—¡Eh, ladrón! ¡Llamen a la policía! —grité, pero los neoyorquinos estaban en su propio planeta y les dio igual ver a una mujer llorar por su teléfono—. Malditos estúpidos.
Di media vuelta y tropecé con un pecho duro y plano. Elevé mi vista hacia el susodicho. Vaya... qué guapo es. Huele muy bien. Tiene el pelo n***o, cayéndole en rizos. Sus ojos son negros también. El chico sonrió coqueto.
—Eh... ¿hola? —agita su mano frente a mis ojos para que salga de mi trance. Qué estúpida me debo de haber visto.
—Discúlpame... —me separé de él inmediatamente—... es que me acaban de robar mi teléfono. Estoy un poco desorientada —expliqué, para que no pensara que me quedé enganchada a él.
—Lo siento por tu teléfono, cariño, ¿quieres que te compre otro?
—¿Perdona? —lo miré sin entender.
—Sí, si decides acompañarme a mi apartamento... estoy seguro de que tú y yo podemos hacer muchas cosas —sonrió coqueto. Elevé mi mano y le quité esa sonrisa de la boca con una cachetada bien dada.
—Eso es para que aprendas a respetar a las mujeres —sonreí victoriosa.
El chico, en vez de enojarse, sonrió frotándose la zona del golpe.
—Tienes carácter, a como me gustan.
Pero qué hijo de...
—Ubícate, loco —espeté, caminando lejos de él. Lo bueno es que el edificio de Marcus estaba cerca. Lo único que me faltaba en el día. Que un imbécil me viera cara de prostituta.
Ya quiero que este día termine. Yo debería quedarme en casa veinticuatro siete, porque salir es un peligro para mí. De pronto muero. Por fin había dado con el dichoso edificio. Entré y me dirigí al ascensor. Antes de que las puertas se cerraran, alguien entró también.
—No puede ser —le digo al tipo de hace rato—. ¿Estás acosándome? Llamaré a la policía.
—¿Con qué teléfono? —se burló. Me mordí el labio inferior porque tenía razón.
—Cuando llegue al apartamento de mi novio, entonces llamaré a la policía —le repetí de forma lenta para que entendiera. El chico parecía relajado, sin nada de miedo. Tenía un pequeño tatuaje bajo su oreja izquierda. Eso lo hacía ver más sexy aún.
Calma esas hormonas, Lara. Piensa en tu novio.
—¿Y por qué no mejor le dices a tu novio? ¿No se supone que te tiene que defender? —interroga.
Tiene razón. ¿Por qué no habré pensado en eso? Quizás porque no estaba muy segura de si mi novio me fuera a defender. No le tenía mucha fe a Marcus. ¿Por qué demonios estoy con él? Quizás por la maldita costumbre, por miedo a quedarme sola.
—Sí, eso haré —me crucé de brazos, indignada. Di golpecitos con el pie porque estaba ansiosa de que este elevador subiera rápido.
—¿Puedes parar? —me dice el chico.
—¿Qué? ¿Tengo que decirte cómo mover mi cuerpo también? Eres un idiota, como te llames. Lo peor de mi vida fue haberme topado con alguien como tú. Gracias a Dios no tendré que volver a verte nunca —bufé.
—Estás tan segura —murmuró entre dientes.
—Pues claro.
El elevador se abrió, así que pudimos salir. Avancé hasta el apartamento de mi novio y toqué el timbre. Marcus me abrió y pude entrar.
—Por fin llegas, ¿qué pasó contigo?
—Me robaron el celular y me perdí buscando tu dirección —le dije, dándole un pequeño beso en los labios.
—¿En serio? ¿Llamaste a la policía? Tienes todos tus datos allí.
—No, ya compraré otro.
Estar con Marcus era bonito, me ayudaba a desestresarme, pero solo pasábamos algunas horas juntos. Para mí no era suficiente. He esperado que Marcus me haga la propuesta, pero nunca la hace. ¿Qué esperará? Me pone triste cada vez más la situación.
•
Por la noche vine a casa de mis padres a cenar, como siempre lo hacía unos días a la semana.
—Hola, mamá. Hola, papá —los saludé—. ¿Tenemos invitados? —inquirí, escuchando más voces cerca.
—Claro que sí. Ven, para que los conozcas.
Mamá me llevó hasta la sala, donde había una mujer mayor y un hombre mayor, junto a un chico que estaba de espaldas, tomando una copa de vino.
—Max, esta es mi hija Lara —dice mi madre. Cuando Max se da la vuelta, me quedo boquiabierta.
—¿Qué demonios haces aquí? —preguntamos al unísono.
Max sonrió.
—La vida sí que está llena de sorpresas.
—¿Qué? No entiendo. ¿Cómo es que conoces a Max, mamá?
—¿Cómo se conocen ustedes ya?
—Pues hoy tuve un día pésimo, así que Max tenía que estar en él también. Me ofreció llevarme a su departamento, como si yo fuera una mujer de la vida alegre —lo acusé, esperando que papá lo sacara a patadas.
—Modera tu vocabulario, Lara —me reprendió, más bien, mi padre.
—¿Qué hace Max aquí? —repetí.
—Cariño mío —se acerca mi padre—. Max es tu futuro esposo.