Capítulo| 0.4

1583 Palabras
Capítulo 0.4 Corría rápido por la oscuridad, con mi vista agudizada no era obstáculo para mi. Sin embargo, el alfa me seguía de cerca. Podía sentir su poder cantando a mis venas, mi loba ronroneando en mi interior con placer. No quería verlo, apenas podía con el lío que estaba en mi interior. Así que hice lo que mejor sabía, para lo que me habían entrenado, evadir. Corrí dando vueltas por varios sitios haciendo que mi aroma se mezclase para confundirlo y que no pudiese encontrarme. Terminé en aquel lago donde me había transformado conociendo a mi loba por primera vez, ahora cuando me mire en las oscuras aguas alumbradas por una tenue luna creciente, vi un rostro diferente. El mío propio, cargado de incertidumbre, miedo, distorsionado por el suave oleaje que moría en la costa. No sabría decir cuánto tiempo estuve allí sentada, pensando en las posibilidades. En la incógnita que representaba para mí haber sido emparejada dos veces en menos de cuatro años. ¿Acaso alguna vez pasó algo así?. No estaba conciente, al final de cuentas fui criada sabiendo lo mínimo de nuestra r**a. —Sabia que te encontraria aqui. Una voz masculina cortó el silencio, me encontraba tan metida en mis propios pensamientos que no fui capaz de percibir las pisadas que se acercaban. No fue hasta que sentí el aroma de Nick que relaje los músculos tensos, descartando la posibilidad de que cierto Alfa de belleza extrema me hubiese encontrado. —No lo pongo en duda, nadie me conoce más que tú. Susurre por lo bajo, observando por el rabillo del ojo que tomaba lugar a mi lado. No lo mire, temerosa de que viera el miedo y la incertidumbre en mi rostro, mis ojos. Observe el trozo de luna en su lugar, una media luna perfecta que daba la ilusión de casi tocar el agua en el horizonte. —La casa de la manada es un maldito lío. Bien, así que no nos andaremos con rodeos. Con furia arranque un pedazo de hierba y lo lance al agua prestando atención en cómo la corriente lo balanceaba río adentro. —Yo no pedí esto. Nick suspiro, perforando con sus retinas de chocolate cálido, el lateral de mi rostro. —Lo sé y te entiendo. Sin embargo, sabiendo lo que viviste no puedo hacer más que aconsejarte. No como Beta de la manada, si no como un amigo. -- tomó mi barbilla en sus manos con suavidad haciendo que lo mirase. -- Habla con él, no te digo que aceptes el vínculo, tampoco que lo rechaces. Simplemente dale la oportunidad de conocerte. Sé que el pasado te marcó, sé que aún duele y late como una herida jamás curada. Pero él no tiene la culpa de eso, no le hagas sufrir el dolor que tu viviste. No te hagas esto a ti misma. Las retinas se me llenaron de lágrimas. Las contuve. —Nick… Susurre por lo bajo, al momento en que soltaba mi rostro, colocaba un dulce beso en mi mejilla parándose del suelo. —No necesitas decir nada.— Me sonrió con aquella sonrisa tan cálida que lo caracterizaba. -- No vendrá a buscarte, esperará hasta que estés lista. Simplemente tómate el tiempo que quieras mientras lidiamos con los integrantes de Luna Azul en la casa. Se fue, dejándome nuevamente con el sonido del oleaje rompiendo en la costa y los animales nocturnos. No podía quitarme sus palabras de la cabeza. El hecho de que aquel hombre no pasara por encima de mi voluntad siguiendo el instinto salvaje que sentía en mi propia piel. ¿En qué momento había vuelto a ser una cobarde?, escondiendo la cara a los problemas como si se fueran a solucionar solos. Impulsada por el repentino pensamiento me levanté del césped y marché rumbo a la casa principal no permitiendo pensar en lo que estaba haciendo, miedosa a cambiar de opinión. Al llegar al final de las callecitas de adoquín me encontré con el imponente portón que daba paso a la casa, en medio, un camino de grava rojiza serpenteaba hasta las escaleras de mármol blanco. Llegué hasta allí sintiendo la trifulca que había allí dentro. Voces se elevaban por encima de las demás, una delante de la otra. Alegando palabras indescifrables que se combinaban con las otras. Vaya, esto sí que es un lío. Llenándome de valor abrí las puertas de un solo tirón, la multitud cayó. En medio de ellos, al final del salón, se encontraba Damian Walker. El Alfa que me miraba con tal amor en sus orbes de cazador, que desarmar cualquier defensa que hubiese levantado. Manada Luna Negra. Logan. El plan no había salido según lo previsto. Esta era la segunda vez que le fallaba a mi padre, la segunda vez que venía sin Nereyda a mi lado. Maximilian no me lo perdonaría. Me crió para ser el mejor, inculcandome que todo lo que quisiera lo tomara sin medir las consecuencias. Y hoy cumpliría mi deseo más Anhelado, ser el Alfa de mi manada. No haría aquello por el simple hecho de cumplir una fantasía, si no eliminaban a mi padre de mi camino él terminará haciéndolo conmigo. Tarde o temprano. A mi lado Carolina caminaba hacia el comedor, donde los miembros más importantes de la manada se reunían en las comidas diarias. —No has podido conseguir a esa perra, tu padre cortara tu cuello. Sabes que no da segundas oportunidades. Había verdad en sus palabras, sin embargo sus ojos brillaban con la oscuridad de la avaricia. Quería ser la Luna de la manda desde el momento en que la marque como mía. Esos planes se vieron negados el día en que mi padre confesó la verdadera identidad de Nereyda, desde ese momento la pequeña pelirroja se ha vuelto mi más profundo deseo. Esta tarde cuando la vi allí en el bosque no pude más que desearla con renovada intensidad, se convirtió en una mujer demasiado bella para ser verdad y letal por lo que había visto. —El informante tenía razón, ya no es la chiquilla débil que conocimos. — me acomode el paquete con disimulo, sin embargo la mirada de Carol siguió el gesto. Su rostro se tornó desagradable.— No dudaría de sus habilidades, podría matarnos sin el mayor esfuerzo. No fue tan estúpida como para cruzar la línea. Y tampoco soy estupido, no podía rociarla con verbena en el territorio del Alfa Damian. Nos aplastarian en unas horas. —Creo que estás exagerando. Bufo Carolina. Me reí de su ingenuidad. —Cariño, no sirves para otras artes que no sean la de las sabanas. Luna Roja es una de las tres manadas principales en el continente, Damian Walker pertenece a uno de los linajes más puros. No tendríamos ni la más pequeña oportunidad. -- Fruncí el ceño.—No antes de completar el plan que tengo trazado, conozco a alguien que odia tanto a Damian que se volvería nuestro Aliado voluntariamente. La sonrisa de Carolina se extendió hasta volverse una mueca cruel. La mía fue más grande. Si ella supiese que todos estos planes eran con el único propósito de conseguir a Nereyda y tenerla a mi lado dándome los herederos que durante todo este tiempo le negué a mi pareja. La conversación se cortó al momento de ingresar al comedor, como era costumbre mi padre coronaba la mesa junto con mi madre. Esta vez él fue quien no tuvo tiempo a reaccionar cuando ya me encontraba encima de él, con un cuchillo de plata profundamente incrustado en su corazón. La sala rompió en sonidos inaudibles, podía escuchar el grito de mi madre resonando a la lejanía. —¿Por qué?... Las palabras de Maximilian salieron entrecortadas, casi inaudibles. Con lentitud me acerqué a su oreja. —Porque aprendí del mejor. Le susurre al mismo tiempo que empujaba el puñal más hondo en su corazón, haciendo que este nunca más volviera a latir. Estaba completamente manchado de sangre cuando miré a todos en la sala. Las expresiones iban desde el asombro hasta el horror. A unos metros Carolina sostenía a mi madre por los hombros, reteniéndola. —Desde este momento su lealtad es conmigo, Maximilian ha caído y por derecho su puesto es mio. Desde este momento reclamó lo que me pertenece, como Alfa Logan de la manada Luna Negra. Sonreí con la sangre de mi padre escurriendo por mis manos. Cuando todos y cada uno de los presentes hinco una rodilla en el suelo reverenciando, sentí el influjo llenarme, el poder que tenía sobre cada alma en la manada. Me senté en la mesa con el c*****r de Maximilian enfriándose a mis pies. —Tengan asiento y coman. A partir de mañana las cosas cambiarán para siempre. Sentí placer al verlos sentarse en sus respectivas sillas y seguir mi orden. Mi madre con lágrimas en los ojos se excuso huyendo de mí como si su propio marido no hubiese creado el monstruo que sus ojos veían ahora. —Por fin me sentaré a tu lado. La sonrisa de Carol fue inmensa al intentar sentarse en el trono que sólo pertenecería a La Luna de esta manada. Impedir el acto tomándola por el brazo con fuerza. Sus ojos estaban llenos de confusión cuando me miró. —Este asiento no es para ti y nunca lo será. Está destinado a otra. Y pronto se encontrará a mi lado. Pronto, si todo sale según lo planeado. Nreyda Taylor sería mi Luna para la eternidad.
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