Capítulo 0.2
Logan. Manada Luna Negra.
Aún se repetía en mi cabeza la imagen de su cuerpo escuálido alejándose de mi vista, rumbo a los bosques. Podía sentir el dolor compartido con mi lobo, así que no podía dejar de acariciar mi pecho odiando aquellos sentimientos por una impura inmunda.
No entendía por qué la diosa me había emparejado con un ser tan bajo, era humillante para mi.
Suspirando me metí en la casa de la manada, todos esperaban pacientes en el comedor. Mi padre junto con mi madre coronaban la mesa, no había platos frente a ellos. Ni el aroma a comida que siempre inundaba la casa en aquella hora.
Sabía muy bien la razón de aquello sin embargo no hable, me senté en mi silla correspondiente y espere junto a los demás.
A mi lado Carolina comenzó a acariciar mi muslo con su mano, subiendo lentamente. Una sonrisa felina adornaba sus labios rojos como la sangre. Le devolví el gesto metiendo mi mano por debajo de la mesa y tomando la suya para guiarla a una zona que gritaba por su total y experta atención.
Sin embargo mi padre se levantó de la mesa con fuerza tirando su silla hacia atrás en el proceso.
—¿Dónde demonios está la mascota?.
Carolina mantuvo su mano quieta, girando el rostro hacia mi padre carcajeo.
—Esa perra no aguanto la humillación de Logan, se ha ido. Es una pena.— Chasqueo la lengua.— Tendré que buscar a alguien más para hacer su vida miserable.
Los ojos de mi padre llamearon, su cuerpo comenzó a vibrar y todos en la sala contuvieron el aliento al verlo estampar su puno contra la madera de la mesa que cedió bajo su golpe haciendo que una lluvia de astillas cayera sobre nosotros.
Carolina se encogió en su asiento asustada.
—¿Qué demonios hiciste?, maldito idiota.
Me señaló con un dedo acusatorio, mi madre intentando calmar su ira colocó una mano en su antebrazo.
—Maximilian creo que deberías…
No pudo terminar la oración ya que una bofetada la envió al suelo, sangre comenzó a manar de sus orificios nasales y su labio partido. No tuve tiempo para ir hacia ella cuando ya lo tenía encima de mí apretando mi cuello con rabia.
Había furia demencial en sus ojos, supe que sería capaz de matarme en ese instante sin embargo no entendía por que lo enfadaba que aquella escoria huyera de la manada.
—Jamás te has puesto a pensar por qué la mantuvimos retenida todos estos años?. Tu cerebro de nuez no fue capaz nunca de darse cuenta de dónde viene ella?, que no es parte de nosotros.— Su agarre se intensificó al punto de cortar todo flujo de aire a mis pulmones. Comencé a boquear como un pez, intente ordenar a mi lobo que se mostrase. Sin embargo la sumisión ante mi Alfa corría por mis venas. —Ella es la última de los Taylor, heredera de todas estas tierras. Sangre pura corre por sus venas, una sangre poderosa mucho más que la nuestra. Tarde años en intentar que fuesen parejas, años buscando la forma de unirlos y tu lo arruinas maldito bastardo.
Mi visión se estaba nublando, no podía ver más allá de su rostro enrojecido hasta que me liberó de su agarre haciéndome caer al suelo.
La humillación corrió por mis venas al saber que gran parte de la manada estaba allí presente.
—Yo no lo sabía, jamás me lo dijiste.
Conseguí formular a través de las grandes bocanadas. Mi padre me tomó de la barbilla con fuerza haciendo que lo mirara directamente.
—Le has dado la oportunidad de reclamar lo que por derecho le pertenece. Por tu bien espero que la encuentres.
Señaló las puertas a mi espalda, gran señal de que saliera con un equipo a rastrillar el bosque en busca de Nereyda.
Sin embargo la humillación me hizo quedarme quieto en mi lugar.
—De seguro alguna manada ya la ha despedazado.
Maximilian carcajeo sin una pizca de gracia, su cuerpo grande y robusto se contraje. Supe que si lo presionaba más el que terminaría despedazado sería yo.
—Serás Alfa algún día pero aun eres tan idiota como para no conocer las leyes.— Me traspaso con las retinas encendidas en odio.— Si otra manada la encuentra es intocable gracias a su linaje. Cada licántropo en el mundo conocía a Selene Taylor y Magnus, nadie le cerrara sus puertas. Al contrario encontrarán la oportunidad de vengarse, y tú se la has servido en bandeja. Vete, y no vuelvas si no la traes contigo.
Salí por aquellas puertas lleno de incertidumbre y preguntas. Sin saber que aquel día no la encontraría, si no que tres años después volveríamos a estar cara a cara.
***
Han pasado tres años desde aquel día en el bosque, tres años en los que renací convirtiéndome en la mejor versión de mi. Una más fuerte, leal. Con el suficiente amor propio como para volver a confiar en las personas.
En el transcurso de este tiempo me encargue de entrenar lo suficiente como para volverme una de las mejores. Conocí lo que es una familia día tras día gracias a las personas que me dieron cobijo, con las que formé un vínculo irrompible.
—¿Otra vez perdida en tus pensamientos?.
La voz juguetona de Nick traspasó la neblina de mi mente, me volví hacia él con una sonrisa dándole un golpe cariñoso en el hombro.
Nos encontrábamos en el linde del pueblo, de cara a los bosques del sur, por donde aparecí aquella vez.
Dimitri, mi entrenador y amigo, nos había planteado un ejercicio de rastreo. Debíamos seguir el confuso aroma de Summer, mi mejor amiga, y encontrarla. Pero la tarea no sería tan fácil, su aroma había sido combinado con el de otros lobos que siguieron caminos diferentes. Aquel ejercicio fortalecería nuestro olfato y orientación.
—Te veré de nuevo en un rato.
Lo saludó con un beso en la mejilla al tiempo que Dimitri silbaba dando comienzo a la caza. Me concentré al máximo despejando mi mente, guiándome por mis instintos. Estaba prohibido transformarse, puesto que en nuestra forma lupina el olfato tendía a agudizarse por naturaleza. Teníamos que hacer el recorrido a pie.
Estuve un par de horas rastreando y olfateando cuando el tenue aroma afrutado de Summer llego a mi nariz, sonreí corriendo con rapidez hacia la fuente y llegue al linde que separaba nuestra manada de Luna Negra, el estómago se me hizo un nudo.
Allí no había rastro de la loba color cobre, fruncí el ceño extrañada siguiendo el flujo con los ojos. El aroma llegaba hacia allí y luego se perdía de repente.
No entendía qué estaba pasando hasta que sentí unas pisadas que se acercaban.
Alce la vista para encontrarme con un Logan Landon maduro, mirándome desde el otro lado con aquella expresión de superioridad que ni el tiempo había podido borrar.
—Nereyda Taylor, al fin nos volvemos a encontrar.