— ¡¿Acaso no tiene cerebro?! —gritó Fernanda dando vueltas en su habitación. Arrugó el papel que tenía entre sus manos con furia. Luego lo aventó al suelo con tanta fuerza, como si esperar que pudiera hacer un hoyo en el suelo. Luego, sin más, lo pisoteó hasta que la planta del pie le dolió. Adela la veía confundida. No sabía porque su amiga reaccionaba de esa manera a una simple cena de negocios. Le sirvió un vaso con agua. Fernanda aceptó el vaso tomándolo de un trago para luego romperlo contra el suelo. — Es una simple cena, Fer, en una de esas corres con la suerte de que no tienes que seguir fingiendo. — ¡El muy maldito me dijo que no necesitaba a Nina Ferrer y ¿sabes lo que hizo el calvo asqueroso? Me propuso que podía conservar mi empleo siempre y cuando le hiciera favores place

