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El angel Leviatam

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Descripción

Un ser del tercer cielo es enviado a un planeta desconocido para recuperar el equilibrio de todos los mundos. Aunque será un algo imposible para un ángel que no sentía compasión por nadie, pero todo cambiará cuando descubra que en aquel mundo donde fue condenado existe una persona que lo puede cambiar todo en su vida y que talvez pueda ser la única persona que lo ayude a regresar a casa y cumplir con su propósito.

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¿NO TIENES COMPASIÓN?
En un mundo donde todo ser solo obedecía a un soberano, los ángeles vivían felices viajando por todos los universos haciendo lo que más les gustaba, que era ser seres de luces, llevando y trayendo paz enviada y distribuida por el todo poderoso. Cada uno debía cumplir con el cargo que se les había otorgado, algunos llevaban entre sus manos bendiciones para otras tierras, otros eran destinados a ser guardianes, y algunos que otros tenían el trabajo más peligroso del reino, cuidar el equilibrio no dejar que el odio venciera al amor. Para eso se enviaba a diferentes ángeles para que hicieran esos tipos de trabajos sin mostrar sus identidades. Cada año el soberano los convocaba a todos en el reino para preguntarles sí aún querían seguir ocupando el puesto que se les había otorgado. Todos allí tenían la libertad de expresarse pues su rey era muy misericordioso con ellos y jamás los reprendia por expresar sus opiniones. – Samael.– Llamó al encargado de llevar las bendiciones en sus manos y quién tenía a su vez muchos súbditos a su cargo para cumplir con ese labor.– Dime, ¿Aún quieres hacer este trabajo?. – Servirle me complace mi señor, pero más me agrada hacer lo que me gusta y es llevar buenas nuevas por todas las tierras. Quiero seguir con este trabajo, mi señor si así usted lo quiere. El soberano respondió.– Que así sea, Samael. Uno a uno fueron pasando delante de su presencia a expresarles sus deseos. – Miguel, ¿Aún quieres ser general de estos ejércitos que te fueron entregados para mantener el equilibrio?. – Me siento conforme con el cargo que me ha delegado mi Señor. Quiero mantener mi puesto. – Entonces que todo sigan celebrando esta reunión donde efectivamente se han podido expresar con sus deseos, ¡Que así sea entonces!. La fiesta continúo, todos parecían disfrutar de la presencia del Rey, era el unico dia donde todos tenian un descanso. Pero en un rincon del palacio uno parecía estar disconforme con la cituación. Miguel quien era su superior lo observó mientras bebía y comía junto a sus colegas, no pudo evitar ver aquel sentimiento reflejado en el rostro de su soldado que abandono su comodidad y dejando lo que estava haciendo se acercó hasta él, atravesando por el medio de todo el salón hasta llegar a él. – ¿Leviatam, que sucede?.– Preguntó Miguel con incertidumbre por lo que pasaba por el interior de su soldado. – Estoy un poco molesto.– Respondió. – ¿Por qué?. – El rey nos había enviado a imponer justicia en el universo de los Neomitas. – Sí. ¿Que hay con eso?. – No entiendo porque no lo hicimos. – Porque el soberano vio arrepentimiento en aquel pueblo. Leviatam aún parecía estar enojado, Miguel viendo que aún no podía extinguir ese sentimiento de su soldado volvió a preguntar.– ¿Estas conforme con tu trabajo?. Leviatam lo miró mientras seguía recostado por una de las columnas del palacio y respondió.– Lo estoy. – ¿Entonces porque no te alegra saber que un pueblo fue perdonado y que no llegó a su fin?. – Creo que no lo merecían. – ¿Por qué dices eso?. – Eran seres que no tenían amor en sus corazones, se odiaban, no tenían respeto por nada, ni siquiera por nuestro creador. – Pero el soberano hallo gracias en ellos, ¿Acaso crees que el se equivoco?. – ¡No, claro que no!. Solo...creo que hable sin pensar, lo siento. – Esta bien.– Respondió Miguel mientras palmeaba el hombro de su soldado.– Ya quita esa cara y ven a compartir con nuestros hermanos. Leviatam sonrió y accedió al pedido de su general. Fueron a una de las grandes mesas que allí había, tomaron asiento junto a sus camaradas y compartieron con ellos el gran banquete que les había sido preparado para todos ellos. Mientras algunos comían y otros bebían, Cassiel quién era el guardián de algunos seres en un planeta que los demás desconocían, comenzó a comentar el arduo trabajo que le llevaba mantener seguros y protegidos aquellos seres. A Leviatam mucho no le interesaba escuchar los relatos de sus compañeros pues a el solo le gustaba oír de batallas y enfrentamientos con demonios y bestias. Él bebía su trago y solo miraba hacia otros lados, pero solo Miguel se daba cuenta de aquello, mientras tanto Cassiel continuaba sin darle lugar a la interrupción de algunos ángeles.– He cuidado por muchos siglos a diferentes seres en aquel planeta, tanto mujeres como hombres, animales y plantas, pero jamás a alguien como esta mujer. – ¿Que tiene de especial, Hermano?.– Preguntó Samael. – No lo sé, creo que su madre la ha engendrado con la bestia del mar muerto. Todos rieron al comentario de Cassiel.– Es una niña con muy mala suerte, he estado pensando hablar con el soberano con respecto a su cituación, pero aun no me ha tocado la oportunidad de tener una audiencia con el. – ¿Es tan grave?.– Preguntó Miguel. – Sí.– Respondió muy serio Cassiel. – Quizás sus antepasados la han condenado a pagar por sus maldades.– Interrumpió diciendo leviatam, como tirando palabras sin pensar. – ¿Estas seguro?.– Preguntó Cassiel mientras los demás hacían silencio para poder oirlo. Leviatam miró a todos a su alrededor viendo que todos tenían sus ojos puestos en el, se acomodó en su silla y respondió.– Sin ofender a nadie, creo que sí. – ¿Entonces crees que el soberano lo permitiría?.– Dijo Cassiel. Leviatam no sabía que responder, sabía que si decía alguna respuesta errónea todos se reirián de él. – Soldado no conteste si no está seguro.– Dijo Miguel muy serio. leviatam solo los miró sin responder nada, dando lugar al silencio. – Miguel, ¿Es este tu súbdito?.– Preguntó Cassiel, viendo que aún siendo un servidor para mantener el equilibrio no tenia compasión dentro de él. – Sí.– Respondió Miguel. Cassiel lo miro a los ojos como pidiendo permiso para hablarle a Leviatam, y entendiendo el mensaje prosiguió diciendo.– Todos estamos aquí por misericordia de nuestro rey, quien nos creó y nos dio vida, así como todo lo demás que existe alrededor de nosotros, ¿Es así o no, hermanos?.– Todos movieron la cabeza dando certeza de lo que el decía.– Mucho de lo que estamos aquí hemos tenido flaquezas en algún momento, pero fuimos perdonados y nos han dado muchas oportunidades, ¿Acaso merecíamos morir por esas flaquezas?. – ¡No...!.– Respondían. – El soberano no lo ha permitido, si no que tuvo confianza en nosotros y nos dio otra oportunidad, muchas diría yo. Leviatam lo miraba pero parecía como sí las palabras de Cassiel eran para otra persona, en ningún momento tuvo remordimiento para que lo hiciera cambiar. – Dime hermano, ¿Has cometido errores?.– Preguntó Cassiel a Leviatam. El lo miró a los ojos y respondió.– Sí. – ¿Y crees que merecías morir por aquello?. – No. – Y dime, ¿Cuando confesaste tu error, fuiste perdonado?. El miró a sus hermanos que aún no dejaban de verlo y respondió.– Sí. – ¿Lo merecías?. – No, señor. – Pues déjame decirte Leviatam, que eso se llama gracia, es por eso que aún seguimos con vida, y es eso lo que el soberano da a todos los seres creado por sus manos. ¿Ahora dime, aún crees que esta ser humana está pagando por las maldades de sus antepasados?. ¿O crees que tan solo el soberano lo permitiría?. Leviatam miró a Miguel y respondió.– No. Cassiel dando por terminado su sermón dijo.– Sean conscientes hermanos que para cumplir bien con nuestros labores debemos tener compasión por todos, sin esepciones aun por los que no saben dar amor, porque el rey nos ha creado así, y el tener libre albedrío significa elegir siempre lo mejor, y procurar que todos lleguen a la misericordia de él. ¿Si lo entiendes Leviatam?. – Sí hermano Cassiel. Leviatam tuvo vergüenza y no soporto que todos lo miraran con decepción, como si el aún no entendiera el propósito del lugar que ocupaba. Mientras Cassiel y los demás seguían compartiendo sus experiencias, leviatam se levantó y se fue donde nadie lo podía ver, ni juzgar con la mirada. Dejando a Miguel un poco preocupado por lo que su soldado estaba sintiendo en su corazón, o más terrible aún, la compasión que no tenía dentro de él.

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