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3079 Palabras
El mundo siempre trae arrepentimientos, pero no por eso debemos esperar y seguir esperando a que los momentos llegan para dejarlos ir. Tomar las oportunidades que se nos dan forma parte de vivir, de saber aprovechar nuestro tiempo más allá del miedo que podamos experimentar y conocernos lo suficiente para poder aceptar lo que nos limita. El miedo en algo natural en los seres humanos, nos mantiene vivos, alertas, con la suficiente tensión como para notar esos segundos cruciales que pueden cambiar nuestra vida, transformarla en lo que siempre quisimos que fuera. Todos aquellos que son capaces de dar ese primer paso quitándole voluntad a miedo son aquellos que pueden lograr lo que se proponen. Lisa sabía que aquel día sería bonito, pero también estaba consciente de las cargas que llevaría. No se atrevería a perderse un almuerzo con sus amigas, al menos no para celebrar que el embarazo de Cary era algo seguro, por lo que en lugar de suspirar pensando en todo lo que no tenía, disfrutaría de la tarde sin quejas. Se duchó luego de levantarse, era sábado por lo que había aprovechado las horas de sueño extra, desayunó algo simple que no tuviera que cocinar demasiado tiempo para luego tumbarse en su sala a revisar las r************* . En ocasiones se entretenía, pero sus ojos adiestrados solían reconocer métodos publicitarios que podían mejorar y utilizar. Terminó su comida y luego solo se quedó allí unos segundos dejando pasar el tiempo. Todavía pensaba en las consecuencias de que Alonso la estuviera obligando a trabajar con los Santoro, no era lo que deseaba, acercarse a esa familia se sentía como una sentencia de muerte para ella y eso era lo mejor que podía decir, no quería ser dramática, pero los sucesos que había vivido todavía no se borraban del todo, la marca en su pecho y en su mente todavía tenía cicatriz. Se levantó entonces, todavía molesta con su hermano y se dirigió a su habitación para vestirse. Colocándose un conjunto cómodo de jean, franela junto a sus zapatos deportivos salió del departamento. Condujo al supermercado cercano para poder comprar dulces, aperitivos e incluso una botella de vino que solo probarían Ale y ella. Siguió su camino hasta el departamento de Cristian, que era el espacio donde ahora vivía su amiga. Después de todo lo que había sucedido con el compromiso y los periodistas siguiéndolos, ambos habían decidido que aquel lugar era mejor para todos debido a la seguridad, además del espacio extra por supuesto. Cary era feliz allí, Ezra no cabía de la emoción por tener siempre la habitación de los carritos y Lisa no podía dejar de emocionarse por su amiga, per de nuevo, las cosas estaban cambiando. Y no, los cambios no eran algo malo, pero verlos de forma tan frecuente con sus amigas mientras ella seguía en el mismo trabajo, la misma vida, era un poco triste. Se sentía un poco envidiosa aunque quisiera negarlo, porque ella también quería ser feliz, luego de todas las cosas que había tenido que vivir, era justo que pudiera conseguir algo de esa felicidad genuina que brillaba en los ojos se sus amigas cada vez que las veía. Solo eso, era todo lo que quería, pero comprendía que tal vez no llegaría, que no todo el mundo consigue lo que quiere en el momento que desea de su vida. Se estacionó para tomar las bolsas de las cosas que había comprado y subir al ascensor, solicitó el permiso para acceder al departamento para esperar unos segundos a que comenzara a moverse. Un hombre mayor subió junto a ella, se veía serio y algo débil, le sonrió con brevedad antes de presionar el botón del piso anterior al que ella iba junto a un código personal que se molestó en ocultarle. Lisa intentó no parecer impresionada cuando el impresionante departamento apareció frente a sus ojos. El anciano se volteó a verla unos segundos antes de que el ascensor comenzara a moverse llevándola al departamento de su amiga. -Hola, cariño- la saludó Cary. -Juro que acabo de tener la experiencia más extraña del mundo hace un minuto- comentó ella sin devolverle el saludo. -¿Qué sucedió?- Inquirió Cary comenzando a quitarle las bolsas de las manos. -El hombre que vive abajo…- inició ella caminando a la cocina -subió conmigo en el ascensor, me pareció extraño porque al subir con alguien le estarías dando acceso a tu hogar y eso fue exactamente lo que pasó. El departamento era impresionante, pero estaba tan solo. Tuve la impresión de que iba a decirme algo cuando colocaste el código y las puertas se cerraron. -Eso es realmente extraño- comentó su amiga viéndola confundida -desde que nos mudamos aquí solo he conocido a dos vecinos y ninguno fue amable. -No podría decir que él fue amable, solo no dijo una sola palabra- siguió ella con una mueca -fue extraño, eso es todo. -Tal vez te lo encuentres en otro momento- comentó Cary con una sonrisa -ven vamos a la sala, Lena y Ale nos esperan allí. Ellas caminaron hasta el lugar donde Ale y Lena estaban sentadas, sus amigas sonrieron con gracia al verla antes de notar las cosas que llevaban en las manos y que Lisa había comprado. -¡Lo sabía!- Afirmó Ale con una sonrisa -sabía que serías la salvadora, Lisa cariño. Traernos vino, eso es lo mejor que pudiste hacer. -Sabía que lo iba a necesitar- soltó ella haciendo reír a sus amigas. Se sentaron a la mesa y comenzaron a hablar como siempre que estaban juntas. Se reían de todo, se burlaban un poco de ellas mismas y hablaban de sus planes. Ella siempre había sido reservada en comparación a sus amigas, era algo que comprendían, pero Cary no dejaba de lanzarle miradas interrogativas que ella solo podía ignorar, si su amiga quería que dijera algo tal vez debería haberlo dicho en voz alta. En lugar de eso se dedicó a mirar el departamento, un poco aburrida porque las charlas sobre bebés no eran su fuerte. -¿Dónde están todos?- Preguntó ella interrumpiendo la conversación y haciendo que sus amigas la miraran. -¿Todos?- Inquirió Lena confundida. -Estamos solas aquí- explicó ella. -Oh, Cristian se llevó a Ezra a pasear para que tuviéramos todo el espacio para nosotras- comentó Cary con una sonrisa -es por eso que nos gritos y el desorden ha faltado. Todas rieron un poco. -Muy bien, es suficiente- anunció Ale de pronto -vine aquí en busca de respuesta y es momento de que nos las den. -Estamos un poco desesperadas- se burló Lena señalando a Ale y esta a su vez le golpeó el hombro con suavidad. -No estamos teniendo un problema en este momento porque estás embarazada- amenazó Ale con una sonrisa. Cary sonrió antes de ponerse un poco derecha. -Sé que vinieron porque les mencioné que tendría noticias- inició su amiga -y es momento de soltarlo… Ale y Lena estaban expectantes aunque ella ya sabía la noticia, por lo que solo sonrió. -Estoy embarazada de nuevo- afirmó Cary con una sonrisa -hace unos días recibimos la noticia luego de que fuéramos al ginecólogo. Las felicitaciones comenzaron y sus amigas gritaban, ella estaba tan emocionada como todas. Una noticia como aquella siempre resultaba emocionante. Un extraño anhelo se cruzó en su pecho haciendo que sus ojos se llenaran de lágrimas que intentó ocultar y supo que lo había hecho bien cuando ninguna de sus amigas le lanzó una mirada extraña. Aunque quisiera negarlo, quería lo que sus amigas tenían y eso la ponía un poco melancólica. -Eso es maravilloso- dijo Lena -estoy tan emocionada. -Lo sé- convino Cary tomando la mano de Lena. -Si es una varón sabes que toda la ropa de Benji es tuya- ofreció Ale con una sonrisa -no es como si el niño la fuera a necesitar, después de todo su padre querrá comprarle hasta el cielo, así sucedió con Benjamin, pero si la quieres es tuya. -Hay unos cuantos conjuntos que me gustaría robarte- aceptó Cary con una sonrisa. Sus amigas siguieron hablando de todas las cosas que habría que comprar y ella se quedó al margen una vez más. Las horas pasaron, los temas de conversación cambiaron más de una vez y Lisa participó en la mayoría hasta que una llamada al celular de Lena les anunció que la tarde había acabado. -Era Alonso- explicó su amiga -quiere saber si viene a buscarme porque no quiere que conduzca en mi delicado estado. Lena hizo una mueca que las hizo reír hasta el cansancio. A veces la preocupación de los padres era hilarante. -Será mejor que me vaya- anunció Lena con una sonrisa -no quiero que Alonso se sienta en la necesidad de venir a buscarme, entiendo su preocupación aunque a veces sea demasiado. -Me voy contigo- siguió Ale -una tarde solos es suficiente para mis hombrecitos. Sus amigas se despidieron y pronto quedaron solo ella y Cary en la habitación. -Yo no tengo que irme- comentó ella -espero que no te moleste mi compañía. -Sabes bien que no- afirmó Cary con burla. Caminaron hasta el exterior del departamento donde había un balcón junto a una mesita de café y unas sillas, aquel lugar había estado vacío la última vez que ella había visitado el departamento, suponía que ahora Cary había hecho algunas mejoras. De hecho, si mirabas en las esquinas se notaba el toque femenino de su amiga en lugares sutiles que mejoraban el ambiente del lugar. Se sentaron allí, Cary llevaba un refresco y ella su copa de vino. -¿Qué sucede?- Preguntó su amiga luego de unos minutos de silencio -te he estado observando toda la tarde y sé que algo pasa. -Sé que te preocupo, cariño- comentó ella con una sonrisa -pero esto está llegando al acoso. -No sería acoso si te dignaras a hablar en algún momento- reclamó Cary. Ellas rieron unos segundos antes de volver al silencio. -Creo que estoy lista para contarte algo- dijo ella de pronto. Cary la miraba atentamente solo esperando. -El nombre del hombre misterioso…- siguió Lisa -es Santoro, Franco Santoro. Ese es el nombre que marcó el inicio de mi adultez, la persona que se aprovechó de una mujer que comenzaba a incursionar en el mundo laboral. -Recuerdo que me dijiste lo que había sucedido- dijo Cary con seriedad -la presión por el sexo y luego el horrible encuentro con la esposa en el cuarto de hotel. -Franco me enamoró, era tonta e ingenua- dijo ella -me usó para campañas publicitarías que me tenían trabajando hasta las tres de la madrugada, pero era excelente en mi trabajo. Hizo todo lo que quiso y consiguió una excelente visibilidad, todo eso sin dejar de presionarme para acostarse conmigo. Hasta que por fin le dije que sí, y fue entonces que Carmina Santoro apareció en la escena. -La esposa- confirmó Cary sin expresiones. -Sí, era su esposa en el momento e imagino que lo sigue siendo- siguió ella tragando el nudo en su garganta -fue esa noche que comprendí que todo lo que hizo Franco fue aprovecharse de mí. Esa mujer se burló de mi ingenuidad con una sola mirada y bastó para que huyera del lugar sintiéndome sucia. -Pero tú no fuiste la culpable, Lisa- defendió Cary con fuerza -el culpable siempre fue él, un hombre mayor aprovechándose de una mujer joven. -Eso no cambia lo que sentí- negó ella con una mueca -esa noche conocí lo que era que te rompieran el corazón, la vergüenza por tu propio ser y el desagrado de haber hecho algo que nunca quisiste sin saberlo. Todo en una sola mirada. -Lo lamento tanto, Lisa- dijo Cary tomándola de la mano -fue horrible, pero ya pasó. Estás bien, estás mejor. -Ese es el problema- comentó ella -creo que no lo estoy. Desde esa noche nunca más me he permitido sentir, solo la rabia y la vergüenza son las cosas que recuerdo. Mis citas siempre son efímeras, ese hombre me dañó Cary. Ya no soy la misma, soy alguien marcado. Es por eso que las envidio tanto, a ustedes, mis amigas, porque a pesar de todo lo que han vivido pudieron cambiar su visión, aceptar lo que sucedía y enamorarse una vez más. -Nunca es tan sencillo, Lisa- negó Cary -sabes bien lo mucho que luchó Lena, lo mucho que lloró Ale y lo que yo peleé con mis sentimientos. No se trata de dejar de sentirlo, es solo que cuando comienza ya no puedes negarlo. Ella se quedó callada entonces pensando en las palabras de su amiga. -Lo sigo odiando- ofreció Lisa -a él y al apellido Santoro. Su amiga se quedó allí sosteniendo su mano unos segundos antes de que la reflexión comenzara en su mente y surcara su rostro. -¿Por qué me estas contando esto ahora?- Preguntó Cary tan inteligente como siempre -agradezco que por fin lo compartas conmigo pero, ¿por qué justo en este momento? -Porque el fantasma Santoro se mantuvo oculto en Europa todo este tiempo- afirmó ella -pero regresaron Cary, están aquí. -¿Cómo lo sabes?- Preguntó su amiga con los ojos abiertos por la sorpresa. -Porque son los dueños de la nueva compañía con la que dirigiré un gran proyecto publicitario- explicó ella -Alonso me lo confirmó ayer. -Pero… puedes intentar explicarle- ofreció Cary -decirle quienes son estas personas y negarte a trabajar con ese hombre. -Ya lo hice- siguió Lisa -pero al parecer no es Franco quien dirige esta nueva sede de la compañía, sino su hijo. Alonso se niega a descartarlos solo por ser hijo de Franco Santoro. No quiere juzgarlo por algo que no es su culpa. -Tal vez…- musitó Cary -tenga algo de razón. Comprendo el punto de Alonso, pero no tenía que asignarte al proyecto, pudo dejárselo a cualquier otro. -Creo que es un intento de mi hermano para que supere lo que sucedió- dijo ella con una mueca -pero creo que es algo tonto. -Esperemos que no- comentó Cary luego de unos segundos. Ella le sonrió a medias a su amiga y esta le sostuvo la mano con más fuerza. -No puedo creer que tuvieras todas estas cosas en tu mente desde ayer y no dijeras nada- se quejó Cary -a veces eres demasiado reservada, Lisa. Ni siquiera yo llego a tu nivel. -No era necesario arruinarles la tarde- comentó ella -ambas sabemos que Lena y Ale están ocupadas con sus nuevas responsabilidades y ahora te uniste a ese grupo. No puedo cargarte con preocupaciones en tu delicado estado. Cary sonrió antes de soltar una carcajada. -Vuelve a decir eso y te juro que te botaré todos los dulces que trajiste solo para que no puedas comerlos- amenazó su amiga -pasé todo un embarazo sola y muy bien, no es nada nuevo para mí. -Pero ahora no tienes que estar sola- afirmó ella con una sonrisa. -Y eso es incluso mejor- convino su amiga sonriendo también. Unas voces junto a pasos se escucharon en el departamento y ambas supieron que Cristian y Ezra habían llegado. -Mamá, las tías se fueron- llegó corriendo Ezra antes de notarla -oh, tía Lisa, sigues aquí. La decepción del pequeño era evidente. -Que gran emoción la tuya- se burló ella levantando la ceja -justo la forma de demostrarme todo tu amor. -Lo siento- se disculpó el niño acercándose para abrazarla -pero es que esperaba que pudiéramos escoger el nombre esta noche. -¿El nombre?- Preguntó ella confundida. -Sí, el nombre del bebé- le explicó Ezra. -Pero todavía no saben si será niño o niña, ¿o sí?- Siguió Lisa. -No, pero mamá dijo que podíamos tener opciones- siguió el pequeño -lo mejor de los bebés es escoger los nombres tía Lisa, eso es lo más importante. Porque es la lo que otros usarán para reconocerlo por el resto de su vida. En un segundo, ese pequeño niño frente a ella pasó de tener solo cinco años a treinta y eso la hizo reír. Ella lo abrazó con fuerza antes de besarlo. -¿Estás muy emocionado por tu hermanito?- Preguntó ella. -Sí, claro- afirmó Ezra con una sonrisa -mañana les daremos la noticia a los abuelos con un almuerzo y eso será incluso mejor. Mamá dijo que la abuela podía llorar y que el abuelo también, pero que intentaría decir que no estaba llorando. -Sí, eso suelen hacer los adultos cuando no quieren decir que están llorando- se burló ella -tonto, ¿no? -Un poco, pero la gente grande es algo tonta- afirmó Ezra riendo. -¿Me estás diciendo tonta pequeño rufián?- Soltó ella comenzando una guerra de cosquillas que la llevó a perseguir a Ezra por todo el lugar. -No, tú no eres tonta, tía Lisa- se rindió el niño cuando ella lo atrapó en el mueble y le hacía cosquillas -esos son otros adultos, lo prometo. Ella también se reía con fuerza. Soltó a Ezra antes de darle besos en las mejillas. -Espero que mi nuevo hermanito sea un niño para poder jugar con él- comentó Ezra pensativo -aunque si es una niña también podemos jugar juntos, ¿a las niñas les gustan los carritos, tía Lisa? -Claro que nos gustan- afirmó ella con una sonrisa -¿con quién crees que jugaba tu tío Alonso? Yo siempre le ganaba en las carreras. -¿De verdad?- Preguntó Ezra asombrado. Ella asintió viendo como la expresión de sorpresa permanecía en el rostro juvenil. Se levantó entonces solo para ver a su amiga recorrer la cocina junto a Cristian preparando lo que parecía ser la cena. -Creo que es mejor que me vaya- anunció ella con una sonrisa -hay compromisos importantes que no se pueden posponer esta noche. Cary sonrió viendo a su hijo correr a la habitación de los carritos, como él la llamaba. -No vamos a poder posponerlo mucho más- comentó su amiga riendo -pero si quieres quedarte a cenar, eres bienvenida siempre y lo sabes. -Me iré- negó ella antes de tomar sus cosas, despedirse y salir. Estando en el ascensor recordó al hombre de esa tarde y frunció el ceño, todavía pensaba en lo que podría decirle. Se subió en su auto para conducir hasta su departamento, era mejor que comenzara a prepararse porque pronto tendría que enfrentarse a un ambiente de trabajo con el que no estaba del todo conforme. Trabajar con un Santoro ya era suficiente, solo esperaba que el hijo no fuera como el padre, era lo que pedía.
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