El.amigo abnegado.

2129 Palabras
—Por supuesto que lo hago por cumplir las reglas. ¿O ves a un niño pasado de los tres años en la guardería? —niego. —Discúlpame, Araya —me levanto—. Buscaré la escuela de Brisa y alguien que cuide de ella hasta que las clases retornen. —Discúlpame tú a mí, cariño. Si pudiera tenerla aquí por siempre, lo haría, pero no está en mí. —Tranquila, lo entiendo perfectamente. Me voy. Agarro a Brisa, que está dormida, y me dirijo hacia la salida. Entre la mochila de Brisa, mi maletín de ejecutiva y mi pequeña en los brazos, voy como una ropavejera. Estoy parada en la estación, esperando el autobús, y me siento observada. Recorro la mirada hacia las calles y descubro que un coche n***o está estacionado a unos cuantos metros, y puedo jurar que de ese lugar sale esa mirada. El autobús llega; subo luchando cada escalón. Cuando el bus arranca me sostengo como puedo, pues parece que los caballeros se han perdido en estos tiempos, porque nadie se levanta y me da un asiento. Una mujer, que se ve muy amable, pero no está dispuesta a abandonar su asiento, me pide ayudarme con la niña, lo que le agradezco, pero niego. Puedo ir agitada, casi derrumbada, pero nunca doy a alguien más que cargue a Brisa. El mundo está cada día peor, así que, aunque me cueste, Brisa irá siempre en mis brazos, así la siento segura. En la siguiente parada, muchas personas se bajan y logro al fin sentarme; así descanso hasta llegar a nuestra casa. Debo decir que vivimos en un condominio exclusivo, porque después de que papá se queda en la ruina, esta casa fue la única que me quedó, y fue gracias a que estaba a mi nombre, pues era de mi madre; por lo tanto, pasó a ser mía. El autobús me deja a las afueras del condominio y tengo que caminar muchas cuadras para llegar a casa, pues aquí no es común que entren los autobuses públicos. Por suerte, Brisa se levanta y ya puede caminar, más bien correr, pues ella adora correr e ir recogiendo flores. Minutos después llegamos a casa, y cualquiera pensaría que llego a descansar; sin embargo, no es así. Tengo que preparar la cena, bañar a Brisa, lavar la ropa y hacer muchas cosas más. La vida de hermana soltera no es fácil. Es tan complicada como la de mamá soltera, pero ahí vamos, luchando para no rendirnos. Cuando Brisa ya está bañada, se acuesta en el sillón y ve la televisión; mientras tanto, yo preparo la cena y limpio la casa, cualquier desorden que quedó de la mañana. La música pop suena mientras me muevo de un lado a otro. De pronto, me detengo y levanto la mirada hacia el gran ventanal de mi cocina, y veo ese mismo auto parqueado frente a la casa. Al notar mi mirada, se va, desaparece dejándome una extraña sensación. Dejo de ser paranoica y continúo realizando mis labores. Cuando la cena está lista, ceno con mi princesa y voy a la lavandería a sacar la ropa; la meto a la secadora, y cuando está lista, la plancho, y al fin puedo sentarme a descansar. Esta es mi vida diaria. Del trabajo a la casa, y de la casa al trabajo. Pronto será de la casa a la escuela, de la escuela al trabajo, y así sucesivamente. No tengo tiempo para mí, ni siquiera para realizar una video llamada a alguna amiga. Ahora recuerdo que no tengo amigas; todas me abandonaron después de la ruina de mi familia, incluido él. Suspiré al pensar en él, al mismo tiempo sonreí. Está tan guapo, tan galante. Ya no es el joven de veintidós años y tantos meses que se fue del país, al que no veía hace casi cuatro años. Ahora está maduro, centrado y amargado, muy diferente al Camilo de antes. A las ocho en punto me voy a la cama. Cabe decir que duermo en la misma cama que Brisa, aunque esta casa es grande y tengo tres habitaciones aparte de esta; dormimos juntas desde que ella era un bebé, pues no me gustaba estar sola, ni dejarla sola. Le leo un cuento a Brisa y, después de que ella se duerme, caigo rendida. No pasa ni un minuto y ya me sumo en el sueño. POV DE CAMILO Llego a casa; mi madre me recibe con un abrazo y nos sentamos a platicar en la sala. —¿Qué tal tu primer día como presidente? —estiro los brazos a lo largo del espaldar. —Bien —manifiesto mirando hacia lo alto—. ¿Mi padre está en cama? —Sí, ha ido a descansar temprano. En vista de que no llegabas, se fue a la habitación. ¿Saldrás siempre a esta hora? Tu padre no solía llegar tan tarde. —Soy joven, madre, tengo veintiséis años; no esperes que me comporte como mi padre, llegando antes de las cinco a casa. —Entiendo, cariño; solo pensé que, siendo el presidente, estarías en casa temprano —guarda silencio por unos segundos, y cuando intuyo lo que va a preguntar, me levanto. —Me iré a la cama. —¿No cenarás? —No, ya he comido algo afuera. —Oh, Camilo, tu padre nunca comió afuera, por eso jamás se enfermó del estómago. —Mi estómago está hecho para todo, madre —le digo con una sonrisa—. Hasta mañana, viejita —le doy un beso en su frente y subo casi trotando las escaleras. Antes de entrar a la habitación, paso por la del viejo. Toco apenas la puerta y, cuando me mira, baja el volumen de la televisión. —¿Qué tal tu día? —Ha estado bien. ¿Y tú? ¿Pudiste descansar? —Me canso más estando en casa, pero el médico dice que es lo más conveniente —se queja, y sonrío—. Bexley… —Papá, hablemos mañana —me giro para ir a la habitación. —No seas duro con ella; ha tenido una vida difícil, así que sé bueno con ella —escucho que dice mientras salgo. Ya en la habitación, mientras retiro la corbata y demás prendas, pienso en ella. Y pensarla hace que la irritación regrese. Tiene una hija. Tuvo una hija con ese infeliz. Presiono los puños al recordar que ella nunca me miró como algo más que solo su amigo, mientras se dio el lujo de salir con cuánto miserable se lo propusiera. Aunque me dolía, a pesar de que sentía una opresión en mi pecho, la dejé estar con quien quiso, fingiendo que no me importaba, pero cuando decidí darme una oportunidad con alguien, a ella le molestó; a ella le irritó que saliera con Rosana. Se enojaba, se molestaba cuando Rosana nos acompañaba a cualquier lugar al que fuéramos en grupo, mientras ella sí iba acompañada siempre. ¿Por qué no podía yo estar con alguien mientras ella sí lo estaba? Disfrutó tanto de esos tipos, salió con quien se le plació, y cuando se fueron a la ruina, no quiso casarse con alguien más que no fuera conmigo. Claro, el amigo abnegado debía sacarla de los apuros; debía ser yo quien les evitara la ruina. ¿A cambio de qué? ¿De un matrimonio contractual, solo de negocios, donde ella podía seguir saliendo con quien quería, mientras yo, por ser su amigo, debía tragarme mis sentimientos? No, no podía correr a auxiliarla, no después de ver ese vídeo de cómo cogía con alguien más, de ver cómo se entregaba a un miserable que apenas tenía semanas de haber llegado a la universidad. Asiento las manos en el mesón, recordando todo el pasado, todos los momentos que vivimos, desde nuestra niñez y adolescencia. Siempre creí que nos enamoraríamos, que nos casaríamos cuando fuéramos adultos. No obstante, solo yo me enamoré, solo yo la amé con locura, mientras ella, apenas llegó a la universidad, empezó a buscar al chico más interesante que hubiera en ese sitio. ¿Por qué no miró a mi lado? ¿Por qué buscó en alguien más cuando yo estaba ahí, esperando ser mirado de una forma que no fuera de amigos? No lo hizo. Solo quiso casarse conmigo por conveniencia, por interés, porque andaban urgidos de ayuda, y casándose conmigo, la tendría; sobre todo, conmigo tendría la libertad de salir con quien quisiera. Porque Bex solo quería divertirse y divertirse. Dejé de pensar en ella, traté de sacarla de mis pensamientos. Han pasado cuatro años; he tenido más de una y otra aventura, ya es tiempo de que la presencia de Bex no me afecte. Reencontrarme con Rosana y retomar eso que quedó cuando salimos de la universidad me ayudará. ¿A qué? No sé, pero necesito que esté cerca, muy cerca. Por la mañana me levanto, me doy una ducha y, tras alistarme, bajo al comedor. No me quedo a desayunar con mis padres porque sé que me hablarán de ella. Siempre quieren hablarme de ella. Joder, yo sé que la quieren, que siempre la quisieron, pero no pueden intentar que yo la siga queriendo, porque ya no la quiero; me niego a seguir sintiendo lo que sentía por ella. Llego, me bajo del auto y entrego las llaves al guardia; seguido, arreglo mi traje y me adentro a la empresa. En la entrada me espera Rosana, a quien he decidido darle un puesto en la empresa. Cuando hablé de tenerla cerca, hablaba de que trabajaríamos juntos. Estoy en la recepción, registrando el ingreso de Rosana, cuando la veo llegar. Viene con la niña en brazos, con una mochila rosa de Barbie y su bolso. Al encontrase con mi mirada, aparto la mía y tomo de la mano a Rosana para dirigirnos al ascensor. —Espera, Cami. ¿Bexley Gates tiene una hija? ¿Acaso se embarazó de Oliver? —me mira esperando la respuesta. —Así parece —digo mientras la veo ir hacia la guardería. Subo en el ascensor, llego a la oficina y la secretaria me sigue el paso para leerme la agenda del día. —¿A qué hora es la reunión con los de marketing? —En media hora, señor. —Bien, prepárame un café y que todo esté listo para la reunión —la empleada se va, dejándome a solas con Rosa. —¿Y qué es lo que haré? —se acomoda detrás de mí, empieza a masajear mis hombros, que en vez de destrezar, me estresan. —¿Qué sabes hacer? ¿Terminaste la carrera? —No, cuando te fuiste me aburrí y abandoné la universidad. —Bueno, al menos en esos años que estuviste debiste aprender algo. —Sí —dice en mi oído—. Aprendí a dar masajes —le retiro las manos. —Pues aquí no estás en un área de masajes. Recuerda que estás en una empresa de cervecería y debes saber sobre esto. —Sé tomar —dice, y eso me saca una sonrisa—. Puedo hacer vídeos tomando tu deliciosa cerveza. —Esa es una gran idea —camino hacia la puerta—. Vamos al área de marketing para que tu imagen sea el nuevo rostro de las siguientes propagandas. —Ay, qué emoción. Tomaré cerveza. Ladeo la cabeza y no puedo evitar sonreír. Rosana siempre me pareció ingenua e inocente. Entro y mi mirada se encuentra con la de ella. —Rosana, mi novia será el nuevo rostro que salga en las siguientes propagandas de la cerveza; empiecen a trabajar con ella —digo y me giro para irme. —Ya tenemos una modelo, y los nuevos anuncios están listos para ser presentados en la reunión que se dará en unos minutos —me detengo y me giro a verla. —No te pregunté si ya tenías una modelo. Te he dicho que trabajes con ella, ¿estamos claros? —¡No! ¡No estamos claros! —me reta—. No puede venir e imponerme una modelo y que trabaje con ella cuando estamos a nada de la presentación. —¿Qué ocurre? —me acerco a ella—. ¿No quieres trabajar? Si es así, ahí está la puerta; puedes irte cuando gustes. —Te tomaría la palabra con gusto, pero tengo alguien a quien alimentar, y por ella soy capaz de soportar cualquier cosa —dice, me aparta la mirada y la posa en Rosana—. Quedas para una nueva propaganda, porque la que tengo, no pienso cambiarla —sin más se gira y se aleja. —¿Quién es el jefe aquí, ella o tú, bebé? Por supuesto que yo, pero ella hace que mis palabras desaparezcan.
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