Despreciable
–Este estrado condena al señor Kevin Wilmar a tres años de prisión, con el cargo de intento de homicidio a la señorita Lairet Smash, provocándole un aborto, sin la posibilidad de fianzas ni visitas–veo como el juez azota el martillo de madera contra el pequeño cubo de madera que hay sobre la mesa.
Tres malditos años tendré que estar en la prisión, el estúpido de mi abogado no puedo hacer nada mejor, que desperdicio de dinero.
Ni siquiera era a ella que quería matar, pero claro, como siempre todo en mi vida sale mal. Primero la estúpida de la prometida de mi primo se va en el auto que era para él.
El plan fallo, descubrieron que fui yo, mi familia me odia, bueno, como si me importara tanto, desde hace años que no les importo, ni me toman en cuenta.
No les importo que estudiara en una de las mejores universidades de EE. UU. porque para ellos siempre su predilecto fue, es y será Roberth.
El perfecto Roberth, desde pequeños hemos estado en competencias, solo me gano por un monito al nacer y solo eso basto para que él sea el heredero de todo el imperio Wilmar.
Gran parte del tiempo fue el victorioso, lo dejé pasar por muchos años, pero después de que asumiera la presidencia de los negocios de la familia y además la mujer que a mí me gustaba lo eligiera a él ya no lo soporte...
Porque mientras él iniciaba a administrar las riquezas de la familia, a mí me dejaron como el presidente de una misera empresa, la más pequeña, en la que apenas se notaban ganancias.
No soportaba su arrogancia y esa sonrisa de niño santo, el que iba a un lugar y las mujeres se volteaban a verlo, al que saludaban y daban los mejores regalos el día de su cumpleaños.
Me arte, me esforcé por muchos años para ser digno de la familia y que me dieran la oportunidad de dirigir la empresa, pero a cambio solo recibo migajas.
¿Qué no tengo derecho a visitas?, ¿creen que me importa? Obviamente no, ¿para qué?, ¿para qué vengan a insultarme?, no gracias, tres años sin ver a esas personas, será como estar en el paraíso.
Uno asqueroso, en el cual tendré que compartir con seres despreciables, seguramente serán pobretones que justificaban sus robos porque no tenían que comer, únicamente escusas baratas que demuestran su basta creatividad.
Ignoro lo siguiente que dice el juez, el cual nada más me causa repulsión al ver lo gordo que es, ¿Cómo no puede hacer ejercicio?, ese hombre debe pesar unos 140 kilos, desvió la mirada de él, porque ver como desprendía sudor de su frente es lo peor.
Centro mi mirada en las miradas de desaprobación de las personas que presencian mi juicio, esos estúpidos piensan que por mirarme así me voy a sentir mal o me arrepentiré, claro que no, solo consiguen que les sonría, muchos dicen que mi sonrisa les causa miedo y eso... eso me divierte aún más.
Las señoras gordinflonas son las peores, te miran con pesar y murmuran entre ellas, seguramente no tienen algo mejor que hacer que venir a chismear de la vida de los demás, mejor que se queden viendo la novela o tejiendo, seguramente o son amas de casa o mujeres solteronas que no saben qué hacer de su vida.
Mientras que los hombres, ¿Qué puedo decir de ellos?, unos pobres que ya no saben qué hacer con sus vidas, seguramente prefieren venir a lugares como estos donde nadie los molestara, en cambio, si van a casa, seguramente los sus esposas los están esperando en casa.
Por sus miradas y vestimenta puedo notar que son hombres que no han surgido de manera profesional y sus caras me dejan en claro que sus vidas son un fracaso, son solo pobres hombres cuyas vidas son tan monótonas que no se esfuerzan por cambiarlas. Hombres deplorables.
Dos hombres se acercan y me toman de mis brazos, provocan que me ponga de pie. Lo más gracioso de todo es que son más bajos que yo y debiluchos.
Mi traje naranja resalta en la sala, no opongo resistencia a que me lleven y ni me molesto en mirar a mi abogado, sabe exactamente lo que debe hacer.
Mientras vamos caminando escucho los aplausos de aquellas personas que vinieron a observar mi juicio, que al fin y al cabo saldrás por esas puertas que están a sus espaldas y se olvidaran de este infeliz.
Nosotros tomamos otro camino, un pasillo oscuro, el cual nos llevara al mismo carro que me trajo aquí, una asquerosa carcacha que huele a orina, eso se puede sentir al estar a tan solo un paso del ingreso.
Para mi sorpresa, entre los pocos metros que hay entre el termino del pasillo y el carro, hay periodistas, esas pirañas que se comen las vidas de las personas hasta no dejar nada y cuando ya no queda nada se van al siguiente, como hicieron con mi madre.
No porque ellos estén acá bajaré la cabeza, si quieren tomar fotos, que lo hagan, en fin, no tendrán noticias de mí por un largo tiempo.
Los titulares probablemente serán “La vergüenza de la familia Wilmar”, “Kevin Wilmar intenta acabar con la vida de la prometida de su primo”, o algo por el estilo, es que son tan poco creativos que ni contaran la historia bien, estoy casi seguro de que resaltaran la vida de mi primo como “el buen hombre que es”, resaltaran todos sus logros, mientras que los míos quedaran manchados por esta basura.
Siento los flashes en mi rostro, yo solo les sonrió, he ignoro las preguntas que ni me molesto en registrar en mi mente, solo siento como los guardias van ejerciendo más presión. Lo más probable es que nunca salieran en una portada, bueno, eso es obvio, estarán poniendo sus mejores caras para salir atractivos y rudos.
La realidad es que ni sus nombres saldrán y quizás con efectos los pongan borrosos, ellos son los menos importantes en esta historia, a los cuales ni les preguntaran el nombre, los desechables.
Como lo son las personas ineficientes e inútiles, son desechables, si no sirven se van a la basura. Como lo han hecho todos los que me rodean.
Me empujan al interior de esta porquería que llaman transporte, pero ni crean que lo lograran, pongo rígido mi cuerpo y me subo a mi tiempo, no quiero tocar la porquería que rodea los asientos.
Veo como cierran la puerta con fuerza y reluces los últimos flashes.
Odio a esas personas que por tener una primicia son capaces de dañar a las personas, por su culpa, mi madre cayó hondo llevándola al suicidio, por sus mentiras, por una foto que malinterpretaron, más bien la historia que armaron solamente por una mujer y un hombre ingresando a un hotel.
¿Pero a quién le importo eso?, exclusivamente a mí, a nadie más le importaban los sentimientos de una mujer al ver su vida destruida por una foto, o después los sentimientos de un niño de diez años que vio todo paso a paso. De como su madre paso de una sonrisa dulce por las mañanas a una llena de tristeza y un aliento a alcohol que se sentían a metros.
¿Cómo puede pasar una mujer de vestir elegante, estar siempre con maquillaje, perfumada y feliz a todo lo contrario? La respuesta es por rumores.
Rumores que crecieron por el círculo social que ella frecuentaba a la velocidad de la luz, las mismas mujeres que tomaban el té con ella, la alejaron y chismeaban en su contra, sin importarles que ella estuviera cerca.
La sociedad que nos rodea es un asco, únicamente están al lado de otras personas por la reputación que la precede, pero si saben algo que las pueda relacionar y perjudicar, corren la vista, pero sus lenguas no dejan de moverse. La sociedad está repleta de víboras, de basura, de... podría pasar toda la tarde hablando de ese desperdicio.
Creo que han pasado varios minutos, porque la carcacha se detiene, escucho como las puertas se cierran, fueron dos portazos, desde este lugar no puedo ver, pero escuche las risas de los que me trajeron, se venían riendo todo el camino de una mujer, ven lo que digo, esta sociedad es escoria.
La puerta trasera se abre, dejando ingresar la luz, veo sus asquerosas caras al ver el espacio que dejo la puerta al ser abierta.
–Bienvenido a tu nuevo hogar– su sonrisa me desagrada por completo, ese hombre bajo y regordete que por cierto no es el mismo que me trajo a este carro, parece disfrutar viéndome en este sitio, su sonrisa solo es de completa burla, pero sus ojos me miran con desprecio.