Como la reunión se había suspendido, fue un viaje tranquilo a la mansión aunque obviamente se encontraría con un clima desolador y todas las miradas apuntarían a él. Pero no le importaba mucho, es decir, se había criado en el drama, en la miseria, en el no-afecto, en el no-cariño. ¿Malika quería golpearlo? Pues que lo haga, sus hijos deseaban no hablarle más, pues que lo hagan, aunque sí no sabía cómo sería la reacción de Dánae, ella era la única de la cual quizás su opinión le importaba, pero si se enojaba con él, bueno, no era su culpa, su madre había hecho el mismo juego. Cuando llegó a la mansión y abrió las puertas, efectivamente se encontró con el escenario que había predicho. Todos los hijos estaban sentados en la mesa, Malika se agarraba la cabeza con las manos y su padre a un lado de ellos, apenas vio a Lukács se levantó del sillón, los ojos parecían descolocados.
— ¿Estás feliz ahora, imbécil? —preguntó Maxime aún sentado con los ojos fijos en él y apretaba los nudillos.
— Sí. Bastante. —respondió Lukács con una sonrisa en el rostro y se apoyó contra un rincón de la mansión posando su cuerpo contra la pared.
— Sos una mierda de persona. Tenés que saberlo. Nunca te vas a salir con la tuya, Lukács. Arruinaste nuestra reputación. —se levantó del sillón y sus ojos comenzaron a cambiar de color, su rostro en sí comenzó a cambiar, allí Lukács se dio cuenta que había empezado su transformación a hombre-lobo, hace mucho no la veía, tampoco le daba demasiado miedo en realidad. Era increíble ver cómo le creían colmillos, no sólo a él, sino que Malika también había empezado, los ojos de ella eran diferentes, de un color ámbar más intenso. Los dos se fueron aproximando a él, mientras que Jules y su padre intentaban detenerlos.
— Lamento romper sus burbujas de cristal, pero no pueden hacerme nada. O sea, pueden pegarme si quieren, así sumo otra foto a la noticia, ya que si me matan, se hará una búsqueda bastante grande. Lukács Kazino hace una entrevista inculpando a dos personas, ¿y al otro día desaparece? Raro. Y ustedes nunca van a recuperar su reputación. —les mencionó. Y poco le importaba igual si lo mataban, en realidad, había conseguido lo que quería. Poder denunciarlos a ambos por los maltratos.
Jules y Dánae intercedieron y los hicieron volverse a sus sillas.
— A veces Lukács das miedo realmente. No sé si sos un psicópata. —le dijo Jules en voz baja mirándolo con ojitos de perro lastimado, era mitad sarcasmo, mitad verdad, pero se podía notar cierto miedo en sus palabras. Dánae, sin embargo, sólo le dedicó una sonrisa penosa y desvió rápidamente su mirada.
— No te vas a salir con la tuya de todas maneras. —Maxime agregó, en voz alta y sacó una pistola de su pantalón, una pistola negra, común, como aquellas que usan los policías, sin embargo, lo apuntó sin importarle mucho los suspiros a su alrededor, aunque Lukács por un momento observó a Malika que se hallaba a un lado y sintió esa hambre, esa emoción, ese sentimiento casi de placer ya que quería que obviamente le dispare. Los ojos color de ámbar de Maxime lo miraban y estaba estático. — Nadie de tu familia va a quedar en pie, especialmente tu madre, Lukács, voy a encargarme de despedazarla yo mismo.
— Esa sociópata me importa muy poco. Andá y matala. —habló respondiéndole en el mismo tono de voz, aún seguía en el mismo lugar, sólo tenía los brazos cruzados y levantó una de las comisuras de su labio en una especie de sonrisita maliciosa. De repente, sintió unas horribles ganas de morderlo, aunque ya había descubierto su otra “mitad” extraña dentro de sí, no le había pasado eso anteriormente. Sentía el corazón de Maxime que latía frenético y la sangre que circulaba por sus venas, lo sentía en la garganta e intentaba tragar saliva para calmar su sed, aunque, de manera inconsciente, se encaminó hacia él lentamente con sus manos en alto, hasta que la pistola le quedó en el estómago. Todos se quedaron atónitos ante su desenvolvimiento, sintió el miedo de Maxime vibrando, por ello, en un movimiento rápido se colocó detrás de él y lo envolvió en un abrazo frío, colocó su rostro cerca del cuello ajeno. Lentamente tomó la pistola de Maxime, el otro simplemente lo seguía, de alguna manera hechizado o hipnotizado, cuando la tuvo entre sus manos, acarició el metal frío y la colocó en la sien del muchacho.
— ¿Qué te parece si te mato ahora? —le preguntó en un tono sarcástico. La mansión había quedado en silencio.
— Por favor, Lukács, basta, detente. —le rogó su padre y se quiso acercar a él.
Por su parte, guardó la pistola en su pantalón y se largó hacia su habitación. Aún sentía la sangre corriendo sobre las venas de los demás, pero debía controlarse, no podía morderlos a ellos, no podía beber su sangre. Sus manos temblaban, y sabía que si aún continuaba allí, no se detendría, terminaría en una situación sangrienta, no la deseaba todavía, al menos era necesaria. Su padre lo observó alejarse, y lo siguió detrás, pero Lukács le cerró la puerta antes de que pudiera ingresar en su habitación.
— Lukács, sólo quiero hablar con vos.
— ¿No me dijiste suficiente por teléfono? Dijiste que no le ibas a pasar más dinero a Salomé, dijiste que había tomado una mala decisión. Siempre defendiendo a tu familia, y eso me hace acordar que al parecer no me consideras parte tuya, así que vos no me debes nada, y yo tampoco. No es necesario que te hagas el simpático conmigo. —sentenció sentado sobre el borde de la cama, y oyó los suspiros de su padre, se quedó unos minutos parado en la puerta.
— Buenas noches, Lukács. —terminó por decir y se fue hacia su habitación.
Él se quedó solo, allí, terminó por recostarse. Demasiadas emociones. Demasiado drama, y demasiado odio sentía hacia ellos. A veces no sabía si realmente quería a sus padres o era únicamente como una especie de costumbre o sólo les tenía lástima porque la vida había sido dura. La última gota que rebalsó el vaso fue un mensaje de Dánae:
“Lukács, lamento todo lo que te sucedió y me pone muy triste cómo te trató mi familia. Pido perdón intentando representar a Jules y a mí, sin embargo, necesito tomarme un tiempo de vos. Sé que no estábamos en una relación como tal, pero siempre hubo química, por lo cual, me voy a alejar. Podés hablar conmigo cuando lo necesites, pero por ahora, deseo comenzar otro rumbo, quizás lejos también de la mansión”. Lo leyó con cierta tristeza, era la única persona con la cual se llevaba bien, pero ahora se iba. Qué raro, pensó de manera irónica. Al final del día, su madre tenía razón, sólo podía confiar en sí mismo y ni siquiera tanto a veces, pero es lo único que te queda, lo único que te acompaña. Intentó cerrar sus ojos, aunque se había asustado un poco por sus impulsos, debía averiguar si alguien de su familia pertenecía a su misma especie y también tener más información al respecto.
Al día siguiente era la fiesta de su bienvenida y realmente no tenía ánimos para ir, sin embargo, debería asistir sí o sí. ¿Por qué debería esconderse si no era él el que estaba mal en ese mundo, sino los demás? Los desquiciados ALFAS que se sentían reyes del mundo. Si bien no culpaba a Dánae de querer alejarse de la mansión, sí notaba que estaba huyendo de él, no sabía sus razones. Quizás era lo más extraño de esa situación. Por primera vez pensó que quería a alguien, pero creía que tal vez ese sentimiento se había instalado en él porque era la única persona que se le acercó cuando era pequeño. Ahora que lo notaba, Dánae más bien lo quería como se quiere a una mascota, le gustaba tener a alguien sonriendo por ella, a alguien corriendo tras ella, a alguien teniendo sexo con ella, a alguien a quien en la vida le va peor que a ella, a alguien a quien tenerle lástima, a alguien a quien cuidar porque es pobre y bastardo. Es como se quiere a una sombra. Una sombra que ayuda a enaltecerte, una sombra que ayuda a destacarte, una sombra que te sigue sosteniendo la burbuja de cristal.
Se levantó por la mañana y decidió darse una ducha relajante que ayude a despejar un poco su cabeza, cerró los ojos y respiró profundo, hasta que sintió que alguien abrió la puerta. La voz de Jules ingresó en sus oídos.
— No sé si te lo dijo Dánae o qué, pero se fue de la mansión muy temprano y probablemente no vuelva en algunas semanas o quizás meses.
— Primero que nada, ¿por qué entras al baño? Y segundo, ya lo sabía, Dánae me mandó un mensaje. Me parece bien su decisión, ¿qué más querés?
— Sólo quiero decirte que si necesitas a alguien con quien hablar, estoy para vos.
— No, gracias, Jules. No lo necesito.
— No hace falta que seas tan duro y reacio a los sentimientos, Lukács. No sos un monstruo.
Se terminó yendo del baño, y Lukács salió de la ducha para mirarse al espejo unos segundos. No sabía si no era un monstruo, quizás se estaba convirtiendo en uno lentamente. Y no podía abrirse tan fácilmente, nunca lo hizo, porque nunca pudo confiar en nadie. La vida es una perra, pero a veces la vida es una mierda y tenés que seguir, eso es lo que él hacía, ahora la cuestión era, ¿vivía o simplemente sobrevivía? A veces vivía, otras veces no. A veces simplemente respiraba. Terminó por afeitarse frente al espejo, y algunas gotas de sangre cayeron sobre su mandíbula, nuevamente esa necesidad imperiosa de tomarla lo sacudieron, así que las llevó hasta su boca donde un placer inaudito envolvió todo su cuerpo y sintió las venas latir, los pasos de las personas que caminaban de un lado a otro en la mansión, los gritos, los olores, todo lo sentía más cerca, más a flor de piel, más incesante, todo retumbaba en su cabeza. Bajó casi eufórico a la sala de estar donde no pasó ni dos minutos dentro de la mansión, más bien decidió irse hasta la pequeña cabaña donde había tenido sexo con una de las empleadas.
Allí la encontró a ella, a la muchacha nuevamente, quien le sonrió emocionada por verlo y él también hizo lo mismo. Sin embargo, algo monstruoso se apoderó de él. Ella estaba tomando algunas semillas y cargando agua en unas pequeñas jarras, por lo cual, Lukács cerró la puerta tras de sí y fue acercándose lentamente hacia Yuri, la tomó por la cintura con ambos brazos.
— ¿No es muy temprano para tener sexo?
— Sí. ¿Pero quién lo dice?
En ese instante, él la apretujó contra sí y pudo notar cómo sus pechos desbordaban del vestido. Una sensación violenta de cogerla lo tomó desprevenido, y así nomás lo hizo, arriba de la mesa, retiró todas sus prendas en un acto rápido y ella se sumó a la situación. Apretujaba sus pechos, rozaba sus pezones, lamía su v****a con seguridad, con devoción. Yuri, acariciaba su cabello y a veces los apretaba en un puño, cerrando sus ojos, y Lukács se desenvolvía libremente con su cuerpo, lo recorría con besos, lo besaba, lo lamía, mordía los labios ajenos y bebía esas gotitas minúsculas de sangre que salían de ellos. La penetración fue salvaje, la mesa rechinaba cuando el cuerpo de la muchacha se contraía y arqueaba su espalda y también esos suspiros repentinos que brotaban de su garganta, había abierto bien sus muslos para una comodidad mayor del vaivén de sus caderas. Era rápido, fugaz, cada estocada iba hasta el fondo y ella gemía, gemía lloriqueando por más. Estaba desbocado. Las piernas de la muchacha temblaban, y luego se apretaban aún más contra el torso de él. Una leve transpiración salía de sus cuerpos calientes y su m*****o aún palpitante golpeaba contra ella, violento, reclamándola como suya.
El semen escurrió entre sus piernas y fue cayendo lentamente, fue transitando un camino y ella lo bebió desesperada. Sin embargo, despegándose apenas del cuerpo de Yuri, Lukács la abrazó con fuerza y quedó el cuello ajeno a su merced, no deseaba hacerlo, pero una impotencia interna le hacía querer morderlo. Finalmente, así lo hizo, clavó sus dientes contra ésta, y escuchó un grito agudo que brotó de la garganta de Yuri, la sangre salió rápidamente agitada y él la tomó, la succionó.
— ¡¡¡¡Lukács!! ¿Qué estás haciendo? —la voz de Jules se hizo presente en sus oídos, por lo cual, en ese instante, se separó fugazmente y lo observó de frente a su medio-hermano. La sangre le decoraba la mandíbula y aún chupaba sus dedos, frenético.