Antes de retirarse del café, posó sus manos contra la mesa después de oír lo que ella dijo, distraído, e Iris tomó una de sus manos para acariciarla casi como un acto inconsciente, por lo cual, Lukács se sobresaltó. Era tan estúpido para esas caricias sutiles a veces, desvió su mirada unos momentos, pero también decidió tomar la ajen y unirla con la suya. Ambos quedaron en silencio. Un momento casi “romántico” había nacido allí, sino fuera por la moza que de repente les trajo la cuenta, y los dos, como si fuera una vergüenza, retiraron sus manos, hasta el punto que la muchacha los quedó mirando y seguro que pensó que eran “raros”, parecían dos adolescentes tímidos que se dan el primer beso.
— Yo pago. —dijo él mirándola.
— Te lo prohíbo. —negó con su cabeza y también tomó dinero en efectivo. — No voy a dejar que un caballero pague por mis cosas, eso se hacía antes. No estamos en los 90. —bromeó y unió su dinero junto al ajeno. Allí lo dejó sobre la mesa.
Se levantaron de sus asientos y salieron afuera, a un rincón del lugar. Iris tomó un cigarrillo de su cartera, y lo encendió, también le convido uno a él, este aceptó y esperó que se lo prendiera uniendo ambos cigarrillos, cosa que hizo que se miraran una vez más a los ojos.
— ¿A qué hora tenés la reunión?
— Casi a las 7.
— El artículo va a estar antes de eso, así que no hay nada de lo cual preocuparse. Hoy viví tu vida. Voy a encargarme de que se difunda por todas partes.
— Gracias, Iris, ¿cómo podría pagarte?
— No hace falta. Lo hago para destruir a esos dos que también pusieron en duda mi posición al ser hija adoptiva. Además voy a tener buenas ganancias este mes con noticias tan interesantes. —le aseguró guiñándole el ojo y expulsó una bocanada de humo.
El ambiente por alguna razón quedó tenso ya que ninguno más habló, entonces Iris se despidió de él, sin embargo, el corazón de Lukács comenzó a latir fuertemente, por lo cual, la tomó del brazo, ella se quedó estática, la miró durante algunos segundos y de manera instintiva la besó, unió sus labios en un beso brusco y sin tanta preparación. Iris le sonrió, y tomó su rostro entre sus manos para besarlo cómodamente, a su tiempo, cerrando sus ojos, los labios se acompasaban, y los de ella se sentían suaves, era una sensación que no tenía hace mucho tiempo. Un poquito de romanticismo aligera las cosas y prende fuego. Envolvió la cintura ajena, y siguió besándola, con cierta desesperación. Al parecer, ambos lo querían hacer desde la primera vez que se vieron, había esa química latente desde el primer día y no la desperdiciaría. El momento duró unos segundos hasta que decidieron separarse y compartir una mirada íntima, a ninguno de los dos se le quitaba la sonrisa del rostro.
— Tendría que irme para ir preparando el artículo… —mencionó ella en voz baja y se fue separando de él. Aunque, en última instancia, le propinó un beso sonoro y fugaz sobre sus labios.
— Sí… Está bien. —dijo a lo último porque el beso lo tomó desprevenido. La vio alejarse por la calle contraria a la cafetería hasta que se perdió entre la muchedumbre, y con sus manos en los bolsillos, también fue caminando despacio por el centro. De repente, todo parecía efímero, todas sus peleas, todo su odio, todo su resentimiento, desaparecía por unos instantes, le parecía sin-sentido, todo lo que duraba el recuerdo de los labios de Iris sobre los suyos se repetía constantemente en su cabeza y lo sentía raro porque la debilidad en el amor no era algo que le agradaba mucho. Aún no había comprendido que el amor no era una debilidad, sino una fuerza, un valor para continuar viviendo, los ánimos para levantarse en la mañana, sin embargo, en toda su vida eso había significado fragilidad o al menos eso le enseñaron sus padres.
No volvió a la mansión rápidamente, pero le pareció raro recibir una llamada de su padre a la cual contestó sin ánimos. De repente toda la realidad le había caído encima nuevamente, y sus buenas energías se esfumaron. Volvía a ser el mismo de siempre.
— ¿Qué pasa?
— Me gustaría oír un “buenos días” de tu parte en algún momento.
— No creo que llegue ese momento.
— Sólo quería saber dónde estabas y si vas a ir a la reunión hoy. No te veo desde la mañana temprano y no sé qué pasó con vos.
— Es raro. ¿Tenés miedo de que no vaya a la reunión? Obvio que voy a ir, no me la perdería por nada en el mundo.
— Lukács, lamentablemente vos siempre escapas a lo que yo pienso. Puedo esperar cualquier cosa porque nunca conocí a alguien tan determinado.
— ¿Qué te pasa? Son demasiados halagos por hoy.
— Sólo me sentí culpable al no poder bajar la entrevista que le hicieron a Malika y también que nuevamente se cuestione tu posición en la empresa. Igual no vas a quedarte afuera, ¿está bien? Vas a tener un cargo sí o sí.
— Trabajé muchísimo, muy duro para el cargo de CEO y lo sabés. Trabajé más que cualquiera de tus estúpidos hijos, así que no quiero ningún otro puesto. Quiero eso y lo voy a tener. Que te quede claro, que yo nunca voy a dejar que me pisoteen mis medio-hermanos y si es necesario pisarte a vos para conseguir algo, lo voy a hacer. Eso me enseñaste. Esa es la dura vida del jefe.
Terminó por cortar la llamada y pasear por allí hasta que desee volver porque necesitaba respirar aire fresco. Compró algunas cosas y llamó a su chofer, no volvería a la mansión, lo había decidido, sino más bien visitaría a su madre que hace dos días le había pedido ayuda y dinero, seguro estaba acostada en el sillón esperando algún milagro. Si fuera como ella, quizás las cosas serían mucho más fáciles, pero a la vez era complicado mantener las adicciones al día. Ya nada lo asombraba. Había visto cómo aspiraba cocaína y se pasaba la tiza blanca por sus encías duras, tantas veces, había visto cómo cogían en el sillón con dos o tres tipos diferentes en un mismo día, lo había oído, también había visto cómo la golpeaban y tener que básicamente pedirle un favor a casi todos los vecinos para que los ayuden. Todo aquello pensó en el viaje y mientras más se iba adentrando a su viejo barrio, menos lo reconocía, más repugnancia le daba, él no pertenecía ahí, ni a la clase baja ni a la clase alta, ni a ningún tipo de clase, se veía fuera, externo a ello, no podía creer que todo estaba en las mismas situaciones que cuando su padre vino a buscarlo a los 13 años para sacarlo de ese basurero. Un basurero que ahora se cernía en una montaña de basura gigante con un montón de gente nueva, un montón de vecinos nuevos. Muchachas, muchachos, jóvenes, ancianos, adultos. Lo observaban como si fuera un bicho raro porque obviamente sabían que ese no era su lugar, y menos aún cuando notaron el auto en el que lo habían traído hasta allí. Lo miraban casi burlándose, con desdén, y comentaban entre ellos. Había gritos y música alta, como siempre, había gente abandonando sus hogares, como siempre, había gente cogiendo contra las paredes, como siempre. ¿Cómo iba a extrañar semejante lugar? Una sensación horrible recorrió su cuerpo cuando se encontró de pie en las puertas de su casa y todos esos flashbacks vinieron a él, casi golpeándolo. El día era hermoso, pero parecía apagarse cuando ingresaba ahí. Terminó por abrir la puerta de su casa que se caía a pedazos, las paredes estaban descascaradas, pero quizás eso no era lo feo, lo feo era sentir algo extraño en el aire, como si fueran malas energías, como si fuera que el tiempo nunca pasó debidamente, que su madre se había quedado a cuando él tenía 13 años. Observó todo el lugar, y fue recorriendo rincón por rincón, hasta que halló una foto de él junto a ella cuando era muy pequeño aún. El color verde de la casa realmente lo desanimaba bastante, tenía toda la pinta de hospital sin las enfermeras y las camillas.
— Al fin te dignaste a venir, Lukács. —alguien dijo detrás de él. Nada más que la voz de su madre, por lo cual, él se dio media-vuelta y ella estaba en bata, una bata violeta con un cigarrillo entre sus dedos, el cabello envuelto en una pashmina y el delineador n***o corrido junto a la máscara de pestañas, se apoyaba contra la puerta de su habitación. Le sonrió apenas.
— Perdón, Salomé, no todos podemos estar acostados en un sillón y viviendo del dinero que te deposita tu hijo o ex marido todos los meses a tu cuenta bancaria.
— Siempre decís lo mismo. Sos igual que tu papá. —agregó ella caminando hasta Lukács y le corrió uno de los mechones de su cabello. El olor a cigarrillo estaba impregnado, pero aún así, no podía negarse a una caricia de su madre. La odiaba, pero a la vez lo entristecía muchísimo, sólo que nunca iba a decírselo.
— No vengo a pelear. Te compré cosas. —le dejó las bolsas en el suelo y se apoyó contra la pared.
— Bueno, vení a sentarte conmigo, antes te gustaba hacerlo, ¿o se te subieron los humos de niño ricachón?
— No, pero no quiero sentarme, gracias.
Sintió otra voz, alguien que hablaba en voz baja, por lo cual, se sobresaltó ante ello, y se quedó estático en el mismo lugar, no reconocía quién era, y sintió a su madre bastante incómoda.
— Es mi novio. —agregó ella mordiéndose las uñas.
— ¿Y no pensabas decírmelo nunca Salomé? —le preguntó él alzando sus cejas. Le daba igual que tuviera novio, pero por lo general, no conseguía “buenos” partidos, la mayoría de ellos terminaba abandonándola y robándole el dinero en efectivo que se olvidaba tras sus noches llenas de sustancias.
— ¿Quién es? ¿Tu amante, mi amor? —dijo la otra voz y de la habitación salió un hombre con el torso desnudo, únicamente llevaba su ropa interior, era alto, con el cabello castaño, y tenía su cuerpo lleno de tatuajes. Lukács se cruzó de brazos. — Soy el hijo, ¿y vos quién sos?
— ¡Ah, sí! Lukács, tu mamá me contó de vos. Yo soy Christian. —le extendió su mano derecha, y él terminó estrechándola porque se lo quería sacar de encima. No parecía desagradable, pero no le daba confianza. Se sentó a un lado de Salomé, y entonces rodó sus ojos. Por qué putas no podía quedarse solo con su madre una vez, dios, siempre había alguien molestándolo y se sentía presionado cuando sucedían esas cosas.
— Y bueno, hijo, contame, ¿cómo están las cosas en la casa? ¿Cómo están tus hermanos? ¿Cómo está tu trabajo?
— Te lo voy a decir, Salomé, cuando Christian se pueda ir un rato de la casa. No quiero contar mis cosas delante de él.
El hombre directamente se levantó del sillón y se fue, sin mirarlo, ni decirle algo. Obviamente se había “enojado” o algo así, pero a Lukács poco le importaba la opinión o los pensamientos de alguien que se había metido de repente entre las sábanas de su madre. Ella, en cambio, lo miró irse, y después le alzó una ceja a su hijo, se prendió otro cigarrillo y miró al frente.
— ¿Tenías que ser así Lukács? Vos siempre me querés arruinar todo. No querés verme feliz.
— Ay, madre. Me decís lo mismo desde que tengo 5 años y ¿sabés cuántos supuestamente te iban a hacer feliz? Así que mejor no me hagas hablar.
— Sos tan violento, Lukács. A veces no te reconozco, pero sí, siempre lo supe, siempre fuiste así.
Él le sonrió de manera irónica. — ¿Por qué será que soy así, no? ¿Es un gran misterio Salomé? Creo que sabés por qué soy así y tengo este tipo de personalidad. Es el monstruo que creaste junto a mi padre. Felicitense, les salió un Lukács perfecto. —aplaudió y se sentó en una de las sillas.
— No te voy a dar la razón. Mejor contame qué tal. ¿Tenés novia o algo así? Porque sé que andabas con esa Dánae Kazino, y después me enteré que hasta te acostaste con el jefe de la empresa de tu padre para obtener un puesto.
— Claro, y eso te lo leíste en una entrevista. Nunca pasó nada con el director ejecutivo de la empresa, y sí, voy a ser el nuevo CEO de un departamento. Con respecto a las novias… No tengo una, pero sí me interesa una chica que se llama Iris.
— Dejame adivinar, ¿y apareció días antes que te conviertas en el nuevo CEO? Qué casualidad, ¿no?
— Sí, pero porque ella votó a favor mío y es la hija de uno de los socios de la empresa, así que tiene dinero.
— Cuidado Lukács, no quisiera que se aprovechen de vos. Aún sos muy joven.
— Gracias por los buenos ánimos, Salomé. ¿Puede ser que quizás yo le interese o le guste o sienta algo por mí? ¿Directamente todos se están aprovechando según vos?
— La realidad es dura, Lukács. El mundo es hostil, y vos mismo lo sabés. Tendrías que aprender de mis errores. No digo que la chica no te quiera o algo, en realidad pienso que serías un buen novio, sino que tengas cuidado con las personas que te rodees, especialmente ahora que vas a escalar tan alto. No lo digo por vos, sino por los demás.
— Eso siempre lo tengo en consideración porque me criaste así.
— Y espero que lo tengas siempre. Por otra parte, ¿cómo puede ser que esa maldita mujer, Malika, haya escrito esas cosas en su entrevista y te haya dejado tan mal parado?
— Sí, ella siempre me odió, bueno nos odia, en general, y vos lo sabés. Pero mi padre tampoco se queda atrás, si bien Malika es una mierda de persona, él también lo es, al menos ella es más honesta al respecto.
En ese momento, sintió que su celular sonó y cuando lo revisó, era un mensaje de Iris que decía: “El artículo ya salió. Es un éxito ;)” y junto a esas palabras, un enlace el cual abrió apurado, y se encontró con todo lo que él había dicho, además de las fotos. Su madre le preguntó qué estaba viendo, y se sorprendió al leer la noticia, cubrió sus labios y después lo miró, con ganas de reírse.
— Lukács, los destrozaste. Brindemos por eso. —fue a buscar dos vasitos y lo poco que quedaba de un champagne en la heladera, le sirvió un vaso a él y ambos brindaron al unísono, bebiéndolo rápidamente, casi con desesperación.
Después de todo, pertenecía al puto clan Miranda-Kazino, y si algo sabía y había aprendido junto a esas familias era que la venganza se servía en un plato frío. Más tarde, recibió un nuevo mensaje de parte de la empresa: “LA REUNIÓN QUEDA SUSPENDIDA. LUKÁCS KAZINO COMENZARÁ EN SU CARGO DE CEO EN EL DEPARTAMENTO LA SEMANA QUE VIENE”, tomó otro vaso de champagne y le pidió un cigarrillo a Salomé. Salieron un rato afuera. Estaba anocheciendo, se posaron contra un auto abandonado que estaba allí y miraron al cielo juntos.
— Vas a ser el primero de los Miranda que salió de este barrio de mierda y no se convirtió en un drogadicto. —dijo su madre y colocó una de sus manos sobre el hombro de él, apretándolo, y luego lo abrazó. Después de unas horas, decidió despedirse de ella, y se metió dentro del auto, allí recibió una llamada de su padre.
— No puedo creerlo, Lukács. ¡Has arruinado totalmente mi reputación junto a la de Malika! ¿Cómo quedo yo a su lado? ¿Qué se dirá de mí?
— Seguramente dirán que sos un pedazo de mierda igual que ella.
— No le pasaré más dinero a tu madre, Lukács. Sólo lo hacía por vos, pero mirá cómo me pagaste.
— No te preocupes, hace como tres meses que en realidad no le pasas dinero a ella, ya que Malika canceló toda la plata que iba a su cuenta bancaria, por lo cual, fui yo el que le seguí dejándole plata. Pero seguro vos no sabías, ¿no? Porque vos nunca te enteras de nada. Sos la víctima de la mansión. Ahora decile a Malika que llore, lloren por mí.