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La Vida en una Canción

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aventura
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de amigos a amantes
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Descripción

Amelia Müller es una joven universitaria de 20 años quien ha amado por más de 5 años a quien parece ser el amor de su vida, Julián. Aunque está llena de sueños y metas, las circunstancias junto a él la llevan de una decepción a otra y la estabilidad de su noviazgo comienza a verse afectada por una confesión inesperada y el deseo de cosas imposibles.

Gael Meyer, quien por mucho tiempo y a pesar de la distancia, había estado enamorado de ella en silencio, le enseña la belleza de un amor que parece imposible y la invita a comenzar un bello romance junto a él. Sin embargo, hay una razón de peso para no estar juntos, así que Amelia deberá pensar qué es lo que quiere para sí misma y replantear de nuevo su vida.

Es en ese momento cuando tiene que decidir, si continuar con un noviazgo frustrado o iniciar una nueva historia al lado de la persona que la ha amado de la forma más profunda y por quien ella está comenzando a enamorarse. Amelia está decidida a hacer cualquier cosa por ese amor perfecto que considera es el indicado, a pesar de tener que enfrentar el rechazo de todos, incluido su padre, por enamorarse de alguien que no comparte las mismas reglas, creencias y costumbres de ella y su familia. Allí es cuando comienza una historia llena de grandes momentos y recorridos inolvidables.

Claro está, esta historia no es la declaración de amor entre dos personas de distinta religión que se aman y tampoco es una confesión que ofrece una solución definitiva para esa situación. Sin embargo, es una historia digna de ser contada, grande, maravillosa y determinada, una historia extremadamente única, dentro de un mundo de amor complicado.

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Hasta el último día del último año…
Hasta el último día del último año… Aquel día, Amelia tomó su diario, una plumilla de tinta china y escribió: -“No sé qué está pasando conmigo. Solo sé que esto que estoy sintiendo dentro de mí es muy extraño. Nunca había sentido nada con tanta intensidad. Siento como si quisiera que todo esto acabará ya y, al escribirlo y solo el hecho de pensarlo, me parte el corazón en pedazos. ¿Por qué?, por qué si siento que quiero estar con él, por qué si siento que deseo que lleguemos juntos hasta viejitos, al mismo tiempo siento que ya no será. Estos últimos días... Estoy confundida...” Amelia ese día había llorado, varios días habían pasado hasta que Julián finalmente la llamó. En medio de esos pensamientos inquietantes, Amelia decidió hablar con él. Tomó el teléfono y lo escuchó, Julián le había hablado con ese tono de voz incomparable, ese tono de voz que años atrás hacía que su corazón se acelerara. Julián la había invitado a ver una película en su casa, pero ella con disgusto dijo: “no quiero”, aunque, como sucedía últimamente, Amelia después de contestar bruscamente, pensaba dentro de sí que no había razón para contestar de esa manera. La razón quizá, es que Amelia sólo quería un poco más de atención, qué Julián la escuchara, que recordara las cosas que hablaba, que pensara en lo que ella le decía o en lo que le pedía, que compartiera con ella cosas que solo a ella le gustaran, que fuera un poco más considerado. Julián, era su novio, llevaban juntos varios años, más de cinco para ser exactos, ella parecía amarlo. Julián era ese chico que cualquier chica esperaría que la mirara, el joven que cualquier chica podía tal vez considerar un buen amor. Era muy guapo, muy servicial y muy divertido, bastante alto, con su cabello castaño claro y un color de ojos no usual. Lo conoció en uno de sus encuentros religiosos y rápidamente se hicieron novios. La vida para Amelia en ese entonces era interesante, le encantaba verlo y estar con él. Mientras pasaba su segundo año de la secundaria, su relación resultaba ser divertida, eran jóvenes, parecían estar enamorados, todo les resultaba perfecto, era algo nuevo y siempre estaba impaciente por verlo. Tal vez se debía a que estaban creciendo, aprendiendo de las cosas que les ofrecía la vida, sin grandes preocupaciones, sin grandes responsabilidades, solo la de quererse y la de asistir a la secundaria. Amelia era una chica risueña, muy optimista, realmente agradable, una persona muy sociable, le encantaba hacer que las personas se sintieran cómodas junto a ella y la verdad es que muchos la consideraban bella y encantadora. Para el tiempo en que conoció a Julián, Amelia vivía alejada de la ciudad, pero sus padres, Liam y Elsa, decidieron dar en venta el pequeño apartamento donde vivían y mudarse cerca del centro. Después de ponerlo en venta, los padres de Amelia se dispusieron a buscar una vivienda, vieron algunas casas pequeñas y también grandes apartamentos. Al pasar unos días, hicieron una oferta de negocio con una de las inmobiliarias de la ciudad y cerraron el trato. Este nuevo apartamento era mucho más cómodo y con más estilo que el anterior; era emocionante comenzar una nueva vida allí. La mudanza no fue nada fácil, pero era excitante, el padre de Amelia quería llevarse todo, hasta la cosa más pequeña e inservible que tuviera, mientras que su madre, quería tenerlo todo nuevo. La familia de Amelia era, valga la redundancia, muy familiar, hacían muchas cosas juntos, solían salir de vacaciones cada agosto a las playas del país, esto era algo obligatorio para la mamá de Amelia, Elsa, quien se encargaba de visitar su agencia de viajes predilecta para realizar todo un itinerario, sin preocuparse mucho por los costos; mientras que su padre, Liam, solo se preocupaba por mantener en completo estado su automóvil y llegar lo más rápido posible al lugar de destino. La familia de Amelia tenía la costumbre de tomar todas las comidas en la mesa juntos y si alguno de ellos no había regresado a casa, solían esperarse. En la mesa mientras comían, hablaban, bromeaban y se reían. Además, en su tiempo libre, veían películas o salían a comer, la mayoría de las veces pizzas. Algo significativo para todos los miembros de la familia de Amelia era el aspecto espiritual. Esto era muy importante, sus creencias y su religión eran una parte vital en sus vidas. Amelia por su parte, solo pensaba en lo que le esperaba en este nuevo lugar y en la nueva secundaria, ¡porque vaya que sería un gran cambio! La vida parecía estar bien hasta ese momento. Amelia resultaba ser la hija perfecta. No sabía si era que se la llevaba muy bien con sus padres o si se estaba comportando simplemente como la persona que ellos querían que fuera, pero sea lo que sea, le parecía que se la estaban llevando muy bien y que sus padres estaban siendo un poco menos exigentes. Para Amelia, comenzar en la nueva secundaria era inquietante y a la vez aterrador. Amelia no conocía a nadie, algo que podía parecer horrible y para colmo, comenzaría las clases un poco después que los demás debido a un problema de salud. Pero después de comenzar, esta nueva secundaria le parecía de nuevo emocionante. Conoció muchas personas y, su prima Rachel, con quien estudiaría, la acompañaba a todas partes. Rachel le dio la bienvenida, le presentó a todos sus amigos y la hizo sentir cómoda, a pesar de que había llegado en pleno año escolar. Rachel, era bastante seria para una chica de su edad, había crecido en un pueblo muy alejado de la ciudad y hacia todo un esfuerzo por ir a clases cada día. Se levantaba muy temprano cuando aún era de madrugada para tomar un único autobús que bajaba de su pueblo hasta el centro de la ciudad. Amelia y Rachel eran dos de las mejores estudiantes de sus clases. En una de aquellas clases, una en especial, Amelia recuerda que conoció a un chico, se llamaba Gael Meyer. Ella entró a aquel salón, con algo de miedo y nerviosismo, todos se conocían, hablaban, murmuraban, mientras que ella era la nueva y sentía la mirada de todos encima. Unos muchachos se le acercaron y le dirigieron algunas cuantas palabras, luego le indicaron que el mejor estudiante de la clase era ese chico, Gael. Cuando lo miró, se sorprendió, no era lo que uno se imagina como un buen estudiante, era un chico guapo con un lápiz sobre la oreja derecha, un solo cuaderno en la mano y no llevaba morral. No se veía para nada agradable, parecía ser serio y lejano de los demás, aunque llevaba su cabello muy arreglado y su camisa muy planchada, actitud que resultaba ser para Amelia un tanto atractiva y realmente interesante. Durante todo aquel año al ir a la secundaria entre clases, libros y maestros, Gael y Amelia formaron una bonita amistad. Eran afines, compartían todo en el colegio, solían estar juntos en sus recesos al salir de clases, hablaban de muchas cosas y a la vez no hablaban nada. En muchas ocasiones durante sus recesos, solo se sentaban en el patio a escuchar canciones compartiendo sus auriculares. Él era para Amelia, aquel compañero de clases guapo y muy listo al que veía todos los días y que comenzó a demostrarle sin palabras un gran cariño y aprecio. Este chico despreocupado, poco a poco se ganó su corazón, no intentaba para nada llamar la atención de Amelia, simplemente era lo que quería ser, natural, muy serio, espontáneo, muchas veces divertido, muy inteligente, realmente inteligente y eso comenzó a atraer a Amelia. Durante ese año y los siguientes, siempre se interesaron el uno por el otro, de la manera más pura, eran simplemente amigos, nada fuera de lo normal y común dentro de ese mundo de clases. Pero en aquel último año en la secundaria, Amelia comenzó a sentir que se encontraba en una situación incómoda. Tiempo atrás se había enamorado de algo que parecía ser perfecto, se había enamorado del “amor”, se había enamorado de un prototipo de persona que ella imaginó, que ella misma creó, pero que en realidad no era así, esa persona ya no existía. Tal vez muchos no comprendan un amor así. Durante este tiempo en la secundaria, Amelia y Gael fueron solo compañeros de clase, luego se hicieron amigos, se tomaron mucho cariño pero Amelia tenía su vida, una vida junto a Julián. Por su parte, Gael sólo podía escucharla, respetar las cosas que para ella parecían ser importantes. Él la veía contenta, feliz y mientras eso fuera así, él no haría ni diría nada de lo que sentía. Así que los días en la secundaria transcurrían sin ningún contratiempo, pero aquel último año fue diferente. Aquel año, Gael no logró ocultar muy bien lo que sentía por ella, aunque nunca emitió palabra alguna del asunto ni llegó a decirle lo que sentía a Amelia. Con su conducta y sus acciones le demostraba cada día de aquel último año que la quería, que quizás la amaba, pero como nunca le dijo nada, Amelia solo podía esperar a que algún día lo hiciera, para saber si lo que ella se imaginaba acerca de él hasta ese momento era realidad. El último año de secundaria, Amelia esperó, esperó y esperó por aquel momento en el que Gael le dijera lo que sentía, porque no se podía ocultar, algo pasaba y ella lo intuía, lo sentía y no podía negar que le gustaba ese sentimiento de no saber qué pasaba, ese sentimiento de intriga.  Muchos compañeros de clase le hacían comentarios a Amelia sobre Gael, dando entender cosas que ella no comprendía totalmente, pero que una vez más, dejaban entrever que algo sucedía, pero es que no había nada claro. Además, Amelia estaba con Julián y era de suponer que no debía importarle cosa alguna de lo que pasara por la mente y el corazón de Gael. Y es que, muchas cosas sucedieron en el último año. Gael vivía muy cerca de la secundaria, a unas cuantas calles de allí y solía llegar caminando. La mayoría de los días esperaba a Amelia minutos antes para entrar a clases junto a ella. Sí, la esperaba en la entrada del colegio o muchas veces afuera del salón de clases. Amelia recuerda con mucho cariño, aquella tarde en que caminaba totalmente apurada por la calle porque llegaría tarde a su clase de matemáticas, los pasos no le daban. Entró al colegio, caminando apresuradamente por aquellos largos pasillos, mientras subía rápidamente las escaleras para dirigirse al primer piso y, a lo lejos estaba Gael, recostado a una columna, completamente solo, porque ya todos sus compañeros estaban dentro del salón de clases. Ella recuerda que lo miró y, como si el tiempo comenzara a correr lentamente, se miraron fijamente, él puso sus manos sobre las barandas y como si con fuerza cerrara sus puños en ellas, respiró profundo mientras la veía acercarse, algo que la hacía poner un tanto nerviosa y, mientras ella se acercaba, él le dijo: “hola flaca, te estaba esperando”, ella solo sonrió y entraron juntos a aquel salón. Al salir a los recesos solían sentarse en unas bancas grandes de madera, bastante incómodas, por cierto. Se sentaban los dos juntos sin decir absolutamente nada y queriendo que nadie más se acercara a interrumpir esos momentos, que eran solo unos breves minutos juntos. Gael solía tomar las manos de Amelia con mucha suavidad y con ternura, tocaba alguna de sus manos y la ponía junto a la de él. No dejaba de hacer algún leve movimiento con los dedos como haciéndole sentir estaba allí o quizás como tratando de decir algo. A ella parecía no incomodarle en lo absoluto. Al contrario, a Amelia comenzó a gustarle que hiciera esto y es que cuando eso pasaba, se sentía tranquila, en paz, no pensaba en nada más, solo era un momento en que se relajaba y olvidaba todo. Amelia se sentía un tanto atraída por él, un tanto ilusionada, un tanto amada. Muchos de sus profesores llegaron a pensar que entre Amelia y Gael había algo más, algo más que ser simples compañeros de clases y casi siempre los miraban con ojos de picardía, como tratando de decirles que había algo raro entre ellos dos. Esto solía pasar a menudo y a los dos les parecía gracioso, pero entre ellos nunca se decían nada, absolutamente nada. Era sorprendente pero, los dos se comportaban como si no estuviera pasando nada y mientras acabaron la secundaria, ninguno emitió palabra alguna del asunto, simplemente y sin ningún acuerdo, los dos callaron lo que creían que entre ellos había o sentían. Amelia pensaba demasiadas cosas en su cabeza, era una chica profunda y complicada. Amelia estaba acostumbrada a leer libros, novelas de amor y siempre solía leer pequeñas frases que la hacían pensar. Aquel día leyó una frase que decía: “se consciente de cada minuto de tu vida”. Para Amelia era importante saber en realidad lo que estaba sintiendo, quería aprovechar cada minuto y vivirlo de la mejor forma posible. En las noches, mientras escribía en su pequeño diario, Amelia tomaba su plumilla de tinta china y con una mirada triste, melancólica, se disponía a escribir las cosas que sentía. Los pensamientos de Amelia no eran nada sencillos, aunque era joven su corazón era intenso y complicado. Para ella, Julián era muy importante, creía que él de verdad la amaba, él solía decir que daría la vida por Amelia para que ya no sintiera lo que sentía, para que ya no sufriera como sufría y para que fuera un poquito más feliz y ella pensaba en cómo sería la vida si esa frase: “daría mi vida por ti”, dejara de ser frase y pudiera ser real. ¿Qué pasaría si en realidad la gente pudiera hacer eso? Amelia pensaba y razonaba que si en realidad él pudiera hacer eso, si él diera su vida por ella, ella se quedaría sin amor y lo que es más, todo sería distinto si no lo conociera. Hasta ese momento, eso creía ella. Sentada, con una mirada perdida, Amelia pensaba que Julián había hecho muchas cosas por ella, que había estado con ella desde siempre, en tiempos difíciles y en tiempos buenos, cuando más lo había necesitado y pensaba que había sido como un pequeño ángel que le levantaba el ánimo, pero creía que Julián no le daba a ella el amor que merecía y, sentía que ella tampoco estaba dando totalmente su amor, por eso, inmediatamente después de pensar estas cosas, Amelia volvía a sentirse mal consigo misma. Amelia escribió en su diario: “no sé qué está pasando, lo digo en serio, estoy mal con Julián, no me siento completamente feliz, estoy triste y creo que él también lo está. Hoy es sábado, decidimos vernos para hacer algunas cosas juntos pero él no subió a mi casa, creo que para él hay cosas más importantes, quizás ir a jugar con sus amigos o cualquier otra cosa y siento que hay cosas más importantes por las que debería preocuparse pero no lo hace”. Con el correr del tiempo, Julián se había convertido en una persona inestable, había días en que trabajaba en la empresa de sus padres, otros días que no lo hacía, no tenía un horario fijo para hacerlo. Había días en que se planteaba un horario, lo cumplía una semana y a la siguiente no. Había días en que las costumbres espirituales eran importantes para él y había otros días en que no. La verdad, para Amelia esto era desagradable, ella no era de esa clase de personas despreocupadas y sin responsabilidades, así que comenzó a poner en tela de juicio su amor y su respeto por Julián. Comenzó a sentir muchas veces que ella estaba actuando como si fuera su madre, no su novia y esto la estaba irritando. Días antes de su graduación, Amelia estaba llegando a clases y al subir las escaleras se encontró de frente con Gael. Ella lo miró, sonrió, él la miró, se le acercó con la calma que lo caracterizaba y con sus dos manos tomó el rostro de Amelia, se acercó solo un poco más y sin decir absolutamente nada, la miró fijamente a los ojos, exactamente por unos dos segundos como si el tiempo se detuviera, sin mover alguna otra parte de su cuerpo. De inmediato, el corazón de Amelia comenzó a latir fuerte, él la miró como nadie más lo hacía y la soltó, le regaló una sonrisa llena de picardía y se alejó. Amelia siguió su camino al salón un tanto fuera de sí, conmovida, inquieta, se había sentido totalmente provocada por aquel momento, era y fue la primera vez que sus rostros habían estado tan cerca. El día de la graduación de quinto año, aquel último día del último año, Amelia estaba emocionada y con el corazón exaltado, pensó que quizás ese día sabría por fin qué pasaba por la mente de Gael, pensó que definitivamente aquel día sería el día para saber qué significado tenía todo lo que habían vivido y compartido. Pero no. Aquel día de graduación, no trajo ninguna noticia y mientras el grado transcurría tedioso y pesado, Amelia solo pensaba que era el final, el final de una historia que no era historia, el final de nada, porque no había comienzo, no sabía qué había, no sabía qué sentía, no sabía si Gael sentía lo que ella creía que podía sentir y ya nunca más lo vería.  Para Amelia, aquel día no fue normal, pero tampoco parecía ser el mejor, más bien resultó ser para ella un día lleno de melancolía y de nostalgia, un día en el que comenzaría a añorar cosas, a extrañar momentos. Terminaba sin final una historia linda sin comienzo.  

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