02.

1903 Palabras
Narra Nancy. Años atrás. No entendía muy bien la razón por la cual Oliver había decido llevarme a Metropolis hasta que veo a un hombre moreno, cabello con corte como Daddy Yankee, sentado en una silla con vista al televisor gigante del lugar. Oh no. —¿Papá? —Cuestiono casi congelada y su cuerpo se acerca con rapidez al mío para alzarme un poco, con regocijo. Mi corazón salta de felicidad y me inunde una gran nostalgia al mismo tiempo nada más de pensar que dentro de unos días tendré que soltarlo otra vez. Ese calor humano que me da me hace sentir segura. Y eso me hace recordar que Oliver también piensa lo mismo cuando estoy con él. —Señor Rodríguez, ha sido un placer confabular con usted —Le dice mi novio al mismo tiempo que mi padre me suelta. Se dan un apretón de manos seguido de un abrazo corto y puedo sentir cómo caen mis lágrimas por la emoción. Papá no estuvo en mi cumpleaños, ni en mi graduación, porque se fue del país debido a que lo trasladaron a otra empresa. Y pues, en otras naciones, no es tan fácil eso de faltar unos días de trabajo con un justificativo medico falso. Entonces, ahora está aquí, pero no entiendo por qué ¿Vacaciones? Espero que sí. Tanto mamá como Carol estarán muy felices. —Dejé las maletas en la casa de tu abuela, tu mamá está con Carol ¿no? Asiento enseguida afirmando y sonrío —Llega en la noche, se fue hace como dos horas, ¿Qué piensas hacer? —Darle una sorpresa. Mi padre es todo un romántico. De esos que pueden ser cliches cursileros, de esos. Por eso mi madre se enamoró, pues ella dice que de no ser por esos sentimientos tan bonitos que tiene él, ya lo hubiera dejado, ya que, a ella le gusta exigir mucho por esa parte. Mi progenitor nos compra unos refrescos antes de partir y hablar un rato, y puedo ver lo bien que mi novio se la lleva con él. No me sorprende. Oliver creció sin padre; cuando tenía seis años de edad su padre abandonó a sus dos hermanos mayores, madre y a él, en cuanto a su madre le detectaron cáncer. Él dice que lo único que recuerda de su padre es el cómo lo dormía mientras le cantaba canciones, y prefiere que esa imagen siga así, para que no le afecte en lo más mínimo, aunque sé que por dentro tiene un gran rencor hacia él. Las cosas no fueron fáciles para esa familia cuando a la señora María le detectaron aquella enfermedad, pero hicieron lo posible para ayudarla, y está viva. Aunque...  dice Oli, que, lamentablemente ella vive con el temor de que esas células vuelvan a activarse. Ella piensa que si pasa de nuevo por ese terrible procedimiento no lo podrá resistir. Aun no la conozco en persona, y eso es algo cómico porque prácticamente sé todo sobre ella, gracias a que Oliver la idolatra como a ninguna otra. Así que sí: me gustaría conocerla lo antes posible. —¿Y cuándo la cena familiar? —Inquiere mi padre, como si hubiera estado espiando mis pensamientos. Oliver sonríe ampliamente —La semana que viene mi madre estará libre, así que los esperaremos en la casa. Oh, eso sí fue rápido. —Fino, ya quiero conocer a la madre del chico que le da color a mi esculturita. Ahí vamos, sabía que no cambiaría. Y es que así suele llamarme desde que descubrí mi pasión por las artes y me la pasaba dibujando esculturas. No debería molestarme por nada en esta vida; tengo a los dos hombres que más amo junto a mí. Así que tenerlos sonriendo para mí me pierdo pensando en el día que lo conocí. ... Estaba lloviendo y no me gustaban los días lluviosos hasta ese día. Pensaba que ese clima triste solo podía llevar consigo más tristeza. —¿De pana? —Decía al cielo —¿Vas a llorar más? ¿Quién te dejó el corazón partido? ¿el sol o la luna? Sentí una mirada sobre mí tras una risita e ignoré aquello apresurando mis pasos para entrar a la secundaria. Mi camisa azul clara se veía un tono más oscura por estar mojada y mi cabello, aunque había cubierto mi cabeza con el morral realmente no me sirvió de mucho cuando tomé la bruta decisión de hablarle al cielo. —Hey, hey, hey —Una voz detrás de mí pasó después de que me resbalara un poco por el suelo liso al entrar —Cuidado. De verdad quise prestarle atención al hecho de que mis pies y zapatos estaban empapados por el agua pero el chico de ojos verdes que me miraba con una sonrisa ya estando fuera de tristes gotas de lluvia, me lo impedía. Me había quedado hipnotizada, no solo porque era atractivo, sino porque no dejaba de verme con una sonrisa que yo no era capaz de descifrar. ¿De verdad me estaba viendo a mí? Pues sí me estaba viendo a mí porque volteé a los costados y... recibí un golpe en la cara que me mandó al piso. —¡Bien bonito, mentepollos! —Escuché a una chica decir. Risas, escuché risas. Miré el cielo resignada ya que estaba más que mojada. Y avergonzada, dando un respiro mientras las gotas caían en mi rostro intenté levantarme pero sentí que iba a caer de nuevo. No obstante: no caí. No caí porque ese chico de ojos verdes que me había visto con una sonrisa indescifrable estaba frente a mí, sosteniéndome justo antes de volver a caer al suelo y ser la burla del año escolar, ¡y peor aún!: los anécdotas de los viejos y risas de los pitufos. —¿Qué? —Volvió a sonreír —¿Ya tu amigo el cielo y tú hicieron las paces? Sonreí de vuelta. ¿Qué me había dicho? ... El corazón quiere salir de mi pecho y el nudo que tengo en mi garganta hace que comience a temblar, pero solo un poco. Toco el timbre por segunda vez con mi mano derecha mientras que con la izquierda sostengo el envase con el antipasto y el calor me invade el pecho cuando la madera abre paso. Sonrío enamorada de lo que veo: Oliver trae puesto unas bermudas de jean y una camisa sin abrochar, tiene el cabello húmedo, y por lo tanto revuelto, haciendo que se vea mucho más guapo de lo que ya es. Si que tenemos novio sexy. Lo sé. Entro a su casa limpiando un poco mis sandalias en la alfombra y cuando él se acerca a mi huelo ese desagradable olor del desodorante que usa, causando que arrugue la nariz. —Cuando se acabe compro otro —Susurra al mismo tiempo que quita el envase de mis manos. —¿Ni un beso, en serio? ¿La comida primero? —Refuto divertida. —¡Nancy! —Exclama una voz con cierta emoción y doy un brinco, luego me doy cuenta de que su madre viene desde la cocina hasta a mí con los brazos abiertos —Mi amor, qué bueno tenerte aquí, bienvenida a nuestro humilde hogar. Oliver se pierde de mi vista, dejándome sola. Sé que suele hacer eso seguido. Eso de perderse por segundos es su firma personal ¿pero enserio lo tiene que hacer ahora? ¡Ese traidor! Recibo el abrazo de María y suspiro el olor a canela que la rodea, es agradable; la detallo cuando nos separamos y ella sin ningún disimulo hace lo mismo conmigo. Yo, puedo decir que no tiene ningún parecido con Oliver, excepto por ese pequeño hoyo que tiene en el mentón. —Siempre quise que estuviera con una morena, mírate, mira ese cabello ¿Cómo lo mantienes si está todo tan caro? ¿Aguacate? ¿Café? ¿Mayonesa? ¿Mayonesa? Tienes una suegra muy ocurrente ja ja ja Es un amor. —Bueno —Digo mientras la sigo hasta su antiguo lugar —Gracias de verdad, pues si, aguacate y eso... mi madre sabe mucho de esas cosas y nos ha enseñado. —¡Oliver! —Grita de repente —Oh qué maravilla —Vuelve a verme —Dios te cuide ese maravilloso cabello, mami —Me sonríe y yo lo hago de vuelta. Ella busca algo que no sé que es, en las gavetas de la cocina, hasta que me da una galleta. Galleta punto rojo, mi favorita —Oliver las compró para ti. Le agradezco y comienzo a comérmela lo más decentemente posible. Es que estoy conociendo a la suegra, no puedo ser bestia.  Y lo pienso porque tengo el mal habito de que, cuando como algo que me gusta: me vuelvo fiera, animal, y se me olvida por completo cómo normalmente debo comer. —¿A qué hora llegan tus padres? —Dentro de unas dos horas.... —Contesto después de ver la hora en mi reloj —Es que tenían cosas que hacer —¡Oliver! ¿Qué estás haciendo? —Le pregunta. Volteo a verlo y hace un gesto desganado cuando cierra la puerta de vidrio que supongo, da paso a la piscina que siempre me ha contado, para acercarse a nosotras. —Hitler se cagó cerca de la piscina y tuve que recogerlo —Nos dice, yo río y su madre arruga la frente, parece molesta —Ay mamá, si digo cagar, mierda o popo es la misma vaina. Yo bajo la cara un poco para ocultar mi risa y su madre se pierde de nuestra vista después de eso, lo cual hace que me tense. Una tensades que desaparece cuando mi novio me abraza por detrás y muerde mi oído, al estar solos, claramente. —Vamos a la piscina... El escalofrío que invade mi cuerpo me hace reír  —¿Y el antipasto? Él me explica que, cuando su madre caminó hasta nosotros hace minutos, percibió un desagradable olor que, obvio, no provenía de su madre. Entonces fue por la casa buscando ese olor y al ver que su perro Hitler se había hecho popo cerca de la piscina, dejó el envase con antipasto a un lado y el perro se lo comió. ¿Cuánto apostamos a que David hubiera dejado el envase en la mesa primero? ¡¿Qué?! ¿Por qué estoy pensando en David? Cállate. Le sonrío a Oli haciéndole saber que ya no importa nada y camino con él a la piscina; por suerte tengo debajo de mi ropa el traje de baño así que cuando me sienta segura entraré. Nos sentamos en las mecedoras un corto tiempo ya que Oliver me ínsita a que entre rápido al agua y lo hago. Quito mi ropa con algo de pena, ya que será la primera vez que él me vea así. El calor sube a mis mejillas en cuanto su gesto divertido cambia a un gesto asombrado, ¿por mi figura? ¡Si soy normal! —¡Ya me quedó claro que estoy enamorado! —Grita viendo al cielo y baja la cara con un gesto desagradable, por el rayo de sol que hace. Río por aquello y cuando con una sonrisa me acerco a él, me toma de la cintura bajo el agua. Suspiro. Parece que la pasaremos bien. Aunque Oliver y yo siempre la pasamos bien.
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