Rachel colocó sus pocas pertenencias en el pequeño closet de su habitación, tan solo llevaba unos jeans, además de los que tenía puestos, un top, un pijama y su vestido rojo, que tal vez nunca más volvería a usar pero que guardaría como su mayor tesoro, tomó las zapatillas y las abrazó, se sintió como la cenicienta que había ido al baile convertida en una princesa, pero había vuelto a ser una andrajosa.
— ¡Elizabeth! ¡Elizabeth! — Mary tocó la puerta de la habitación tan fuerte, que hizo que se sobresaltara.
— ¿Qué pasa?
— Pasa que tengo horas llamándote y no contestas, ya me tenías preocupada, es la hora de la cena y la mayoría de las chicas que viven aquí están en el comedor, y quiero presentarte para que las conozcas, algunas de ellas estudian y trabajan, tal vez podrían recomendarte, dijiste que querías conseguir un trabajo y sin referencias no va a ser nada fácil, pero tal vez alguna de ellas pueda colocarte en algún lado.
— Si, perdón estaba distraída, enseguida bajo.
Rachel pensó que debía acostumbrarse a que le llamaran Elizabeth, había escuchado la voz de Mary gritando el nombre, pero había olvidado por completo que Elizabeth era ella.
Cuando bajó, vio a cuatro chicas sentadas a la mesa, dos asiáticas que solo dijeron “Hola” y subieron a su habitación, una chica latina, que le dio la bienvenida, y salió corriendo porque debía ir a trabajar, y que Mary le dijo que dormía durante todo el día y trabajaba por las noches en un hospital y Marian una joven de cabello castaño claro con unas lindas facciones, pero con un poquito de sobrepeso.
— Hola, yo soy Marian. ¡Bienvenida! Espero que seamos buena amigas, yo estudio en la universidad pública y vivo aquí desde que inició el cuatrimestre, ya verás que te vas a sentir muy a gusto, Mary es como la madrastra de todas, nos regaña por todo y nos hace llegar antes de las diez o nos deja dormir en el porche, pero siempre deja una manta para que no pasemos frío.
— Hola Marian, gracias, yo soy R…Elizabeth, que gusto conocerte, yo por el momento no podré matricularme en la universidad, quizá más adelante, así que, si sabes de algún empleo, yo te agradecería que me dijeras.
— Yo trabajo por las tardes en una plaza cerca de aquí, en una tienda de electrónica, pero en la plaza siempre hay algún local que necesita empleados, así que mañana mismo preguntaré y te avisaré.
— ¡Muchas gracias Marian! Te lo voy a agradecer mucho, me urge el empleo, pero tengo un problema, es que no tengo una carta de referencia, nunca antes he trabajado.
— No te preocupes por eso, Ryan mi jefe es súper buena onda y estoy segura de que puedo conseguir que él te haga la carta, ¿Cuál es tu segundo nombre? Así le digo y mañana mismo para que la tengas cuanto antes.
— B…Bennet, Elizabeth Bennet.
— ¿Es en serio? Tienes nombre de protagonista de novela clásica.
— Sí, mi padre tenía el apellido y a mi madre le pareció lindo ponerme Elizabeth por nombre.
— Bueno, entonces tal vez algún día conozcas a tu señor Darcy.
Rachel, sonrió, ella ya había conocido a su Rey Arturo, su señor Darcy, Cooper Grand, pero tenía que hacerse a la idea de que nunca volvería a verlo.
— También tengo un problema, no tengo ropa, más allá de la que llevo puesta y por el momento, no puedo gastar mucho, en eso, pero necesito ropa para trabajar y que no sea cara.
— ¿Tendrías problema en usar ropa de segunda mano? Cerca de aquí hay un mercado de pulgas y podemos encontrar cosas increíbles de las mejores marcas, te aseguro que con doscientos dólares llenaremos tu closet.
— Eso estaría increíble, y no, no tengo ningún problema, toda mi vida he usado la ropa que otra persona desecha y tiene la caridad de regalar, en realidad han sido muy pocas veces las que he tenido la fortuna de usar ropa nueva comprada especialmente para mí.
— Entonces no se diga más, mañana mismo vamos de compras.
— Gracias Marian, eres muy linda, ¿Pero no tienes que ir a la universidad?
— Sí pero mañana sólo tengo una clase y es hasta después del mediodía, así que nos levantaremos temprano y te acompañaré y luego iré a la universidad.
Rachel agradeció que hubiera encontrado personas tan buenas dispuestas a ayudarla, era la primera vez que tenía una amiga, las niñas en el orfanato, solían ser un poco retraídas, cada quien luchaba contra sus propios temores y era difícil encariñarse con alguien, sobre todo cuando comenzabas a sentir aprecio y esa personita era adoptada o enviada a un hogar sustituto y no lo volvías a ver, era doloroso, y entonces era preferible tratar de evitarlo.
Mary le dio un juego de sábanas limpias y una toalla, hizo su cama y estaba a punto de acostarse cuando alguien tocó a su puerta y le pasaron una nota por debajo.
“Vas a compartir el baño con Lea y Yokko, te toca asearlo los viernes y los sábados y siempre lo debes dejar seco después de ducharte, Lea se ducha a las seis y Yokko a las seis treinta así que puedes hacerlo antes o después de esos horarios.”
Por lo visto las chicas asiáticas no eran muy sociables, pero al menos ya se habían puesto de acuerdo con la limpieza y los horarios.
Esa noche durmió plácidamente, su cama era suave y cómoda, y se sentía segura, protegida por una leona como Mary y apoyada por una amiga como Marian.
Apenas desayunaron salieron rumbo al mercado de pulgas, según Marian tomaron un atajo cruzando por la zona residencial, las casas eran enormes y los jardines de ensueño, no pudo evitar recordar la mansión de Cooper, era sin duda más grande y hermosa que cualquiera de las que había en ese vecindario.
Marian era una experta comprando en el mercado, sabía perfectamente dónde conseguir las mejores ofertas, pero, sobre todo conocía a la perfección los locales donde podía conseguir ropa de las mejores marcas a precios muy económicos.
Rachel se hizo de cuatro jeans, tres faldas, cuatro vestidos, cinco blusas, cinco tops, zapatos deportivos, flats, sandalias cómodas y hasta unas zapatillas y sólo pagó doscientos veinte dólares, ella creía que con eso era suficiente, pero Marian insistió en ir a un local donde vendían ropa de playa, y la hizo comprar shorts, minifaldas, trajes de baño sandalias acuáticas además de algunas camisetas y pareos, todo por cincuenta dólares más.
Luego pasaron a comprar ropa interior nueva, ya que esa, si prefería compararla nueva, aunque gastara un poco más.
— El fin de semana iremos a la playa, voy a llevarte a los sitios dónde se reúnen los chicos de la universidad, ya se acerca el break de primavera y ya verás que es la locura, hay tantos chicos, que uno no sabe ni a cuál elegir, además todo mundo viene en plan de diversión, así que la fiesta se pone en grande. Tal vez deberías de esperar a que pasen las vacaciones de primavera antes de conseguir trabajo.
— Bueno Marian, yo no sé si pueda darme el lujo de pensar en divertirme, cuando no puedo gastar dinero en ello, para mí es más importante conseguir un trabajo para sentirme un poco más estable.
— No, no me mal intérpretes, no lo digo, para que te diviertas, lo que pasa es que en esa temporada, no hay escuela, y en muchas de las mansiones que viste por el camino, solicitan niñeras, ya que los chicos no tienen clases y pagan muy bien, te puedes hacer de muy buenos dólares en dos semanas de niñera, sobre todo, cuando requieren que los cuides durante la noche, en algunas casas pagan hasta veinticinco dólares la hora y si es en el horario nocturno te duplican la cantidad, o bueno eso es lo que me han contado, tengo compañeras de la universidad que lo hacen cada año en esta temporada.
— Eso sería genial, pero, de cualquier manera, necesito la carta de referencia.
— Esa te la tengo hoy por la noche, no te preocupes.
Regresaron a casa por el mismo camino. Rachel miraba las mansiones y pensaba que sería maravilloso trabajar como niñera en una de esas casas tan bonitas, porque, además, estando encerrada en una casa cuidando niños, era menos probable que alguien la reconociera, en caso de que la estuviera buscando la policía.