Capítulo 3

1244 Palabras
Hacía poco más de un año que Mercy había muerto víctima de un infarto, su muerte tan repentina dejó a Yannin desprotegida, aun cuando ya estaba por cumplir los dieciocho años, era muy inocente, su poco conocimiento del mundo la hacían demasiado vulnerable, los miembros de la tripulación la conocían y la protegían, su menudo cuerpo envuelto en harapos viejos la hacían ver más pequeña de lo que en realidad era, el tío Baltazar como ella lo llamaba, se había encargado de que le dieran, el puesto de lavar baños, cuando Mercy lo había dejado vacante, el dinero que ganaba lo tenía guardado en una caja escondida en su catre, Baltazar le había dicho que en unos años, cuando él se jubilara, rentarían juntos una casita en tierra para que ella pudiera conocer el mundo. A Yannin le daba miedo salir del yate, nunca lo hacía, lamentablemente Mercy en su afán de protegerla y ocultarle la verdadera razón por la cual ella no bajaba nunca a tierra, cuando el Paradise anclaba,  le había infundado un gran temor a las ciudades y a las personas que vivían en ellas. Por lo que no sentía ningún deseo de que Baltazar cumpliera su promesa. Le habían asignado un gigantesco overol azul como uniforme, pero gracias a él podía pasear por la cubierta como un elemento más de la tripulación, ya no era más un polizonte, disfrutaba ver las manadas de delfines surcar el mar junto al yate y en temporada de ballenas, saltaba como niña cada que vislumbraba un ballenato, Mercy le había enseñado a leer y a escribir, sabía sumar y restar, pero no sabía nada de la vida fuera de los mamparos del barco ni de lo que en realidad pasaba dentro de los camarotes de los invitados cuando se quedaban a solas con las chicas. Cada noche, veía llegar los grandes helicópteros y los yates pequeños de donde bajaban hombres elegantes vestidos como príncipes, el capitán y Charly, el administrador los recibían muy entusiasmados y los acompañaban al casino, Yannin había visto en varias ocasiones como se reunían varios de estos hombres alrededor de una mesa y  jugaban cartas apostando grandes cantidades de dinero, después de jugar, ya entrada la noche, se dirigían todos al salón, allí tocaba una orquesta y todas las chicas que vivían en los camarotes más limpios y bonitos bailaban al ritmo de la música, al final cada una de las chicas se sentaba en alguna mesa con alguno de esos hombres, se reían y se divertían, algunas de ellas se iban con ellos en el helicóptero y volvían al otro día, algunos hombres se hospedaban en  los camarotes de lujo, destinados únicamente para los invitados e invitaban a las chicas a cenar en su habitación. Yannin admiraba a una chica rubia de ojos azules, con piernas largas, se llamaba Britany, era la que usaba los vestidos más bonitos y la consentida de los invitados, ella escondida detrás de una barra, había visto en varias ocasiones cómo los invitados se diputaban por su compañía y ella se daba el lujo de decidir con quién cenar cada noche. Cada día Yannin se apuraba con sus deberes y corría a esconderse cerca del helipuerto, le gustaba ver llegar a los invitados e imaginar que podía elegir con quien cenar esa noche, regularmente se recibían entre cinco y diez invitados por noche, algunos eran viejos y otros más jóvenes, pero todos vestidos como príncipes y como reyes. Esa noche llegó un invitado que ella nunca había visto, era un príncipe hermoso, joven y moreno, una fina barba cubría su rostro, no podía verlo muy bien desde dónde estaba, pero podía distinguir su mirada oscura y fría. “Hoy cenaré contigo mi príncipe” pero primero bailaré para ti. Pensó - Lo estuvo observando desde su escondite favorito, esa noche sólo había tres invitados, ninguno paso al casino, los tres se dirigieron hacia el salón, inmediatamente comenzó la música, la primera en salir al escenario fue Shayla, detrás de ella Tifany y por último Britany, ellas eran las tres chicas más populares, había otras, pero ellas eran las más bonitas y las que podían elegir con cuál de los invitados cenar. El príncipe que había elegido Yannin, debía ser muy espléndido, puesto que invitó a su mesa a Britany y a Shayla juntas, les llevaron unos platillos deliciosos y una botella de vino, luego los tres se dirigieron a uno de los camarotes de invitados y les llevaron una botella más. Era hora de irse a dormir, estaba muy cansada, ya no podría ver a su príncipe, no sabía si se quedaría o se iría esa misma noche, “ojalá vuelva”, pensó. Iba caminando hacia las galeras, aun podía escuchar la música, se detuvo por un momento a bailar, cerró sus ojos y se imaginó que era ella sobre el escenario y el príncipe guapo, la había elegido sólo a ella. Unos ojos llenos de lívido la miraban, era Charly, el administrador del Cabaret, ya estaba cansado de usar a las chicas cuando se le daba la gana, eran bonitas, pero ya estaba harto de lo mismo, necesitaba algo más excitante, y la chica que lavaba los baños, se veía muy bien debajo de ese gran overol, lo único que necesitaba era un buen baño. Salió de su camarote con toda la intención de saciar sus deseos con esa chica, se acercó a ella y la tomó por el brazo, sin decirle nada la arrastró hasta su camarote —     Ven chiquita, ¿quieres dormir hoy en una cama calientita? Te voy a dar la oportunidad de calentar mi cama, — le dijo— —     ¿Por qué necesitas que caliente tu cama? Contesto Yannin inocentemente, ¿A caso tienes frio? —     Sí tengo algo de frío, pero ven antes te voy a dar un baño para no ensucies mis sábanas limpias. Yannin no entendía que era lo que estaba pasando, Charly, la metió a la ducha y le dijo que se quitara la ropa para limpiarse mejor, su madre nunca le había hablado de sexo, incluso el día que tuvo su primera menstruación únicamente le dijo que le pasaría cada mes, y que pidiera a Baltazar le comprara toallas femeninas cada vez que bajara del barco. —     ¡Voy a bañarte! ¡Así que desnúdate! — ordenó Yannin no entendía lo que estaba pasando, pero obedeció. Los ojos libidinosos de Charly, parecían salirse de sus órbitas la ver el inmaculado cuerpo de la chica, su piel parecía de mármol, completamente blanca, ya que, a pesar de vivir en un yate, pocas veces salía a tomar el sol. Su delgado cuerpo poco desarrollado, pero con unos exquisitos pechos pequeños, pero completamente firmes y antojables; Su monte de venus apenas cubierto por un suave vello tan delgado que parecía un delicado plumaje. El m*****o de Charly quería saltar del pantalón en ese momento, pero su mente, no dejaba de pensar en la forma de seguir haciendo aún más dinero. —     Dime nena, ¿Alguna vez has tenido sexo? —     ¿Qué es eso? — preguntó la inocente chica. —     Bueno, ¿Alguna vez un hombre ha metido algo entre tus piernas? —     ¡Claro que no! Contesto la chica ¿Por qué haría eso? En ese momento Charly comprendió que estaba ante una gran oportunidad de negocio, llamó a la empleada encargada de vestuario y le pidió que llevara algún atuendo de las chicas que allí trabajaban como scorts, la vistió con un sencillo vestido y peinó su cabello, ¡La chica era hermosa! Inocente ¡Y Virgen! Y Eso en ese ambiente era un tesoro incalculable, un tesoro que se podía vender al mejor postor.
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