—Mucho, mucho tiempo. Algunas veces el matrimonio nos
parecerá horrible. —Y sus palabras le recordaron a una conversación
que habían mantenido no hacía mucho.
—Solo que no podrás echarte atrás, por muy feas que se
pongan las cosas.
Blake cubrió los labios de su esposa con un beso tierno y lleno
de cariño.
—Di que sí.
—Creía que ya lo había dicho.
Blake la abrazó y selló el compromiso con un beso largo y
profundo. El dolor de cabeza y de estómago de los últimos días
empezó a desaparecer al instante y en su lugar Samantha sintió el
aleteo de mil mariposas.
La duquesa reprimió una exclamación de sorpresa e interrumpió
el beso.
—¿Qué pasa? —le preguntó él, alarmado.
—El bebé. He notado cómo se movía.
Esperó un momento, se llevó una mano al estómago y volvió a
sentir un cosquilleo. Cogió la mano de Blake, pero sabía que el
movimiento era demasiado imperceptible para que él lo notara.
—Creo que es su forma de decir que ella también está de
acuerdo —le susurró Blake al oído.
—¿Ella? ¿Crees que es una niña?
—Las mujeres son criaturas emocionales. Escoger este
momento exacto para dar señales de vida por primera vez es su forma
de decir que estemos juntos.
Sam no pudo contener la risa.
—¿Eso crees?
—Quizá, o puede que sea un niño y esté intentando hacernos
entrar en razón con una buena patada.
—Niño o niña, con nosotros como padres, sabrá cómo hacerse
oír para que nos ocupemos de todas sus necesidades.
—Te quiero, Samantha.
Cuando Blake acercó sus labios a los de ella para besarla de
nuevo, Samantha solo podía pensar en cuánto quería a su marido,
que ya no era tan pasajero.