Capítulo 13

751 Palabras
Tom bebía vodka tarareando alguna canción pegadiza como quinceañera enamorada ebria. Ocasionalmente se colocaba la botella en el labio para que el frío de esta se ocupara de la hinchazón. El noruego había recibido una llamada de parte de Patryck; según Tord, lo necesitaban en el cuartel para supervisar un cargamento que acababa de llegar. No se fue sin antes decirle a Tom un «adiós» cariñoso acompañado de un beso en la mejilla. Sin embargo lo que hacía el de parche era muy diferente a revisar cargamento. —¡¿QUÉ HICISTE QUÉ?! —le gritó al enfermero de gafas con una mueca de furia infinita. Tord tomó del cuello de la camiseta al chico y le dio un golpe que le obligó a despedirse de una de sus muelas… usar medicamentos desconocidos no era el problema; experimentar con ellos en el cuerpo del ojinegro si lo era—. ¡MUEVE TU MALDITO TRASERO A ESE LABORATORIO Y OBLIGA A TUS POCAS NEURONAS A TRABAJAR! —Ya se lo d-dije señor, no puedo hacer nada, ¡sus órganos dejarán de funcionar! —Pues más te vale comenzar ahora —dijo Tord para luego acercarse al chico y poner un cuchillo en su garganta—, o tendré que reemplazar cada uno de sus órganos con los tuyos —formó una sonrisa digna de una película de terror que no dejaría dormir ni siquiera al más valiente. Miguel tragó saliva y asintió para luego ir a paso rápido al laboratorio. Bifilatel, ¿por qué no dudó de esa mierda? Vio los detalles del caso de Tom: «Se le fue inyectado bifilatel junto con un preventivo para la hipertensión en caso de que afecte al corazón..». Se le dio «tal cosa» en caso de «esto otro»... Eso era la mayor parte de las hojas que Tord leía. «Los efectos de mutación se han detenido de forma temporal... el medicamento parece tener la función de «detener»...» Eso fue lo último archivado. El noruego no paraba de idear teorías que le daban ganas de el mismo inventar de la nada lo contrario al bifilatel. Tal vez debía intentarlo. —Cálmate, Tord —le animó Paul posando una mano en su hombro—, encontrarán solución rápido. Ellos te dieron algo para tu brazo y salió muy bien, ¿recuerdas? El de rojo desvió la mirada a su brazo cubierto de vendas, era cierto; Tord asintió respirando profundo y sacó su celular para marcarle al británico. —¿Tord? —le contestó. —Tom, debo decirte algo muy importante. —¿Pasa algo malo? —se escuchaba su preocupación al otro lado de la línea; el de parche se mordió el labio y luego respondió: —No —mintió—, sólo quería avisarte que llegaré tarde. —Oh... bueno. —Cuídate, Thomas. —También tú —colgó la llamada. ↠↞ Tom estaba en el sillón viendo su celular con sonrisa boba; por otro lado el pelinaranja se escabulló con Edd detrás del asiento evitando que el chico los viera. —¡Hola! —gritaron ambos saliendo de su escondite mientras el ojinegro casi llegaba al techo del susto. —Son unos idiotas. —Tú eres el idiota —atacó el castaño, por supuesto que sólo jugaba—. Y dime, ¿Torm, Juantim, Timcho? —¿Qué? —Tom se mostró confundido. —¿Cómo se van a llamar tus hijos con Tord? —preguntó Matt alzando las cejas. Tom frunció el ceño y encendió la TV con el control remoto sólo para que Edd la apagara con sonrisa burlona. —¿Qué pasa, Tom? ¿por qué esa cara? —cuestionó Edd molestándole a propósito. —Dejen de joderme la existencia. —Ya, no te enojes —comenzó a decir Matt—. ¿Vienen con nosotros a casa de mi abuela? —Tord no vendrá temprano. Además odio ir a casa de esa mujer; no me deja tomar. —Deja las excusas, sólo tienes que decir: «voy a estar muy ocupado haciendo cochinadas» —dijo el pelinaranja con voz fingida y Edd se carcajeó en el fondo—; bueno, nos vemos mañana por la mañana. El británico asintió y ambos chicos salieron de la casa con mochilas llenas de ropa y otras cosas como sus cepillos de dientes. «Hacer cochinadas» Pff, qué tontería. Fue entonces cuando su celular comenzó a sonar y decidió contestar: —¿Hola? —¿Tom? Dios me siento como basura —dijo una voz familiar de la nada; parecía estar llorando. —¿Louis? Hey amigo, ¿qué tienes? —preguntó Tom preocupado. —Es Carol, me puso los cuernos. El ojinegro dio un suspiro pesado luego de escuchar aquello; ya se esperaba esta llamada. Nunca quiso decirle a su buen amigo que su novia era una regalada que incluso trató de tener sexo con él mientras estaba borracho. —Lo siento mucho, Louis —dijo con sinceridad guardándose todo lo que sabía de la chica—, anímate, hay muchas otras personas. —¿Vienes al bar? Te invitaría a otro lado, pero sabes que no puedo dejar el trabajo. —Seguro —aceptó el ojinegro dándole fin a llamada. Subió a su habitación, se puso su sudadera azul, tomó sus llaves y salió directo al lugar lleno de alcohol y música a todo volumen.
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