LA VIDA
La vida era demasiado dura y a mí me había tocado la mejor parte, a diferencia de mis compañeras de universidad mi vida era plena y maravillosa. Escuchaba quejas y más quejas, pero de mi parte no escuchaba nada.
Mi padre era un hombre maravilloso, trabajador y luchador, y mamá era una repostera de alta gama además de ser una mujer de hogar. A pesar de discutir, siempre resolvían sus problemas. Todos los días me esforzaba por ser una excelente alumna. Estaba en el último año de mi carrera y había hecho equipo con una linda chica de la ciudad, con una buena posición y un alma libre. Hacíamos una buena combinación. A pesar de ser buena estudiante, me gustaba la fiesta, la bebida y el desmadre. Soy un alma libre.
Hoy tenía un importante examen de contabilidad y estaba preparada, así que no tenía miedo. Salgo de mi casa a las siete de la mañana, me gustaba ser puntual. Cuando estoy de camino, mi querida Lis me llama.
— ¡JULI! —grita mientras corre para alcanzarme.
—Hola cariño, ¿Por qué corres? —pregunto mientras sonrío.
—Intento alcanzarte, ¿estás preparada para la matanza? - dice sonriendo.
Sonrío—Claro, estudié mucho para eso.
—No estudié nada, mis padres me matarán. Luego de estudiar, quiero que me acompañes a hacerle barra a mi primo. Está en el último año de administración y además juega fútbol, así que iremos a hacerle barra.
—Oh no, no, no, no intentes emparejarme. No quiero novios ni salidas con extraños - digo seria.
—Aja está bien, solo quiero que me acompañes. Nada más—dice fingiendo inocencia. La conocía perfectamente, sabía que estaba tramando algo.
—Está bien, te acompañaré, pero vamos, llegaremos tarde—digo mientras sigo caminando.
Caminamos de manera rápida, no me gustaba llegar tarde. Sin embargo, me retrasé por estar hablando con Lis. Cuando llegamos al salón, ya el examen había comenzado. Así que me gano la mirada furiosa de mi profesora, pero no me importa. Continúo mi camino, tomo asiento y la profesora me entrega mi hoja. Resulta que el examen estaba bastante complicado, pero no tenía miedo. Así que me enfrento a todos los números. Los cuarenta minutos habían pasado de manera rápida. Cuando termino, entrego mi examen y salgo del salón. Camino hacia la cafetería para esperar a Lis. Pido un café bien cargado y sin azúcar. Lo prefería de esa manera. A pesar de que mi madre era repostera, no me gustaba el dulce.
—Lis, ¿cómo te fue? —pregunto mientras ella llega a mi mesa.
—De puta madre, si sigo así no lograré graduarme—dice mientras coloca la cabeza en la mesa.
—Calma Lis, seguro saliste bien y estás exagerando. Deja de rumbear tanto y ponte a estudiar—digo regañándola. Le tenía mucho cariño, la quería. Era mi única amiga.
—No puedo, las fiestas me llaman—dice sonriendo.
Luego de terminar con el resto de las clases, le envío un mensaje a mi madre notificándole que iría con Lis a un juego de fútbol. Ella confía en mí, pero me gustaba que supiera dónde estaba.
Cuando llegamos al dichoso juego, el equipo estaba compuesto por muchos chicos de tamaño monumental. Eran demasiado altos y corpulentos. Nos sentamos en las gradas. Cuando uno del equipo anota, Lis se levanta y empieza a gritar como loca.
—¡ESE ES MI CHICO, TÚ PUEDES EDDER, SI SE PUEDE! - grita emocionada.
Sonrío mientras la veo emocionada. El fútbol americano era un deporte demasiado sanguinario. No me gustaba el sonido de los cuerpos chocar cuando se enfrentan. No era para nada de mi agrado ver este tipo de cosas. Mi teléfono suena. Es de mi casa, así que contesto rápido.
—Hola mama, ¿Qué ocurre?
—Hola cariño, necesito tu ayuda. Tengo unos pedidos que hacer y tu padre no se da abasto. ¿Será que puedes venir? Sé que es tu tarde libre, pero necesitamos de ti.
—En cinco minutos estoy allí—digo colgando.
—Lis, debo irme. Mi mamá me necesita—digo a su oído para que me escuche.
—¡ESPERA! No te vayas—dice Lis.
—Mi madre me necesita. Te llamo luego—digo mientras salgo del lugar.
Estaba relativamente cerca de la casa, así que me voy caminando. Cuando llego, mi padre tiene enormes cajas en la camioneta y mamá está muy ocupada en la cocina.
—Oh cariño, llegaste. Ven, ayúdame.
Pasamos la tarde haciendo tortas y ponquecitos. Mi madre tenía un enorme pedido para el matrimonio de una cliente fija. Resulta que la señora tenía una hija que se estaba casando con un importante empresario, así que no escatimaron en gastos. Mi padre había llevado una gran cantidad de dulces de todos los sabores y colores. Me gustaba verla horneando. Me enseñaba cómo hacer los ricos suspiros. De todos los dulces que pude hacer, solo los suspiros eran mi perdición. Me encantaba el sabor cuando se derretían en mi boca, y más aún si eran rellenos de chocolates.
Después de ayudar a mi madre con los dulces, ella me vuelve a llamar para la cocina. Así que no dudo ni un segundo en ir a su lado.
—Dime mama, ¿para qué soy buena?
—Hija, sé que has trabajado mucho, pero hoy necesito más de tu ayuda. Debemos ir a la fiesta para la que trabajamos. Es un matrimonio y a última hora uno de mis chicos no puede ayudarme, así que no me queda de otra que molestarte.
—Tranquila mama, tú me dices qué hacer y listo.
—El uniforme está en mi habitación. Escoge uno de tu talla, pero muévete cariño, se nos hace tarde.
Salgo disparada de la cocina, corro hacia su habitación y hago lo que ella me indica. Escojo uno de esos trajes de pingüino. Por suerte, solo había uno que me quedaba medianamente bien. Un poco apretado para mi gusto, pero era mejor ir así. Salgo de allí hacia mi habitación, donde me doy una ducha rápida. Cuando estoy lista, seco mi cabello y lo recojo en una cola de caballo bastante alta. Luego procedo a colocarme mi uniforme. Para ser sincera, no me veía tan mal. No es que fuera muy alta, pero allí estaba, con mis mejores tacones, los más cómodos para trabajar. Estaba enamorada de esas botas desde que cumplí los quince. Amaba el color n***o y el estilo un poco roquero. Salgo de la habitación media hora más tarde. Cuando llego a la sala, ya mamá está esperando.
—Te queda muy bien cariño—dice mamá sonriente.
Rio— si claro, mamá, solo que no podré reírme ni comer, sino quiero que un botón de esta camisa se alga por los aires y mate a la novia.
—Oh dios, eres demasiado elocuente. A veces pienso que eres hija de tu tía—dice mientras salimos de la casa.