Capítulo 3 Ocupa el cuerpo de Susana para salvarla
719 Palabras
Antes de que pudiera decir una palabra, Adrián vio que Susana se despertaba y su furia crecía. Levantó la mano para estrangularle el cuello. —¿Enviaste a alguien a hacerle esas cosas a Janice?
La mente de Susana era un caos. ¿Qué había hecho?
Janice, que había desaparecido durante tres años, ¿reapareció?
—¿Cómo pudiste? Enviar a alguien a agredir a Janice, encarcelarla durante tres años, dejarla embarazada y luego provocarle un aborto.
»¿Cómo pudiste hacer eso?
Mirando a los ojos claros de Susana en la oscuridad, el agarre de Adrián se tensó, su ira le hizo querer estrangular a Susana.
¿Cómo podía Susana fingir tan bien?
Después de que un médico privado examinara a Janice, se determinó que había abortado maliciosamente y que su cuerpo estaba lesionado, incapaz de tener hijos en el futuro. La memoria USB que Janice había traído contenía vídeos de su tortura, con Susana como principal culpable.
Con pruebas y testigos, Susana no tenía adónde huir.
—Yo... no lo hice. —Susana sintió que le faltaba el aire y trató instintivamente de apartar la mano de Adrián, con los ojos llenos de lágrimas.
—¿No? —Adrián miró a Susana con desprecio. Sus ojos estaban llenos de asco y odio—. ¿Y esos vídeos? ¿Y lo que sufrió Janice?
«¿Videos?»
Susana era quien mejor conocía a Adrián, y el odio abrumador de sus ojos le atravesó el corazón.
—De verdad... no... lo hice. —Susana trató de explicar con pánico.
Adrián, quizá más agitado, sintió la lágrima caliente en la palma de su mano. Aumentó la fuerza de su agarre y tiró a Susana al suelo. El dolor de sus huesos al chocar contra el suelo hizo que Susana jadeara.
—Las mujeres malvadas como tú merecen morir.
Susana se incorporó temblorosa, mirando al despiadado Adrián, con años de decepción agolpándose en su corazón. —¿Por qué no me crees cuando te digo que yo no lo hice?
En la oscuridad, sus ojos se tiñeron de rojo sangre. Se sentía cansada por primera vez en quince años.
—¿Tengo que cargar con la culpa cada vez que le pasa algo a Janice? ¿Crees todo lo que dicen los demás? —preguntó Susana, sintiéndose triste por sí misma y aliviada de que Adrián no pudiera ver la desesperación en su rostro y su miseria actual.
Después de todo, la joven de la familia Morgan solía ser muy enérgica y arrogante.
—Yo no le hice esas cosas a Janice. No sabía nada de su escape hace tres años. Lo que le pasó fue cosa suya. ¿Qué tiene que ver conmigo?
A Susana le pareció ridículo, sin haber hecho nada más que embadurnarse de inmundicia, sintiendo involuntariamente una pizca de miseria.
Los fríos ojos de Adrián y su gélida expresión, llena de odio, ya habían demostrado su desconfianza hacia Susana, pero en un instante, su mirada le picó.
—¡Sr. Olson, algo malo ha pasado! La Sra. Potter está sangrando mucho, sus riñones están fallando y su vida está en peligro.
De repente, las palabras del médico privado entraron por la puerta.
La expresión de Adrián se tornó inmediatamente incómoda, sus cejas se fruncieron, pero sus siguientes palabras fueron decididas e innegables.
—Saca a Susana y consigue un trasplante de riñón para Janice. Sácale sangre...
En cuanto Susana escuchó la noticia desde fuera, se le apretó el corazón. ¿Un trasplante de riñón? ¿Una extracción de sangre?
Los tres tenían el mismo grupo sanguíneo, y Susana había sido mimada por sus padres desde la infancia debido a su raro grupo sanguíneo, pues temían una pérdida excesiva de sangre en caso de accidente.
¿Ahora Adrián quería usar su sangre para salvar a Susana?
¿Y extirpar el riñón de Susana?
—¿En qué te basas, Adrián? ¿Cómo puedes hacerme esto?
El pánico y la rabia hicieron temblar a Susana por todas partes, pero lo que le esperaba seguían siendo duras palabras.
—Susana, esto es lo que te mereces. Dejaste embarazada a Janice y la obligaste a abortar. Todo esto es obra tuya. Llévatela. No te preocupes por si vive o muere, sólo déjala respirar. Salva a Janice pase lo que pase.
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