Capítulo 4 ¡No toques a mi niño!

653 Palabras
La dominante orden de Adrián fue seguida rápidamente por varias personas que arrastraban a Susana. —¡No! ¡Suéltame! ¡De verdad que no! »¡Adrián! ¿Cómo puedes tratarme así? La voz de Susana era extremadamente aguda. Estaba aterrorizada y desconsolada a la vez. ¿Cómo podía Adrián ser tan despiadado? —¡Llévensela! En la fría mesa de operaciones, el frío de las cadenas hizo que Susana se volviera extremadamente sobria, ya que estaba fuertemente sujeta y no podía moverse. Las luces brillantes se encendieron y tres médicos sostenían bisturís, mirándose unos a otros algo perdidos. —Lo siento, Srta. Morgan, el Sr. Olson no nos permite anestesiarla. Al oír estas palabras, los nervios de Susana se crisparon. ¡Adrián era realmente cruel! Susana intentó hablar, pero sólo pudo gemir. Las lágrimas rodaban por sus mejillas y sacudía desesperada la cabeza, llena de desafío. En este momento, ¡odiaba su propia debilidad! —¡Cuchillada! El afilado bisturí le cortó el cuerpo, ¡y sintió el dolor al instante! El dolor le llegó hasta la médula. Susana sintió claramente el drenaje de la sangre y el desgarro de la incisión. La escena era sangrienta, pero los médicos no aflojaron el paso. Tras la operación, Susana perdió la mitad de su riñón, que fue entregado a Janice en la habitación contigua. Continuamente se le extraía sangre del cuerpo. De repente, el cirujano jefe exclamó sorprendido —Hay... hay un niño en el vientre. —Date prisa y dile al Sr. Olson que la Sra. Morgan está embarazada. Pídele instrucciones sobre qué hacer a continuación. La voz ansiosa del médico hizo que el corazón de Susana temblara violentamente. ¿Un niño? ¿El hijo de Susana y Adrián? La sorpresa acompañó al dolor cuando éste golpeó a Susana una y otra vez. Imaginó absurdamente al niño y un atisbo de sonrisa apareció en la comisura de sus labios, dándole un aspecto espeluznante. Pronto, la enfermera se apresuró a volver, tartamudeando —El Sr. Olson dijo... ¡que aborte! ¡Boom! Como si la hubieran sentenciado a muerte, Susana enloqueció de repente y sacudió la cabeza con violencia. Las cadenas de su cuerpo sonaron con fuerza. Como una loca, no quería que tocaran a su hijo. ¡No! Las personas que estaban cerca de la mesa de operaciones miraron a la pobre mujer con simpatía. —Prepárense para continuar la operación y extraer al niño. Pero al final, todos suspiraron impotentes. Lo que desesperó aún más a Susana fue la orden de Adrián. Podía oír el tono frío y familiar de Adrián mientras lo decía. Sus ojos estaban llenos de tristeza y súplica. —¡Por favor! ¡Salva a mi hijo y no le hagas daño! Todo es culpa mía. ¡No le hagas daño al niño! Susana rara vez suplicaba a los demás, ni siquiera a Adrián, porque su orgullo inherente no se lo permitía, ni siquiera en su actual estado de miseria. Pero no permitiría que nadie hiciera daño a su hijo. En ese momento, sintió una sensación de impotencia. Adrián era un demonio. Susana tardó quince años en llegar a una conclusión. No se podía calentar el corazón de un demonio, y ningún amor sería nunca suficiente. Tras extirparle la mitad de un riñón y perder a su hijo nonato, Susana se desmayó por una mezcla de resentimiento y desgana. Nunca olvidaría la escena que se representó en su mente en aquel momento. En el último segundo, se dio cuenta de su error. Todo había sido culpa suya por enamorarse de Adrián. Qué maravilloso sería poder dejar este mundo con su bebé nonato. Susana lo anhelaba, pero no era más que un deseo inútil. Susana no murió. Cuando volvió a despertarse, la luz del sol le picó en los ojos y gritó de dolor —¡No! ¡No toques a mi niño! —¡Adrián! ¡No!
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