La persistente sombra de la visión de Luna de Plata se cernía sobre el Bosque Susurrante como un sudario. A pesar de las palabras tranquilizadoras de Amarok y Kael, la ansiedad de la loba no menguaba; de hecho, se afianzaba con cada amanecer, tejiendo un velo de inquietud sobre su ya tensa existencia. La idea de una entidad más antigua y corrupta que Sombra Oscura, una que no solo deseaba la oscuridad sino que *era* la oscuridad, la carcomía desde dentro. La "unidad" y la "esperanza" sonaban a ecos vacíos frente a una amenaza tan abstracta e inmensa. "¡Maldita sea! ¡Esto es una puta locura!" Luna de Plata gruñó una tarde, pateando una piedra con tal furia que se desprendió un trozo. Estaba al borde del claro, observando a los lobeznos jugar con una ligereza que le parecía casi obscena. ¿C

