Fondo
Despertaba somnolienta aún por la larga noche, noche que seguía pareciéndome sumamente eterna, larga y atormentada; tuve otro de esos sueños, donde estaba lejos, pero a la vez cerca, es como si agarrara el molde de un lugar conocido y lo derritiera, como si se la realidad que rodeaba aquel paraje lo difuminaba en un lienzo en blanco, hacía que todo se sintiera tan familiar pero tan desconocido y aterrador a la vez, recuerdo que había soñado a un desierto, pero que a la vez ese desierto no era más que el tierrero que bordeaban los parques de la ciudad de Bogotá. Seguía acostada, sin haber movido ni una sola fibra de las cobijas de mi cama, observaba el techo, intentando recordar lo que soñaba, esos inútiles esfuerzos en concentrarse en un sueño pasado, para olvidarlo a los pocos instantes, quizá nuestro cerebro nos estaba intentando hacer caer en cuenta sobre algo, pero fué demasiado visceral para nosotros y prefiere borrar esa idea. Me concentraba en el techo de mi cuarto, este era blanco, o bueno, intentaba serlo, la pintura en base de agua dejaba ver pequeñas vetas grisáceas que junto con la forma puntiaguda del propio techo, parecían estrellas, estrellas de cemento. Ya olvidé mi sueño, ya ni siquiera me importa, eso será problema para otra noche, mis ojos comenzaron a orbitar por otros lados de la habitación, asegurando que todo siga en orden para hacer el primer movimiento, zarpado y letal como el de una cobra. Me levanté de la cama en un movimiento hábil, demasiado hábil, como si me hubiera impulsado una corriente eléctrica y me encendiera de golpe, tenía tiempo de sobra, eran las ocho de la mañana, nada me apuraba pero a la vez me empujaba a mi misma con la necesidad de hacer algo.
Me enderecé la postura y mi lado más vanidoso empezó a nacer mientras empezaba a ver mi armario para la ropa, siempre intento verme bien, eso ayuda bastante a lograr muchas cosas, lo quieras o no es importante. Normalmente uso colores pálidos u oscuros cuando estoy en la casa, son más cómodos, pero cuando salgo me pongo de los colores más brillantes que mi limitado repertorio tiene para ofrecerme, a la gente le gusta la otra gente que es viva y enérgica.
—¡Buenas!—dijo mi mamá al verme salir del cuarto, mientras la veía pasear con esa escoba
—¿Ya anda como bruja con esa escoba ma?—le dije mientras movía la cabeza en son de negación—usted nunca se queda quieta con el aseo, se va a venir jodiendo la espalda
—Bueno, es no más una limpieza rápida—dijo mientras proseguía con su ensañada labor de limpiar el suelo—¿Va a salir hoy?—me preguntó
—Si, pero primero me baño y me tomo un tinto
No me suele dar mucho apetito en la mañana, amanece uno con el estómago amarrado totalmente, mi madre se quedaba casi todos los días en la casa, haciendo las labores del hogar, o visitaba a otros familiares, hablaba con sus amigas o hacía otras vueltas, siempre en pro de mantener el orden en la casa, mientras que mi papá lo veía generalmente en las noches, él sale muy temprano a trabajar, y llega a casa alrededor de las seis de la tarde, a veces más, a veces menos. Vivíamos en una zona bastante concurrida, unos apartamentos en la zona central de la ciudad, tirando pal oriente para ser honestos, cerca al cementerio central de la ciudad, pero lo suficientemente apartado como para no ver tan tétrico paisaje. Me metí al baño y me fuí sacando la ropa, lo hacía siempre con mucha demora, intentaba ver mi cuerpo detenidamente en búsqueda de cambios, para no desconocerme y siempre tenerme en perspectiva de cómo me veo en el día a día, un poco vanidosa, de los pocos atrevimientos coquetos que me permito, me miraba a la cara, los cambios más relevantes pueden ir allí, era blanca, blanquísima, de esas que caminan bajo el sol y se ponen coloradas como una borracha de andén, pero tenía partes un poco más bronceadas a causa de los rayos solares tan venenosos que caen sobre la ciudad, de esos que te azotan y te despellejan cuando llegas a la casa. Me seguía observando, acomodando cada poro, cada arruga, cada lunar, peca o mancha en el debido lugar donde los tenía anteriormente. Mis ojos son castaños, como los de la mayoría de los de por aquí, un castaño claro como de agua de panela recién hechecita, antes de que se condense, mientras que mi cabello era oscuro, semi ondulado y semi liso, jamás pude acomodarlo como quería, al final no importaba, era un n***o tan apabullante que no se podían ver las fibras del cabello a no ser te acerques mucho, oh privilegio que quieren muchos hombres, el cabello se vuelve una condición física la cual cuidar para nosotras las mujeres, y cuando un hombre está ya muy tragado de uno es de lo primero en que se fijan cuando uno los ve, pero no muchos tienen la dicha de poder acercarse de esa manera a mi greñero, no cualquiera. Con mi cuerpo no había mucho misterio realmente a la hora de analizar, puesto que los cambios son bastante mínimos en comparación con la cara que tiene que echarse todo el trabajo al hombro de estar gesticulando y moviendo de aquí para allá. Me bañé rápidamente, con agua fría, helada, detestaba bañarme con agua caliente, me mantenía somnolienta durante un buen tramo del día.
—¿Solo se va a tomar un tinto?—preguntaba mi madre
—Si, ya sabe que nunca me da hambre por las mañanas, en un par de horas ya me habré comprado algo de comer
—Pero coma bien pues, porque luego se empieza a marear, aparte hace un solazo—dijo mientras observaba la ventana, y si, el tremendo sol estaba azotando a la torre de vecinos de enfrente, cocinaba las sillas de cuero y ponía al rojo a las barras de metal de seguridad en las ventanas
—Si, igual me apliqué crema, me lo aguanto—dije despreocupada
Me tomé el tinto que mi madre ya me había preparado y organicé todo en mi maleta, cuadernillos, pinceles, lápices y demás para poder buscar algo de inspiración, entré a la oficina, que no era más sino un cuarto de checheres para lo que no cabía en el resto de la casa, un mueble que durante la mudanza no le hallamos lugar, las bicicletas y unas cajas pesadas, salí con la bici lista para montar y me despedí de mi mamá. La relación con mis padres siempre ha sido buena, realmente poco a poco intento dejarlos más a su cuenta, puesto que me tuvieron a una edad bastante joven para ellos y quiero aprovechar su vida también, así que me he formado mucho más independiente que algunos otros de mis amigos o amigas.
Salí con mi bicicleta, uno de los regalos de navidad de hace unos cuantos años, cuando mi vieja y destartalada bici anterior estaba que se desbarataba sola, cosa que aterraba a mis padres. Salí y como siempre me di unas cuantas rutas por el barrio, era bastante tranquilo y pacífico, junto con algunos árboles que les daban color al asunto. Rodaba durante un buen rato, como si durante la noche anterior no hubiese podido descansar, parecía que esto era lo que siempre necesitaba para sentirme totalmente descansada, renovada, hallar un momento de paz, muy difícil de encontrar.
Llegué a eso de las once de la mañana a mi lugar, solía venir al famoso parque de los novios, mucha gente venía aquí a tardear, pero en las mañanas mantenía muy vacío, por lo que le daba un toque mucho más de propiedad a mis mañanas, había quedado de verme con unos amigos que conocía de la facultad de artes de la universidad. Mientras tanto me daba mi tiempo a comer sentada en una malla verde de césped, comenzaba a fumar, hábito no muy usual, pero suelo hacerlo cuando tengo que esperar a la gente, me aburro si no encuentro nada que hacer en medio de la espera. Me perdí, dejé la maleta como una almohada y me recosté, ni siquiera a mirar las nubes, el solo rebote de la luz con la atmósfera me generaba ceguera y sentía como los ojos me brotaban al ver algo tan brillante como el cielo, me ponía música desde el celular mientras cerraba los ojos, me gustaba mucho la salsa, el merengue, la techno psicodélica y el rock tanto en inglés como en español, este último me relajaba para dormir, me hacía sentir distraída mientras cada hoja del pasto me punza la piel, me tragaba, como si fuesen las papilas gustativas de un gran monstruo, me derretía en ellas cual dulce y me dejaba ir.
las aguas en tus ojos
vibran su dulce brillo
una piel y una flor son tus pechos
que no piensan menos mal,
¡Oh! por favor,
gira loca girasol
déjame como estoy,
ya te amé y allí morí,
quédate quédate
déjame explicarte,
solo extiéndete una vez más
extiéndete una vez más
eres mi esperanza,
solo una grieta en mi existir,
no somos solo cuerpos,
y como un fondo un cielo.
No es solo un burro,
que es un ángel de fe.
tal vez me sentirás,
tal vez me sentirás.
Tarareaba algunas canciones de Spinetta y de García, algunas otras las cantaba, pero usualmente las repetía una o dos veces más, para sentir como me taladraban el coco. El cual me dejaba totalmente dormida, como si fuese a desvanecerme, me volvía a difuminar, pero esta vez no hacia afuera, la realidad, sino ahora hacia dentro, al sueño que olvidé y no recordaré. Era de esas pocas veces en las que vuelves a dormir y te reencuentras con un sueño inconcluso, la fantasía del soñador, pero en vez de que ocurriese como un transcurso paulatino de escenas intercaladas con otras, como si se tratase de una obra de teatro, esta vez se sentían mucho más cercanas, y pasaba todo mucho más lento. Me encontraba en un lugar similar al de mi sueño anterior, era un desierto, pero esta vez no era arena sobre lo que me encontraba, que se metía dentro de la ropa y me sentía empanizada con ella, sino ahora estaba en un desierto totalmente seco, de roca, una roca rojiza, caminaba junto con otras personas, que realmente no distinguía quienes eran pero sentía confianza y seguridad en ellas, caminábamos con la vista en encontrar algún objetivo puntual, que no sabía cual era pero todos funcionamos como un solo organismo, por ende todos lo seguíamos, llegaba la noche en el desierto y nadie exponía una palabra, ni una sola. Cuando de repente la piedra sobre la que caminábamos se iba volviendo tierra, y de la tierra al lodo, un lodo difícil de transitar, se sentían pesados los pasos que dábamos, yo empezaba a agitarme, la respiración de mi pecho se iba acelerando, sabía que el lodo solo cubría mis piés, pero sentía como si me estuviera rodeando entera, acoplándose en cada una de las arrugas de mi piel, como una mascarilla, sintiéndome ahogada; donde la caída al barro me hizo sentir mucho peor, claustrofóbica, con las personas con quienes caminaban empezando a amontonarse, a tapar la poca cantidad de luz que podía alcanzar a percibir desde mi penosa posición, como un gusano de tierra hundiéndose en ella. Me daba cuenta que la confianza con la que me sentía con aquellas personas desapareció, sentía que de repente ese vínculo de unidad se disolvió, como si el propósito final del viaje hubiera sido siempre mi desplome, mi caída y su expectativa ante mi hundimiento.
Me desperté, agitada, sudada por el sol que se había corrido un poco y me estaba dando en el pecho, volví a pensar en mi sueño, volví a verlo, pero fuera de enajenarme conmigo misma por haberme tratado de tan horrible manera dentro de mi psiquis al dormir, me sentí intrigada, siempre pienso que algo tiene de significado los sueños, y me encantaba soñar cosas donde todo se sintiese tan real, tan vivo, como tan conectado conmigo misma, fuese un sueño bueno, o una tragedia. Sin pensarlo dos veces me levanté, miré el reloj y ya eran más de las once y cuarenta de la mañana, no tardaban en llegar mis amigos al lugar, por lo que aproveché y saqué el bloc, era un bloc bastante grande, servía como lienzo improvisado, traía pinturas y pinceles conmigo, pero normalmente no pinto a no ser alguno de mis amigos traiga su caballete, aquí hago puras concepciones, dibujos a trazo en el bloc, para luego, si me nace, retratar en pintura, mis profesores en la academia decían que no era muy producente hacer eso, ya que limito la pintura a lo que dibujé antes en el bloc de papel, en vez de darle un toque de espontaneidad a lo que estoy haciendo, y si, tienen razón.
Abrí mi bloc y empecé a ver lo que ya había dibujado o pintado en él, era increíble como los extremos se apoderaban de mis decisiones, veía algunos de mis trabajos como una completa obra maestra, les guardaba cariño o veía un potencial enorme en ellos, mientras que otros los veía como una oda a la mediocridad, como si lo hubiera hecho apenas con ganas, veía los errores en propiedades mayúsculas, exagerándolo, pero no había un solo trabajo que considere como estándar, sin llegar a ser perfecto, todo era o muy malo o muy bueno. Me disolví en una nueva hoja, un nuevo trabajo para inspirarme, y rápidamente escogí los colores más apropiados para un desierto, todos los amarillos y naranjas posibles, incluso marrón para darle esas pinceladas a lo que soñé respecto al barro, justo entonces, llegaron mis amigos.
—¡Quiubo pues!—les dije mientras veía como se acercaban hacia donde yo estaba, aparentemente con compras en mano, tenían bolsas llenas
—Bien, aquí con hambre—dijo Marina mientras tiraba las bolsas al lado mío— nos demoramos porque aquí Jair está que se desmaya del hambre
—Que pecao, este man hasta los huesos y chupando hambre—comentaba Ana María
—Uy no es que en las mañanas no le da hambre es a nadie, eso es como comer obligado, yo como cuando me da hambre parce—alegó Jair
—Bueno, ¿Pero que trajeron pues? Espero me hayan traído algo porque o si no, esta esperadera pa´ nada— reclamé mientras empezaba a husmear por las bolsas
—Tampoco la gran cosa parce, ahí está lo del libertinaje—dijo con un tono alegre Ana María—en la otra bolsa está la comida, trajimos unos postres parce, porque no hay pa más, y el Jair se trajo pan, como un camionero
—Bueno, vinimos fue con toda entonces, yo luego les repongo para que no digan que no pongo un peso—dije graciosa
—Fresca, lo que importa es que nos rindió, por un momento pensé que nos iba a dejar plantados por dejarla esperando china—dijo Jair mientras empezaba a abrir su postre
—Pues seguramente si no me hubiese dormido ya me hubiera ido, ya hasta me acabé los cigarros que compré
—Bueno, pero parece que ya estaba tomando delantera—dijo Marina
—Si, pero apenas si alisté las pinturas, me agarraron en pleno subidón de inspiración y me la bajaron toda
Todos empezaron a organizarse, tanto Ana María como Marina sacaron sus cosas para empezar a hacer sus lienzos, ellas solían dibujar mucho, muchísimo más que yo, tenían ideas a cada rato y lo que pensaban lo ilustraban, por estúpidas o a veces ridículas que parezcan sus obras finales. Jair comió en una sola atacada al postre, para sacar su caballete, vivía no muy lejos del parque, por lo que se aguantaba tenerlo que cargar, mientras que las otras dos venían de un viaje de al menos dos horas en transmi. Tanto como a Marina y a Jair los conocí en la facultad en la Universidad Nacional, Marina está un par de semestres abajo de mi, y Jair un semestre abajo, ambos están cercanos a graduarse ya que Marina le recortó distancia a Jair que tuvo que aplazar algunos semestres por falta de dinero. Yo me gradué hace ya un año, y la verdad conseguir trabajo está bastante complejo para muchos de los que recién nos graduamos de una carrera universitaria en Colombia, pero actualmente vendo lo que pinto y con eso me da para ahorrarme a un postgrado; precisamente de una venta que hice conocí a Ana María, la cual también estudió Artes, pero en otra universidad, era bastante asertiva, bastante venenosa con sus comentarios, rasgos que le han hecho ganarse disgustos con mucha gente, quizá hasta le hayan cerrado algunas puertas ya que es alguien sumamente talentosa, en especial con las artes plásticas. Realmente salgo con ellos a veces sin razón aparente, mucha gente diría que es la forma quizá más rápida para pasar el tiempo, de eso a quedarme sola, pues algo es algo; y si, tienen razón, lo hago simplemente para lidiar conmigo misma e intentar mantener la cabeza ocupada en más cosas, pero me sentía harta, sentía que no avanzaba y estaba en el mismo lugar que hace un año, si bien no me gustan los lujos como para tener una gran mansión o mínimo uno de los apartamentos super costosos en las zonas más costosas de la ciudad, me gustaba poder hacer mis compras, me gustaba la idea de alejarme de todos y quedarme a veces solo conmigo misma e invertir en mi, en mi futuro. Pero poco a poco la idea se fué marchitando hasta el punto que no encontraba el horizonte, el rumbo, y los sueños se iban multiplicando con las noches, cada noche me daba una nueva visión, un nuevo panorama de vislumbrar cosas que no me había permitido ver antes. Ante el desespero nace el ingenio, dicen por ahí, pero cansa la desesperación continua. Y como usted mi querido lector estuvo leyendo este último fragmento, así de disociativa puedo llegar a ser, me distraigo de lo que me rodea y me pongo a ahondar en un tema que me acongoja la cabeza, mientras respondo apenas con símiles a lo que me estén preguntando.
—Ole. ¿Tiene candela?—me dijo Ana María sacándome del malviaje de mi cabeza