NARRA LEYLA HAWTHORNE Una hora después, estaba sentada en una silla de la comisaría. Mis dedos nerviosos tamborileaban sobre la superficie dura del escritorio que había frente al policía que me estaba interrogando. Mi pie se movía de manera incontrolable y mi estómago estaba envuelto en un nudo de nervios, que lo hacía sentir muy pesado para mi pequeño cuerpo. —Entonces, ¿usted y ese hombre, Keir, le robaron tres millones de libras al señor Braden Hawthorne? —preguntó, con un tono de voz que denotaba mucha duda. —Así es —asentí y solté un suspiro hondo, esperando poder relajarme—. Eso ocurrió hace cinco meses aproximadamente. El entrecejo del oficial de policía se contrajo por el desconcierto y la intriga. —¿Y cómo hicieron para robar ese dinero, sin que el señor Hawthorne se diera cu

