NARRA ELIZABETH
Hacía tiempo, registrando el despacho de Dimitri, descubrí algo que me heló la sangre y me hizo sentir, al mismo tiempo, protegida: un arma corta, guardada entre papeles y carpetas como si fuera solo un secreto más entre tantos.
No le dije nada. La escondí conmigo. Porque desde aquel día, algo dentro de mí me susurraba que tarde o temprano me haría falta.
Cuando Marcus pronunció su nombre, lo recordé.
Recordé cómo Ethan, mi padre, me advirtió con voz cansada y rota:
"Ten cuidado con Marcus. Si algo me pasa, no confíes en él."
Recordé también la última llamada que Ethan recibió aquella noche, la llamada que cambió todo.
Sin pensarlo, sin dudar, saco el arma del bolso. Mis manos no tiemblan.
Apunto directamente hacia ellos. Veo cómo sus rostros se tensan, el desconcierto pintado en sus ojos.
Durante un segundo, el tiempo parece detenerse.
—Ahora mismo vais a decirme la verdad —mi voz no tiembla, suena firme, casi fría—. Quiero escuchar la versión de cada uno de vosotros. Y más os vale que me digáis exactamente lo que quiero saber.
Dimitri me observa, intentando medir hasta dónde estoy dispuesta a llegar.
—Vamos, cariño... baja eso —dice con esa voz suya que otras veces me calma, pero que hoy no logra nada.
—Créeme que sé que esto no es ningún juguete. —Apunto al jarrón de mármol que hay sobre la mesa y disparo. El estruendo retumba por toda la sala. El jarrón estalla en pedazos. El humo del disparo flota entre nosotros.
—Esta vez está cargada, Dimitri... no como la última vez. —Mis palabras saben a plomo.
Los guardias irrumpen, apuntándome. Durante un segundo pienso que tal vez ha llegado mi final. Pero Dimitri levanta la mano, con un gesto seco.
—Fuera. Bajad las armas —ordena. Los hombres obedecen y desaparecen por la puerta.
—Y ahora... Marcus —le miro directamente—. Quiero saber qué le dijiste la última noche que hablaste con él.
Dimitri suspira, como aceptando que la verdad es inevitable.
—Ethan... —dice, sentándose despacio en el sofá, sus codos apoyados en las rodillas—. Lo conocía desde hace años. Tuvimos negocios, apuestas... una de ellas la perdí. Ethan me hizo prometerle que, si algo le pasaba, me casaría contigo. Que te protegería... de todo. —Levanta la vista, sus ojos oscuros buscando los míos—. Y lo he hecho, Elizabeth. Aunque no lo entiendas—
Me giro lentamente hacia Marcus. Su mirada está cargada de algo que no sé si es miedo o rabia.
—Te toca, Marcus—
—Éramos familiares... le llamé esa noche para darle los resultados de unas analíticas —dice, su voz más tensa de lo normal.
Me río, pero no hay humor en mi risa. Solo veneno.
—Qué curioso. Ethan y yo nunca necesitamos una prueba de ADN. Sabíamos perfectamente que era mi padre. Él me advirtió que tuviera cuidado contigo, Marcus. —Lo miro a los ojos—. ¿Por qué?—
Marcus sacude la cabeza.
—Eso sería imposible. Nunca tuve problemas con él. Y después de su muerte... fui yo quien te encontró. Le di esa información a Dimitri—
—¿Y por qué tanto interés? —pregunto, mi voz se hace más dura—. ¿Qué sabéis vosotros de Alexander Fonsic y Maximilian Santi?—
Dimitri y Marcus se miran, como si acabaran de descubrir algo que siempre había estado ahí.
—Alexander... —susurran casi al mismo tiempo.
—Ahora muchas cosas cuadran... —dice Dimitri, su voz baja—. Seguro que hubo algo entre ellos.
Bajo el arma. La dejo sobre la mesa, pero no la pierdo de vista.
—¿Qué tengo yo que ambos quieren? —pregunto, mirándolos—. Alexander estaba dispuesto a pagar mucho más por mí—
Dimitri respira hondo.
—¿Por qué? ¿Por qué te busca tanto? —pregunta, su voz mezcla de celos, miedo... y algo más
—Por venganza. Quiere vengarse de mí... por haber matado a su padre—
El silencio que sigue es tan pesado que parece llenar toda la sala.
—¿Qué... qué has hecho? —pregunta Marcus, su voz rota por la incredulidad.
—Parecías tan inofensiva, amor... —dice Dimitri, sus palabras envueltas en una especie de respeto temeroso—. Pero ya veo que no lo eres—
Cierro los ojos un segundo. Y empiezo a hablar.
—Estuve con Alexander varios años. Era mucho mayor, pero yo... yo era una cría. Tenía quince años cuando lo conocí; él tenía treinta y cinco. Creí que me salvaría de mi padrastro, de todo el horror que vivía. Pensaba que lo amaba. —Trago saliva, las palabras me duelen—. Pero me equivoqué. Con el tiempo, entendí que solo era otra prisión. Cuando quise escapar, no me dejó. Decía que lo nuestro era para siempre—
Me detengo. Veo que Dimitri y Marcus escuchan sin atreverse a interrumpir.
—Una noche, aproveché que Alexander no estaba. Quería huir. En el camino, me encontré a su padre. Le supliqué ayuda... pero él bajó del coche. Supe que no me dejaría marchar. Sin pensarlo, le disparé. Fue la única manera de ser libre—
Marcus me mira como si no reconociera a la mujer que tiene delante.
—¿Y qué pasó después? —pregunta Dimitri, su voz más baja.
—Alexander se obsesionó más. Quería hijos. Cuando quedé embarazada, aborté. Eso lo destruyó. Nunca me perdonó. —Cierro los ojos—. Al final, no me quedó más remedio que volver con mi padrastro. Alexander sabía que él me había violado durante años, por eso pensaba que jamás volvería allí—
—¿Estabas con él porque querías? —pregunta Dimitri, su voz cargada de algo que no sé si es dolor o rabia.
—Al principio... sí. Creía que lo amaba. Él me daba todo lo que yo soñaba: protección, regalos, palabras bonitas. Pero pronto descubrí lo que realmente era. Cuando me negaba a acostarme con él, me violaba. Me tatuó palabras que no entendía... una de ellas fue "dolor". Ahora sé por qué—
Se hace un silencio. Solo escucho mi respiración, rápida, temblorosa.
—¿Y Maximilian? —dice Marcus.
—Maximilian también estuvo implicado en la muerte de Ethan. Sabían que yo era su hija... querían las acciones de sus empresas—
—Ethan murió en un accidente —dice Marcus, como repitiendo algo que hasta él empieza a dudar.
—Oh, vamos... todos sabemos que eso es mentira. Ni siquiera a ti te cuadra su muerte. Sabéis que no fue un accidente. Y seguramente sabéis algo más... —Respiro, clavando mis ojos en Dimitri—. Sabíais que Ethan estaba saliendo con tu madre, ¿verdad?—
—¿Qué... qué dices? —dice Dimitri, sin poder creerlo.
Sonrío, pero mi sonrisa está rota.
—Sorpresa. Parece que al final soy yo la que tiene que explicaros la historia. Pero tranquilo, solo tuvieron un lío hace años... cuando tu padre estaba en el hospital. Ethan... consolaba a tu madre. —Me río suavemente—. Digamos que sabía maneras originales de hacerle olvidar los problemas—
—¿Tienes pruebas? —pregunta Dimitri, su voz tensa, casi asustada.
—¿Crees que hablaría por hablar? Claro que tengo pruebas. Tengo pruebas de todo lo que os estoy diciendo—
Marcus me observa, sus ojos oscuros parecen intentar descifrar quién soy de verdad.
—Parecías tan inocente... tan indefensa —dice en voz baja.
Lo miro fijamente.
—El hecho de parecerlo hace que Dimitri se sienta superior. Hace que quiera protegerme. —Sonrío, aunque por dentro estoy rota—. Y eso, Marcus, es mi mayor arma—
El silencio que sigue lo dice todo.
Sé que desde este momento, nada volverá a ser igual entre nosotros.
Pero también sé que por fin soy yo quien tiene el control.