Capítulo 13

1228 Palabras
NARRA ELIZABETH Me despierto con el cuerpo pesado, como si cada músculo recordara todo lo que he callado durante años. La cama está fría a mi lado; Dimitri ya no está. Miro el techo durante un instante, intentando reunir fuerzas, pero un vistazo al móvil me devuelve a la realidad: hoy hace un año desde que Ethan murió. Un año. Doce meses sin escuchar su voz, sin preguntarme si me quería o solo me usaba para limpiar su propia conciencia. No fui al cementerio antes. Tal vez por miedo. Tal vez por orgullo. O tal vez porque dolía demasiado admitir que, a pesar de todo el daño, seguía siendo mi padre. Me ducho, intentando que el agua se lleve algo de culpa, algo de dolor. Pero el agua solo limpia la piel, no los recuerdos. Me visto con ropa oscura, como si el luto nunca se hubiera terminado para mí. Salgo de la casa en silencio, temiendo que Dimitri aparezca y me pregunte a dónde voy. No quiero que venga conmigo. Este momento es mío. Solo mío. Conduzco hasta el cementerio, siguiendo el GPS, con las manos sudorosas sobre el volante. Al llegar, mis pasos se sienten más pesados que nunca. Camino entre tumbas que guardan historias que nadie volverá a contar. Entonces lo veo: Dimitri, de pie junto a otro hombre. Ambos están frente a una lápida. Se quedan quietos, dejando flores. Parecen conocer bien ese lugar. Me escondo tras un ciprés, conteniendo la respiración. Mi corazón late con fuerza. ¿Qué hacen aquí? ¿Por qué Dimitri no me lo dijo? Espero a que se marchen. Solo cuando desaparecen de mi vista, reúno el valor de acercarme. Leo el nombre grabado en la piedra fría: Ethan. Me quedo en silencio. Mis labios tiemblan. —Tengo tantas preguntas que hacerte... pero no estás aquí para contestarlas —susurro, apenas audiblemente. —Tal vez estés buscando las respuestas en el lugar equivocado —dice una voz tras de mí. Me sobresalto, girándome bruscamente. Un hombre alto, traje impecable, mirada que parece atravesarme. —¿Quién eres? —pregunto, la voz cargada de desconfianza. —Alguien que puede darte las respuestas que buscas... y ayudarte— Su tono es suave, casi amable, pero sus ojos no. Suelto una risa amarga. —¿Ayudarme? Créeme, no necesito la ayuda de nadie. Menos de alguien que aparece aquí, como un fantasma del pasado— —Ethan me habló de ti. De la última analítica que os hicisteis juntos. Sé que quieres saber el resultado— —No quiero saber nada. Él ya no está. Y yo no quiero saber nada que me ate a él— El hombre asiente despacio, como si esperara esa respuesta. Saca una tarjeta, me la ofrece. —Te dejo mi número. Llámame si cambias de idea. Mi nombre es Maximilian Santi— Su nombre me sacude. Ethan me había hablado de él. Un socio, alguien poderoso... y peligroso. Cojo la tarjeta. Él se marcha sin decir nada más. Me quedo sola. Siento que me falta el aire. Me siento junto a la tumba, acaricio las letras grabadas en la piedra. —Te fuiste demasiado pronto, papá... Hiciste tanto daño que no sé si podré perdonarte. —Las lágrimas empiezan a caer, ardientes.— Dijiste que, si no estabas, mandarías a alguien para cuidarme. Ahora entiendo que fue Dimitri... Y te lo agradezco, aunque no sabes cuánto me cuesta perdonarte por todo, todo hubiera sido diferente si no me hubieras abandonado— Respiro hondo. —Prometo intentarlo. Intentar perdonarte, porque sé que hasta que no lo haga, seguiré siendo prisionera de este dolor. Pero no sabes cuánto duele sentir que no me quisiste. Duele más de lo que imaginé— Dejo las flores sobre la tumba. —Algún día, tal vez, pueda olvidar todo esto. Hasta entonces, solo me queda aprender a sanar— Me levanto despacio, como si mis huesos pesaran una tonelada. Camino hasta el coche, abro la puerta, me siento y me quedo un momento quieta. Entonces el llanto me rompe por dentro. Lloro en silencio, recordando lo que más quiero olvidar: el asco, la humillación, el miedo. Las noches en las que mi padrastro me obligaba a sonreír ante hombres que me miraban como un trozo de carne. Las veces que me decía que solo servía para eso. Y también recuerdo cómo me enamoré, ingenua, de quien me prometió el cielo para acabar dándome el infierno. Nunca conocí el amor de verdad. Solo vi sombras disfrazadas de cariño. Seco mis lágrimas. Arranco el coche, intentando dejar atrás el cementerio. Pero pronto noto algo extraño: un coche detrás de mí, demasiado cerca. Acelero. Él también. Tomo una salida, luego otra. Nada. Sigue ahí. Freno de golpe. Bajo del coche con el corazón en un puño. Del coche detrás de mí baja una mujer. Se acerca, mirándome con curiosidad y algo de rabia. —¿Eres la esposa de Dimitri? —pregunta. Asiento, fría. —Entonces eres tú... la que me ha quitado mi sitio. Eres joven, bonita... pero solo está contigo por obligación— Reconozco su cara. Fotos que vi en el despacho de Dimitri. Fotos que él nunca explicó, me suena haberla visto la primera vez que fui a cenar a casa de sus padres, era su ex. —¿Y tú eres? —pregunto, con voz neutra, Como si no la recordase —Soy su ex. —Qué curioso que él nunca me hablara de ti —digo, dándome cuenta de que la rabia me da valor.— Pero veo que tú sí sabes quién soy. Tú eres su pasado. Yo soy su presente. Y su futuro. No pienso perderlo— Me acerco más, la miro a los ojos. —Te lo advierto: si vuelves a acercarte, no te gustará lo que pase. Busca a otro hombre. Dimitri ya no es tuyo. Ella me mira, sorprendida. No le doy tiempo a responder. La aparto suavemente, vuelvo a mi coche y me marcho. Conduzco rápido, el corazón latiéndome en las sienes. ¿Cuánto más puede complicarse este día? Al llegar a casa, veo a Dimitri en el salón. Con él, el hombre que estaba en el cementerio. —Cariño —dice Dimitri, sonriendo con cuidado—. Te presento a Marcus, un amigo de la familia. Marcus, ella es Elizabeth— —Hoy parece que voy a conocer a todos tus contactos—digo, cansada y herida. Dimitri me mira, frunciendo el ceño. —¿Qué quieres decir?— —Hoy he conocido a tu ex, os había visto en el cementerio. —Los miro, con el corazón latiendo rápido.— Y Maximilian Santi me ofreció su ayuda. ¿Qué más me falta saber? Si te casaste conmigo por las acciones, siento decirte que ni siquiera sé dónde están. Ni sé dónde Ethan dejó el dinero, pero solo sé que aparecerán de alguna manera, al igual que tampoco sé qué tenían los discos— Marcus y Dimitri se miran. Por primera vez los veo realmente sorprendidos. —¿Maximilian te ofreció ayuda? —pregunta Marcus, con incredulidad y algo que parece miedo. Los miro, sintiéndome pequeña y poderosa al mismo tiempo. Sé que he tocado algo importante. Algo que ellos no querían que supiera. Y aunque me asusta... por primera vez en mucho tiempo, siento que el miedo empieza a convertirse en fuerza.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR