Capítulo 12

1018 Palabras
NARRA ELIZABETH —Dimitri... ¿podríamos salir esta noche? —pregunto, mordiéndome el labio mientras lo miro. —¿A dónde quieres ir? —su voz suena curiosa, pero también cargada de ese matiz posesivo que tanto me atrae. —A tomar algo... a bailar. Salir a divertirnos un poco. Nunca hemos ido juntos a una discoteca —confieso, mientras me recuesto un poco más, intentando disimular los nervios. —Si es lo que quieres, iremos —responde él, acercándose para darme un beso lento que me deja sin aliento—. En la noche pasaré a buscarte— Cuando se va, siento cómo mi pulso se acelera solo de pensarlo. Camino hasta el armario, decidiéndome por un vestido corto de seda, fácil de quitar y de subir, con un tacto suave que resalta cada curva. Me pongo una lencería fina, negra, y unos tacones que me dan la altura justa para quedarme a la altura de su boca. Me maquillo más de lo normal: ojos marcados, labios rojo intenso. Al mirarme al espejo, no veo solo a Elizabeth; veo a una versión más atrevida, segura... casi provocadora. Siento un cosquilleo en el vientre mientras imagino su reacción. Los minutos parecen horas hasta que escucho la puerta cerrarse abajo. Sé que ha llegado. Él pasa primero a su habitación para cambiarse. Lo oigo caminar, abrir cajones. Mi corazón late más rápido. Cuando sale y me ve, sus ojos recorren todo mi cuerpo, deteniéndose descaradamente en mis pechos, mis piernas, mis labios. —Estás... apetecible. Tal vez podríamos cambiar de plan y quedarnos en casa —dice, pasando la mano por mi cintura, su pulgar rozando mi cadera desnuda. —Te gustará más lo que puede pasar fuera —le susurro, rozando sus labios con los míos. ⸻ Unas horas después El local está iluminado con luces de neón. La música retumba en mi pecho como un segundo latido. Pedimos algo de beber; el sabor dulce y amargo del alcohol me calienta por dentro. Bailamos, reímos. Por un instante me olvido de todo: del pasado, del dolor, de las dudas. Lo miro, lo deseo tanto que me arde la piel. Sin pensarlo, lo tomo de la mano y tiro de él, cruzando la pista de baile hacia la zona de los baños. Cierro la puerta, pongo el pestillo, mi respiración agitada. Comenzamos a besarnos. Sus manos recorren mi cuerpo como si me conocieran de memoria. Una baja hasta mi entrepierna, aparta suavemente el tanga y mete un dedo dentro de mí. Gimo, mordiendo su labio. Mete otro dedo, entrando y saliendo despacio. Mis caderas se mueven solas, buscando más. Lo empujo suavemente y se sienta en la tapa del inodoro. Levanta mi vestido, sus ojos brillan de deseo. Me siento a horcajadas sobre él, moviendo la cadera, rozando su erección. Me levanto un poco, aparto la tela de mi tanga, y dejo que su glande entre, despacio, hasta sentirlo por completo dentro de mí. Cierro los ojos. Echo la cabeza hacia atrás, un gemido se escapa de mi garganta. Me muevo despacio, saboreando cada centímetro. Su mirada está fija en mis pechos que se balancean, en mi cara de placer. Después de unos minutos, siento cómo se corre dentro de mí. No me importa. Tomo pastillas. Me quedo un momento abrazada a él, respirando fuerte. Nos recolocamos. Me subo el tanga, bajo el vestido. Salimos. Su mano se posa en mi trasero, posesiva, mientras me guía hasta la salida. Afuera nos espera el chofer; ninguno de los dos puede conducir. ⸻ En casa Nada más entrar, Dimitri me besa con hambre. Caemos sobre el sofá. Me incorporo encima de él mientras mis manos desabrochan su camisa. Sus manos se cuelan bajo mi vestido, desabrochan mi sujetador, juegan con mis pechos, pellizcando suavemente los pezones. Le bajo la cremallera del pantalón, saco su m*****o, duro y grueso. Lo miro a los ojos. —Quiero que sea fuerte... y duro —le susurro al oído, con una voz que ni yo reconozco. Él arranca mi tanga con un gesto rápido y me penetra de una sola vez. Suelto un gemido, una mezcla de dolor y placer tan intenso que me eriza la piel. Mis caderas suben y bajan, mientras él me sujeta de la cintura, guiándome. Sus labios recorren mi cuello, mis pechos. Me inclino hacia él, beso sus ojos, su nariz, su boca. Sus gemidos se mezclan con los míos, hasta que siento cómo se corre de nuevo dentro de mí. Nos besamos, sin dejar de tocarnos. Me levanta en brazos, aún dentro de mí. Subimos las escaleras a trompicones, casi tiramos un jarrón. No nos importa. Solo queremos seguir. En la habitación, él me tumba boca abajo. Me sube las piernas en tijera. Saca lubricante del cajón de la mesilla. Al notar la punta de su m*****o en mi otra entrada, me estremezco. Al principio duele un poco. Él me acaricia, me susurra que me relaje. Empieza a entrar poco a poco. Un gemido me escapa. Él sigue, hasta que lo tengo todo dentro. Me muevo despacio, haciendo círculos. Siento su respiración agitada, cómo sujeta mis caderas, cómo me penetra hasta lo más profundo. Mis gemidos son cada vez más altos. Su ritmo se acelera. Siento su semen llenándome por dentro. Apenas puedo respirar, pero no quiero que pare. Cuando termina, se aparta. Me tumba boca arriba y empieza a besar mi vientre, mis pechos, hasta llegar entre mis piernas. Su lengua me vuelve loca. Tengo otro orgasmo, corto, pero intenso. Me quedo tumbada sobre él, el pecho subiendo y bajando a toda velocidad. Nuestras respiraciones chocan. —Deberíamos salir más seguido... y probar cosas nuevas —le digo, con una sonrisa traviesa. Él no responde. Se incorpora, me toma de la mano, su mirada arde. —Si quieres probar cosas nuevas, ven conmigo a la ducha... tengo algo que te va a encantar —dice con voz ronca. —Suena... muy interesante —susurro, sintiendo cómo mi cuerpo vuelve a encenderse, casi sin control. Lo sigo. Mis piernas aún tiemblan, pero no me importa. Quiero más. Quiero todo.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR