Emilio
Llevé mis manos a la cabeza, para después tomar a Mila del brazo y prácticamente sacarla de mi habitación.
—¡Pero bomboncito! Está no es la manera de sacarme —dijo ella haciendo pucheros.
—Quiero que te vayas, ahora no estoy de ánimos, mañana te prometo que vamos a cenar —exclame, abrí la puerta e hice un ademán para que saliera de mi casa.
—¡Señor!
—¡Qué maldita sea!, no te parece suficiente con tomarse atribuciones que no te corresponden —grite al ver a Ana detrás de mí, la pobre pego un brinco.
—Disculpe señor, Pero la señorita Mila me obligó, ella pidió que la llevará con usted, yo me negué, pero ella amenazó con decirle a su papá —dijo excusándose.
—¡Largo!, no quiero oírte, ¡Largo! —grite ya exasperado.
—No señor, es que llamaron del centro esperanza, su mamá se puso mal, y piden verlo de inmediato. —Se me vino todo abajo mi mamá es mi mundo mi todo.
No dije nada tomé mi celular y salí como alma que lleva el diablo, no se en cuanto minutos llegue. Mi corazón latía con más fuerza, mis pasos eran firmes y llenos de miedos, de angustia de perder lo único bueno y bonito que tengo rn mi vida.
—Señorita, hágame un favor necesito hablar con el doctor Salvatierra —dije llegando a la recepción.
—Si señor Lennox, el doctor lo está esperando en su consultorio —dijo ella. Sin esperar un segundo moví mis piernas en dirección del consultorio.
—¡Doctor! ¿Qué tiene mi madre! —dije. El doctor levantó su mirada, bajó sus lentes y me indico que me sentará.
—La señora Elena tuvo un ataque de ansiedad nuevamente —dijo caminando de lado a lado mientras yo lo seguía con la mirada. —Solo que está vez fue mucho más fuerte, ella intentó quitarse la vida.
Abrí mi boca de par en par, mientras me colocaba de pie, llevando mis manos a mi cabeza, ella nunca había intentado hacer nada en contra de su vida.
—¿Cómo está ella doctor? —exclamé con mi alma a punto de abandonar mi cuerpo.
—Ella ya está fuera de peligro, hace media hora que despertó y pidió verlo. —Sonreí, y dejé salir un suspiro de alivio, saber que ella está fuera de peligro me llena de paz.
Tenía tantas cosas en mi cabeza, que al entrar a la habitación y verla completamente pálida hizo que una lágrima resbalara por mi mejilla. Saber que ya no queda nada de la mujer que un día fue, elegante, inteligente, hermosa.
Me duele el alma verla en ese estado, estoy seguro que si no me hubiera ido del país, ella seguiría aquí, aquí conmigo y no estaría sumida en ese mundo oscuro que es su mente.
—¿Quien eres? —dijo mirándome fijamente. Camine suavemente hacia ella, tome su manos y la bese.
—Soy yo mamita, tu hijo, me diste un susto enorme, no sabes —dije dejando salir lágrimas.
Ella alzó su mirada y por fin volví a ver su linda mirada.
—Emilio, mi niño, pensé que no te iba a volver a verte cariño —dijo, una de sus manos limpio las lágrimas que salían de mis ojos.
En este mes que llevo en el país, apenas la he visto cuatro veces, y nunca la había visto tan lúcida, tan linda.
—Mamita, ¿Por qué?, ¿Por qué volviste a atentar contra tu vida —dije mientras acariciaba su cabellos rojos.
Sus ojos cambiaron de inmediato, ahora ya no tenían esa paz, ahora demostraban terror, era como si estuviera viendo al mismísimo demonio en persona.
—¡Fue Alberto!, Alberto intentó matarme nuevamente, fue Alberto!, ¡Fue Alberto ! —gritaba desesperadamente, tanto que se quitó todos los cables que tenía a su alrededor e intento colocarme de pie.
—Madre por favor cálmate. ¡Enfermera!, ¡Enfermera! —exclame desesperadamente, una vez mi madre me partía el alma verla si.
—Hijo tienes que creerme fue Alberto, Alberto quiere matarme, por favor sácame de aquí, por favor, si tú no lo haces Alberto me va a matar. —Moví mi cabeza varias veces, se que mi madre está mal de la cabeza, pero tampoco creo capaz a mi padre de tal cosa.
Una enfermera llegó rápidamente, afortunadamente logró ayudar a estabilizarla, camine de lado a lado, ahora mi cabeza estaba vuelta un ocho, no soporto verla así.
—Tranquilice señor Lennox, la señora Elisa se pondrá mucho mejor —dijo la enfermera colocando una de sus manos sobre mi hombro.
—Una pregunta señorita. —Ella asintió. —¿Mi padre ha venido estos días a ver a mi madre? —dije mirando fijamente a mi madre.
—El señor Alberto Lennox estuvo está mañana, ¿le puedo servir en algo más? —dijo ella, abrí mis ojos de par en par, no, no puede ser posible.
Sin pensarlo un segundo tome a la pobre enfermera del brazo y la jale hacia afuera de la habitación, y así poder hablar con ella.
—Señor Lennox, ¿Le sucede algo? —dijo ella mirándome con un poco de terror.
—Si, quiero que me digas exactamente si mi padre entró a ver a mi madre. —La tomé del brazo, e hice que me mirara fijamente a los ojos, reconozco cuando una persona me miente, y quiero saber si ella me dice la verdad.
—Si, el señor Alberto estaba está mañana cuando la señora Elisa intentó suicidarse, él fue quien lo impidió. Ahora por favor suéltame que me estás lastimando —exclamó ella.
La solté de inmediato, y llevé mis manos a la cabeza, mi padre no puede ser tan cobarde como para hacerle daño a la mujer que estuvo con él en las buenas y en las malas.
—Disculpe señorita, no fue mi intención. Quiero que me haga el favor, mi padre tiene rotundamente prohibida las visitas a mi madre, ¡Entiendes! —vocifere.
—Pero señor, yo no puedo hacer eso —dijo ella.
—Es una maldita orden, y si no son capaces de acatar una orden me veré obligado a sacar a mi madre de esta institución y llevarla a otra dónde verdaderamente respeten mis órdenes.
—Está bien señor, en este momento pasaré el informe, si padre no volverá a ver a la señora Elisa.
Volví a la habitación junto con mi madre, quien ya se encontraba totalmente dormida, caminé hacia ella y dejé un beso en la frente, no sin antes prometerle que averiguare absolutamente y si descubro que mi padre intentó hacerle daño a mi madre juro que lo mató.