Perdón de rodillas

1089 Palabras
Antonella Pateé con mucha más fuerza la espalda de Emilio, bueno al menos sirvió para que me bajara. —¡Que te pasa idiota! —grité mientras acomodaba mi pijama. —Joven Emilio es mejor calmarse, la señora Antonella no merece que la traten así —dijo Ana, me giré y vi la cara de terror de Flor. —Es mejor que te calles, y ni se te ocurra abrir tu bocata, o de lo contrario te juro que te quedas sin trabajo —dijo Emilio advirtiendo. —¡Y tú vienes conmigo! Debemos hablar —dijo tomando de mi brazo. —!ya suéltame!, no soy tu muñeca y mucho menos tu títere para que me tomes cuando se te dé la gana —dije jalando mi mano con mucha más fuerza. Abrí mis ojos de par en par al ver que Emilio se giró y dejó ver una mirada de pocos amigos, ahora sí desperté a la bestia. —Tu descuides vienes conmigo o te llevo a la mala —dijo. Me crucé de brazos e hice una mueca. —¡Señor Emilio! Por favor su papá se puede enterar —exclamó Ana apenas dejando ver su cara a un lado de la puerta. —¡Cállate maldita sea! —No voy contigo a ningún lado, eres un egoísta, prepotente, engreído que piensa que puede seguir haciendo lo que se le dé la gana, pues lamento decirle que conmigo no funciona cariño —dije, me giré y empecé a caminar de nuevo hacia las escaleras. Para mí mala suerte el muy cretino de Emilio me volvió a tomar en sus brazos y me llevó a sus hombros. Camino justamente hacia sus habitaciones, cerró la puerta y me tiró a la cama con brusquedad. Mi pecho subía y bajaba con gran fuerza, tanto que mi alma estaba apunto de abandonar mi cuerpo al ver a la bestia venir hacia mi. —¡Eres un cretino! ¿Cómo te atreves a tomarme de esa manera? —exclame, la verdad aunque parezca indignada, me encantó, pero no pienso dejar que él se salga con la suya, las reglas las pongo yo, y no pienso dejar que él me tome las veces que le dé la gana. —Si soy eso y mucho más —dijo caminando hacia mi. Mi mirada viajó justamente hacia al medio de su entrepierna, la cual tenía un bulto demasiado grande, Dios. Me levanté rápidamente de la cama, antes de que él llegara hacia mi, así me muriera por tenerlo dentro de mí, está vez no va ser así, no voy a dejar que me trate como su querida. —¡Emilio ya basta de jueguitos! ¿Qué quieres de mi?, por qué me imagino que no me trajiste a tu habitación solo para tenerme encerrada y mirarme de esa manera —dije rompiendo el silencio, mientras seguía caminando alrededor de la habitación, claro está Emilio no me quitaba la mirada de encima, y eso me encantaba. Su mirada lasciva recorrió de nuevo todo mi cuerpo nuevamente, algo que hizo que estremeciera por completo, Dios, mis piernas se habían convertido en una completa gelatina, y más al ver que se acercaba más a mi. Retrocedí unos pasos hasta que mi trasero golpeó contra el closet, sus manos tomaron mi cintura pegándome a él. —¿Qué me estás haciendo?, ¿Dime qué me estás haciendo? —dijo mirándome fijamente a los ojos, mientras una de sus manos quitaba el mechón que estaba en mi cara. —Emilio ya suéltame —dije en un hilo de voz. Su mirada estaba perdida, al igual que su boca, esa que se acercaba cada vez más a la mía, algo que no podía permitir. Así que sin dudarlo un segundo lo empuje con fuerza, haciendo que me soltara de inmediato, lo cual hizo que su mirada volviera, la misma envenenada que tenía hace unos minutos. —Estas completamente loco, mira cariño no quiero lidiar con un hombre con falta de compresión así que mejor me voy. —Auchh, si no debo decirle eso. —Eso es lo que soy para ti, vaya, vaya, se me había olvidado lo cínica que eres, aún no entiendo cómo fue que pude meterme contigo una mujer tan insignificante, que lo único que le mueve el corazón es el dinero —dijo con su mirada llena de furia. —Si, diste en el blanco, a mi lo único que me mueve es el dinero, para mí el amor hace mucho tiempo murió, le entregué mi corazón a un maldito idiota que no supo valorar, ahora lo único que me importa es el dinero. Mejor me largo no tengo por qué perder el tiempo y menos contigo. —¡Antonella!, ni se te ocurra salir de la habitación o te juro que no respondo. —Me giré al escuchar las palabras de Emilio detrás de mí. —¿Qué? —Lo que acabas de escuchar, ni se te ocurra salir de esta habitación, o te vas a arrepentir —dijo sin quitarme la mirada de encima. —¿Acaso eres idiota?, ¿no ves que estoy empapada?. —Si, me doy cuenta perfectamente, es más, desviste —dijo el muy cretino con una enorme sonrisa dibujada en su rostro. —Vaya que si eres un idiota —dije, y sin dudarlo un segundo giré la perilla para abrir la puerta, solo que el imbécil de Emilio le coloco seguro, ¡Uyyy! —¡Emilio! ¡Dame la maldita llave! —dije caminando hacia él, mis pasos se hicieron largos al igual que mi respiración se hizo más fuerte, Emilio me quiere enloquecer y no se lo pienso permitir. —¡Quieres las llaves?, entonces divorciarte de mi padre y lárgate de mi casa —vocifero el muy idiota. Yo lo mato, respiré profundo, debo mantener la calma, pero me es imposible, ¡uyyy!. —Yo no me pienso divorciar de Alberto, así que quitaré esa loca idea de la cabeza. Y está bien si quieres mantenerte aquí encerrada me quedo, pero de algo si te dejo en claro, nunca, nunca me voy a separar de ti padre —dije firmemente. —Si no quieres las llaves, ¿Cuánto dinero quieres, para que te largues de la vida de mi padre y de paso de la mía —vociferó. Definitivamente lo mató, ¿Quién se cree para ofrecerme dinero? Vamos a seguir su jueguito, y lo voy hacer que me suplique de rodillas ah, y me pida perdón.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR