Capítulo 1.
Estoy nerviosa no puedo evitarlo, ya tenía mis maletas hechas tan solo quedaba despedirme de este antiguo cuarto, de aquel que entre sus cuatro paredes me ha visto reir, llorar y planear mi futuro y hoy llegó. El gran día, el día que he estado evitando por años, pero finalmente ya es hora. La tía Cecyl lloraba desconsoladamente mientras su hermana gemela Mary, me abrazaba fuertemente por última vez.
Hoy era el día en el que dejaba toda una vida aquí y me iría a vivir con mi padre, con su esposa y mi medio hermano. A quién aún no he conocido, pero que según mi padre está ansioso por conocerme. No lo dudaba, de quién si lo hacía era de mi querida madrastra. Pienso que ella verdaderamente no me deseaba en esa casa, pero que lo aceptaba solo por mi padre y porque otras opciones no le quedaban.
– Mel ¿Estás lista?
Hubiese deseado no escuchar aquella pregunta porque ni yo estaba segura de si verdaderamente me encontraba lista para marcharme.
– Si papá – digo forzando una sonrisa en mi rostro, una que no llegó a mis ojos, aunque lo sabía debía hacer esto.
Fue duro despedirse de las tías Mary y Cecyl, ambas lloraban y yo sabía por qué. Luego de tantos años juntas ya nos conocíamos de tal manera que había momentos en los que adivinamos lo que pensaban las otras.
Ellas me entendían y aceptaban mi manera de ser tan liberal e independiente, siempre fui capaz de tomar mis propias decisiones para que así sean mis actos los responsables de mi futuro. Ahora, si a mi padre esto no le agradaba iban a haber asuntos de los cuales charlar. A fin de cuentas, esta también es una decisión mía, aunque me temo que tendré que demostrar mi postura liberal a algunas personas de formas un poco más drásticas que a otras.
– Hija, estoy tan feliz porque vivirás con nosotros, pero debo hacerte saber que Tania es la señora de la casa y que debes seguir sus reglas tanto como las mías. – Yo ya sabía aquello y era justamente por esto que había detenido ese día lo más que pude, pero ahora estaba lista, era alguien adulta que sabía lo que quería y estaba dispuesta a luchar por ella.
Asiento débilmente a mi padre, no lo miré y tampoco le dirigí palabra alguna, estaba perdida en medio de la nada en mis profundos pensamientos. Sabía que mi vida ahora empezaría de cero, pero me he prometido el ser feliz sin importar que. Debo luchar para no caer y si caigo caeré desde lo alto y no desde mis rodillas porque no seré sumisa de nadie excepto de mi felicidad y este es mi pacto con la vida, con mi nueva vida.
El viaje fue largo, muy cansado e incómodo. No esperaba el momento de llegar, hacía tiempo que no viajaba por horas, además, teniendo como compañero de viaje a mi padre que no hacía otra cosa más que mantenerse callado y eso me ponía nerviosa expectante queriendo saber cómo será mi vida de ahora en más. Y con ese pensamiento logré quedarme dormida un par de horas más dibujando escenas de mi vida futura en mis sueños, pero la voz de mi padre me despertó de un salto.
– Mel, levántate por favor – balbucee queriendo continuar mi sueño – Hija despierta, hemos llegado.
Al escuchar aquello trato de ponerme en pie, pero me percato que me encuentro aún sentada en la camioneta, mi padre sonríe acomodando unos mechones que al parecer están alborotados sobre mi rostro ¿Cuánto dormí? ¡Wow! Realmente me encontraba agotada.
– ¿Cuánto dormí? ¿Llegamos?
– Si llegamos, bienvenida a casa.
Al escuchar aquella palabra volteo para ver donde nos encontrábamos y me quedo pasmada, el lugar es increíble lleno de lujos por donde lo mires y hecho para aquellos que estaban tapados en dinero, para los riquillos de ciudad, lo increíble de todo esto es que jamás imaginé que mi padre perteneciera a este mundo que fuera uno de ellos. Jamás me había dado cuenta, en todos estos años supe que no moría de hambre porque siempre ayudó a mis tías con un salario mensual y además, los regalos que traía eran hermosos, pero no creí jamás que en verdad fuera alguien con muchos recursos.
– ¿Esta es tu casa? – pregunto. Aún observaba la enorme reja que dividía la mansión de nosotros. Mi padre toma mi mano y sonríe.
– Cariño, es nuestra casa, siempre ha sido tuya también. Ahora vamos.
Las enormes rejas se abren y un camino de cincuenta metros conduce a la hermosa casa que parecía una de ensueños. En la enorme puerta parado se encontraba un hermoso niño, uno muy adorable y tierno. Él se encontraba junto con una mujer de unos 35 o 40 años, muy atractiva, con un cabello n***o y largo. Ella nos observaba desde la puerta, muy seria ¿Será ella? ¿Esa mujer es Tania?
Al bajar del auto esperé a mi padre para poner un pie en aquella casa, lo quería hacer a su lado así poder sentirme fuerte y no como un pez en pecera nueva. No podía evitarlo mi corazón latía tanto que parecía a punto de estallar, estaba tan nerviosa que no razonaba con claridad en esos momentos; pero todo aquello solo se detuvo cuando unos maravillosos ojos azules tan claros como el cielo se posaron en mí con cierta admiración haciendo que todo a mi alrededor se detuviera, sentimientos que nunca antes creí sentir, me estaba abrumando. Aquel amor que sentía hacía él en todos estos años y sin conocerlo, hoy se maximizaron. Era fuerte y perfecto.
– Mel, quiero presentarte a Jonas, tu… hermano. – En el fondo de mi corazón ya había sabido de antemano que él era mi hermano, pero escucharlo de mi padre logra que unas lágrimas caigan y sonrió enormemente.
No sabía que decir, me había quedado muda aún lo observaba no me cansaba de observar cada detalle suyo y grabarlo en mi memoria. Lo cierto es que nos parecíamos muy poco, pero había algo en esos ojos que sabía que me miraban con cariño. Desvié un segundo mi mirada ya había derramado lágrimas aunque pequeñas y no iban a ser más. Me juré que nadie me vería siendo débil y no quebrantaré mi juramento.
– Hola Melinda – Saluda una voz dulce y suave, sorprendida miro en dirección a la mujer que se encontraba cerca de mi hermano y me doy cuenta que era ella quien hablaba – Soy Magdalena, pero me dice Maggi, es un gusto por fin conocerte.
¡Oh! Vaya, que sorpresa la que me estoy llevando, no era Tania, pero entonces ¿Quién era esta mujer? Aunque creo que no interesa por el momento, es bonita, tiene una voz calma casi angelical. La verdad no me hubiese gustado que fuera mi madrastra, ya que la había imaginado totalmente diferente y Maggi era definitivamente diferente.
– Melinda, Maggi es mi nana – Me dice una voz entre aniñada y dulce, pero a la vez perteneciente a la de un hombrecito y entonces lo miro, veo al dueño de los ojos de cielo y sonrío al sentir que tiene una voz hermosa.
– Así es – confirmó Maggi sonriendo y revuelve el cabello rubio demostrándole que lo amaba.
– Soy Jonas, pero prefiero Joe.
Contesta Mel, te está hablando.
Ok, subconsciente, entiende que estoy paralizada, es mi hermano a quien a penas hoy conocí, estoy un tanto nerviosa, contenta y todo lo demás.
– Me fascina tu nombre Joe – digo para después presentarme yo también – Melinda, pero me agrada más Mel.
Él me sonríe y el verlo sonreír me sorprendió, ver algunos rasgos míos que mis tías siempre me decían, eran únicos. Registro a las personas a mi alrededor Maggi nos observaba con fascinación mientras mi padre claramente ocultaba lágrimas no derramadas hasta que vi que su semblante cambiaba al escuchar unos pasos de tacones aproximarse. Era ella, Tania.
Cuando me doy vuelta para verla nuestras miradas se cruzan, entonces todas aquellas imágenes de mi madrastra imaginaria aparecieron y debo admitir, me la imaginé muy bien. Aquella mirada fría, aquellos ojos oscureciéndose cada vez más mientras me recorría de punta a punta escudriñando.
Estaba claro en su rostro que no me quería entonces mira a su hijo y luego a mí como queriendo entender la situación. Debía retener las ganas de preguntarle si tenía algún problema por eso me miraba de esa manera; no niego, deseaba profundamente salir corriendo nuevamente con mis tías, pero no le daría el gusto a esta mujer. Ahora que la veo y sabiendo que no me desea aquí añorando que regrese, me dan más ganas de quedarme, solo para hacerle la contra.
– Buenas tardes – saludo secamente.
– Me sorprende Josh, finalmente has conseguido traer contigo a tu hija. Me alegro. – Mentirosa. Tus ojos no me dicen eso.
Entonces veo que lo toma a Joe de los hombros y le dice a Maggi con una arrogancia infinita en su voz.
– Maggi lleva a Jonas a prepararle un baño y ropa, tendremos una cena familiar fuera de casa – Me mira ¿Qué trama? – Celebraremos tu llegada, bonita.
– Sí señora – responde Maggi inmediatamente llevándose con ella a Joe que no apartaba los ojos de mí.
Estaba claro que aquí todos hacen lo que ella manda ya que el tono que usó da a entender su autoridad en esta casa. Solo me pregunto si mi padre también es un sumiso suyo.
Luego de que por fin entramos dentro de la casa quedo aún más asombrada, todo era fino y caro para no decir importado de vaya a saber uno de donde. Esta gente sabe gastar. Mi padre me había dejado sola con Tania cuando habíamos llegado a las escaleras que se encontraban en la mitad de la sala o vestíbulo. Lo que sea. A mucha elegancia no estoy acostumbrada.
Recorrimos todo un pasillo largo, pasando varias puertas para luego encontrar otra escalera, pero no tan enorme como la primera, que conducía a un ático, es decir un tercer piso. Realmente era infinita esta casa.
– Bueno Melinda, esta será tu habitación – me dice Tania llegando al último escalón. Me quedo congelada ahí donde estaba.
La última planta era todo un espacio enorme que en el centro de aquel espacio podía ver una puerta. Todo era blanco, pero perfectamente blanco, pero ¿Cómo sería esto mi habitación?
– No entiendo – contesto.
– Bueno, ves la puerta blanca, esa es la puerta hacía tu habitación.
No, esto es enorme y aquí está mi habitación. Increíble.
– La puerta que ves ahí – señala una puerta en una esquina.
– ¿Dónde conduce esa?
– Al balcón que tiene su propia salida y todo esto es tu sala, puedes ordenarlo como te plazca, pero solo te pido que combinen y otra cosa, todo aquí arriba es tuyo por lo que tú tienes que limpiarlo – ¿Qué? – Mis chicas se encargan de la planta de abajo ya que yo trabajo todo el día y Maggi se encarga exclusivamente del cuidado de Jonas y la comida, así que tú te encargas de aquí.
Esto es increíble, no me quejaría de limpiar mi parte, pero solo es que mi parte sería toda una planta, osea una casa completa.
Entramos en la habitación, todo blanco. Paredes, sábanas, almohadas y un pequeño sillón más las mesitas de luz. Todo era blanco, lo demás vacío, no tenía muebles, nada ¿Dónde se supone que guardaría mis cosas? ¿Es una broma? Es obvio que tienen mucha plata, pero no comprarme muebles es algo insólito.
– Espero te guste el lugar, es espacioso e ideal para una chica como tú. Si tienes visitas, tienes tu propia sala y nadie te molestará ¿Qué te parece? – pregunta mi padre asomándose por la puerta con unas almohadas más en sus brazos ¿Cuántas almohadas tendré?
– Trajiste los almohadones, me las había olvidado – me mira – Melinda estas almohadas son muy caras, por favor cuídalas son para cuando tiendes la cama, hacen juego con el edredón que está puesto – ¡Wow! Tanto lujo para una cama, ok.
– Gracias. Y sí, me gustó. – digo, pero la verdad el no tener donde guardar mis cosas no me agrada mucho.
– Bueno Tania, vamos dejémosla prepararse para la cena.