Otras candidatas.

1547 Palabras
POV DE ADRIÁN. La veo dudar con una inquietud palpable en su rostro, y eso hace que la furia se apodere de mí como una tormenta incontrolable, pues ella misma fue quien se ofreció a ser gestante. Ahora percibo en sus ojos una vacilación que delata su inseguridad, una duda que me resulta insoportable dado el contexto de mi situación. ¿Qué absurda idea cruzaba por su mente? ¿Acaso imaginaba que elegiría tener un hijo con ella por un simple capricho momentáneo, y después de lo que pasó? —Si tiene esposa ¿Por qué busca una gestante? —pregunta con un tono que denota cierta impertinencia, lo cual hace que mi impaciencia aumente considerablemente. Dirijo una mirada hacia Diogo, autorizándole silenciosamente a que le proporcione la explicación necesaria. —La esposa de Adrián se encuentra en estado de coma —explica Diogo con su característico profesionalismo médico. —Vamos, niña, necesito que tomes una decisión con prontitud, si aceptas o no la propuesta, porque francamente me estás haciendo perder un tiempo valioso cuando hay otras candidatas aguardando su oportunidad —pronuncio estas palabras con un tono que no admite réplicas. —¿Otras candidatas? —cuestiona con genuina sorpresa. La verdad es que aún no existen tales alternativas, principalmente porque Franco se ha demorado en encontrarlas. De todos los encargos profesionales que le he confiado a lo largo de los años, esta es la primera vez que no me proporciona una resolución expedita. —Por supuesto que las hay. ¿Realmente creíste que eras la única opción disponible? —Me sostiene la mirada con una intensidad desconcertante. En este momento, me resulta casi imposible asimilar que sea ella... la misma persona que se encarga de la limpieza en mi oficina. Sin embargo, la evidencia es innegable. Es ella sin lugar a dudas, poseedora de los mismos ojos expresivos y la misma voz melodiosa que recuerdo. La única diferencia radica en que ha mejorado su apariencia, incluyendo su forma de vestir, pues no tengo memoria de haberla visto anteriormente con ese tipo de pantalones que delinean sutilmente su figura. Sin duda, ha experimentado una transformación notable que la hace lucir... verdaderamente elegante. Al percatarme de que mi observación se ha prolongado más allá de lo apropiado, desvío rápidamente la mirada para encontrarme nuevamente con sus ojos— ¿Y bien? ¿Estás dispuesta a llevar en tu vientre un hijo que legalmente no será tuyo? —Sí, estoy totalmente dispuesta a asumir ese compromiso —responde con una firmeza que no esperaba. —Te quiero ver mañana a primera hora en la empresa. Antes de proceder con cualquier intervención médica, necesito que firmes una serie de documentos legales que protegerán los intereses de todas las partes involucradas. Ahora, te agradeceré que me dejes a solas con el doctor. —Como usted ordene, señor —se retira con paso decidido. No puedo evitar seguir su figura con la mirada hasta que la puerta se cierra tras ella. Inmediatamente, dirijo mi atención hacia Diogo. —Asegúrate de que goce de perfecta salud. —Ya me he adelantado a tus requerimientos y le he realizado algunos análisis preliminares —se acomoda en su sillón ejecutivo y me estudia con intensidad profesional— Adrián, ¿qué te motiva a buscar un hijo cuando tu esposa se encuentra en ese estado? —Era el sueño más profundo de Camila, y quiero que cuando despierte, descubra que una parte de su esencia continúa viviendo —observo cómo Diogo evade mi mirada— ¿Qué sucede? ¿Consideras que mi decisión no es éticamente correcta? ¿Piensas que he perdido la cordura? —Nada de eso. Es solo que... —hace una pausa significativa y esboza una sonrisa enigmática— Mejor olvídalo. —¿Olvidar qué exactamente? —exijo saber— Diogo, sabes perfectamente que detesto que me dejes con la incertidumbre. —Es simplemente que... no me parece del todo apropiado traer un hijo al mundo sin que la madre pueda estar presente activamente en su vida. —¿Estás insinuando que mi esposa no despertará jamás? —le dirijo una mirada penetrante cargada de reproche. —En ningún momento he sugerido tal cosa, pero debes considerar que hasta el momento en que ella despierte, si es que lo hace, ese pequeño crecerá sin la presencia maternal. —Eso no representa ningún problema real —me incorporo con determinación y ajusto meticulosamente mi traje de diseñador—. La presencia de su padre será más que suficiente para su desarrollo integral —sin agregar más palabras, abandono el consultorio de mi amigo y médico de confianza, dirigiéndome directamente hacia mi residencia mientras mi mente procesa todos los acontecimientos del día. POV DE SKY. Llego a casa exhausta después de un día agotador y me lanzo en la cama con las manos y pies extendidos como una estrella de mar buscando consuelo. El techo blanco se convierte en mi punto focal mientras mi mente divaga entre pensamientos turbulentos. Los patrones sutiles en la pintura parecen bailar ante mis ojos cansados, como si intentaran distraerme de la realidad que me persigue. Bufo con amargura al recordar sus palabras, que resuenan en mi cabeza como un eco interminable. La verdad me golpea como una ola helada: él tiene esposa, anhela formar una familia con ella, y yo simplemente seré un instrumento temporal en sus planes. En mis sueños más profundos, me había permitido imaginar un futuro diferente, uno donde podría ser más que una simple gestante, donde mis sentimientos también importarían. Pero la realidad es cruel y clara: solo seré el recipiente temporal que traerá al mundo a su heredero, nada más que un medio para alcanzar su fin. Suelto un suspiro largo y frustrante mientras mi pecho se contrae con una mezcla de dolor y resignación. En ese momento crucial, mi primer instinto fue huir, escapar de es consultorio y nunca mirar atrás. Sin embargo, la ironía de la situación me persigue como una sombra persistente: yo misma me había postulado para este papel. Con aparente seguridad, me presenté como candidata para ser la gestante subrogada, y ahora, retractarme no es una opción viable, especialmente cuando la económica pesa tanto en mi decisión. Si no puedo cumplir mi secreto anhelo de ser verdaderamente la madre de su hijo, al menos la compensación financiera servirá para construir mi propio camino. Mi celular vibra sobre la mesita de noche, interrumpiendo mi espiral de pensamientos. La pantalla se ilumina con un mensaje de Nus, mi persistente amiga, quien una vez más intenta sacarme de mi rutinaria existencia. Debo admitir que mi vida social es prácticamente inexistente; mis días transcurren en un ciclo monótono entre el trabajo y el hogar, como un péndulo que oscila entre dos puntos fijos, sin aventurarse más allá. Nus, con su energía inagotable y espíritu aventurero, nunca se rinde en su misión de animarme a explorar la vida nocturna. Habitualmente, rechazo sus invitaciones para salir de noche, prefiriendo limitar nuestros encuentros a actividades diurnas más tranquilas. Sin embargo, esta noche algo ha cambiado en mí; quizás la necesidad de escape, quizás el deseo de sentirme diferente me impulsa a aceptar su propuesta con un simple mensaje afirmativo. Cuando el sol se oculta y las primeras estrellas comienzan a brillar en el cielo urbano, me preparo para esta inusual salida nocturna. Decido mantener mi aspecto habitual, sin grandes cambios ni artificios. Como señal distintiva para que Nus me identifique fácilmente, me coloco los lentes que ella misma me regaló hace tiempo. Según lo acordado, ella pasará a recogerme. Al salir del edificio, le encuentro absorta en su teléfono móvil, sentada en su auto. Me detengo un momento para observarla, notando cómo su figura se destaca bajo la luz tenue de las farolas. El momento de contemplación se interrumpe cuando decide llamarme, preocupada por mi aparente tardanza. —Vamos Mary, ¿a qué hora sales? —su voz impaciente resuena tanto en el teléfono como en el aire nocturno mientras me aproximo sigilosamente a su vehículo. —Ya estoy afuera —respondo con cierta diversión, observando su reacción confundida. —¿Dónde que no te veo? —pregunta, girando la cabeza en todas direcciones menos en la correcta. —Estoy aquí, solo mira de nuevo a tu derecha —le indico. Sus ojos finalmente me encuentran, comenzando un recorrido visual desde mis pies hasta mi rostro. La sorpresa se manifiesta en un gesto dramático mientras cubre su boca con ambas manos. —¿Tú? ¿Tú eres Maritza? —exclama con incredulidad. —¿No se nota? —ajusto mis lentes con un gesto casual. Ella niega repetidamente con la cabeza. —No... no lo creo —sale precipitadamente del auto y rodea el vehículo hasta quedar frente a mí, estudiándome con desconfianza— ¿Qué le hiciste a mi amiga? Has robado sus lentes, su celular —me acusa con preocupación y hostilidad. —No... Nus, no he robado nada, soy yo. Soy Maritza —insisto mientras ella continúa su escrutinio minucioso. Ante su evidente incredulidad, decido revelar uno de nuestros secretos compartidos, consciente de que debo actuar rápido antes de que sus instintos de boxeadora se manifiesten. —¿También le robaste nuestros secretos? ¡Oh, qué perra! —exclama con indignación creciente.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR