Un encuentro de Amor

Malcon Beile no tenía mucho de llegar a la ciudad tras viajes de negocios, que habían durado suficiente tiempo como para que la civilización se olvidara de sus apellido, pero siendo el duque de Rochestei, tenía por desgracia o fortuna el honor de estar, por su estatus social, en mente de medio Londres, por lo que las invitaciones a cenas, bailes y veladas no cesaban de llegar. Esa noche tras ingresar a la primera velada a la que asistieron abriendo su temporada, Malcon junto a su extrovertido hermano de 25 años, Williams y el callado y serio hermano menor Francisco de 23 años de edad, llamaron la atención de todo el salon que no dejaba de observarlos y saludarlos reverentemente como si se tratara del mismísimo rey. El se consideraba a sí mismo como un hombre que le gustaba ser correcto, la ley ante sus ojos era lo más importante y la obediencia y lealtad a su rey eran incuestionables, razón por la que su nombre junto al de su hermanos y caballeros como lo eran el marqués de Amstrong y el conde de Cairbag y algún que otro barón, eran considerados lo solteros más aclamados de la temporada por todas aquellas jovencitas con el sueño de casarse y convertirse en las amas y señoras de grandes propiedades y lujos, que buscaban llamar su atención. Y por más extraño que sonara, el estaba dispuesto a hacerlo, sabía que a sus 27 años debía tomar la responsabilidades que se le fueron dadas al asumir el título por lo tanto su disposición ante sus deberes deben cumplirse y una de ellos era conseguir a un mujer con el suficiente intelecto y amabilidad como para mantener su hogar en orden y poder darle un hijo. Eso no quería decir que no disfrutará el estar soltero, contaba con el servicio de jóvenes viudas que eran discretas a cambio de joyas y vestidos, aun asi tenia que cumplir responsabilidades y por ello se encontraba en esa velada. Ahí fue cuando la vio La única mujer que miraba el balcón en vez de mirarlos a ellos, la única que se mantuvo al margen y la única que escapó al ver la oportunidad en bandeja ante su llegada. Intento no ceder ante el impulso que tenía de averiguar de quién se trataba, pero tras pasar algunos segundo decidió por primera vez en su vida romper una regla y salir a conocer a tan despampanante jovencita que había llamado su atención. cuando llegó al balcón se llevó la sorpresa de encontrar una hermosa mujer de cabello marrón y que portaba un vestido celeste, sollozando. Nunca había soportado escuchar a una mujer llorar, es decir llorar de enserio como lo estaba haciendo aquella joven delante a sus ojos, no como cuando su madre, su hermana o alguna de sus amantes lloraban falsamente intentando conseguir algo a su favor. Y la pregunta salió de sus labios sin siquiera proponérselo realmente - no entiendo como una dama tan bella puede estar sollozando en un balcón solitario, cuando podría por su hermosura estar rodeada de caballeros que le halaguen y la lleven a bailar- aquella dama se sobresaltó y se dio la vuelta perdiendo en el camino el equilibrio, resbalado, pero antes que ella pudiera tocar el suelo Malcon había cortado la distancia que los separaba agarrando suavemente sus caderas y su brazos para evitar su caída. inmediatamente la soltó con delicadeza sabiendo que si eran encontrados asi, podria ser perjudicial para el honor de la dama, se alejó unos pasos carraspeó y volvió a hablar - lamento haberle asustado de esa manera, me presento mi nombre es Malcon Bailei duque de Ronchestei- Vio como ella pestañeaba como saliendo de una ensoñación y luego realizaba una pequeña venia - lady Elizabeth Cromwell hija del duque de Hamingston-dijo El sujetó la mano que ella le ofrecía enfundada de unos finos guantes y la beso para luego soltarla suavemente, lady elizabeth prosiguió- y no se preocupe a sido mas bien culpa mía, por haber girado de aquella manera.- luego de ello hizo una venia de despedida- me retiro- y salió del Balcón antes que Malcon pudiera pronunciar palabra alguna y dejándolo con la intriga acerca de aquella dama y su sollozo.