La mano en el fuego

Pasé mi niñez en un barrio obrero viviendo con mis dos madres y mi hermano. Tener dos madres lesbianas no es fácil, y más estudiando en un colegio filocatólico. Tuve suerte de que había un par de compañeras que vivían en el mismo barrio y no me juzgaban como el resto del colegio. Es verdad que, al principio, cuando entendían porque tenía dos madres se extrañaban, pero luego la relación era de los más normal. Bueno, casi normal, porque cuando me di cuenta que Raquel, la que vivía a solo un par de bloques, miraba embobada a mi hermano, procuré no coincidir con ella. No era mala chica, sólo que mi hermano me parecía un héroe de película, alto, guapo y altruista, no quería a tan poca cosa cerca de él. Al llegar al instituto perdí totalmente el contacto con la gente del colegio, además entré en los Scouts con mi hermano, y solía divertirme de forma distinta a la gente de mi barrio. Comencé a tener amigos de barrios más acomodados y solía salir con ellos, a parte de las actividades de los Scouts. Crecí y fui a la universidad, pero volver a casa de mis madres en las vacaciones me frustraba, el barrio cada día era más conflictivo y la delincuencia apareció. No me gustaba ver mi barrio tan cambiado, así que me decidí por la academia de policía. Ingresé, oposité y saqué mi puesto como Policía Nacional destinada en Andalucía. Al principio me gustó patrullar, la vida en ese lugar era tranquila y a su ritmo, hasta que un tiroteo en Cádiz entre bandas organizadas que pasaban droga en el estrecho de Gibraltar acabó con la vida de mi compañero, con el que había comenzado hacía poco una relación amorosa. Era mi primer novio formal y me destrozó. Estuve varios meses de excedencia, los pasé en casa de mis madres y vi a Raquel. En aquel momento mi hermano ya se había separado tres veces, siempre dejaba a mis cuñadas con niños pequeños y les pasaba una pensión tan mínima que era irrisoria. Creo que lo que mi hermano quería era vivir como cuando tenía veinte años, sin cargas ni ataduras. Una de las veces que vi a Raquel de lejos me di cuenta que no era mala persona. Ella no se había casado, pero parecía una mujer normal, trabajadora y ocupada de los suyos en mitad de este barrio de mierda, y me alegré no dejarla que se acercara a mi hermano, pero esta vez por su bien. Volví al trabajo, pero esta vez quería luchar contra lo que mató a Javi, las bandas organizadas. Comencé a formarme y ascendí, conseguí ser inspectora y gracias a mi trabajo llegué a Teniente en el departamento de crimen organizado y asociación ilícita. Hace un par de años que dejé Cádiz y ahora estoy en la central, en Madrid. He dejado el menudeo de la zona y ahora me muevo entre peces gordos. Los capos sicilianos, la Bratva y los gobernantes árabes con su propia mafia son el centro de nuestras investigaciones, sobre todo la familia Pesci. Los Pesci son originarios de Sicilia, pero su lugarteniente en Madrid vino desde Roma. Nero Bocenati tiene un pasado complejo y es meticuloso, es casi imposible relacionarlo con ningún crimen violento, aunque si financiero, pero esto no es el Chicago de los años veinte y no podemos pillarlo simplemente por eso, porque su legión de abogados nos fundiría a demandas. Lo raro de este clan es que tiene dos segundos al mando. Uno es Andrea Ochipinti, tío de Nero. Se dice en los “mentideros” que Andrea mató a la madre de Nero y este le ha castigado trayéndolo a España para pagar su deuda con trabajo. El otro segundo es Enzo Deluca, su primo, hijo. Bueno, nieto, porque es el tercero. Es sorprendente que esté bajo las ordenes de Nero, en vez de la de su padre, que se llama igual y está al cargo de la Familia Pesci en Andalucía Occidental. También hay rumores sobre esto, le mandó con Nero por lo despiadado que era, ya que Enzo le contradecía en todo y temía que diera un golpe de estado. Todos ellos tienen relaciones complejas y mi despacho tiene una gran pizarra con sus fotos y líneas de colores que marcan las alianzas y los conflictos. Mis compañeros dicen que estoy obsesionada con ellos, pero es que eran italianos los que cruzaron disparos con los traficantes cuando Javi murió. En la misma liga, con alianzas y guerras están las otras mafias, pero yo me he especializado en la italiana. Mi venganza personal es contra ellos. –Jefa, ¿tú no vivías en este barrio de joven? – El cabo cañete, mi compañero, bajito y calvo me saca de mi lectura del informe de intervención en una fiesta ilegal financiada por Nero Bocenati. Miro las fotos de varios miembros de la Familia Pesci en mi barrio y me estremezco, no me gusta que estén allí. Sigo mirando las fotos y no puedo creer lo que veo. Raquel, mi amiga de la infancia hablando con el mismísimo Nero. Bueno, estaré atenta a esto, si hace falta la salvaré de este tipo, como lo hice de mi hermano.