La mañana filtraba su luz pálida a través de los ventanales del despacho, y el aroma del café recién hecho flotaba en el aire con la misma arrogancia con la que Lena había entrado minutos atrás. No pidió permiso. Nunca lo hacía. Su figura se recortaba contra el marco de la puerta con esa mezcla suya de desafío y despreocupación.
Llevaba un conjunto ajustado, rojo oscuro, casi vino. Un body de encaje bajo un blazer entallado que no abotonaba, como si dejara claro que no tenía nada que esconder. La falda de cuero, hasta las rodillas, moldeaba sus caderas generosas sin pedir disculpas por ellas. Las medias negras con costura trasera y los tacones afilados completaban la estampa de mujer que no temía ser mirada. Y lo era. Todo el tiempo.
Ese día decidió despojarse un poco de la apariencia ab
