Eres un idiota
Narra Bianca
Pasado...
–Vamos Bianca, anímate un poco—dijo papá.
Sonreí solo para complacerlo.
—Está bien papá–dije tratando de acoplarme a la fiesta, aunque estaba aburrida como siempre, el mejor amigo de mi padre y rival en negocios era el anfitrión. Los Torres eran muy amigables, excepto por el idiota de su hijo menor: Alejandro. Me llevaba un par de años, pero era un mujeriego.
Lo vi tocarle el trasero a una chica, la cual ya había visto antes. La tomó de la mano y la llevó a otro lugar. Por mi parte también me aleje de todos para buscar paz, estas fiestas no eran para mi, la casa era enorme y siempre me perdía. Solo pude escuchar un ruido lejano, miré a mi alrededor y no había nadie más. La curiosidad me ganó y me acerqué al sonido, cuando estuve mas cerca pude escuchar que eras gemidos de mujer. En ese momento me detuve en una curva. Podría ser el idiota de Alejandro o bien otras personas. Si me veían ahi me daría vergüenza porque pensarían que estaba espiandolos. Retrocedí mis pasos y me acerqué a un balcon que estaba cerca. La luna estaba hermosa, su luz daba esa paz que estaba buscando. Suspiré y me olvide de todo a mi alrededor. Poco después escuché unos tacones que se acercaba rápido, solo vi una figura de mujer pasar rápidamente, y luego de eso la sombra de un hombre, este se acercó al balcón.
–¡Mierda!–susurré, me habían descubierto estando tan cerca de la escena de sexo de unos desconocidos.
***
Narra Alejandro
Despues de llevar a Belkis a un lugar mas privado, y tener sexo, ella se marchó. Poco después sali al pasillo, pero justo en un balcón cercano había una mujer, pense que era Belkis que se había quedado, pero no era ella. La luz de la luna iluminó a esa persona era:
Bianca. No pude evitar mirarla.
Por mucho que la odiara, seguía siendo un hombre con ojos, y Bianca sí que había madurado. Tenía unos senos increíbles. ¿De dónde demonios habían salido esas curvas? Carraspeando y quitándome de la cabeza la idea de que ella estaba buenísima, fruncí el ceño.
—¿No estabas en la fiesta? ¿Me estás acechando?
Bianca irrumpió en mi vida cuando yo tenía siete años y ella cinco, después de que nuestros padres se conocieran y se hicieran mejores amigos. Crecimos en el mismo barrio, fuimos a las mismas escuelas y nos movíamos en los mismos círculos sociales. No pude escapar de la pequeña chismosa.
No te hagas ilusiones. Solo intentaba escapar de la multitud. Supuse que te llevarías tu última conquista a tu habitación o a un armario de escobas o algo así. ¿Cómo iba a saber que te la ibas a follar cerca de aquí? Qué asco.
Con las mandíbulas apretadas, recé por tener paciencia.
—Podrías haberte ido en cuanto nos oíste, pero te quedaste a escuchar. Chica sucia, ¿te excita escuchar y ver a otros follar...?
—Cállate, eres un irresponsable. La próxima vez, búscate una habitación.
–¿Quién eres tú para hablar de irresponsabilidad? ¿No tienes doce años? ¿Por qué no corres con papá y me dejas en paz?
—Ya casi tengo diecinueve, idiota–dijo acercándose un poco mas a mi.
Sí, lo sabía, pero intentaba crear una imagen de ella mucho más joven para que mis ojos errantes dejaran de posarse en su escote.
–Felicidades, ahora vete.
—Vete tú.
—Esta es mi casa—dije.
—Entonces, ¿porque mejor no buscas en la fiesta a otra tonta que puedas follar ?–preguntó
Estabamos cara a cara. No tenía ni idea de cómo habíamos llegado a estar tan cerca. Nuestras discusiones solían volverse intensas. Sus palabras siempre penetraban mi capa protectora de despreocupación. No sabía por qué siempre dejaba que me afectara. Quizás porque Bianca siempre decía la verdad. Siento un poco de respeto por su honestidad, aunque fuera francamente desagradable al decirla.
—¿Sabes qué, Bianca…?—no tenía ni idea que decir.
Bajé la cabeza y le tapé la boca con la mía. No sé cómo ni por qué sucedió. Quizás fue porque estábamos tan cerca que parecía lo correcto en ese momento. O quizás fue porque, al abrir la boca para insultarme, me di cuenta por primera vez de lo carnosos y sensuales que eran sus labios. Me preparé para un rodillazo en la ingle. Sorprendentemente, respiró hondo y luego se volvió dócil.
Solo entonces profundicé el beso. Se sentía... bien. Así que la rodeé con un brazo por la cintura y la atraje hacia mí. Se tambaleó y se estrelló contra mi pecho con un gemido bajo y sensual que me puso el pene en posición de firmes. Sus suaves labios se separaron y mi lengua se abalanzó para explorar su boca. No estoy seguro de cuánto tiempo estuvimos allí, prácticamente devorándonos. Fue la ligera presión de sus palmas contra mi pecho lo que me devolvió la conciencia y aparté mis labios de los suyos.
—¿Qué estamos haciendo?—Sus ojos estaban muy abiertos y su pecho subía y bajaba rápidamente.
—Yo...—¡Dios mío! Estaba de pie bajo la luz de la luna, besando precisamente a Bianca Córdoba. El horror me invadió y aumentó.
Parecía aturdida, incluso se tambaleó un poco, pero entonces la nube de confusión, y me atrevería a decir de deseo, se disipó de sus ojos. El hechizo se rompió. Ella me abofetio.
—¿Cómo te atreves a poner tus sucios labios sobre mí?
—Qué gracioso. Estoy bastante seguro de que lo disfrutaste porque me devolviste el beso.
—No... —se sonrojó y me tocó sonreír con suficiencia. Dio un paso atrás y respiró hondo.
—No te hagas ilusiones, Bianca. No es que lo disfrutara. Simplemente no sabía qué más hacer para callarte.
Quizás fue mi imaginación, pero vi un destello de decepción en sus ojos, rápidamente reemplazado por un desdén puro. Se limpió la boca con el dorso de la mano.
—Errs un idiota. Si vuelves a hacer algo así, te quedarás sin un testículo.
Sentí una sonrisa dibujarse en mis labios. Dios, qué graciosa era a veces.
—Apuesto a que lo disfrutaste. Una mojigata como tú probablemente no recibe muchos besos. Sabes, Bianca quizá si tuvieras sexo de vez en cuando no estarías tan tensa.
Casi gruñó y me dieron ganas de reír.
—Me alegro tanto de irme. Al menos podré descansar de ti.
—Así es, te vas a la universidad fuera del estado—eché la cabeza hacia atrás y suspiré aliviado.
Entrecerró los ojos y dio otro paso atrás.
No pude evitarlo. No sabía por qué disfrutaba tanto excitándola. Quizás era la forma en que sus ojos, ya oscuros, se oscurecían hasta convertirse en orbes de obsidiana lo que me gustaba ver.
—Tranquilo, Alejandro pasará mucho tiempo antes de que tengas que volver a verme.
¿Fue dolor lo que vi en sus ojos antes de que se marchara furiosa? Imposible . ¿Por qué me sentí tan insatisfecho con su reacción? ¿Había perdido la cabeza? Tantas preguntas. Frotándome la cara con una mano, decidí en ese mismo instante olvidar el incidente. Dejé de pensarlo dos veces, eso fue todo. Tragué saliva mientras veía a mi némesis alejarse, con sus tacones resonando en las baldosas impecables. Sentía demasiado besar a Bianca y estaba decidido a enterrar esos sentimientos indeseados tan profundamente que nunca verían la luz del día.