Capítulo 4
— ¡Oh sí! — grito, alzando los brazos — ¡Gané!
— ¿Puedes hacer menos ruido? — pide Minnie, sentada en el piano blanco — Intento practicar para mi recital…
— Falta mucho para tu recital…
Le recuerdo, rodando los ojos.
— Igual debo de practicar…
— Pues ponte audífonos
Regreso la vista a la computadora.
— Tú ponte audífonos, esta es mi casa y yo mando…
— Sigue soñando Conejo, el que manda siempre soy yo…
— ¡Eres insoportable!
Minnie me lanza una bola de papel, la evito con un movimiento de la mano. Los años han pasado, ahora tenemos diez años. Minnie y yo seguimos siendo muy buenos amigos, aunque últimamente es un poco desesperante ¡Es que ella siempre quiere estar pegada a mí! ¡No me deja ni siquiera jugar con mis amigos! Tyler ama bromear diciendo que Minnie es mi goma de mascar personal, adherida a mi zapato por la eternidad. A veces quisiera que ella me dejase solo, pero luego hace sus pucheros manipuladores y se me pasa ¡Es que es insoportable! No sé por qué sigo siendo su amigo…
— ¿Ya hiciste la tarea de matemáticas?
Pregunto de pronto, conectando los audífonos.
— Sí — contesta ella — La tuya también, están en mi habitación…
— Bien…
La miro, se acomoda los lentes, su cabello lacio cubre su rostro. Ella no ha cambiado nada, salvo que ya no parece una bolita como en el pre—escolar, aunque no es tan bonita como las otras niñas. Minnie me recuerda a la mujer fea de esa película japonesa que vimos, la que tenía los cabellos en la cara y mataba a todos los que entraban en su casa. Creo que estoy siendo malo, no es que Minnie sea fea… es solo que no es tan bonita como las chicas de la escuela.
— ¿Irás a mi recital de piano?
Pregunta, ruedo los ojos.
— Ya te dije que sí — miro la pantalla — Me lo has repetido al menos unas veinte veces…
— Es que no quiero que lo olvides
— No se me olvidará…
Vuelvo a rodar los ojos.
— ¿Lo prometes?
La miro, tiene el meñique alzado.
— Lo prometo…
Me levanto y camino hacia ella, enredando mi dedo, Minnie sonríe. Me siento a su lado y ella al instante abraza mi brazo izquierdo. Es un poco molesto… odio que haga esto… pero estamos en su casa y supongo que en privado puede hacerlo…
— ¿Quieres oírme?
Pregunta Minnie, me encojo de hombros, ella comienza a tocar. Minnie y yo vamos a clases de música desde los seis años. Ambos tocamos el piano, pero yo no fui seleccionado para tocar en el recital pese a que soy el mejor, la razón fue porque golpeé a un niño con un trombón… ¡Fue una broma! No esperaba que su nariz sangrase y asustara a todos…
Miro a Minnie, ella tiene una sonrisa dibujada en el rostro mientras toca. A ella le apasiona la música tanto como a mí, es una de las tantas cosas que tenemos en común. Algún día seré famoso y me iré de gira por todo el mundo, luego regresaré a América a ver a Minnie dirigir la sinfónica ¿Seguiremos siendo vecinos para entonces? Conforme vamos creciendo las personas cambian y algunas se alejan, como los padres de Minnie que se están divorciando. Pero mis padres no se están divorciando, y Harry sigue igual de enamorado de Esmeralda como hace años, ahora tienen dieciséis y él se la lleva en su auto a recorrer la ciudad en citas ¿Mi amistad con Minnie soportará los años…?
— ¿Vamos por un helado?
Pregunto, ella termina de tocar.
— Pero es sábado de pizza y caricaturas…
Me recuerda. El tercer sábado de cada mes es de pizza con caricaturas. El primer viernes de cada mes vamos a los juegos y nos gastamos todo nuestro dinero en un torneo de hockey de mesa. Y todos los domingos es “Día del Mejor Amigo”, solo por ponerle un nombre a algo que hacemos a diario: Estar juntos. Tal vez mi amistad con ella pueda soportar los años…
— ¿Y eso evita que podamos ir por un helado? — ruedo los ojos — Vamos Conejo, yo invito…
— Bueno… — saca su teléfono, un enorme cuadrado rosado con teclas plateadas — Le mandaré un texto a mi mamá…
— Apúrate… — tomo mi casaca — Antes de que Esmeralda venga y no nos deje ir ni a la esquina
— ¡Listo! — Minnie sonríe — ¡Vamos!
Toma mi brazo izquierdo con fuerza, ruedo los ojos. Salimos de la casa, agosto es cálido en California, me gusta el sol y poder ir a la playa. Una vez Minnie y yo entramos en un concurso de castillos de arena y ganamos un premio: Un mes de helados gratis en la “Heladería Abuelitos”. Desde entonces esa se ha vuelto nuestra heladería preferida ¡Es que hacen los mejores helados del mundo! Su helado de galletas y crema es el mejor ¡Y lo mejor! Todos sus empleados son ancianitos jubilados ¡Son los hombres más amables del mundo!
— Hay una transición que no me sale bien… — comenta mientras yo me las ingenio para abrir la puerta con una sola mano — Tú eres mejor pianista que yo… deberías de estar en mi lugar
— Lo sé — nos sentamos en nuestra habitual mesa — Pero lamentablemente, George no soporta una broma y fui suspendido…
— Daniel… — la miro — Lo golpeaste en el rostro con un trombón, por dónde rayos era una broma…
— Él no debió intentar robarse mi puesto…
— ¿Él no toca el cello?
— Es el mejor con el cello, y solo puede haber un “Mejor” en esa aula…
— Eres un presumido
Minnie se ríe.
— ¡Oh! ¡Son mis mejores clientes!
Saluda nuestro abuelito habitual.
— Hola Abuelo Carl
Saludamos al unísono.
— Déjenme adivinar… — el abuelito nos mira — Galletas y crema doble con extra de chocolate y un brownie encima, y… — Minnie suelta una risita — Limón y vainilla con virutas de galleta porque juntos forman…
— Pai de Limón
Contesta ella, sonriendo al máximo.
— Enseguida mis nietitos…
— Amo este lugar…
Sonrío, intentando zafar mi brazo, ella tira de mí para evitar soltarme.
— Aunque ya no nos den los manteles con jueguitos
Minnie toca la mesa, yo solo sonrío, a veces Minnie puede ser muy infantil.
— Es que ya crecimos…
Ambos nos miramos, Minnie hace un puchero.
— Seguimos en la primaria… — hace un mohín — Quiero mi mantel con jueguitos…
— ¡Hola!
Alzamos la mirada ¡Por los Conejos! ¿Y este qué hace aquí?
— Hola Joseph… — saluda Minnie, soltándome — ¿Cómo has estado?
— Bien… — el recién llegado sonríe — Vine con mi hermano y mi padre…
— Nosotros vinimos solos porque somos grandes…
Me cruzo de brazos.
— En realidad… — Minnie intenta tirar de mi brazo izquierdo — Daniel tuvo la idea de venir pese a que hoy es…
— Pizza y caricaturas… — Joe sonríe, lo miro con el entrecejo fruncido — Lo mencionaste ayer en el recreo…
— Sí… — Minnie sonríe — ¡Wiii! ¡Helado!
— Aquí tienen mis pequeños nietitos…
El abuelo Carl deja los helados en la mesa.
— ¿Ya te vas?
Le pregunto a Joe, este solo me mira.
— Sí… — sonríe — Nos vemos el lunes…
— Adiós Joe
Se despide Minnie.
— Que la fuerza te acompañe…
Le dedico una última mirada, se va.
— ¿Por qué siempre eres tan malo con Joe?
Pregunta Minnie.
— No soy malo — frunzo el entrecejo, tomo mi brownie y le doy una mordida — Es solo que es tan… tan… desesperante, se cree la gran cosa…
— Y te llamó “Miedoso” a los cuatro años…
— Y osó llamarme “Miedoso”
— Pero Dany… — Minnie abraza mi brazo izquierdo, me mira y agita sus pestañas — ¿No es tiempo de superarlo?
— Ya lo superé… — sonrío — Y lo supero todos los días en cualquier cosa que él haga…
— Vivir en constante competencia no es bueno…
Minnie hace un puchero.
— No compito — como una cucharada de helado — Competir es para saber quién puede ganar, pero yo sé que ya gané así que no hay por qué competir…
— Dany…
— ¿Qué…?
La miro, ella me sonríe.
— ¡Eres tan presumido! — se me lanza encima y comienza a darme besitos en la mejilla — ¡Eres mi lindo y presumido Daniel! ¡Pero así te quiero!
— ¡Conejo! — grito, viendo como algunas personas se ríen de nosotros — ¡Detente!
— Lo siento… — Minnie sonríe, volviendo a abrazar mi brazo — Es que eres tan lindo cuando presumes…
— Sí… lo que sea…
Comienzo a comer mi helado ¡Santos Conejos! ¡¿Por qué Minnie debe de ser una lunática?! Debo de volver a hablar seriamente con ella, volver a decirle lo que se puede y no hacer ¡Sobre todo en público! De todas las niñas en las que pude caer encima ¡¿Por qué tuve que caer encima de ella?!
Terminamos el helado y pago la cuenta. Regresamos a su casa, ella no deja de hablar acerca de la transición en la que tiene dificultades y que debo de ayudarla ¡Ella me desespera! A veces siento que no tiene más vida además de mí ¡Debería de conseguirse un nuevo amigo! Tal vez esa sea la solución a mis plegarias. Entramos a su casa, por suerte Esmeralda aún no llega, de lo contrario nos regañaría por salir solos…
— Muero de hambre…
Se queja Minnie, encendiendo el televisor.
— Sí… el helado no llena…
— Cocíname algo… — pide, abrazando mi brazo izquierdo ¡Quiero mi brazo de vuelta! — Por favor…
— ¿Qué tan difícil puede ser hacer pasta? — pregunto, caminando a la cocina, arrastrando a Minnie — La salsa ya está preparada y solo hay que hacer fideos…
— ¿Y después pedimos pizza?
Miro a Minnie.
— ¿Y si le ponemos los fideos a la pizza?
— ¿Será rico?
Pregunta, mirándome con una ceja alzada.
— ¿Qué se yo? — tomo el paquete de fideos y los lanzo a una olla — Pero comida es comida
— Bueno…
Acepta, sonrío. No hay nada que no me salga bien, todo lo hago estupendo, y cocinar es una de ellas, aunque lo único que sé preparar hasta ahora es papas fritas y hamburguesas. Minnie sabe hacer galletas, le salen ricas, aunque algo tostadas…
— ¿Daniel…?
Pregunta una voz detrás de mí, abro al máximo los ojos.
— Oh Dios… — me giro — Olvidamos a Henry de nuevo…
— Esta vez fue tu culpa…
Susurra Minnie, tomando a mi pequeño hermano en brazos. Él, ese mocoso de cuatro años, es la razón por la que me regañan a cada rato ¡¿A quién se le ocurre dejarme a cargo de Henry?! Yo debería de castigar a mis padres por obligarme a cuidarlo.
— ¿Qué sucedió Henry…?
Pregunta Minnie.
— Desperté y no estaban… — abraza a Minnie, luego me mira — Le diré a mamá…
— Tú te callas — le apunto con mi cuchara de madera — Aquí no pasó nada y tú solo soñaste que te dejábamos solo…
— ¿Y qué me darás a cambio?
Henry sonríe, cruzándose de brazos.
— Pues…
— Dani te dejará jugar con su Play Station
Completa Minnie sonriente.
— ¡¿Estás loca?! — la miro con horror — ¡Conejo!
— Y te dejará jugar su partida de Crash… — Minnie deja a Henry en el suelo — ¿Trato?
— Mmmm…
— Vamos… ¿Por mí?
Minnie agita las pestañas, Henry suelta un suspiro.
— Etá bien — acepta — Eres muy bonita, Minnie…
Me cruzo de brazos, ruedo los ojos.
— Ahora vete a ver televisión…
— Deberías ser más amable con tu hermano…
Dice Minnie, sentándose en una silla.
— Debería…
— Tu mamá te castigará si se entera que olvidaste a tu hermano de nuevo — ruedo los ojos, es cierto, maldito mocoso — Y las cosas serán peores para ti…
— ¡Pero mi Play…!
— ¿Perderás o ganarás el Play si Henry te delatase? — pregunta Minnie, abrazándome — Si no lo hacías perderías el Play de todas formas…
— Sí… — me aparto — Quizá tengas razón, quisiera que ese mocoso se perdiera…
— No digas eso… — Minnie hace un mohín — Henry es lindo…
— Sí… como no…
Ruedo los ojos.
— ¿Ya están los fideos?
Pregunta, tomando la lata de salsa de tomate.
— Supongo… — miro mi olla humeante — Creo que sí…
— Pues hay que escurrirlos…
— Sí…
— ¡¿Qué huele en la cocina?!
Cierro los ojos.
— Tú hermana llegó…
Susurro.
— ¡¿Qué hacen?!
Pregunta Esmeralda, entrando junto con Harry.
— Cocinando…
Contesta Minnie, sonriente.
— ¿Y a ti quién te dio permiso de cocinar en mi casa? — Esmeralda apaga la estufa — Pudiste volar la casa en pedazos…
— ¿Por qué tu novia cree que soy idiota?
Pregunto, mirando a mi hermano.
— ¿Será que a veces eres imprudente?
Harry me mira y se encoge de hombros.
— ¿Imprudente? — lo miro con indignación — ¡¿Yo…?!
— Sí Daniel… — Harry comienza a poner la mesa — Tú… ¿Y Henry?
— En la sala… creo…
Me cruzo de brazos.
— ¿Lo volviste a dejar solo en casa?
Harry sale de la cocina.
— Creo que sacrificaste tu Play por las puras…
Susurra Minnie, soltando una risita.
— ¡Tú lo sacrificaste! ¡Conejo! — Minnie comienza a reír — ¡Te voy a hacer a la parrilla si me castigan!
— No, porque fue tu idea ir a la heladería… — Minnie agita las pestañas — Y nunca me harías daño… ¿Cierto?
— Lo estoy pensando seriamente, Conejo — ruedo los ojos — Mejor comamos, muero de hambre…
— ¡Y entonces desperté! — llora Henry en brazos de Harry — ¡Y no había nadie!
— ¿Qué más?
Pregunta Harry, sentando al mocoso en la silla.
— Y luego… — Henry me mira, curva ligeramente la comisura de su boca — Bajé las escaleras y vi a Dany y a Minnie… — abro al máximo los ojos, el mocoso tiene una mirada siniestra — Besándose…
— ¡¿Qué?!
Grita Esmeralda… una cuchara impacta contra mi cabeza…