Clare
Ha pasado una semana desde primera vez que me deslumbré con la mirada penetrante de Lyam. Durante este tiempo, no lo he vuelto a ver porque estos días ha sido un completo caos en las prácticas y no he llegado temprano a casa para fijarme si lo veo por allí. Hemos entrenado más de lo normal porque hoy nos enfrentaremos a otra escuela y la entrenadora nos presiona mucho cuando se acerca un juego. Estoy exhausta, pero con la adrenalina a mil por el juego de hoy.
Salgo de mi habitación y me dirijo a la cocina.
—Buenos días, mamá —la saludo.
—Hola, cariño ¿cómo estás? ¿Preparada?
—Sí, todo listo. Voy a desayunar para irme.
—Yo te llevo, hoy tengo tiempo.
—Ok, mejor para mí —me siento a desayunar y veo llegar a mi hermano—. Hola, renacuajo —saludo.
—Hola, amargada —hace un gesto de burla.
—Bueno, no vayan a comenzar —nos regaña mi madre.
Terminamos de desayunar y salimos. Al llegar a la escuela, me despido de mi madre y saco mi teléfono para enviarles mensajes a mis amigas. Estoy parada en la entrada cuando de pronto escucho a Karen llamarme y hacerme señas con las manos. Levanto la vista y lo primero que veo es a Lyam en una motocicleta negra y junto a él se encuentra Ashley, la chica más engreída de la escuela.
¡No puedo creerlo!, pienso. Él no aparta su vista de mí y yo tampoco de él, mis ojos no quieren colaborar, pero por suerte, Karen llega rápidamente a mí y me saca de allí antes de que Ashley pueda verme. Aunque como soy tan testaruda, vuelvo a girar para ver en su dirección y los veo besándose. Inmediatamente siento una amargura recorrer por mi cuerpo, tantos días sin verlo y cuando lo hago pasa esto. ¡Rayos!
Entramos rápidamente y Karen continuaba hablándome sobre la cita que había tenido con su novio el día anterior, ni siquiera se percató de lo que acaba de pasar y lo agradezco, aunque sinceramente mi día ya se arruinó.
Pasamos las clases de lo más normal, pero en ningún momento dejé de pensar en la escena de esta mañana. Jamás imaginé topármelo de esta forma y mucho menos que fuera pareja de Ashley, ella no es de las que anda con un solo chico. En varias oportunidades la he visto con Max dándose muestras de amor por todas partes. ¿De conde conocerá a Lyam?, pienso.
— ¿Qué opinas, Clare? ¿Clare?
Escucho a lo lejos como mis amigas me llaman, pero no quiero salir de mis pensamientos mientras veo a Ashley llegar con Tyler tomados de la mano. ¿Será que Lyam no sabe lo que ella lo engaña?
— ¡Clare! —escucho un fuerte ruido golpear la mesa, me asusto rápidamente y giro a ver a mis amigas.
— ¿Qué les pasa? ¿Acaso están locas? —pregunto.
—Por Dios, Clare estás tan sumida en tus pensamientos que no nos prestas atención. Karen y yo nos ponemos de acuerdo para el trabajo de matemáticas que tenemos que entregar y tú no nos escuchas. ¿Qué te pasa?
Suelto un bufido.
—Lo siento, chicas. Es que estoy… estoy pensando en el juego, debemos hacer lo imposible para traer la victoria a casa. —mentí.
—Sí, lo sabemos, pero esto también es importante. Así que debemos reunirnos este fin de semana en tu casa para hacerlo, ¿de acuerdo?
—Está bien, Andrea. —digo a regañadientes.
Terminamos nuestro almuerzo y nos fuimos a clases. Por fin llegó la hora del partido, nos ponemos nuestros uniformes que consta de una franela morada con el estampado de la mascota de nuestra escuela y un short corto en color n***o. Subimos al autobús que nos llevará hasta la otra escuela y en el camino comenzamos a cantar y alentarnos como equipo. La entrenadora nos dice unas palabras y todas gritamos: ¡Marmotas a ganar!
(***)
Llegamos a nuestro destino y salimos del autobús riendo, haciéndonos bromas entre nosotras. Cuando entramos a la cancha lo primero que noto es que está llena, hay pancartas del equipo contrincante, así como una pequeña banda tocando música.
—Esto es genial —murmura a mi lado Karen.
—Sí y la cancha es más grande que la nuestra —digo.
—Y también hay chicos más guapos —comenta Jessica, otra de las chicas del grupo.
Continuamos caminando hasta llegar a las bancas que nos corresponden. Los primeros en jugar son los chicos, el juego comienza y nosotros le hacemos barra para animarlos. Están jugando muy bien, pero el otro equipo les va ganando por 5 puntos.
—Si ellos no ganan debemos hacerlo nosotras —dice la entrenadora.
Todas asentimos ante su comentario.
Llegó la hora del segundo tiempo y los chicos, después de una gran charla y regaño por parte del entrenador, comienzan a sumar más puntos. De pronto mi vejiga comienza a molestarme gracias a los nervios y me dan ganas de ir al baño a orinar, debo hacerlo antes de que sea nuestro turno, no creo aguantar tanto. Le comunico a la entrenadora y ella me explica el lugar en donde están situados los baños. Me dirijo allí y hago mis necesidades tranquilamente.
Abro rápidamente la puerta para salir y me topo con un cuerpo mucho más grande que el mío. Levanto la vista para pedir disculpas al desconocido, pero para mi sorpresa no es ningún desconocido, es Lyam.
—Di… disculpa —digo tartamudeando y comienzo a caminar, pero no había dado ni 5 pasos cuando siento que alguien me toma por los brazos y me recuesta contra los casilleros.
—Hola, Clare, ¿te acuerdas de mí? —es Lyam, ¡por fin escucho su voz! Es tan varonil y ronca, siento que moriré lentamente...
—Ho… Hola, Lyam —me recompongo fácilmente para que no note el efecto que está causando en mí—. Sí, eres el hermano de nuestro vecino, David.
Él me sonríe. ¡Por favor, Dios! Por lo menos podías darle una sonrisa horrible a este hombre, ¿no tenía suficiente con su belleza?, inquiero mentalmente.
—Así que, sí me recuerdas… es bueno saberlo.
— ¿Podrías soltarme por favor? —pregunto, no quería seguir sintiendo su tacto en mi piel. Quema y mucho.
—Nunca lo haré, Clare.
— ¿Cómo?
Vuelve a sonreír.
—Te soltaré, pero solo si me das un beso. Necesito darme cuenta de algo…
¡¿Qué ha dicho?! Este hombre hará que me dé un paro cardiaco justo en este momento. Está loco si cree que lo haré, él tiene a su novia, de seguro piensa que puede ir haciendo lo que quiera solo porque está buenísimo, ¡pero no! Conmigo no será así.
—No lo haré, solo suéltame —digo.
—Si no lo haces por tu cuenta, te obligaré.
— ¿De verdad? ¿Cómo?
¡Quién me manda a andar de bocazas! Lyam sonríe y me arrincona más a la pared, sujeta mis brazos con una mano para que no pueda soltarme de su agarre. Con la otra, me toma por las mejillas y me obliga a mirarlo fijamente acercando rápidamente sus labios a los míos. En menos de lo que espero, él me besa y yo sigo sin reaccionar. ¡Por Dios, me está besando y qué bien lo hace!