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914 Palabras
06 de diciembre Charly terminó de editar las fotografías de la campaña de Milo. Eran realmente muy buenas, sabía que podía conseguir alguna que otra sonrisa genuina si se lo proponía, pero este chico era demasiado atractivo. Cerró la última y las envió a la agencia, no valía la pena seguir pensando en el hombre arrogante que había conocido días atrás. Salió de su estudio para retirar a su hija del colegio. Debían salir un rato antes para llegar a la cita con su médico. Lola, con apenas 7 años, llevaba más visitas al hospital que un anciano. Había nacido con una cardiopatía congénita que derivó en múltiples cirugías. Por suerte desde hacía un año todo parecía estar estabilizado, sin embargo los controles aún eran cada seis meses y el día había llegado. Normalmente se mostraba segura de sí misma e intentaba desdramatizar el momento, pero internamente la necesidad de escuchar que todo seguía bien la consumía. Llegó al consultorio del doctor Laville unos quince minutos antes del turno. Su secretaria, Emma, siempre con su dulce sonrisa le ofreció un café que aceptó encantada, charló un rato con Lola y cuando Enzo estuvo listo se asomó a la puerta. Antes de llamarla dedicó unos segundos para observar a Emma. Llevaba un pantalón blanco que no le importó ensuciar poniéndose de rodillas para estar a la altura de la niña, se reía con los ojos logrando que Lola se relajara antes de su control y eso le gustó demasiado. Charly, que observaba la escena, supo de inmediato que esa chica había hechizado al doctor. -Hola Enzo.- dijo Lola divertida al verlo y corrió a abrazarlo. Su madre la siguió hasta el consultorio y antes de entrar le dijo a Emma en voz baja: -Si alguien me mirara como lo hace el doctor a vos, no perdería la oportunidad. - y dejandola sorprendida entró para comenzar con el control. Emma volvió a su escritorio con una sonrisa. No había vuelto a cruzar palabras que no fueran de trabajo con Enzo y sin embargo sus miradas intentaban decirse mucho más. Deseaba que recordara la invitación que le había sugerido por escrito días atrás, pero el consultorio había estado más concurrido que de costumbre. Diciembre siempre se convertía en una carrera por completar los pendientes y parecía que un chequeo médico formaba parte de esa lista. Pasados cuarenta minutos, Charly y Lola salieron del consultorio, la niña sonreía y mostraba orgullosa el bastón de caramelo que se había ganado por realizarse los controles, pero su madre cargaba preocupación en su mirada. -¿Todo bien?- le preguntó Emma con genuina preocupación. -Sí, acá dio todo bien, pero tenemos que hacer un estudio más en el hospital - dijo arrugando los labios. -¿Un cateterismo?- le preguntó Emma. -No, una resonancia. - le respondió Charly. -No te preocupes, es de rutina, y no duele. - le dijo sonriendo y dirigiendose a la niña. Emma estaba en cuarto año de la carrera de medicina y veía tantos pacientes allí que conocía los signos de alarma y ese no era uno de ellos. -Se lo piden a todos luego de unos años, va a estar todo bien, cambia esa cara.- le dijo rozando el brazo de Charly con cariño. -Gracias Emma, siempre sabes como tranquilizarme. - le respondió Charly algo menos preocupada. Abandonaron el consultorio y Emma se acercó hasta el escritorio de Enzo, golpeando la puerta con delicadeza. -Me avisó el último paciente que tuvo un problema y no va a poder venir, así que ya está liberado por hoy.- le dijo con una sonrisa. Enzo miró su reloj, apenas eran las dos de la tarde y hasta las cinco no comenzaba su turno en el hospital, volvió su vista a Emma y otra vez su sonrisa lo atrapó. -Entonces podemos completar nuestro almuerzo pendiente. - le dijo poniéndose de pie y sacandose la bata blanca. Emma dejó de sonreír, una marea de nervios la invadió. Al ver que no contestaba, Enzo volvió a mirarla. -A menos que tengas otros planes. - le dijo entrecerrando un poco los ojos. Ella negó con la cabeza. Entonces vio como se arremangaba las mangas de la camisa y el borde de un tatuaje asomó por sus brazos. Cuando él la descubrió mirándolo levantó aún más la tela. -Los tengo que esconder un poco, dicen que no son profesionales. ¿Te gusta?- le preguntó acercándose para que pueda verlo. Emma sentía que su corazón iba a explotar, sin poder contenerse pasó sus dedos sobre el trival n***o y pudo notar los fuertes músculos debajo. -Es muy lindo. - le dijo y al volver su vista a Enzo encontró esa mirada profunda que tanto le gustaba. -Yo también tengo uno. -le dijo sonriendo. -Pero no se lo puedo mostrar. -agregó divertida, logrando que Enzo se llenara de curiosidad. Se miraron unos segundos más y cuando Enzo sintió que el deseo brotaba imparable en su interior puso distancia. -Mejor vamos yendo.- le dijo tomando sus cosas del perchero. Bajaron en silencio en el ascensor, no era incomodidad lo que los atrapaba, sino el esfuerzo por el autocontrol. Salieron a la vereda y al ver que Enzo comenzaba a dudar ella se le adelantó. -El restaurante donde trabaja mi amiga está cerca. - le dijo con inocencia y al ver que no respondía agregó. -Nos puede hacer un descuento. - entonces Enzo volvió a sonreír. -Dale, vamos. - le dijo la siguió cuidándose de no rozarla.
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