ELAXI
—Recuerden que el tema para el siguiente proyecto, es libre, por lo que ustedes van a poder elegir incluso a sus compañeros.
En cuanto las palabras del profesor Charls Town, flotan en el aire, todos comienzan a formar sus parejas, llevo una semana en la universidad Bermaunt, y no he hecho ni un solo amigo, cosa que no me costaba mucho en Orange, aunque al final resultaron ser personas superficiales que solo me toleraban por los millones de mi padre, aquí, nadie sabe que soy estúpidamente rica, bueno, al menos lo es mi padre, yo misma me he encargado de tratar de vivir una vida como cualquier chica normal de diecinueve años que se ha independizado.
Quedo sola, todos ya tienen a su pareja para el proyecto, es estúpido que ni siquiera a los que se les considera nerds, estén libres, prácticamente hasta ellos me tratan como paria, como la peste humana más grande del mundo.
—Señor —levanta la mano, la jefa del grupo—. Elaxi Young se ha quedado sin pareja.
La miro un par de segundos.
—Oh, cierto —el profesor, que es un hombre rubio, de ojos azules y portador de un físico de modelo, desciende la mirada para comenzar a leer una lista que supongo que es de los alumnos—. Veamos... si no tiene pareja, tendría que trabajar con alguno de ustedes, a menos que...
Todos comienzan a murmurar, blanqueo los ojos y espero paciente el veredicto del profesor. Enseguida se abre la puerta y entra el mismo chico de ojos color azul tormenta eléctrica, para colmo, camina hacia mí, ¿será que viene con una nueva amenaza?, ni siquiera sabía que estudiaba aquí, las chicas activan sus feromonas porque cuando pasa al lado de sus bancas, comienzan a llamarle, a comportarse más que de una forma coqueta, diría que vulgar.
—Señor Carter, me alegra mucho que nos ilumine con su presencia, pero me temo que ha llegado demasiado tarde.
Carter... ¿Así se llama?
—¡Señor Ozzian Carter! —exclama el profesor al ver que el chico no le presta la mínima atención.
Este se detiene delante de mí, le sostengo la mirada con desafío, se concentra en mí al tiempo que mi corazón comienza a bombear con rapidez.
—Me parece que estás en mi lugar —expresa el chico con desprecio.
—Nunca has venido a clases, me parece que este ya dejó de ser tu lugar —recupero mi voz, y aunque no sueno amenazante, sí decidida.
En cuanto las palabras se deslizan de mis labios, expongo la posibilidad de que me asesine delante de todos. El aire se convierte en una densa capa invisible llena de hostilidad; de pronto, el mundo entero desaparece y solo estamos el tipo con los tatuajes, actitud perversa, y yo.
—Oh, perfecto, el señor Ozzian y Elaxi, harán el trabajo juntos —anuncia el profesor, exasperado.
El ruido de las exclamaciones queman mis oídos, me obligo a apartar mi atención del chico problema que seguro hará que repruebe mi asignatura, la mayoría mantiene sus expresiones en blanco, como si a ellos les hubieran dado la peor sentencia de su vida, las chicas ahora me miran como si quisieran sacarme los ojos, otros chicos con lástima, como si fuera un cordero que va de camino al matadero.
—Está todo dicho, tienen una semana para la entrega —finaliza el profesor.
La alarma suena y enseguida recojo mis cosas con la intención de hablar con el profesor, tratar de convencerlo de que soy lo suficientemente buena como para presentar el proyecto yo sola, el problema es que en cuanto me pongo de pie, alguien tira de mi brazo con fuerza de acero y me arrastra a la salida, si antes creía que estaba llamando demasiado la atención, ahora es mucho peor.
El tal Ozzian Carter, me lleva a rastras, me quedo anonadada con su capacidad de sin conocerme, ya tratarme de este modo. Todos se apartan de su camino, incluso algunos tropiezan y caen sobre sus amigos con tal de no tener que estar en el radar de este chico.
—Oye, suéltame —exijo.
No me presta atención y ahora viramos hasta una de las salidas traseras.
—No te puedo seguir el paso —digo sin aliento.
Nos detenemos abruptamente delante de la biblioteca de la universidad, me suelta y uso esos segundos para recuperar el aliento.
—¿Acaso intentas matarme? ¿Qué diablos te pasa conmigo? No he hecho nada para que me trates de esta manera —intercalo mi mirada con la de él y un grupo de profesores que charlan animadamente cerca de la entrada de la biblioteca.
—Ni siquiera lo pienses, ellos no te salvarán —arguye con una expresión en blanco.
—¿Qué? —pregunto perpleja.
—Estás pensando en gritar por ayuda a esos idiotas de allá.
—¿Hablas de los profesores?
—No te hagas la inocente —sus ojos relucen con enojo—. Cuando te vi en el aeropuerto, creí haber sido claro con que no debías acercarte a mí, mucho menos aparecer en mi radar como maldito árbol de Navidad con luces destellantes.
Tenso el cuerpo una vez que tomo la última bocanada de aire.
—Yo no me he cruzado en tu camino, no tengo la culpa de que el profesor nos haya puesto en el mismo equipo de trabajo —esclarezco y enderezo mi postura—. Quise hablar con él, pero tú me trajiste hasta aquí como hombre de las cavernas, solo te faltaba cargarme sobre los hombros para hacer de esto, más interesante que esa charla que están teniendo los profesores de los que hablas.
Nos quedamos viendo, algo que me parece eterno.
—Bueno... hablaré con el profesor Town —me giro antes de que me asesine.
De pronto, mis pies son elevados del suelo y todo me da vueltas, no, espera, tacha eso, este chico me ha cargado sobre sus hombros y ahora veo todo al revés.
—¡Qué haces! Bájame —exclamo, sintiendo que estoy a nada de devolver el desayuno de hace tres horas.
—No —espeta con firmeza.
Mi corazón late frenético, estoy consciente de que los alumnos a nuestro alrededor nos miran, nadie me ayuda, es como si le temieran de una forma casi insultante. De pronto, soy bajada, en cuanto mis pies pisan el suelo, ajusto la correa de mi bandolera e intento salir.
—¿A dónde vas? —tira de mi brazo haciendo que suelte un respingo.
—Afuera, voy a hablar con el profesor —le miro por encima del hombro.
Trato de soltarme de su agarre de nuevo. Sin embargo, tira con más fuerza, tanta, que pienso que su único objetivo es arrancarme el brazo.
—No vas a hacer nada, andando.
—¿Qué? —Abro los ojos como platos, quedándome estática.
—Lo que oíste, no soy un puto secuestrador, vamos a buscar lo que necesitamos para el proyecto, quiero que sea sobre economía —arguye esperando con impaciencia a que reaccione.
—¿Por qué no otro tema? Se supone que somos un equipo, debería de estar de acuerdo —frunzo el ceño y lo sigo mientras camina tanteando algo en cada estante al que vamos.
No me responde, estamos llegando a uno de los últimos pasillos, cuando todo me da vueltas, respiro con fuerza, siento que el piso se me mueve y tengo que sostenerme de uno de los estantes.
—Aquí no hay nada, tendremos que ir a una pública —menciona sin mirar atrás.
Su voz se escucha como un eco lejano. Cierro los ojos, respiro con profundidad, pero mis piernas no reaccionan como quisiera, flaquean y espero el impacto contra el suelo, nunca llega, eso es porque un par de brazos fuertes, me sostienen.
—Oye, nueva, ¿te encuentras bien? —La voz de Ozzian es ronca.
Abro los ojos de nuevo.
—Soy Elaxi —mi voz tiende de un hilo—. No, nueva. Ozzian Carter.
No parece sorprendido cuando lo miro, él detalla mi rostro con la solemnidad de un anciano.
—No tienes buena cara, Ela, ¿cuándo fue la última vez en que probaste alimento?
«No puede ser cierto»
Avergonzada, intento ponerme de pie para tomar toda la distancia posible de él, sin ser descortés.
—Gracias, creo que lo mejor es que dejemos el proyecto aquí. Investigaré por mi cuenta... —No termino siquiera de hablar cuando me lleva hasta la salida.
Balbuceo un par de palabras, no obstante, me quedo callada cuando veo la enorme y monstruosa Harley-Davidson. Ozzian se sube a ella y enseguida me tiende un casco. Pienso en rechazarlo, me detengo de último momento. ¿Acaso no escapé de Orange dejando mi antigua vida, para vivir nuevas experiencias? Trago grueso, sin objeciones me coloco el casco y me aferro demasiado fuerte a su cintura, alcanzo a escuchar un gruñido de su parte, aunque no dice nada y solo acelera.
Bien, puedo tachar la experiencia arriesgada de subirme a la moto de un completo desconocido. Para cuando llegamos, me doy cuenta de que se trata de un edificio enorme, pero con la pintura desgastada en algunas zonas, que dan a entender que hubo un tiempo en el que fue color beige. Ozzian estaciona su moto en el aparcamiento subterráneo, me bajo y le tiendo el casco.
—Gracias.
No me responde ni se toma la molestia de verme a la cara, es tan extraño y, en el fondo, me da miedo. Miro a mi alrededor tratando de darme una idea de en dónde nos encontramos, no hay nada.
—¿Qué es este sitio? —inquiero con la cautela necesaria, empujando el terror que bulle en mis venas.
—Mi hogar —se limita a responder de forma desagradable.
Entramos a lo que son las escaleras y subimos hasta casi el último piso, el cansancio hace que jadee.
—¿Por qué no tomamos el elevador? —pregunto en medio de mi respiración acelerada.
Al dar un paso al último escalón, mi cabeza choca contra su enorme espalda, levanto la mirada y este me mira con más odio del que he visto en toda mi vida, en las miradas discretas del Orange.
—¿Sucede algo? —susurro retrocediendo un escalón.
Los latidos de mi corazón van en aumento.
—Estoy comenzando a pensar en mandarte a la mierda, traerte aquí fue un puto error —sisea por lo bajo, en medio de un ceño fruncido.
La piel se me eriza. Bajo un escalón más.
—Lo siento... yo... mejor me voy.
Estoy dándome la vuelta cuando escucho a mis espaldas un suspiro exasperante y lleno de cansancio.
—Espera, vamos, tienes mala cara todavía.
Volteo y abro los ojos con sorpresa.
—No me mires como cachorro abandonado, no soy tan hijo de puta como para dejar a alguien casi muerto de hambre —camina por el corredor.
—¿Seguro? Por qué no quiero causar molestias —le sigo el paso.
—Eres una molestia, ¿hablas tanto siempre con los desconocidos?
—No, y tampoco suelo subirme en la parte trasera de su moto —ironizo.
La verdad es que hace días que no pruebo comida de verdad, mi alimentación se basa en comida rápida, nada saludable, no me da tiempo, y hay veces en las que lo olvido.
—Eres una de esas pequeñas mierdas que suele ser un lastre para los demás, cuando de alimentación se trata, ¿cierto?
Trato de reprimir mis palabras viperinas, no puedo hacer enfadar a este chico, todo en él grita que es peligroso. Llegamos hasta el final del corredor, camino mirando hacia atrás para localizar una salida de emergencia, cuando choco de nuevo con él.
—Auch —me quejo—. ¿Qué pasa ahora?
Sello mis labios al ver que, al final del pasillo, hay un montón de cosas tiradas en medio del pasillo: ropa, útiles, todo. Ozzian maldice y se acerca para arrancar un pedazo de papel pegado en la puerta; conforme lo lee, su rostro se vuelve más ilegible. Saca su móvil y se aleja de ahí, lanzando maldiciones al aire. Me acerco con cautela, no son muchas cosas, las necesarias para vivir. Hay un retrato que me llama la atención: es de un niño. Me pregunto si será él.
Al levantarlo, su voz me golpea el pecho, para después arrebatarme el retrato de las manos.
—Tienes que irte —demanda en un tono no negociable.
—¿Qué? —Niego—. No, no conozco por aquí, no sé cómo regresar...
—¡Pues arréglate como puedas! Joder —exclama furioso.
Su móvil comienza a timbrar de nuevo, atiende y se marcha. Una vez más, estoy sola, trago grueso, salgo del edificio y, al momento de pisar la acera, una chica de cabello oscuro y mechones rosa chillón, me empuja.
—Apártate, idiota —dice sin siquiera detenerse a mirarme.
La miro una última vez, sabiendo una cosa: mañana mismo haré todo lo que esté en mis manos, para alejarme de ese chico; Ozzian Carter es un enorme problema que no necesito en mi vida. Apenas estoy cruzando la avenida, cuando de la nada, salen dos chicos ebrios. Uno de ellos me sonríe con malicia y el otro se baja la bragueta.
—Hola, preciosa, debes de ser nuestro premio esta noche, nos vamos a divertir.