CAPÍTULO 1: DIVORCIO
ACLARACIÓN
Esta es la continuación de la historia llamada Como dos extraños, la cual también encontrarán en esta aplicación.
—Buenos días, busco a Samuel Benson — le digo a la recepcionista del estudio jurídico Hudson y asociados.
—¿Quién lo busca y por qué asunto? — pregunta la chica.
—Jennifer Heast… Hale — me corrijo — es por un divorcio.
—Aguárdeme unos segundos — pide mientras toma el teléfono y supongo que se comunica con Sam.
Espero impaciente mientras ella habla con la otra persona al otro lado de la línea, quería terminar con eso, firmar los malditos papeles del divorcio e irme.
—Muy bien, puede pasar a la oficina del señor Benson, por ese pasillo a mano derecha — me indica.
—Muchas gracias — comienzo a caminar y veo que en las puertas están los nombres de los diferentes abogados.
No tardó mucho en encontrar la placa dorada en la puerta con el nombre de quien es como el hermano de Liam. Golpeo.
—Adelante — escucho.
—Permiso — digo al entrar — buenos días.
—Hola Jenn, adelante pasa — se levanta de su asiento para rodear su escritorio y acercarse a mí — ¿me recuerdas? — pregunta con una gran sonrisa y extiende su mano hacia mí.
—Claro que sí, tú me salvaste de mis padres — extiendo la mano estrechando la suya — muchas gracias.
—Me alegro mucho de haber sido de ayuda, pero bueno, vamos a lo que viniste — vuelve a sentarse en su asiento y me indica con la mano que yo tome el que está delante del escritorio.
Saca unos papeles que tenía muy bien ordenados en una carpeta con la inscripción “Divorcio Heastings — Hale”, mi corazón se retuerce y tengo que contener el llanto.
—¿Estás segura que quiere hacer esto? — me sorprendo ante la pregunta.
—Sí, lo único que nos unía era el embarazo, siempre fuimos como dos extraños.
—Muy bien, entonces procedamos a firmar — abre la carpeta y me la acerca — tienes que hacerlo donde se encuentran los marcadores de colores.
Asiento y me doy a la labor de estampar mi firma en al menos quince hojas, no lo dudé, ni siquiera me tome un segundo para reconsiderar nada, no quería albergar ninguna esperanza dentro de mí, esa era una etapa ya cerrada.
Antes de retirarme saco de mi bolso los anillos que Liam me había dado.
—¿Puedes devolvérselos tú? — le extiendo la mano con los anillos en mi palma.
—Sí, ¿pero estás segura que no se los quieres dar tú? — los saca da mi mano.
—No, es mejor así, son muy costosos y debería de tenerlos él — digo casi saliendo a la carrera.
Salgo del edificio y comienzo a caminar por las calles de Los Ángeles sin rumbo, apenas ayer por la mañana después de una semana negándome a verlo, me enfrenté a Liam y le pedí el divorcio, veinticuatro horas después ya estaba hecho.
Llegue a casa de Serena y me lance a la cama, dejando que el día pase sin otra cosa que hacer más que llorar.
Realmente no me quedaba nada de todo lo que había disfrutado en estos últimos 5 meses, no solo perdí a mi bebé, no tenía más padres, no tenía casa, perdí la familia que había decidido adoptar como mía, al no haber un hijo de por medio ellos ya no tenían por qué relacionarse conmigo y había perdido al amor de mi vida.
Liam se había convertido en eso, el amor de mi vida, poco a poco había calado hondo en mi corazón, se había metido en mi piel dejando marcas que jamás podría borrar.
Cada detalle, cada beso, las atenciones que tuvo conmigo, me habían enamorado de una manera que tenía la certeza de que nunca lo iba a sacar de mí. Me había marcado a fuego, esa responsabilidad y obsesión que tenía por hacer siempre lo que debía me habían enamorado como una estúpida.
Por la noche había tomado un baño y estaba dispuesta a dormir, me miraba en el espejo y mis ojos estaban demasiado hinchados de llorar, así que me meto en la cama.
—¿Se puede? — pregunta Serena mientras abre la puerta.
—Sí, pasa — contesto.
—¿Cómo estás? — inquiere preocupada por mi espantosa cara.
—Bien — miento.
—¿Por qué me mientes? — parece enojarse.
—¿Por qué dices que miento? — mi voz estaba a punto de quebrarse, ella lo sabía todo con solo mirarme.
—Mírate, estás hecha un trapo de piso, tienes los ojos hinchados de tanto llorar, no tienes ni ánimo de hablar, ni siquiera bajaste a cenar, ¿crees que no sé qué después de firmar esos papeles viniste aquí a llorar todo el día? — me conocía más que nadie en este mundo.
—¿Entonces si lo sabes porque preguntas? — ahora yo parezco enojada.
—Porque quiero escucharlo de tu boca — replica.
—¿Qué quieres escuchar? — pregunto elevando la voz.
—Como mierda estas, quiero que me mires y me digas como estás, la verdad quiero — ella también alza la voz.
—Mal, estoy mal, justamente estoy como la mierda, acabo de perder todo lo que tenía — grito — listo, lo dije, ¿ya estás contenta?
Ella me mira sintiendo lástima de mí y eso era justamente lo que no quería, por eso me negaba a admitirlo, sin decir nada se acerca, me abraza y yo vuelvo a romper en llanto. Se sienta a mi lado en la cama mientras me consuela, llore por casi media hora y Serena estuvo ahí estoicamente a mi lado. Es ella quien decide romper el silencio.
—Entonces si firmaste los papeles — afirma.
—Si — respondo.
—¿Por qué los firmaste si te sientes así?
—Era lo que correspondía, Liam merece su libertad nuevamente, lo único que nos ataba era ese embarazo, él hizo todo por mi bienestar, pero ya no está obligado a hacer más nada, él no siente nada por mí — no sé por qué dije eso último.
—Pero tú sí te enamoraste de él — acierta mi prima.
—Eso ya no importa — comienzo a llorar nuevamente.
—¿Acaso hablaste con él de eso? — inquiere.
—Serena, por favor eso ya no tiene sentido — le suplico — yo fui la tonta que se creyó el cuento, estamos hablando de Liam, tú lo conocías, sabías que me enamoraría, él solo se comportó como debía, es lo que siempre hace, lo que debe, dejemos todo eso atrás, ya nada importa, voy a estar bien te lo prometo.
—Está bien, te dejaré dormir — me besa en la frente y se va no muy convencida.
Contrario a lo que supuse dormí sin inconvenientes, a decir verdad estaba demasiado agotada y capaz al firmar esos benditos papeles, la mochila de mi espalda se había vuelto más liviana. Desperté con la convicción de que debía lanzar otro peso que cargaba en mi espalda, mi trabajo en la empresa Heastings.