Capítulo 7

1390 Palabras
— Entonces conociste a JunHo—SungMin masticaba mirando a Larisa. Los tres estaban sentados en el comedor tomando la cena, Lari ya sabía defenderse a la hora de comer porque Tae le enseñó a usar cubiertos o palillos—Es un chico muy interesante, ¿No crees Larisa? — No me agradó—fue honesta. — ¿No te agradó? —TaeOh que estaba a su lado la miró sorprendido. — Hay algo en el que no me gusta, creo que es su cabello, no lo sé o tal vez me parece intimidante—se encogió de hombros llevando comida a su boca. — ¿Estás loca? Ese chico es muy guapo—alagó tragando—Yo si pasaría una noche con él... ¡Auch! —se quejó cuando Tae lo pateó debajo de la mesa. Larisa lo miró sin entender que le pasaba, pero bostezó llamando la atención del peliazul. — Creo que será mejor que vayas a dormir, si yo estoy cansado debes estarlo el doble—le sonrió un poco— ¿Necesitas algo más? — No, estoy bien—se levantó—Buenas noches. — Buenas noches, Larisa—se despidió SungMin. Ambos la miraron entrar a la habitación del peliazul y cuando la puerta se cerró, SungMin golpeó a Tae debajo de la mesa, éste se quejó también. — ¿Por qué me golpeas, hyung? —acarició la zona donde recibió el golpe. — Eso es por golpearme sin razón—amenazó— ¿Tienes planes para mañana? —dio un sorbo al jugo. — Sí, bueno...pienso llevarla a conocer la ciudad—explicó—Estaremos afuera todo el día. — Te acompañaría, pero debo asistir a la sesión de fotos para la revista y.…quería comentarte algo—se cruzó de brazos. — ¿Qué sucede? — Creo que voy a salir de Corea por tres meses... — ¡¿Qué?! — La semana que viene firmaré un contrato, asistiré a un evento en París por la semana de la moda primaveral y es la primera vez que logro salir del país por mi trabajo, Tae—sonrió emocionado. — Hyung...felicitaciones—sonrió levantándose para abrazarlo—Debemos brindar por eso, cuando firmes te prometo que iremos a beber. — ¿Podrías invitar a JunHo? —se apresuró a decir y TaeOh rodeó los ojos. — ¿Sabes? JunHo no es gay, al menos no que yo sepa... — Tae, todo el que me conoce cae con mis encantos, bebé—pellizcó su mejilla—Aunque tú eras un caso diferente pero bueno... ¡Auch! —se quejó cuando éste golpeó su brazo.     Larisa despertó por la mañana sacando algo de ropa de esas bolsas que Tae le indicó eran para ella. Para tomar un baño fue una odisea, creyó que tendría que llamar a TaeOh para ayudarla, pero no le apetecía que la viera desnuda, tardó en averiguar qué hacer, pero otro temor llegó a su cabeza, ¿Y si su cola aparecía? Para evitar caídas, terminó de desnudarse, se sentó en la ducha por si acaso y el agua cayó sobre ella causando algunos jadeos de su parte por la sorpresa y el temor, aquella agua no era salada como la del mar. Sus piernas no cambiaron y sonrió, tal vez esa clase de agua no era suficiente para hacerle cambiar de apariencia. Se incorporó encontrando varios tipos de cosas para el cuerpo y cabello, no leyó que eran ya que no sabía leer ni mucho menos escribir. En el mar no necesitaba nada de eso. Cuando salió del baño con una bata cubriendo su cuerpo y su cabello mojado en otra toalla pequeña, comenzó a vestirse, ese día usaría unos shorts azules y sudadera de rayas con colores pasteles junto a unos zapatos deportivos blancos. Sonrió al verse en el espejo dejando su cabello suelto. Unos toques a la puerta llamaron su atención. — ¿Puedo entrar? —era TaeOh. — Sí, sí. — Buenos días, SungMin acaba de ir...—el peliazul la miró de pies a cabeza encontrando una adorable imagen. Larisa sonrió sonrojándose dando una vuelta—Tú... — Me gusta vestir así—se miró y luego a Tae— ¿Te gusta? — Supongo que ya no necesitas ayuda para saber las cosas. — Sólo en esto—aseguró—Oh, entré al baño creyendo que mi cola aparecería de nuevo, pero nada pasó—comentó. — Tomaste una ducha—corrigió—Que extraño—ladeó su cabeza. — Estoy lista para ir a trabajar—sonrió ampliamente. — Los fines de semana no trabajo, los tengo libres y SungMin algunas veces también—explicó—Me arreglaré para salir, pienso mostrarte la ciudad, desayunaremos afuera.     Larisa esta vez sí llevaba el brazalete que TaeOh le había dado, lo llevaba con orgullo, ayer había estado tan nerviosa que lo olvidó en el cuarto, pero hoy era diferente. Caminaba tomada de la mano con el peliazul, el cielo estaba gris, fueron a un restaurante cálido, con colores suaves y según Tae cocinaban una excelente sopa. Cuando ella lo probó le encantó, era delicioso. — ¿Te sientes cómoda? —preguntó y ella asintió, Tae también tomaba su sopa, estaban sentados frente al otro— ¿Te ha gustado lo que te he mostrado hasta ahora? — Todo es muy...nuevo para mí—miró alrededor—En el mar estaría comiendo algas marinas mientras estoy sentada en una roca en lo profundo. — ¿Enserio? ¿Sólo eso comías? —sentía mucha curiosidad—Por eso eres tan delgada, aprenderás a comer ahora que estás aquí. — No quiero comer nada involucrado a los peces—se apresuró a decir—Si lo hago sería como asesinar a tus amigos, es... ¿Cómo le dicen ustedes? —pensó unos minutos encontrando la palabra—Ah, sí, canibalismo. TaeOh quiso reírse, pero Larisa hablaba tan seria que no lo hizo. — Dijiste que podías hablar con los animales del mar.… ¿Sólo es con los animales del océano...? — Sí, todo animal proveniente del océano—fue tomando su sopa. — Los animales que vimos ayer en la tienda... — No puedo comunicarme con ellos—se apresuró a decir—Las sirenas dicen que los hombres son propensos a caer por nuestro encanto o naturaleza, es un imán que no se puede ignorar—contó mientras Tae escuchaba atentamente comiendo en silencio—Los niños nos buscan y son cariñosos con nosotras, los animales nos protegen... — ¿Has visto a alguien que haya sido sirena y ahora está aquí? —preguntó interrumpiéndola. — No, nadie. — ¿Qué me dices de tu familia? ¿Tienes hermanos? Bueno, en este caso hermanas. — No tengo muchos recuerdos de mi madre—negó con la cabeza—Las sirenas crecemos solas, a los cuatro años nos dejan y nos valemos nosotras mismas... — ¿Cuatro años? —se sorprendió—Pero si son tan...pequeñas. ¿No es peligroso? ¿Y si un tiburón viene a comerte? Larisa frunció el ceño. ¿Por qué eso pasaría? — TaeOh, te dije que en el océano todos los animales son dulces con nosotras, muchas veces nadé con tiburones o ballenas... — De ahora en adelante no será necesario. — TaeOh, ¿Estás preocupado por mí? —sonrió divertida—No me pasará nada, créeme. — ¿Siempre has sido tú sola? La chica asintió y Tae no pudo evitar querer abrazarla. Larisa no debía estar sola, ella...no merecía pasar su eternidad a solas. — Larisa—llamó— ¿En qué momento dejan de envejecer? — Algunas lo hacen después de los veinte y otras después de los treinta, todo varía—comentó—Por ahora sigo envejeciendo—se encogió de hombros. — ¿Y los hombres...? — Sólo hay mujeres, cuando una sirena se siente segura seducen a los hombres que van al mar y.…eso pasa—comentó como si nada ante un horrorizado TaeOh. ¿Entonces Larisa podía ser peligrosa? — Yo... — ¿Y tu familia, TaeOh? —quiso saber. — Están muertos. — ¿Qué? —la pobre dejó de comer sorprendiéndose. No se esperaba esa noticia. — Crecí con mis padres, mis abuelos iban a visitarnos, primero murió mi padre, tuvo problemas respiratorios, luego murió el abuelo en un infarto al corazón, mi madre en un accidente automovilístico y mi abuela murió mientras dormía—bebió algo de agua bajo la triste mirada de la chica—No me mires así, al menos mis padres no me abandonaron. — Y al menos los míos siguen vivos—defendió dejándolo callado—Sé que mi madre está viva porque nunca envejecemos...y.…sé que mi padre vive porque mamá nunca lo asesinó. — ¿Cómo lo sabes? — A veces sueño con ellos, es raro, era una bebé en ese entonces, pero...puedo escucharlos o verlos—sonrió de lado y TaeOh sintió nostalgia—Las sirenas dicen que los humanos consideran que la familia es muy importante. — Lo es, no todos lo consideran de esa forma, pero lo es—asintió mirando a la mesa. — TaeOh—dijo y estiró su brazo acariciando su mejilla—No estés triste—y como si fuera magia su cuerpo se relajó—Estaré contigo siempre que quieras, ¿Sí? El peliazul la miró comer de nuevo, pero en silencio, Tae estaba acostumbrado a vivir por su cuenta, valerse por sí mismo, SungMin era el que mejor le entendía, pero en ocasiones deseaba una persona allí para él. Quería enamorarse y sentirse amado. Cuando finalmente se confiesa, MinAh le rechaza cruelmente, miró el brazalete en la muñeca de ella dudando de repente. ¿Qué pretendía llevando a Larisa a tierra firme? ¿Qué pretendía siquiera cuando le habló a esa sirena? ¿Tan desesperado estaba de no sentirse solo?
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