Oficina
Me senté en mi silla de cuero, detrás de mi escritorio de madera oscura, y miré a Antonella con una sonrisa. Ella se acercó a mí con una expresión profesional, pero con un destello de calidez en sus ojos.
—Antonella, necesito que te encargues de los detalles del contrato con la empresa de tecnología. Quiero asegurarme de que todo esté en orden antes de la reunión de mañana —le dije, mientras ella se inclinaba hacia mí para acomodarme la corbata.
Su toque fue suave y delicado, y me hizo sentir un escalofrío en la espalda. Me gustaba la forma en que me cuidaba, la forma en que siempre estaba allí para mí.
—Por supuesto, señor De Lucca —respondió ella, con una sonrisa leve—. Me aseguraré de que todo esté perfecto.
Mientras ella ajustaba la corbata, no pude evitar notar la forma en que su cabello caía sobre su hombro, o la curva de su cuello. Me sentí un poco incómodo, pero traté de enfocarme en el trabajo.
—Natasha vendrá pronto —le dije, mientras Antonella terminaba de ajustarme la corbata—Quiere discutir algunos detalles sobre nuestra... relación.
Antonella suspiró suavemente y se apartó de mí. Me miró con una expresión neutral, pero pude detectar un destello de desinterés en sus ojos.
—Entiendo, señor De Lucca —respondió ella—Le haré saber que Natasha llegará pronto.
Me sentí un poco irritado por su respuesta, pero sabía que no debía esperar nada más de ella. Antonella era mi asistente, después de todo, y no tenía por qué opinar sobre mi vida personal.
—Gracias, Antonella— le dije, mientras ella se daba la vuelta para irse —Eres invaluable para mí.
Ella se detuvo en la puerta y se volvió hacia mí con una sonrisa leve.
—De nada, señor De Lucca —respondió—. Siempre estoy aquí para ayudarlo.
Me quedé mirándola mientras se iba, sintiendo una mezcla de gratitud y deseo. Antonella era una mujer increíble, y me gustaba tenerla a mi lado. Pero sabía que no debía cruzar ciertos límites. Ella era mi asistente, y yo era su jefe, nada más
Despues de un rato me levanté de mi silla y me acerqué a la puerta, justo cuando Natasha entraba en mi oficina con una sonrisa arrogante en su rostro. Su cabello rubio combinan con sus ojos azules que al parecer brillaban con una confianza que me resultaba familiar. Me abrió los brazos y yo la envolví en un abrazo, más por costumbre que por verdadero afecto.
—Hola— me dijo, con una voz suave y seductora —¿Cómo estás?
Me separé de ella y la miré con una sonrisa neutral, sin dejar traslucir mis verdaderos sentimientos.
—Estoy bien, gracias —le respondí— ¿Y tú?
Natasha se sentó en el sofá de cuero y cruzó las piernas, mostrando su ropa de diseñador y sus zapatos de tacón alto. Me senté a su lado y la miré con interés, más por la conversación que por ella en sí misma.
—Estoy bien, gracias— me dijo —Mi familia está muy interesada en ayudarte, ya sabes después de la muerte trágica de tu padre, tus deudas empezaron a subir.
Me reí y le acaricié la mano de manera distraída, sin darle mucha importancia al gesto.
—No es necesario, Natasha— le dije —Tengo todo controlado, además las deudas solo son temporales, ya veras que todo se solucionará. Siempre gano Nathi.
Natasha se inclinó hacia adelante y me miró a los ojos, con una expresión de risa.
—Fabricio, mi familia puede ayudarte de maneras que tú no puedes imaginar— me dijo mientras acariciaba mi espalda
—Podemos hacer que tus deudas desaparezcan para siempre.
Me puse serio y mi voz se volvió grave, respire pesado y me aparte de ella
—No quiero que tu familia se involucre en esto, Natasha— le dije —Yo puedo manejar mis empresas por mi propia cuenta, además mi padre confío en mi. No necesito ayuda.
Natasha se recostó en el sofá y me miró con una mezcla de frustración y comprensión. Sabía que no iba a cambiar mi opinión, pero no podía evitar intentarlo.
—Está bien, Fabricio— me dijo —Pero ten cuidado. Si tus empresas caen, tus negocios también y nadie querrá como yerno a un perdedor, aprovecha mi propuesta.
Asentí y me levanté del sofá, indicando que la conversación había terminado.
—Lo tendré en cuenta —le dije—. Gracias por tu interés.
Natasha se levantó y se acercó a mí, mirándome con una sonrisa.
—Siempre estoy aquí para ti, Fabricio —me dijo—. No lo olvides, por cierto esta noche me quedare contigo.
—¿Si?— ella me dio un leve empujón y caí arriba de mi sofá, sonrió al ver que se quita la blusa roja y se sube arriba de mi regazo, ella empieza a besarme el cuello mientras que mis ojos se abren al ver a Antonella bajar su cabeza en forma de disculpa, y da pasos de retorno mientras bloquea la vista del señor Fernández, —Natasha.
—Solo una hora, por favor— ella bajó mi cierre y yo le agarre su mano —Natasha, es urgente, además en casa te daré todo lo que quieras.
—¿Me darás la llave?— me preguntó mientras se colocaba su blusa
—Dile a Antonella, ella te la dará— tomo el teléfono y marco —Antonella, dile al señor Fernández que puede pasar, y por favor dale la llave de mi casa a Natasha— me quedo en silencio esperando su respuesta hasta que se escucha su respiración
—Está bien señor De Luccas, ya invito a pasar al señor Fernández y aca tengo la llave para la señorita Natasha— su voz suena neutral y formal, aclaro mi garganta y cuelgo, —Antonella te las dará, más tarde hablamos— Natasha me tira un beso y se va moviendo sus caderas descaradamente. Acomodo mi traje y el señor Fernández hace entrada mientras observa a Natasha salir.