Almuerzo

1040 Palabras
Nathasha:—Antonella, necesito las llaves de la casa de Fabricio– dije con una voz suave y segura. Antonella me miró con una expresión neutral. —Buenos días, señorita Natasha— respondió antes de buscar las llaves en su bolsillo. —Aquí tienes— dijo mientras me las entregaba. Tomé las llaves sin decir nada más y me di la vuelta para marcharme. —Gracias— dije brevemente antes de desaparecer de su vista. Antonella:Me quedo mirando por donde Natasha se fue y de pronto se dio la vuelta y se acercó a mí de nuevo. —¿Deseas algo más?— pregunté, mirándola con una expresión seria —Sí, sí deseo— respondió Natasha con una sonrisa leve. —¿A qué hora sale Fabricio de la oficina?— —Normalmente, mínimo antes de la medianoche ya está saliendo– le dije, sin mostrar ninguna emoción en particular. —¿Quieres que te avise cuando salga?— Natasha sonrio grande y asintió —Sí, por favor. Me gustaría saber cuándo puedo esperarlo en su casa— Me quedé sola en el pasillo después de que Natasha se fuera. De repente, mi teléfono sonó y respondí. —Sí, señor De Lucca— dije. —Antonella, necesito que regreses a la oficina– dijo Fabricio al otro lado de la línea. —Hay algo que necesito discutir contigo. Asentí, aunque él no podía verme. —Enseguida estoy allí, señor— respondí antes de colgar. Me dirigí a la oficina y al llegar, vi al señor Fernández saliendo de la oficina y despidiéndose de Fabricio. Fabricio me miró y me invitó a sentarme. —Antonella, por favor, toma asiento— dijo con una sonrisa. Me senté en la silla frente a su escritorio, lista para escuchar lo que tenía que decir. Me recliné en mi silla, con una expresión de frustración en mi rostro. —Antonella, necesito hablar contigo sobre algo— le dije, mi voz baja y seria. —Por supuesto, señor De Lucca– respondió Antonella, inclinándose hacia adelante en su silla. —El préstamo... no pude conseguirlo— le dije, sacudiendo la cabeza. —El señor Fernández no estuvo de acuerdo en dármelo. Antonella mantuvo su expresión seria pero pude ver una ligera sombra de comprensión en sus ojos. —Entiendo, señor— dijo. —¿Qué piensa hacer ahora? Me pasé la mano por el cabello, con una expresión de desesperación. —No lo sé, Antonella. Estoy empezando a sentir que estoy asfixiado por todas partes. Antonella se inclinó hacia adelante un poco más, su voz suave pero profesional. —Tal vez podríamos explorar otras opciones, señor. Hay otros inversores que podrían estar interesados en su proyecto, además usted es un excelente arquitecto, cualquier empresa desearía trabajar con usted. La miré, una chispa de esperanza en mis ojos. —¿Crees que sea posible? Antonella asintió. —Sí, señor. Puedo empezar a investigar y ver qué opciones tenemos. Me sentí agradecido con Antonella y me puse de pie, sin pensarlo mucho, la abracé. Antonella se quedó tensa en mis brazos, y yo me di cuenta de lo que había hecho. Me separé de ella rápidamente, tratando de disimular el momento incómodo. Antonella se acercó a mí y me acomodó la corbata, su expresión profesional de nuevo. —Siempre estaré aquí para ayudarlo, señor De Lucca— me dijo con una sonrisa leve. Me quedé pensativo, mirándola. Antonella había sido mi secretaria durante muchos años, y siempre había sido leal y eficiente, a pesar de su fría conducta. La miré durante un momento más, y luego asentí —Gracias, Antonella. Me quedé viendo a Antonella mientras su teléfono sonaba. Ella lo tomó sin pensarlo y empezó a hablar. —Sí, estaré ahí a esa hora... sí, todo está arreglado... perfecto, nos vemos entonces. Cuando colgó, me quedé viendo a ella, y ella me miró también. —¿Algo más, señor De Lucca?– me preguntó. —Tienes una cita– le dije, sin poder evitar sentir curiosidad. —¿Tienes novio? Antonella se quedó en silencio por un momento, y luego sonrió levemente. —No es nada importante, señor— dijo. Me incliné hacia adelante, interesado. —¿Con quién es la cita?— le pregunté, sin poder evitar sentir una pizca de curiosidad. Antonella sonrió y luego se colocó seria. —Es algo privado, señor— dijo, sin dar más detalles. Me puse serio y me alejé de ella. —Sí, entiendo que sea tu vida personal– dije. —Pero dime, me gustaría saber... ¿cómo estás en tu casa? ¿Algo nuevo? Antonella se acercó a mí y respondió con una voz un poco apagada —Nada nuevo, señor. Permanezco sola en mi hogar. Ya después vengo acá y lo ayudo con usted, lo siento con lo que usted desee. La miré durante un momento, y luego dije —No, nada más— La vi marcharse, sintiendo una sensación extraña en mi pecho. Antonella ha tenido ido una vida difícil después de la muerte trágica de mi padre y su madre, con el tiempo su padre falleció y ella quedó sola al cuidado de una tía lejana, pero un día ella vino a mi para pedirme que la ayudara a salir de ese hogar, la miré por un momento y como también era algo nuevo para mí, ya que solo tenía dos años de haber recibido todo decidí que ella fuera mi secretaria, luego se convirtió en mi mano derecha, y ahora es más que eso. Me acerqué al ventanal grande de mi oficina y miré hacia la ciudad, sintiendo una sensación de vacío en mi interior. Suspiré, pensando en Natasha, que me esperaba en casa. No tenía citas pendientes, así que podía disfrutar de un almuerzo tranquilo con ella. Miré el reloj y decidí llamar a Antonella. —Antonella— dije cuando ella respondió. Ella llegó enseguida, como siempre. —¿Algo más, señor De Lucca?— me preguntó. —Trae mi almuerzo– le dije. —Y trae el tuyo también. Vamos a almorzar— Antonella se quedó en silencio por un momento. —¿Está seguro?— preguntó —Sí— respondí, sin dar más explicaciones. —Enseguida estoy allí, señor–
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR