Decisiones

1232 Palabras
Me senté en la mesa del comedor, esperando a Antonella. Cuando ella llegó, se sentó frente a mí y comenzó a servir la comida. —Antonella, gracias por traer tu almuerzo también— le dije, tratando de ser un poco amable —No hay problema, señor De Lucca— respondió ella, sin levantar la vista de su plato. Comimos en silencio durante un momento, hasta que Antonella se inclinó hacia adelante y sacó un folleto de su bolso. —Señor De Lucca, encontré esto mientras investigaba sobre posibles inversores para su proyecto— dijo, entregándome el folleto. Lo tomé y lo miré. Era un folleto de una empresa llamada —Green Hoost— que parecía estar interesada en proyectos de arquitectura sostenible. —¿Qué te parece?– me preguntó Antonella, mirándome con interés. Me encogí de hombros. —No lo sé, Antonella. ¿Qué sabes de esta empresa?— Antonella se inclinó hacia adelante un poco más. –He investigado un poco, señor. Parece que están interesados en trabajar con arquitectos innovadores y están dispuestos a invertir en proyectos que tengan un impacto positivo, además ellos saben que usted es un gran hombre de palabra. Me sentí intrigado. –Eso suena interesante— dije. —¿Quieres que los contacte?— Antonella asintió. —Sí, señor. Creo que podría ser una buena oportunidad para su proyecto. He incluido su información de contacto en el folleto. Me sonreí, sintiendo una sensación de esperanza —Gracias, Antonella. Antonella me miró y asintió, luego tomó su teléfono y respondió. —Es su madre... Su expresión cambió de repente y se puso seria. —Es urgente, señor— me dijo Asentí y tomé el teléfono. —¿Sí, madre?— dije. La voz de mi madre sonó al otro lado de la línea. —Fabricio, hay unas personas en la entrada de mi casa que no se van. Me están molestando y no sé qué quieren. Me sentí sorprendido. —¿Qué tipo de personas son?— le pregunté. —No lo sé— respondió mi madre. —Pero parecen ser muy insistentes. ¿Puedes hacer algo para que se vayan?— Me sentí preocupado por mi madre —No te preocupes, madre, voy a enviar a alguien para que se encargue de esto. Todo estará bien. Colgué el teléfono y miré a Antonella. —Antonella, necesito que envíes a alguien para que se encargue de unas personas que están molestando. Antonella asintió. —Enseguida, señor De Lucca. —Que limpien todo si algo sucede— le dije a Antonella antes de que ella empezara a marcar.. —Antonella, necesito que averigües quiénes son estas personas y qué quieren exactamente. –Sí, señor De Lucca— respondió ella. –Pero tengo una sensación de que esto tiene que ver con los negocios que tenía su padre. Me sorprendió su comentario. –¿Qué quieres decir? Antonella dudó un momento antes de responder. —Bueno, señor, su padre... tenía una cierta reputación en el mundo de los negocios. Algunos dicen que sus empresas crecieron demasiado rápido, demasiado fácil. Me sentí incómodo con la dirección que estaba tomando la conversación. –No sé a qué te refieres– dije, tratando de cambiar de tema. Pero Antonella no se detuvo. —Señor De Lucca, creo que es hora de actuar. Su padre tenía negocios con algunas personas... cuestionables. Y parece que estas personas están buscando cobrar una deuda. –Investiga quiénes son estas personas y qué quieren– le dije, hasta que recuerdo que yo no he hablado con Antonella sobre estos negocios Me levanté de mi asiento y me acerqué a Antonella, mi voz tomando un tono más intenso. –¿Cómo sabes eso?– le pregunté, mi mirada fija en la suya. Antonella se mantuvo firme, sin retroceder ante mi intensidad. –He investigado, señor De Lucca– respondió, su voz calmada. Me acerqué más a ella, mi rostro a pocos centímetros del suyo. –¿Tu madre te dijo algo cuando le trabajaba a mi padre?– le pregunté, mi voz baja y amenazante. Antonella no bajo la mirada. –No meta a mi madre en esto, señor– dijo, su voz firme. —Ella no me contó nada, además yo solo era una adolescente en ese momento ¿Que podía hacer yo?. Yo averigüé todo con el pasar de los años, por mi cuenta. Mi mirada se intensificó, pero Antonella no se rindió. Se mantuvo firme, sin apartar la vista de la mía. Me sentí un poco sorprendido por su determinación, pero no estaba dispuesto a retroceder. —Yo también era un adolescente cuando tomé el cargo de está empresa, al igual que las otras. Quiero saber todo lo que sabes— le dije, mi voz todavía baja y amenazante. —Todo. Antonella se mantuvo firme y me dijo: –Mi madre estaba enferma y usted lo sabe, ella llegaba cansada de su padre a nuestra casa. Pero ella no decía nada nunca, incluso mi padre la acusó de que le era infiel con su padre, es más hasta murieron juntos, mi madre apoyaba demasiado al suyo. Y como puede ver acá estoy trabajando por mi madre y usted por su padre. Alzó un poco la voz y yo me quedé en silencio, sorprendido por la intensidad de sus palabras. La miré a los ojos y pude ver la emoción contenida en ellos. Me sentí mal sin saber qué decir. De repente, Antonella se detuvo y respiró profundamente, como si estuviera tratando de calmarse. –Lo siento, señor De Lucca– dijo, su voz volviendo a ser calmada. –No debería haber dicho eso. –Está bien– le dije a Antonella, mi voz un poco más calmada. –Sé cómo era mi padre. Sé que era un hombre... complicado. Pero de repente, mi frustración y enojo estallaron. Golpeé la mesa del escritorio con el puño, haciendo que Antonella se sobresaltara. —¡Todo es culpa de esos negocios que hacía mi padre!– grité, mi voz llena de rabia. –¡Todo es culpa de su codicia y su falta de respeto! Y ahora, debo mucho dinero por su culpa. Mi respiración era agitada y mi corazón latía con fuerza. Me sentí cansado con todo esto, y como este maldito año se está viniendo abajo. Antonella me miró con una mirada llena de comprensión, pero no dijo nada. Simplemente se quedó allí, esperando a que yo me calmara. Antonella se acercó a mí y me ofreció un vaso de agua y una pastilla. –Tome, señor– me dijo, su voz suave. —Esto le ayudará a calmarse. La observé mientras tomaba el vaso y la pastilla, y luego me miró con una expresión seria. –Todo pasará, solo beba el agua– me dijo. Me bebí el agua y la pastilla, y luego Antonella continuó hablando. –Señor, por qué no les da lo que les corresponde a esas personas. Así todo pasará. Sonreí y negué con la cabeza. —Mi padre levantó estas empresas y no dejaré que nadie me las arrebate— le dije, mi voz firme. –No voy a dejar que la deuda de mi padre me hunda. Voy a luchar por lo que es mío. Antonella me miró seria pero no dijo nada más. Se limitó a asentir y luego se retiró, dejándome solo en mi oficina.
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