A pocos les pasaba desapercibido la mirada que Peter y yo nos hicimos a modo de despedida. Un giño coqueto por mi parte le daba aviso para enfrentar con ánimo la lluvia de miradas, tanto curiosas como inquisidoras, que nos aguardaban en el paseo hasta los asientos. Eché un nuevo vistazo tras de mí para ver cómo su lisa y clara piel, comenzaba a tornarse de un rojo entomatado. Volví a sonreírle como interpretando a una feliz novia enamorada, se me deba bien y era bastante divertido. Nadie más tenía que estar invitado a nuestra realidad y él parecía estar de acuerdo.
—Si quieres podríamos compartir nuestros números de teléfono . Me había dicho solo unos minutos antes, tras el aviso de aterrizaje.
Acepté con demasiada rapidez, aunque seguramente, los recientes orgasmos habían tenido algo que ver con esa inusual decisión.
—Vale... quizás necesite de tu ayuda en alguna ocasión —le miré a los ojos fijamente, lo que le había animado a tomar mi mejilla con el dorso de su mano y sin pensárselo mucho, inclinarse sobre mí para un último y largo beso.
Era interesante, imprevisible, y cariñoso, aparte de su habilidad para envestir en espacios pequeños. Esos detalles le hacían de lo más irresistible, tanto que no hubiéramos parado de tocarnos y darnos mutuo placer, si el aviso de "tierra a la vista" no nos hubiera obligado.
Ciertas palabras y gestos marcaban la diferencia, algo que solía definir con qué tipo de hombre me encontraba. En mi balanza interna, estas acciones me hacían interpretar si había obrado bien, o no, al elegir a alguien como Peter para lanzarme a por una de mis fantasías. Por ahora, estaba orgullosa de mi decisión.
Ya en nuestros respectivos asientos y mucho más relajados, el aterrizaje casi ni nos alteró. Solo nos quedamos aislados en pensamientos mientras los pies se acercaban a tierra firme. Notaba sus miradas de soslayo al prepararnos para abandonar el avión, su acercamiento era casi inevitable, era cálido y no me molestó en absoluto. Curioso el efecto que tiene el sexo exprés en la reacción automática de los cuerpos. No me aparté mientras nuestras miradas se cruzaron fugazmente, luego una vez más. El calor ya era palpable y no estaba segura si solo lo podía sentir yo.
Suspiré abanicándome de manera automática mientras le miraba disimuladamente ¿acaso esto era natural o debía suponer que me sentía demasiado abrumada? No podía comprobarlo en aquel momento, pues el mareo se apoderaba de mí por segundos mientras la tripulación comenzaba a abrir puertas y los pasajeros se agolpaban en avalancha para salir del avión.
Y ya, no vi nada más....
—Olympia, se llama Olympia.
El sonido repetido de mi nombre me hizo recobrar la conciencia de manera precipitada. "¿Dónde estaba, quienes eran esas personas que me rodeaban? y ¡j***r! ¿dónde estaba el agujero para enterrarme en aquel mismo momento?"
—Estoy bien, ya me encuentro mejor. Es que hacía mucho calor y ya, no recuerdo nada más.
La auxiliar de vuelo me había refrescado lo suficiente para que pudiera incorporarme, tomé agua como para sentirme fresca y saciada en un desierto e intenté sostenerme y ponerme en pie.
—Vaya susto que me has dado —susurró Peter de repente a mi lado.
Ni siquiera había pensado que seguía allí, puesto que todos los demás pasajeros habían despejado la zona trasera del avión. -Lo siento, qué vergüenza. Aunque tú estarás acostumbrado a este tipo de emergencias inesperadas dado a tu doble vida...
Eso le hizo sonreír y quitar casi al completo su expresión preocupada. Disimulaba ante la presencia de las auxiliares que nos ayudaban a bajar junto a nuestro equipaje de mano a nuestras espaldas.
—Y yo veo que no has perdido tu sentido del humor.
"Nunca" Negué con la cabeza.
—No olvide visitar a su médico de familia por si necesita alguna atención primaria.
"Por supuesto y gracias por todo", contestaba mi improvisado héroe a la azafata.
—Está claro que a esa se la hemos colado. En todo momento me ha preguntado por tu estado de salud como si nos conociéramos de toda la vida.
"Pobre" Sonreí levemente encogiéndome de hombros. A veces la gente solo ve, lo que quiere ver.
—Estaré un tiempo por la capital por si en algún momento quieres que nos veamos. Aunque esté trabajando buscaría un hueco para verte —hizo una pausa esperando mi reacción —, si quieres.
"Un hueco", no podía disimular mi gesto de incomodidad tras aquella sugerencia, así que decidí tirar de sinceridad.
—Quizá, pero no te prometo nada. Suelo estar a tope de compromisos una vez piso mi tierra.
—Ok. Pues nada, igualmente tienes mi número. Supongo que ya nos veremos. Ha sido... interesante —hizo una meditada pausa —, y muy agradable —sonrió —. Menos en la parte en que te has desmayado. Pero ha estado bien.
—Sí que lo ha estado —confirmé en respuesta —. Gracias por todo, supongo.
—No lo merecen...
Su respuesta final estuvo acompañada de una intensa mirada y una claudicada expresión de derrota.
*****
Parada en la terminal de llegadas, mirando de lado a lado no me podía creer que no hubiera llegado. Richy, mi mejor amigo y el encargado de recogerme, volvía a llegar tarde, "como no"
—¡Oly! —oí gritar a lo lejos —, ya estoy aquí mi niña linda.
¡Uf al fin! podía ver a Richy surcando el aire con sus aspavientos habituales, esos que dejaban a la luz sus maneras femeninas que yo adoraba, sintiendo al instante cuanto le había extrañado.
—Mi amor bello, cómo me alegro de que ya estés en tierra caliente —le abracé en respuesta y vi como Peter pasaba a nuestro lado mirándonos con curiosidad. Bajó la mirada y siguió su camino hasta las puertas principales del aeropuerto.
— ¿Y ese guapetón que estaba a tu lado? ¿Hello? es como una mezcla de Adam Levine y papichulo, ¿sabes quién te dijo? ese cantante tan guapo de “La Voz” americano.
— ¿Quién dices? No había ningún chico a mi lado.
— ¡Pues a alguien has engatusado mi alma! porque te miraba en plan "ñam, ñam" Tú ya me entiendes...
Me reí disimuladamente sin poder evitarlo, este amigo mío era de lo más perspicaz.
—Tú siempre montándote películas Richy, eres lo que no hay. Vámonos anda, que estoy muerta de sueño.
— ¡Pero tienes que contármelo todo mi amor! Sabes que tus aventuras me dan la vida.
— ¡Sí, de verdad que lo haré! pero déjame respirar "my friend", solo quiero salir de aquí.
Una vez más, como en cada regreso habría tiempo de todo. Dormir mucho, reponer energías, tomar mucho sol y cotorrear como locas. Retomar experiencias con nuevas pinceladas de entusiasmo y matices de sarcasmo. Confiar los detalles más excitantes y morbosos, dejando apartados los momentos que vuelven absurdas cualquiera de mis locuras. Ya en el pasado dejarían de ser molestas y las dejaría pasar hasta una nueva etapa en la que volver a la carga.