Capitulo 6

1857 Palabras
Allegra Estoy parada frente al espejo. Creo que, después de todo, he cometido demasiados errores, pero se aprende de ellos. Así que es momento de cambiar. Perdí la oportunidad, por estúpida, de estar con el hombre que amó, y ya no es momento de lamentarse. Esta es una nueva Allegra que tomará las riendas de su vida y ya no me importa equivocarme. Sonrío al ver el vestido tan sexy que mi amiga me ha regalado. Vaya que esa mujer no tiene límites. Tomo mi bolso y camino hacia la recámara de mi hija. Cuando entro, ella me sonríe y mi mundo se transforma. Me acerco a ella y beso su frente. —¿Estás lista, mi cielo? —Sí, mami, pero quería saber si podríamos llegar al lugar donde me compras mi pastelito favorito. Yo la miro con una sonrisa y asiento. Así que, de inmediato, salimos hacia la cafetería que se encuentra cerca del colegio. Ella me plática que tiene una nueva amiguita y le quiere regalar una rebanada de su pastel favorito. Cuando llegamos, la ayudo a bajar del coche y entramos a la cafetería. Ella corre hacia el gran mostrador donde está la chica que atiende y le sonríe. Yo llego tras ella y le pido dos rebanadas para llevar. Mi celular suena y, de inmediato, lo saco. Sonrío al ver en la pantalla un mensaje de mi amiga: "noche de chicas". Yo solo vuelvo los ojos y niego. Mi hija me saca de mis pensamientos. —Mami, ¿puedo ir al baño? Yo asiento y extiendo mi mano, pero ella niega. —Vamos, te acompaño. —No, mami, yo voy sola. Recuerda que soy una niña grande. Yo sonrío. La verdad es que ella ya se comporta como una niña grande. —Está bien, pero no tardes. Ella corre hacia los sanitarios y yo vuelvo a tomar el teléfono para responderle a mi amiga. Cuando alguien choca conmigo, yo sonrío y levanto mi rostro, pero, ¡oh sorpresa!, jamás pensé verla en persona. Mi sonrisa se borra y suspiro. Es una mujer hermosa, espectacular, alta, delgada, piernas largas; realmente tiene cuerpo de modelo. Su hermoso cabello oscuro y sus lindos ojos verdes la hacen ver increíble. Lo tengo que reconocer. Yo me disculpo. —Lo lamento, estaba distraída. Ella me barre con la mirada y hace una mueca. Yo me alejo de ahí y camino hacia los sanitarios con paso apresurado, pues si ella se encuentra aquí, supongo que él también. Estoy tan distraída en mis pensamientos que ni siquiera me doy cuenta de que vuelvo a topar con alguien y estoy a punto de caer, pero él me toma de la cintura para sostenerme. Cuando miro sus ojos azules, esos ojos que alguna vez me vieron con tanto amor, pero todo era mentira. Yo trato de alejarme, pero él me ve sorprendido y no me suelta. —¿Allegra? Yo pongo las manos en su pecho para separarnos un poco, ya que es incómodo el espectáculo que estamos dando, pero él no sale de su sorpresa. —Sí, disculpa, ¿podrías soltarme, por favor? Él sonríe y sus mejillas se vuelven color carmesí. Asiente y suelta mi cintura. Yo me alejo un poco de él, viendo hacia el sanitario y rogándole a Dios que mi hija no salga. —Vaya, pero mírate. Estás preciosa. Dios, Allegra, he tenido tantas ganas de verte que tú no te imaginas, tenemos tantas cosas de que hablar. Yo carraspeo un poco incómoda, pues su esposa se encuentra haciendo su orden y mi hija, bueno, nuestra hija, en el sanitario. Dios, por favor, que se vaya. No quiero que la vea. —Allegra, Allegra, ¿me escuchas? Yo salgo de mi trance y sonrío. Sí, sonrío por lo cínico que es ¿hablar conmigo de que?, para estar seguro de que aborté a mi hija. Vaya que George no tiene límites. Así que suspiro y niego. —No sé de qué quieras hablar. Creo que entre tú y yo quedó todo muy claro. Ahora no me interesa nada más, así que, con permiso, tengo algo importante que hacer. Camino hacia los sanitarios y paso por un lado de él. Él toma mi brazo y me detiene. Su rostro está muy cerca del mío y su sonrisa se ha borrado. —Pues, aún que no lo creas, nos debemos esa plática. He vuelto a la ciudad y, ahora que sé que tú también estás aquí, te buscaré. Tengo muchas cosas que aclarar. Yo me suelto de su agarre y vuelvo a sonreír. —Ya te lo dije, tú y yo no tenemos nada de qué hablar. Escuchamos un carraspeo y los dos volteamos hacia la persona que acaba de llegar. Ella sonríe falsamente y la mirada de George, de sorpresa, ha cambiado completamente por una de frialdad. ¿Pero a este hombre qué le pasa? —¿Sucede algo, cielo? ¿Conoces a la señora? Él le responde de manera muy grosera y yo lo miro sorprendida, pues él jamás fue de esa manera. El hombre que acaba de pedir que hablemos se ha ido completamente. —No es algo que te importe, María Fernanda. Ve al coche, ahora te alcanzo. Ella niega, pero antes de que él le vuelva a hablar de esa manera, yo vuelvo a caminar hacia los sanitarios. Solo escucho que me dice: "Te veré pronto, Alle". Mi piel se eriza con esa advertencia. Cuando abro la puerta, mi hija está a punto de salir. Yo la cargo en mis brazos. Mi corazón está acelerado; casi creo que está a punto de salir de mi pecho. Dios, jamás pensé volver a verlo y menos después de tantos años. Pero ahora entiendo por qué jamás estuvo en la ciudad. Mi hija toma mi rostro entre sus pequeñas manos y me sonríe. —Mami, tenemos que irnos, pues se me hará tarde. Yo suspiro, pues quiero esperar un poco más de tiempo para que se marchen. Así que le sonrío y la bajo de mis brazos. Dios, así quisiera tenerla siempre para protegerla. —Lo sé, cielo, solo esperaremos un momento. No te preocupes, que llegaremos a tiempo. Ella sonríe y yo me acerco al grifo del baño para mojar un poco mi rostro. Me veo en el espejo y estoy un poco pálida. ¿Y cómo no estarlo? Acabo de ver al padre de mi hija con su esposa. Mierda, esta sorpresa no me la esperaba. Después de un rato, salgo del baño. Cuando lo hago, ellos se han marchado. Inmediatamente tomo los pastelillos de mi hija y camino con paso rápido hacia mi coche. Mi hija se queja. —Mami, ¿podías caminar un poco más despacio? Yo la miro y le sonrío. —Lo siento, cielo, pero si no nos apuramos, llegaremos tarde al colegio. Ella no dice nada más. Yo la acomodo en su sillita y empiezo a conducir. El colegio está muy cerca, así que tardamos muy poco en llegar. Cuando llegamos, la ayudo a bajar y me pongo a su altura. La abrazo sin ganas de soltarla. Cuando me alejo, solo beso su frente y le digo: —Te amo, cielo, nunca lo olvides. Ella sonríe y me vuelve a abrazar. —Yo también te amo, mami. Nos separamos y ella camina hacia la entrada del colegio. Yo, de inmediato, me subo a mi coche y voy hacia el departamento de mi amiga. Realmente no sé qué hacer. Supongo que George ni siquiera preguntó por mi embarazo, pues estoy segura de que él piensa que lo aborté. Así que no quiero que vea a mi hija; él no lo merece. Cuando llego al departamento de mi amiga, de inmediato toco a su puerta. El que me abre es Noah. Él y yo tenemos una amistad un poco extraña, pues siempre estamos peleando, pero es un buen tipo y adora a mi amiga, así que, después de todo, me cae bien. Cuando me ve, vuelve los ojos, pero yo ingreso de inmediato. —Sí, claro, pasa. Estás en tu casa. ¿Quieres una taza de café, algún bocadillo? Yo suspiro y niego, porque definitivamente ahora no estoy para sus sarcasmos. —¿Dónde está Nina? —Yo estoy muy bien, Allegra. ¿Y tú? ¿Cómo te encuentras? ¿El día de hoy irás al trabajo? ¿Dónde está la princesa de la familia? Yo me alejo de él sin decir nada y camino hacia su habitación. Supongo que mi amiga se está arreglando para ir al trabajo. Solo escucho que él grita: —¡Claro, ponte cómoda, si quieres, en la habitación! Yo lo ignoro y de inmediato abro la puerta de su habitación. Como lo dije, mi amiga está frente al espejo, aún maquillándose. Ella me ve sorprendida, pero creo que mi rostro le dice todo, porque de inmediato se pone de pie y se acerca a mí. —¿Qué sucede? Dios, estás pálida. ¿Lía está bien? Mis lágrimas empiezan a bajar como cascadas. Ella me abraza, pero no deja de preguntar lo mismo. —Allegra, habla. Dime si Lía está bien. Yo me separo un poco de ella y asiento. Ella suspira, más tranquila, y toma mis manos, y me guía hacia la cama. Tomamos asiento y empieza a limpiar mi rostro. —Tienes que tranquilizarte para que me expliques qué es lo que pasa. Dios, mujer, parece que viste un fantasma. Yo asiento, porque justo es lo que acababa de pasar. —Pues no es un fantasma, porque el desgraciado aún sigue vivo. Pero, ¡casi! Nina, George ha vuelto y lo acabo de ver. Mi amiga se pone de pie y empieza a negar, caminando de un lado a otro con los puños cerrados. La conozco; sé que está furiosa. De pronto, se detiene y me mira, algo preocupada. —Dime que no vio a Lía. Yo niego. Gracias a Dios, eso no pasó, así que ella suspira aliviada. —No, Lía se encontraba en los sanitarios, pero él quiere hablar conmigo y justo ahí estaba su esposa. ¿Puedes creer lo cínico que es? Además, creo que, después de todo, él y yo no tenemos nada de qué hablar. En todo este tiempo jamás me ha buscado, y ahora, por obras del destino, lo tengo frente a mi. ¿Qué es lo que quiere? Estar seguro de que aborté. Eso es lo que quiere saber. Mi amiga suspira y se vuelve a sentar a mi lado, tomando mis manos entre las suyas. —No lo sé, amiga. Tendrás que hablar con él, pues recuerda que hace años Mateo nos dijo que él te ha buscado. No sé si sea como tú dices, para estar seguro de que abortaste. Eso solamente tú lo puedes averiguar. No, yo no tengo nada que hablar con él. Hace muchos años él me dijo lo que sentía y lo que planeaba hacer, y creo que, después de todo, lo cumplió, pues se casó con la mujer que realmente amaba. Yo solo fui un error en su vida, pero él me dejó lo más maravilloso de la mía.
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