Allegra
Habían pasado un par de semanas y Mateo había cumplido su promesa. Trabajábamos en la misma empresa, en el mismo edificio; su oficina estaba enfrente de la mía, y pocas veces lo había visto en estos días. Sabía que me estaba evitando, pero, después de todo, yo fui la responsable de eso. No voy a mentir, mi corazón siente un vacío muy grande, pero ya he tomado la decisión y creo que es lo mejor para todos, o al menos para él.
Salgo de mis pensamientos cuando escucho que tocan el timbre del departamento. Es fin de semana. Me pongo de pie y me dirijo hacia la puerta. Cuando la abro, mi amiga está de pie con un montón de bolsas y me sonríe.
—Vengo porque te voy a invitar a comer. Creo que, después de todo, necesitamos un día de chicas.
Ella entra al departamento y deja las bolsas encima de la mesa. Yo cierro la puerta y la sigo. Solo sonrío porque realmente necesito desahogarme con alguien. Ella empieza a sacar toda la comida y yo voy hacia la cocina y traigo unos platos. Cuando llego, mi hija ya está a un lado de ella, platicando de sus días en el colegio. Mi amiga solo sonríe con las ocurrencias de Lía. Después de terminar de comer, entre pláticas y risas, mi hija va hacia su habitación, y Nina y yo nos quedamos en la sala. Ella se pone de pie, toma dos copas y una botella de vino. Yo sonrío y niego, pues mañana me tengo que levantar temprano.
—No estás loca. Si tomo algo ahora, mañana no podré levantarme y Lía tiene colegio, y yo tengo que ir a trabajar.
Ella hace un puchero un poco infantil, pero de igual manera sirve la copa y me la entrega. Yo solo suspiro y volteo los ojos, pues estoy segura de que no solo será una. Ella se sienta a mi lado y me ve a los ojos.
—Lo vas a necesitar. Quiero que me platiques qué es lo que ha pasado entre tú y Mateo. Lo he notado algo extraño.
Yo suspiro porque ni siquiera le platiqué el problema que tuve con Selene. Estoy segura que me va a querer matar por no decirle.
—Decidimos alejarnos. Creo que después de todo no fue una buena idea trabajar juntos.
—¿Y ahora qué ha pasado? ¿Por qué esa decisión?
—Selene me culpa de que tu hermano la terminara, y sabes que yo no soy responsable de eso.
Ella se pone de pie y niega, pero sonríe y me señala.
—Muy en el fondo sabes que sí lo eres. No eres tonta ni ciega. Mi hermano siempre ha sentido algo por ti. Yo no sé por qué no se dejan de estupideces y aceptan lo que sienten.
Yo suspiro porque, qué más quisiera que fuera así de fácil, pero la vida nunca es fácil.
—Nina, sabes que es algo complicado. Tengo una hija y tengo que pensar primero en el bienestar de ella.
—Por favor, Alegra, sabes perfectamente que mi pequeño corazón adora a Mateo. Él siempre la cuidará y la amará más que nada en el mundo.
—Lo sé, y le agradezco todo lo que hace por nosotros. Pero, ¿y si no funciona? Si esto que sentimos solamente es una ilusión y se termina, mi hija terminaría en medio de una separación, y es lo que no quiero. No quiero que ella sufra. Prefiero estar sola y cuidarla.
Ella se vuelve a servir una segunda copa y niega. Se vuelve a sentar y toma mis manos entre las suyas.
—Te estás adelantando a algo que no sabes si pasará. ¿Qué tal si se casan y viven felices para siempre? Si no te arriesgas, no sabrás lo que sucederá.
—Tengo que confesarte algo. No estoy segura de que Mateo sienta algo por mí.
—Deja de decir estupideces. Son excusas tuyas nada más. Sabes que él te adora.
Yo niego porque aún siguen grabadas en mi mente sus palabras: me quiere pero no me ama.
—Pasé la noche con tu hermano.
Ella abre muy grandes los ojos. Yo agacho la cabeza con un poco de vergüenza, pues no debió haber pasado. Ella sonríe y empieza a aplaudir como una adolescente emocionada.
—Lo ves, él quiere estar contigo. Tú eres la que te niegas a que eso pase. Date una oportunidad. Sé que has sufrido mucho, pero te la mereces. Eres una excelente madre y sabrás proteger a Lía si algo se complica.
—No es que tú no entiendes. La verdad es que lo deseaba demasiado y creo que él estaba igual que yo. A la mañana siguiente pensaba decirle que habíamos cometido un error, pero cuando lo vi entrar con el desayuno, me gustó sentirme querida. Algo importante. Cuando estaba a punto de hablar, él me interrumpe y me dice que todo sigue igual, que no pasa nada, que somos dos adultos que solamente se tenían ganas. ¿Puedes creerlo? Me sentí tan idiota.
Su sonrisa se borra y me abraza. Cuando se separa, me toma de los hombros y levanta mi rostro para que la vea a la cara.
—Lo lamento, pero tienes que reconocer que, en cierta forma, tú has tenido la culpa. Nunca has sido sincera con él. Vamos a hacer algo: si no funciona, prometo que no te vuelvo a mencionar a mi hermano. Mañana te vas a presentar a trabajar con el vestido más sexy que tengas en tu armario. Te vas a poner más hermosa aún, vas a ir a su oficina, le vas a pedir hablar y vas a abrir tu corazón.
Ella sonríe cuando me dice eso, pero yo abro los ojos sorprendida. Se ha vuelto loca. ¿Y si me rechaza? ¿Y si me vuelve a repetir que no me ama? No, yo no puedo hacer eso. Empiezo a negar y suspiro.
—Lo lamento, amiga, pero yo no puedo hacer eso. Estoy segura de que saldría lastimada. Tampoco quiero perder su amistad, así que no, no lo haré.
Ella me vuelve a tomar de las manos y las aprieta un poco y sonríe.
—Más lastimada no puedes estar. Así que va a hablar con Mateo y le vas a decir lo que sientes. Si él te rechaza, que estoy segura de que no lo hará, no pasa nada. Yo vendré con otra botella de vino y lloraremos por tu pena.
A pesar de que no es una gran idea, creo que ya ha pasado mucho tiempo y nos debemos una plática. Así que asiento, y mi amiga me vuelve a abrazar. Nos tomamos una copa más y ella llama a su esposo para que venga por ella. Yo voy y me tiro en mi cama pensando en lo que le diré mañana.
Por la mañana, me levanto. Casi no pude dormir. Me meto a la ducha y, cuando salgo, hago lo que mi amiga me ha dicho. Me pongo un vestido n***o hermoso que se ajusta a mi cuerpo, con los hombros caídos, y un pequeño dije que justo él me había regalado en mi cumpleaños cuando todavía estábamos en la universidad. Levanto mi cabello en una cola alta, me maquillo un poco resaltando mis ojos. Cuando estoy lista, salgo de mi habitación y voy hacia la habitación de mi hija. Ella también está terminando de vestirse. Cuando me ve, sonríe, viene hacia mí y me abraza.
—Vaya, mami. Te ves muy bonita. ¿Irás a una fiesta?
Yo sonrío y me pongo a la altura de mi hija, acomodando un mechón de cabello tras su oreja.
—No, cielo, solo voy a trabajar. Así que hay que terminar de alistarte, pues ya se hace tarde para el colegio.
Ella sonríe y se aleja de mí. Empieza a tomar sus cosas para salir hacia el colegio. Cuando ya hemos terminado de desayunar, nos vamos hacia mi coche. No voy a mentir, estoy un poco nerviosa. Dejo a Lía en el colegio y conduzco hacia la empresa. Cuando llego, me estaciono y sé que estoy loca, pero empiezo a negar. No, definitivamente no puedo hacerlo. Él ya me lo dijo, no siente nada por mí. Mi amiga está loca. Quedaría en vergüenza. No, no lo haré. Tomo mis cosas y salgo del coche. Cuando llego a mi oficina, tomo el pomo de la puerta para entrar y, Dios, sí. Si no lo hago ahora, nunca tendré el valor de hacerlo. Camino hacia su puerta y la abro. La escena que está frente a mí jamás me lo hubiera esperado. Yo me disculpo y trato de salir de ella.
—Perdón, perdón. No debí de entrar de esa manera.
Me doy la vuelta y empiezo a caminar hacia mi oficina, pero Mateo toma mi brazo y me detiene.
—¿Qué ha pasado? ¿Todo está bien?
Yo retiro mi brazo de su mano, pues su tacto siento que me quema. Sonrío y agacho un poco la cabeza con vergüenza.
—Sí, sí, no te preocupes. Todo está bien. Perdón, no debí de entrar de esa manera. No sabía que estabas ocupado.
—Está bien, no pasa nada. Pero, ¿ocupabas algo?
—No quería hablar contigo, pero no es nada importante. No vale la pena.
Me vuelvo a dar la vuelta y camino hacia mi oficina. Cuando ingreso, una lágrima baja por mi mejilla. Sabía que era una estupidez. Si él realmente sintiera algo por mí, no estaría con otras personas. Escucho que habla y de inmediato limpio mi lágrima.
—Alegra, sé que no te debo de explicar nada, pero lo que acabas de ver...
Yo me volteo y sonrío. Él se ve algo avergonzado.
—No te preocupes, Mateo. No tienes por qué explicarme nada. Es tu vida y yo no tengo por qué intervenir.
—Sí, lo sé. Solo que no quiero que pienses que he vuelto con Selene. Ella me besó y me tomó desprevenido. Lamento que hayas visto eso.
Yo tomo asiento tras mi escritorio, trato de verme lo más tranquila posible, aunque definitivamente mi corazón se ha partido en mil pedazos. Mi sonrisa no se borra.
—Está bien, Mateo. No te preocupes. Ya te lo dije, no tienes por qué darme explicaciones. Si has vuelto con ella, felicidades. Solo te voy a pedir un favor: mantenla alejada de mí, así como tú lo has hecho este par de semanas. Así la quiero, lo más lejos posible de mí y de mi hija.
Él solo asiente y se da la vuelta. Se ve molesto. Yo me vuelvo a poner de pie y me dirijo hacia la puerta. La cierro, me volteo y me deslizo hasta quedar sentada en el suelo con mis lágrimas a punto de salir. Definitivamente no hay una oportunidad para mí. Creo que realmente nunca la habrá.