Capítulo 1 (Parte 2)

1534 Palabras
—Ya sabremos después, Ryan. —dice agarrándole del brazo para besarlo, impidiéndole que se mueva del sitio—. Además, ¿qué puede ser más importante para ti que el sexo? Adele le preguntó aquello porque sabía que para Ryan muchas cosas eran importantes pero ninguna estaba por encima de las relaciones sexuales. Él la miró fijo por unos segundos, adivinando las intenciones de Adele. Contempló aquella imagen por varios segundos y comprendió que no tenía sentido cortar el momento. Ella lo empujó hacia el baño de la habitación principal y lo pegó a la pared. Abrió la ducha, el agua no tardó en caer. Pensando que tenía el control de la situación, Ryan le arrancó de forma brusca la bata de dormir que le cubría y con voz firme, le ordenó que se pusiera en 4, su posición favorita. Recordó las cientos de mujeres que estuvieron con él y soltó una risa irónica. Ninguna se comparaba a ella. La veía y, sin duda era única, especial. Ryan era de fijarse en los pies y las manos, principalmente, también en sus rostros y escotes si lo tenían. Pero Ryan no se quedaba nada más con eso. Él le abrió las piernas y lo primero que hizo fue lamerle la entrada del ano y luego introdujo su dedo por pocos minutos. Acto seguido, rozó su m*****o en la entrada de su v****a húmeda. La embistió lento por el ano, le agarró las caderas y comenzó a embestirla con más fuerza. Adele tenía una dulzura y una belleza que despertaba en Ryan una necesidad primitiva de tomarla en sus brazos. Desde el día que la vio, cayó en las garras de esa mujer y se sentía fascinado por ella. Con el solo roce de sus pieles sentía un cosquilleo que le recorría el cuerpo y me provocaba una fuerte erección, se le aceleraba el corazón y le temblaban las piernas con tenerla ahí desnuda e indefensa. ¡DIOS SANTO! Que hermosa era aquella mujer, tenía unos rasgos perfectos, parece que estaba hecha por los mismos ángeles, su piel blanca y esos lunares en la espalda y en su pecho lo enloquecían. La besaba con deseo, con pasión y lujuria, tomó sus manos y se las llevó a la boca, ella cedió. Si Ryan fuese un inocente cualquiera, se le habría encogido del estómago. Si Ryan estaba seguro de algo, es que Adele era una mala hierba que se atrevió a crecer en sus magníficos jardines. Ella se metió tan dentro de él y si en algún momento pensaba en sacarla, eso sería más que imposible. Adele no era su rehén sino la mujer con la que él deseaba pasar el resto de su vida. Así la vio desde el inicio y nada podía cambiar esa perspectiva. No estaba enamorado pero con ella quería intentarlo todo. Le hizo una cola a Adele y la embistió, le halaba el cabello y le gritaba en alemán, su segundo idioma natal. La embestía lento y firme a la vez. Cada embestida provocaba un gemido en Adele. La levantó y la pegó contra la pared, ella echó la cabeza para atrás cuando una mano de Ryan se posó en su v****a. El sonido de sus pieles durante las embestidas le causaba una excitación y cosquilleos en el estómago. Acto seguido, posó sus labios en el cuello de Adele, consiguiendo que ella quisiera darle su cuerpo. Ryan la miraba de arriba hacia abajo, y sus manos recorrían sin parar todo el cuerpo desnudo de aquella mujer, su mujer. Las suaves manos tocaban la espalda de Ryan de arriba hacia abajo, esto, en efecto, le producía sensaciones deliciosas. De hecho, por un instante él se perdió en sus ojos, solo podía pensar en todo lo que ella le hacía sentir con simples besos y caricias. ¡Dios santo! Nunca se había sentido tan atraído por una mujer. Por la forma delicada de su perfil, la curva carnosa de su boca, las suaves elevaciones de su pecho, solo quería tenerla encima de él. Sentía una fascinación por esa mujer que ahora mismo no podía controlar. Adele se mordía los labios y eso me aceleraba. El agua caliente les caía sin parar y estar ahí con ella, para él, era muy excitante. No decían nada, el único lenguaje que había era el de sus cuerpos desnudos. Aunque lo último que deseaba era dejar de besarla, se detuvo un momento, la miró fijo y ella le miraba también pero confundida, su frente arrugada lo dejaba en evidencia. —¿Qué pasa? ¿Está todo bien? —le preguntó. —Solo quería preguntarte algo, mi amor —habló él con toda la calma del mundo. Adele asintió una vez, invitándole a continuar—. ¿Por qué no mejor nos vamos a la cama? Adele asintió, besó su cuello y luego le miró a los ojos. Ella se colgó de Ryan como cual koala, él sentía su perla abierta en su pelvis, estaba mojada y caliente, lo que produjo que su erección acelerara y, cabe destacar, le puso muy duro. Salieron de la ducha y la tumbó en la cama. Estaba abierta solo para él, eso lo prendía más de lo que pudiera controlar. Así, desnudos y en la cama, comenzó su batalla campal. Él comenzó a besar su cuello, sintió el pulso de la mujer acelerado, ella también le besaba y mordisqueaba su piel con suavidad, mientras posaba la mano libre en la ancha espalda de aquel hombre tan atractivo. Ryan la besaba con una fuerza inimaginable, introducía su lengua en la boca de Adele y ella hacía lo propio en la mía. Ambas bailaban al ritmo de sus cuerpos y sus lenguas mantenían una danza erótica. Las gruesas y ásperas manos de Ryan subían y bajaban por su espalda haciendo una expedición interna. Realmente era un placer hacer el amor con ella, era magnífico sentir la cálida temperatura de su cuerpo junto al de él. Adele quiso tomar el control y lo volteó, quedando encima de él. Se posó de espalda a él, sobre su m*****o y comenzó a masajearlo lento, torturándolo. En efecto, Ryan soltó varios jadeos y algunas palabras sucias como: you're mine, b***h (tú eres mía, perra). Ella le miraba por encima del hombro con una sonrisa traviesa. Adele dejó de acariciarle y le miró de nuevo, luego se acomodó dejándole el culo en toda la cara. Él la miraba con picardía, Adele mordió su labio inferior y se acercó más al erecto y grueso m*****o de Ryan. Comenzó a lamerlo con suavidad, depositaba unos cuantos besos y luego, lo introdujo en su boca hasta el fondo. Ryan no perdió la oportunidad de lamer de nuevo la entrada de su ano, en todo el centro. Eso excitó a Adele, llevándola a succionarlo con más intensidad, provocando gemidos y jadeos en Ryan. Él posó las manos en el culo de Adele, moviéndole un poco más rápido pero ella seguía lento. Lo hacía a propósito para excitarle más. De pronto Adele se detuvo y mordió su labio inferior. —De nuevo, nena, por favor —suplicaba Ryan, Adele le miró por encima del hombro y continuó su faena, pero esta vez con más rapidez que la anterior—. Oh… Sí —jadeó él con pesadez. Cuando él acabó, ella tragó todo el semen y se limpió los labios antes de levantarse. Ella se dio vuelta quedando frente a él. Ryan apretó su trasero con la intención de que sintiera lo duro que ella le ponía—. Amor, móntame —le pidió Ryan, tomó su m*****o y lo introdujo en ella con fuerza, con pasión, con deseo, convirtiendo su cara en todo un poema y él era el escritor de ese verso. Sentir como se hacían uno, como se unían y se entregaban en cuerpo y alma. Ella lo besaba apasionadamente. De sus ojos, emanaba lujuria y placer. Aun no llegaban al orgasmo. Cuando llegaron al orgasmo, ella gritó su nombre. Ahora si, por fin, estaban unidos, eran uno solo. Adele clavó sus uñas en la espalda de él y esa fue su motivación para continuar el trabajo. Bailó dentro de ella y se movía hacia arriba y hacia abajo, de un lado a otro. Las expresiones de Adele dejaban en evidencia lo mucho que gozaba aquellos movimientos. —Oh…Dios…—soltó de repente, Ryan sonrió y mientras se movía dentro de ella, tomó sus pezones erectos y los succionó con fuerza, ella gemía excitada de placer—. No te detengas, hazme mujer en tus brazos —suplicó ella, los pies de ambos se unían, se juntaban sin querer separarse. —Te quiero besar los labios, para luego subir a tu boca —susurró él. Ella le respondió con una sonrisa, concediéndole el acceso total—. Te deseo más que a nada, Adele. —Y yo deseo ser tuya, Ryan. —Aquello le despertó una sensación extraña a Ryan, no esperaba escucharlo de Adele, y lo siguiente provocó que sus latidos se aceleraran—. Nada me importa más que ser tu mujer. Ryan la miraba sin poder ocultar su sorpresa. —Lo eres ahora y lo serás siempre, Adele.
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