El viejo molino estaba en el estanque que había formado el desvió de un rió. Durante cuatro años, aquel lugar nunca le había fallado a Sandra. Cuando se sentía demasiado estresada, tan solo unos pocos minutos en aquel lugar podían calmarla. Además, aquellas tierras la llenaban de inspiración. Algún día, esperaba hacer allí cosas maravillosas.
Su madre decía que le ponía los pelos de punta, Hugh había dicho que le daría reumatismo a cualquiera pero a Sandra le encantaba. Habia estado segura de que a los dos les encantaría cuando ella hubiera gastado mucho mas dinero en aquel lugar y hubiera trabajado muchas horas más.
Aparco la furgoneta en la calle del pueblo y anduvo por el sendero hasta el molino. Al llegar, se sentó al lado de una ventana, tomando notas para un jardín rocoso. Luego, se acerco hasta un puente que había al lado de la rueda del molino. Mientras miraba el agua y la comparaba mentalmente con el río había visto, vio un enorme perro.
Detrás de Bruno, apareció Antonio.
-¿Que clase de obsesión tienes con los puentes y las aguas revueltas? - pregunto al llegar en el que ella estaba.
Sandra se sintió contentísima. No dejaba de reír, acariciando la cabeza de Bruno, abrazando a Antonio.
-¿Quien se ocupa del hotel? - pregunto Sandra, con una sonrisa de oreja a oreja.
-La pareja que lo hace habitualmente.
-¿Como has llegado aquí? ¿Como supiste que estaba aquí?
-El coche es automático -dijo él, estrechándola entre sus brazos -. No resulta difícil de conducir. Llame a tu despacho y me contesto una chica muy amable que me dijo donde estabas y me dio indicaciones de como llegar aquí.
-Esa es mi Bets. Es muy servicial. Gracias por venir. Me alegro mucho de verte.
A Sandra le pareció que él dudaba. Si fue así, lo hizo por un momento antes de girarse para pasarle el brazo por encima de los hombros. En el puente soplaba un viento frió y humeo.
-¿Quieres que entremos a la casa? sugirió ella-. Podría preparar algo de café.
-Me parece estupendo.
Una vez dentro fueron a la cocina. Allí, Sandra lleno la tetera sobre un fregadero de piedra la puso sobre uno de los anillos del fogón para que hirviera.
Bruno retozaba sobre una alfombra turca que Sandra había comprado durante las vacaciones del año anterior. Antonio se sentó en un diván y la observo atentamente.
-Hugh me dijo que fue arriba a contestar el teléfono móvil que yo me había olvidado -empezó ella-. Esto ocurrió en su casa. Habían estado en su despacho. El teléfono estaba en el dormitorio. Susan lo siguió.
-¡Como se iba ella a resistir siendo él tan seductor!
-Es una locura, como sacado de una farsa. Al parecer Susan estaba haciendo un strip tease cuando Hugh levanto el teléfono.
-¿Eso fue lo que él te contó?
-Se había quitado el vestido abajo. Yo lo vi. Era un vestido de seda roja y, conociendo a Susan, me atrevería a pensar que su ropa interior era del mismo color.
-Bueno- dijo Antonio-, yo no conozco a ninguno de los dos pero me lo imagino. Tuvo que ser muy... colorista.
De repente Sandra se imagino a Susan, quitándose la ropa como si fuera Salome bailando la danza de los siete veloz y se empiezo a reír hasta que por fin se le saltaron las lagrimas que había intentado contener hasta entonces. Se apoyo en el hombro de Antonio para ahogar sus gemidos mientras intentaba controlarse. Cuando levanto la cara, se froto las mejillas húmedas con el reverso de la mano.
-Lo siento. Te he mojado la chaqueta.
-Considerando que me has calado hasta los huesos en mas de una ocasión, ¿que me va a importar una manchita de nada?
Con otra persona, ella se hubiera sentido muy avergonzada por haber reído y llorado al mismo tiempo.
Pero con Antonio era distinto.
-¿Cuanto tiempo te puedes quedar?
-Lo que necesites. ¿Me puedes recomendar un buen hotel en la zona?
-Podrías quedarte aquí- sugirió ella.
-¿En esta casa? ¿De quien es?
-Es moa - respondió, sonriendo de orgullo-. La compre con un fondo que mi padre puso a mi nombre cuando tenia veintun años. Se estaba desmoronando, yo me gaste todo ese dinero en ella pero, algún día, sera un lugar digno de visitarse.
-Ahora ya es precioso.
Lo he amueblado con lo que he encontrado en tiendas de segunda mano y ferias organizadas por la gente para vender trastos viejos pero es completamente habitable. Mis amigos se alojan qui algunas veces. Si quieres quedarte, puedes quedarte.
-Me encantara.
Sandra le mostró como funcionaba la estufa y como se convertía el fosa en una cama.
-Te traer algo de ropa de cama de mi casa -prometido ella, convirtiendo la cama de nuevo en sofá antes de que él se animara a probarla. Tenia miedo de que la hubiera tumbado junto a él. Al recordar como se había sentido cuando la había tocado al lado del fuego, llego a la conclusión de que seria peligroso tumbarse a su lado. Era un hombre muy atractivo.
Tal vez pudiera haber vivido una aventura muy apasionada pero ella era una mujer de un solo hombre. Todo lo que quería de Antonio era amistad. Por ello, no debía correr ningún riesgo.
-Siento que el café sea soluble. Tengo un tarro con galletas aquí pero no hay nada mas para comer. Te mostrare donde puedes comprar comida para ti. Y para él.
Bruno se puso a comer galletas con ello mientras bebían el café soluble. Sandra le hablo a Antonio de algunos amigos a los que conocería si se quedaba.
-¿Les gusta a muchas de tus amigas hacer strip tease? - pregunto él muy serio.
-Ya te indicare quien es Susan. Ella es la experta.
En realidad, Sandra tenia bastantes ganas de presumir de Antonio, aunque aquello significara problemas con su madre y con Hugh. Al final, Antonio se marcharía y la vida seguiría con Sandra y Hugh juntos. Sin embargo, las siguientes semanas podrían ser muy emocionantes y tal vez Hugh aprendiera a no darla por sentado en el futuro.
Estaba ya oscureciendo cuando ella le dijo:
-Te enseñare la tienda y luego si quieres te enseñare mi casa.
El coche de Antonio, un Ranger Rover automático, estaba aparcado al lado de la furgoneta de ella, en el pueblo. Luego anduvieron hasta un grupo de tiendas y entraron a comprar las cosas mas básicas, incluyendo comida para el perro. Cuando lo hubiera dejado en el molino, se dirigieron, aquella vez con dos coches a casa de Sandra.
El coche de Hugh estaba aparcado en la puerta. Sandra se lo tenia que haber imaginado y se pregunto lo que le estaría diciendo a su madre. Estaba segura de que no seria toda la verdad. Cuando hubieron aparcado, Antonio espero a que Sandra saliera del garaje.
-Es el coche de Hugh. ¿Quiere conocerlo?
-Claro que si -dijo él.
Por primera vez, Sandra tuvo dudas sobre si seria una buena idea dejar que alguien tan impulsivo como Antonio se metiera en un asunto tan delicado.
Nadie salio al vestíbulo cuando Sandra abrió la puerta principal. Dejo el abrigo en una silla. Hugh y su madre habían oído que entraba porque Hugh se puso de pie enseguida mientras Esta seguía sentada. Ambos sonreían. Eso significaba que todavía no había ocurrido nada desagradable.
Cuando vieron que no estaba sola, la madre de Sandra siguió sonriendo, como lo hacia habitualmente delante de los hombres atractivos como Antonio Figueira. Sandra los presento.
-Mi madre y Hugh Marshall. Este es Antonio Figueira.
No lo presento como su prometido. Tal vez por eso, Hugh andaba tan erguido, como el profesional de éxito que era. Eso se le daba bien. A pesar de su aspecto juvenil tenia una confianza en si mismo que impresionaba a la mayoría, tanto dentro de los tribunales como fuera de ellos.
Pero aquella vez fue distinto. Antonio era mas alto, mas esbelto, con un rostro mas duro y un cierto aire de amenaza. Aquella vez, la sonrisa de Hugh era tan tensa y tenia los ojos entornados. Sandra pensó que, antes de hablar Hugh había tragado saliva.
-¿Nos conocemos? - pregunto.
-No, no nos conocemos - respondió Antonio, con voz muy tranquila.
Sandra tuvo miedo de que Antonio y Hugh se enfrentaran, por lo que dio un paso al frente para intervenir.
-Antonio y yo nos hemos conocido esta semana, mientras estuve fuera - dijo ella.
Aquello pareció hacer reaccionar a Hugh, que se sonrojo.
-¿Os conocisteis en la exposición? ¿eres jardinero?
-Soy periodista - respondió Antonio.
-Entonces, ¿Que estas haciendo qui? pregunto Hugh-. Por lo que yo se, no hay nada en esta ciudad digno de las noticias.
-Como abogado, supongo que tendrás algunos casos que lleguen a los tribunales.
Hugh tenia un prospero bufete, pero su negocio pocas veces merecía la popularidad. Ademas, aquel comentario significo que Hugh supiera que Sandra había hablado de él con Antonio.
-Antonio estaba en el hotel, trabajando en un libro. Le he ofrecido el molino durante unos días - dijo Sandra.
A Esta no le aprecio extraño. Sandra invitaba a sus amigos muchas veces al molino, pero Hugh tenia una opinión muy diferente.
-¿Por que? - pregunto, sonrojándose mas de lo que era posible -. Tiene que haber sido un hotel muy inferior para no ser mejor que ese molino.
-El cree que podría trabajar allí - dijo Sandra -, y parece que es lo menos que puedo hacer después de que me haya salvado la vida.
Esta y Hugh se quedaron boquiabiertos, mirándola de un modo incrédulo. Luego, casi al unisono, preguntaron:
-¿Como dices?
- Me vi atrapada en la inundaciones, supongo que lo habréis visto en la televisión o lo habréis leído en los periódicos. Bueno, salí de la furgoneta en un puente y el rió y el río me arrastro. Me harria ahogado si Antonio no me hubiera sacado.
-Pero tu sabes nadar muy bien- dijo Esta, en un hilo de voz.
-Con las ropas que llevaba me resultaba imposible- respondió Sandra.
Esta no hacia mas que temblar por la que Sandra deseo no haber puesto tanto dramatismo en la historia. Abrazo a su madre para darle animo.
-No me paso nada, aparte de un resfriad. Por eso no pude ir a la exposicion. Me quede en e hotel. Antonio estaba convaleciente de una herida en la pierna. Si los dos, nos animamos el uno al otro.
-Me alegro - dijo Esta. Nunca había puesto reparos a los amigos de Sandra. Ademas, su hija se iba a casar con Hugh, el mejor de todos los hombres.
-Te estamos muy agradecidos por lo que hiciste - observo Hugh, no demasiado alegre por lo que había oído.
-¿Donde esta tu anillo? - pregunto Esta, que, casualmente, había tomado de la mano de su hija.
-Lo peri en el agua.
Aquello estuvo a punto de hacer que su madre volviera a perder los nervios. Esta haba estado tan orgullosa de aquella joya como Sandra y le haba aconsejado mil veces que lo achicara un poco. Mas de una vez le habita dicho que lo iba a perder.
Esta estaba apunto de ponerse a llorar por aquella segunda noticia pero Hugh intervino.
-No importa. Lo unido que importa es que Sandra este a salvo - dijo.
Sandra sintió que se le saltaban las lagrimas. Aquellas habían sido unas palabras generosas, llenas de amor, porque, efectivamente, el anillo era algo extraordinario. Tal vez si Antonio no hubiera estado allí, aquellas palabras habían sido suficientes para que Sandra se olvidara de Susan. Sin embargo, no pudo evitar sonreír débilmente a Hugh. Entonces, este, con una voz cargada de emoción, le dijo a Antonio.
-Estamos en deuda contigo. No se como podre pagarte.
-Ni lo intentes - dijo Antonio, sin mostrar emoción alguna.
El teléfono de Sandra estaba encima e la mesa. Hugh vio que ella lo miraba.