Capítulo 39

2047 Palabras
-No puedo estar vigilandote a todas horas _ rugió él-.¿Cuantas te haz tomado? Ella no podía hablar por miedo de atragantarse. Cuando Antonio la obligo a abrir la boca para hacerle expulsar la píldora, intento morderle los dedos. Como no pudo empezó a darle patadas todo lo fuerte que pudo. -Antonio gritaba y se aparto de ella, dejándose caer en la cama mientras profería una serie de insultos dirigidos a Sandra. -Yo no quería hacerlo- protesto ella-, pero es culpa tuya. Solo estaba tomando un par de pastillas para curarme un dolor de cabeza. No pienso suicidarme ni estaba tomándome una sobredosis. Y te repito yo no me tire al rió -Entonces, ¿que estabas haciendo encaramada en aquel muro?-pregunto él, incorporándose. -Estaba tirando mi anillo de compromiso al río. Yo  estuve en ese puente con Hugh. Él me dijo que estaríamos juntos por siempre. Por eso de repente, me pareció el lugar apropiado para deshacerme del anillo. ¿Me crees? -Es una locura que tal si podría ser cierto. -Supongo que no debería haberlo hecho - dijo ella tristemente_. Era una reliquia de familia, con unos diamantes bien grandes. -No debería haberte dejado, ¿Verdad? -El todavía no lo sabe. -Se que me voy a arrepentir de preguntarte esto pero, ¿como es eso?- pregunto él. Ella dudo unos instantes. Antonio se puso de pie, apoyándose a la cama. Creo que tengo que curarme esta pierna. Das patadas como una mula. -Tú me agarraste por la garganta. -Y a continuación te habría obligado a que bebieras agua con sal. -Eso es lo que yo llamo hospitalidad - dijo ella, intentando poner una nota alegre en la conversación. -En realidad, vine a ver si te apetecía compartir algo de comida conmigo. -De acuerdo - respondió Sandra, tras un momento de duda. -Entonces, te espero en la cocina dentro de diez minutos -concluyo él, saliendo de la habitación cojeando. Sandra se sorprendió mucho al notar que se le había pasado el dolor de cabeza. Aquel pequeño episodio de violencia parecía haberle liberado la tensión nerviosa. Ya no parecía necesitar la segunda pastilla. Rápidamente, recogió la foto de Hugh y la guardo, cerrando la tapa de la maleta. Al llegar a la cocina, vio que el perro estaba tumbado delante del fuego y que Antonio estaba ya sentado a la mesa. -¿Que tal tienes la pierna? pregunto ella. -Para estar convaleciente, tienes unos reflejos tan rápidos como la dinamita. ¿Y tu dolor de cabeza? -Mucho mejor, gracias. -No hay justicia en este mundo - dijo él. Al verlo sonreír, ella lo hizo también. Antonio tenia unos dientes muy blancos, pero la barba le crecía a tal velocidad que muy pronto parecería un salvaje. El se levanto y le puso delante un plato con una trucha preparada a la mantequilla y almendras, muy crujiente y deliciosa. También había una botella de vino blanco. Con aquellos manjares, le pareció que el apetito le estaba volviendo poco a poco. Al terminar la trucha, él dijo: -Cuéntame, ¿como puede ser que el compromiso se rompa sin que él lo sepa? Sandra sabia que cuando ella se  marchara, lo mas probable es que nunca mas volvieran a encontrarse. De repente, le apetecía hablar. Tras tomar un sorbo de vino, empezó a hacerlo. -Bueno se suponía que yo debería estar de viaje de negocios pero, mientras iba conduciendo, me empece a sentir mal y me pregunte si no seria mejor volver. Entonces, cuando descubrí que me había dejado el teléfono móvil, me decidí a volver. Tengo la llave del apartamento de Hugh, así que entre y subí. Él una chica, de la que yo pensaba era mi amiga, estaban en la misma cama de la que yo me había levantado aquella mañana. Ellos no me vieron. Yo los vi a través de un enorme espejo con el marco dorado que les hacia parecer una pintura. El pelo claro de él y el oscuro y largo de ella. Entrelazados, esa es la palabra. Yo salí corriendo y me marche en el coche. No sabia donde iba. Se suponía que tenia que presentarme en una exposición de jardinería, pero aunque hubiera llegado, no habría podido entrar. Me dedique a conducir durante horas y llegue a este lugar. Estuvimos los dos juntos aquí una vez. Sandra no dejaba de mirar el plato pero él sabia perfectamente que ella estaba viendo las escenas que estaba describiendo. -Vi el cartel de "Cerrado" pero tome la senda del rió. Debí  de estar loca al pensar que podría darle la vuelta al tiempo y hacer que volviera hacer como antes. Pero no tenia nada que ver -explico ella, riendo. Aquella vez el sol lucia radiante. Esta vez lleva días lloviendo por lo que el rió lleva mucho caudal.No vi a nadie a mi alrededor. Deje la furgoneta y me acerque al puente. Recordé todo lo que el me había dicho allí. Créeme si te digo que nunca pensé en matarme. Pero si que tire el anillo. - ¿Y tu querías terminar con él?  -No, nunca- respondió ella rápidamente, llena de sinceridad -. He estado loca por Hugh desde que era una colegiala. No se lo que voy hacer sin él. Le quiero mucho- añadió, sintiendo que los ojos se le llenaban de lagrimas-. Lo siento. Debes de creer que soy una idiota. -Efectivamente- dijo él, con voz suave-. Si el te importa tanto, es una idiotez que rompas con el por una aventura causal.  -Aquello no fue un beso en la mejilla. Estaba en la cama, juntos. -En eso ocurre muy a menudo, pero pocas veces significa mas que una alteración temporal de las hormonas. Cuando vuelvas, puede ponerte como una fiera con ellos, pero yo no lo tomaría como prueba de que él amor de tu vida te ha dejado. Antonio probablemente no haba experimentado el dolor que provocaba la infidelidad. A  Susan le resultaba imposible no flirtear. Tal vez todo aquello no había significado nada para ninguno de los dos. Sandra estaba empezando a sentir que hubiera dado años de su vida por no haber sabido nada de todo aquello.   -Habla con él -dijo Antonio. -¿Cómo voy hacerlo? -Tengo un teléfono mocil. No quería que le dieras la direccion a nadie. Este es mi escondite. Si quieres hablar con él, puedes hacerlo pero te sugeriría que no te pusiera histeria. Haz que se el tipo de llamada que él esperaría y espera haber la manera en la que reacciona. -No creo que pueda hacerlo. -Claro que puedes - dijo él, sacando un teléfono móvil de un cajón y poniéndoselo en la mesa. Sandra se tomo el vino. En realidad el consejo de Antonio tenia mucho sentido. No ganaría nada con ponerse a lanzar acusaciones en cuanto oyera la voz de Hugh. Entonces, tomo el teléfono y vio que Antonio se levantaba para marcharse. -Por favor, quédate. Y cortarme si oyes que me pongo a gritar. El se sentó, mirándola mientras ella marcaba el numero de la casa de Hugh. El tenia un estudio allí y trabajaba en el algunas veces. En cuanto salto el contestador. Sandra colgó. Tuvo mas suerte en su despecho, donde su vieja secretaria le paso con él enseguida. Al responder la llamada la voz de Hugh sonó cálida e intima como si estuviera encantado de tener noticias de ella. -Hola, cariño. Estaba deseando de que me llamaras. ¿Va todo bien? -Si- respondo ella-. Todo va bien. -¿Cuando vas a regresar a casa? -Debería hacerlo el jueves. Siento no haber llamado antes. He estado muy ocupada- añadió ella, ante la mirada aprobadora de Antonio. -Te dejaste tú teléfono móvil. ¿Cual es tu numero de teléfono? -Yo te llamare - dijo ella, recordando la escena que había visto esa mañana-. No se donde voy a estar. -Cuídate mucho. Te quiero. -Yo también- musito ella automáticamente, porque era así como terminaban siempre las llamadas. Entonces, colgó - Me ha dicho que me cuidara. Me pregunto lo que habría pensado si hubiera visto quien ha estado cuidando de mi. -Entonces, ¿no te va a dejar? -Tenias razón. Para él no ha significado nada. Yo tenia fiebre y tal vez no vi lo que creí que vi. -Tal vez...-asintió él, aunque ninguno  de los dos creía aquello ni por un segundo. -y tal vez no estoy aquí abandonada a mi suerte con Barba Azul y el perro de los Baskerville. -Estamos hechos de la pasta de la que están  hechos los sueños. ¿Más vino?  -No, lo que me encantaría sería una taza de café, aunque sea soluble.  -Podrás  tomar el autentico.  -Voy  a ir a refrescarme  un poco. Tengo que poner mis pensamientos en orden- dijo ella, levantándose.  -Claro.  Entonces, Sandra  regresó  a su habitación  y se  sentó un rato, pensando. En realidad, Hugh no la había dejado. El todavía quería casarse con ella. nada había cambiado para él . Durante años, Sandra había enviado a las mujeres que habían formado parte de su vida pero, desde que él le había puesto aquel anillo en el dedo, ella había creído que le seria fiel.  Antonio le había preguntado si ella quera terminar con el. Claro que no quería, pero aquel incidente le servia para saber que no debida dar nada  por sentado.  Sandra tenía competidoras. Tal y como estaba en aquellos momentos, no seria rival  para ninguna de ellas. Cuanto antes se recuperara, mejor preparada estaría para el jueves, cuando se encontrara con Hugh. Tal vez  sería mejor pretender que no había visto nada, pero no sabia si sería capaz de ello.   Tenía que lavarse el pelo.Ya lo haría más tarde. Como tratamiento de urgencia se lo cepillo vigorosamente, boca abajo, consiguiendo  al final que tuviera algo de brillo. Luego, se cambió de ropa, se puso una falda larga de cachemir azul claro y se pasó casi diez minutos maquillándose con mucho cuidado y arte. Iba a necesitar toda la confianza que un aspecto intachable pudiera darle. Efectivamente, tenía buen aspecto. La piel tenía un brillo cálido y luminoso, las mejillas y los labios estaban pintado de coral. Las pestañas estaba oscurecidas por el rimel y una sombra color bronce servían como complemento para los destellos color ámbar que iluminaban sus ojos verdes.  Era alta y esbelta, con curvas adecuadas. Sonrió al pensar como reaccionaría Antonio al ver el aspecto que ella tenía en aquellos momentos. Por supuesto, ella no se había arreglado para él pero, durante la última hora, él había sido tan comprensivo como un amigo.  Al abrir la puerta, Sandra pude oler el rico aroma del café recién hecho. Al llegar a la cocina, se quedó en la puerta un momento. Él la miró desde dónde estaba sentado. Se produjo un silencio durante el cuál, los dos no dejaron de mirarse. Sandra estaba tan sorprendida como él. Entonces, ambos rompieron a reír.  -Si quieres a ese hombre estoy seguro que conseguirás quedarte con él -dijo Antonio, mientras ella se sentaba a la mesa sin dejar de mirarlo.  -¿Dónde se ha ido Barba azul?  -¿Me estás diciendo que lo hechas de menos?  Lo único que había hecho era afeitarse, pero el cambio que había producido en él era tan dramático como el que ella había experimentado. Su rostro era tan duro como el del hombre con barba, tal vez incluso parecía más peligroso, pero resultaba arrebatador.  Mejillas muy marcadas, rasgos muy definidos y fuertes músculos alrededor de la boca.  -¿Has hecho esto por qué te llamé barba azul?  -Tú me hiciste prestar atención al hecho de que me estaba empezando a picar pero Bruno sigue algo molesto porque lo haya llamado perro de los Baskerville.  El perro, que seguía todavía tumbado delante del fuego, agitó un par de veces la cola. En el aquellos momentos no había nada amenazador en el animal.  -¿Qué haces para ganarte la vida? -preguntó Antonio, mientras Sandra tomaba un sorbo de café.  -Diseño jardines. ¿Qué haces tú cuándo no estás aquí de guardia?  -Trabajé cómo ayudante de panadería, luego Manolo me sacó de dónde estaba y me llevo a su casa a trabajar con él. Con el pasar de los años él murió y me dejó como herencia este hotel. 
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