Gian se miró una vez más en el espejo. Su cabello, su rostro, su ropa que no podía ocultar su pequeño vientre abultado, sin poder evitar que una sonrisa escapara de sus labios cuando pensó en su esposo, que luego de tres meses desde la última vez que lo vio, al fin regresaría al pueblo.
La noticia había llegado en la mañana, tomándolos por sorpresa, a pesar de eso, Gian y Do Jang pensaban ir al cuartel para recibir a Joon Ho. Solo irían los dos ya que Geum Hee se encontraba indispuesta para poder acompañarlos, no obstante, se había rehusado a la idea de que se quedaran con ella, ya que el comandante estaría feliz de verlos cuanto antes.
Volvió su mirada a su cabello para asegurarse de que la peineta que estaba usando no se hubiera movido. Ese día decidió usar varios de los regalos que su esposo le había hecho desde que se casaron, desde una pequeña peineta hasta la fina ceda blanca que llevaba en sus hombros. Después de tanto tiempo sin verlo, quería lucir bonito para él.
Después de comprobar que todo estaba en orden, tomó de su tocador una peineta más pequeña y fue hasta la alcoba de su hijo. Golpeó la puerta suavemente y luego entró. Do Jang estaba sentado frente al tocador mientras la nodriza peinaba su cabello. Gian no pudo evitar pensar que su hijo era el niño más bonito que podía existir. Eso no era algo que solo él como padre pensaba, sino que había escuchado a varias personas en el pueblo comentarlo.
—¿Ya estás listo? —preguntó Gian a su hijo.
—¡Sí! —respondió el niño, emocionado.
Do Jang intentó levantarse, sin embargo, la nodriza colocó una mano en su hombro izquierdo para que se quedara quieto y no terminar halando su cabello.
—Solo termino de arreglar su cabello y estará listo.
—Está bien, lo haré yo.
Gian se acercó a su hijo y tomó el lugar de la nodriza. Arregló el cabello n***o de Do Jang y colocó con cuidado la peineta que llevó con él. Ese era un regalo que su esposo dejó para su hijo tres meses atrás. Un regalo que no se lo dio antes porque no sabía cómo justificarlo sin tener que decirle que Joon Ho estuvo en la casa, pero no pudo verlo. No quería que su hijo se sintiera dolido porque no pudo ver a su padre.
—Esta peineta —dijo Gian al terminar de colocarla —es un regalo que papá Joon Ho me dio para ti —le sonrió —dijo que te la diera en una ocasión especial. Creo que recibirlo hoy, es un día especial.
Los ojos de Do Jang brillaron mientras veía la peineta en su cabello. El objeto era pequeño y, podría parecer insignificante para muchos donceles y mujeres que les gustaban las cosas ostentosas, pero para el niño eso estaba bien, ya que era un regalo que su papá, a quien había extrañado mucho en los últimos meses, compró para él.
—Es muy bonita —los dedos de Do Jang acariciaron la peineta —me gusta mucho.
Gian sonrió al verlo, porque sabía que el hecho de que a su hijo le gustara la peineta, tenía más que ver con el hecho de que era un regalo de Joon Ho que porque fuera un objeto valioso.
—Es hora de irnos.
El doncel extendió su mano para ayudar a su hijo a levantarse de la silla. Salieron de la alcoba y se dirigieron a las escaleras. Gian soltó la mano de Do Jang para permitirle correr hacia abajo, mientras que él lo hizo un poco más lento, a pesar de sentirse igual o más emocionado que su hijo porque pronto verían a Joon Ho. Dios, había tanto que quería decirle a Joon Ho.
Para el momento en que Gian salió de la casa, Do Jang ya estaba en el carruaje, hablando emocionado con Henry, de que en ese día iba ver a su papá. El viaje hacia el cuartel no fue muy largo, pero para Gian se sintió demasiado extenso, porque quería ver a su esposo, abrazarlo mientras no dejaba de repetirle lo mucho que lo habían extrañado.
Gian y su hijo no eran la única familia que estaba afuera de las puertas del cuartel esperando a los soldados, por lo que le fue un poco difícil seguir a Do Jang que se abría paso entre las personas porque quería ser el primero en ver a su papá.
—¡Papi! —gritó el niño cuando los soldados finalmente salieron en un ordenado escuadrón.
Gian apenas había llegado hasta su hijo cuando se encontró con los ojos de su esposo, que por unos segundos mostró sorpresa, a pesar de que no era la primera vez que su familia iba a recibirlo afuera del cuartel. Sus ojos se volvieron un poco más serios hasta que fue su turno de indicarle a su batallón que podían romper filas e ir con sus familias.
En cuanto vio a su papá dirigirse hacia ellos, Do Jang corrió hacia el comandante y se abrazó a su cintura antes de ser tomado en brazos por este. Las mejillas de Gian se sonrojaron cuando notó que la mirada de su esposo se posó en cierta parte de su cuerpo. No pudo evitar sonreír cuando sus miradas se encontraron otra vez, mientras su hijo se aferraba al cuello de Joon Ho y no dejaba de repetirle lo mucho que lo extrañó y que no quería que se fuera otra vez.
—Hola —saludó casi tímido.
La intención de su esposo no fue lanzarse a los brazos de Joon Ho, pero ni siquiera tuvo tiempo de pensarlo antes de que su cuerpo pareciera actuar por sí solo, dejando entre un apretado abrazo a Do Jang que también se aferró más a su papá. Las mejillas de Gian se sonrojaron más cuando sintió que el brazo que estaba alrededor de su cintura se aflojó, no obstante, no lo soltó. Al parecer, su esposo se había dado cuenta.
—Creo que tienes algo que contarme —susurró Joon Ho dejando una suave caricia en la cintura de Gian.
—Te extrañé tanto, que la última vez que te vi me quedé una parte de ti.
Gian dio un paso hacia atrás y observó a su esposo a los ojos, que parecieron brillar en una emoción que no necesitó expresar con palabras para saber que era buena, igual a pocos minutos atrás cuando todavía estuvo formado junto a su escuadrón, ya que su mirada seria pareció más ser una necesidad para no romper la imagen de un comandante fuerte y capaz de guiar a un batallón.
—Cuando lleguemos a casa, tendremos que hablar de lo mucho que me extrañaste.
La mano de Joon Ho fue hasta la mejilla izquierda de Gian y dejó una suave caricia antes de mover su brazo a la cintura de su esposo. Lo empujó con delicadeza para que los guiara hacia el carruaje. En cuanto entraron en este, Do Jang comenzó a hablar de lo mucho que había extrañado a su papá y de todo lo que hizo en su ausencia, captando pro completo la atención de Joon Ho.
En cuanto Joon Ho entró en la casa, fue envuelto por los brazos de Geum Hee, que al igual que Gian y Do Jang, parecía muy feliz de ver a su hijo luego de tanto tiempo, confirmándole al doncel que la tranquilidad que su suegra mostraba cada vez que el comandante se iba, solo era una máscara que se colocaba para hacer sentir tranquila a su familia.
La tarde fue algo ruidosa en la casa de los Na, pero conforme la noche iba cayendo, poco a poco se volvió más silenciosa, hasta que solo quedaron unas pocas personas de la servidumbre despiertas y la joven pareja en la alcoba del doncel.
—¿Así que me extrañaste mucho? —preguntó Joon Ho.
Las manos del comandante se posaron en el pequeño vientre abultado de Gian, lo acarició con suavidad y dejó un beso en su hombro.
—Sí.
Gian ladeó su cabeza para buscar los labios de su esposo. Sentía que a pesar de tenerlo en casa toda la tarde, no había sido suficiente, porque en cualquier momento tendría que irse otra vez.
—Te extrañé mucho —dijo el doncel.
Una de las manos de Joon Ho fue hasta el cabello de Gian y retiró la peineta que adornaba este. El cabello del doncel cayó enmarcando su rostro, haciendo que luciera igual o más bonito que un momento atrás o cuando lo vio en la mañana afuera del cuartel.
—No quiero que te vayas otra vez —expresó el doncel.
No quería que su esposo estuviera lejos y extrañarlo tanto como había sido en el último tiempo, porque parecía que cada vez que se iba lo extrañaba más que la vez anterior.
—Yo tampoco quiero hacerlo —miró a Gian a los ojos —espero no tener que hacerlo pronto.
En realidad, esperaba que el rey considerara su petición de dejar el ejército para dedicarse a su familia, aunque sabía que no sería tan fácil lograrlo, más si el gobernante parecía volver a tener deseos de expandirse a otras tierras y, ciertamente, ya no quería ser parte de eso. Pero esas eran preocupaciones de las que se ocuparía en su momento, ahora quería disfrutar junto a su familia el mucho o poco tiempo que tendría con ellos.