Capítulo 4

3348 Palabras
Cinco, seis, siete... El siete fue el último número que escuchó a su hijo contar a la lejanía, antes de sentir que una mano fue colocada sobre su boca. Su cuerpo fue apretado contra otro con fuerza mientras era arrastrado hacia el establo. Miles de pensamientos pasaron por su cabeza en un instante, intentando entender quién lo estaba atacando. Forcejeó en un intento de soltarse, pero todo lo que logró fue ser apretado más contra su atacante. La adrenalina del momento hizo que no dudara en tomar la daga que había acostumbrado a llevar en su cinturón como su esposo le había dicho, con intenciones de apuñalar a su atacante en la pierna, sin embargo, este pareció haber previsto sus movimientos ya que lo esquivó, no obstante, fue suficiente distracción para que lograra soltarse, sin embargo, cuando estaba por huir, todos sus movimientos se detuvieron. —Joon Ho —susurró. Veinticinco, veintiséis, veintisiete... Gian observó una pequeña sonrisa aparecer en los labios de su esposo, pero eso no fue lo que llamó más su atención, sino lo cansado que estaba el rostro de Joon Ho. Su barba parecía no haber sido cortada en varias semanas e inclusos su ropa lucía un poco descuidada, lo que le recordó que su esposo acababa de regresar de otra misión enviada por el rey. Gian no había esperado que su esposo regresara en ese día, ya que nadie en el pueblo habló sobre la llegada del ejército, aunque tampoco muchos sabían de su partida, sino que fueron soldados seleccionados los que tuvieron que partir, entre ellos Joon Ho, que hace algunos años atrás había sido nombrado comandante de una pequeña tropa. El doncel sabía que muchas familias estaban felices de que sus miembros subían de categorías dentro del ejército, pero él no lo estaba, ya que eso significaba más responsabilidades y menos tiempo en casa con su familia, lo que hacía que extrañara tanto a su esposo, que en ese día aceptó jugar a las escondidas con su hijo, en un intento de no pensar demasiado en Joon Ho y lo mucho que quería que regresara a casa. —Quería tanto verte —Joon Ho dio un paso más cerca del doncel —te extrañé, los extrañé a todos. —También nosotros te extrañamos —habló Gian. El doncel no pudo contener la sonrisa que se formó en sus labios y terminó de acortar la distancia con su esposo, lo abrazó con fuerza, sin importarle si su ropa no lucía muy limpia. Era como si Joon Ho hubiera acabado de llegar y olvidó cambiar su ropa antes de ir a casa. Gian sentía que los dos meses en los que su esposo no estuvo en casa fueron eternos, más cuando temía que algo pudiera sucederle, aunque ese era un temor con el que estaba familiarizado de cada vez que tenía que irse, porque si iba a volver a casa era algo incierto, cuando todo lo que tenía que ver con las misiones del rey era peligroso. —Do Jang estará feliz de verte —habló Gian. Tomó la mano de su esposo y lo haló hacia la salida del establo, sin embargo, el cuerpo del soldado no se movió. —No. Gian se giró y miró a su esposo con el ceño fruncido. —Mi misión todavía no terminó. Joon Ho observó la felicidad de su esposo poco a poco disminuir. —Estoy en el pueblo porque tenía que hablar con el rey, sin embargo, esta noche debo volver a irme. Gian apretó sus labios entre sí para no reclamarle a su esposo que no quisiera ver a su hijo si esa misma noche partiría otra vez, pero también podía comprenderlo, ya que Do Jang era quien más sufría con cada misión que su papá tenía que cumplir. Cuando Do Jang era más pequeño, fue más fácil que dejara ir a su papá a las misiones, porque no entendía el peligro real que su padre corría, pero ahora que tenía diez años, más de una vez había llorado mientras le pedía que no se fuera, que se quedara en casa y que los protegiera a él, a su papá Gian y a su abuela Geum Hee. Que no necesitaba proteger a todo el pueblo si podía protegerlos a ellos que eran las personas más importantes en su vida. Ese podía ser un pensamiento algo egoísta, pero el doncel no culpaba a su hijo por ello, ya que él había tenido el mismo deseo. —No quieres que llore cuando te vayas —dijo Gian con seguridad. —Es un doncel de un carácter difícil —habló Joon Ho halando a su esposo a sus brazos —pero también es muy frágil. Cómo tú. Hubiera agregado esas dos palabras si no supiera que Gian odiaba que lo viera como un doncel frágil, cuando sabía muy bien que podía tener un carácter bastante fuerte luego de que el temor hacia él hubiera desaparecido. —¿Quieres verlo? —preguntó suavemente Gian, disfrutando de sentir los brazos de su esposo a su alrededor —ahora está jugando con In Su y Aalya. También estaría jugando con Gian si este no hubiera sido “raptado” por su esposo en el establo. —Do Jang quiso que vinieran a jugar, están en el jardín. Joon Ho lo sabía. Los había visto jugar durante un momento mientras intentaba llamar la atención de su esposo sin que su hijo se diera cuenta de su presencia, lo cual le fue casi imposible. Gian salió del abrazo de Joon Ho y abrió un poco la puerta del establo para poder buscar a su hijo y que su esposo al menos lo pudiera ver a la distancia, sin embargo, el doncel la cerró con algo de fuerza casi de inmediato al sentir los brazos de su esposo envolverse a su alrededor y a sus labios posarse en la parte posterior de su cuello. —Jo-Joon Ho —articuló con algo de dificultad —¿qué haces? Podía sentir las manos de su esposo buscar abrirse paso entre su ropa y, a pesar de que no se sentía correcto dejarlo avanzar, tampoco quería detenerlo. —Te extrañé —murmuró el soldado. Los labios de Joon Ho se arrastraron por el cuello de Gian dejando cortos besos hasta llegar a su oreja. —Te necesito tanto. Necesito tanto de ti para poder irme y mantenerme cuerdo mientras estoy lejos. Si no corriera el riesgo de que Do Jang lo viera y llorara cuando tuviera que irse, o al día siguiente, al enterarse de que se fue sin despedirse, Joon Ho habría arrastrado a su esposo hacia la alcoba y le haría el amor tantas veces hasta que se viera en la obligación de abandonar la alcoba para regresar con el ejército. Gian suspiró y dejó de luchar con su mente que seguía recordándole que “no era correcto” el sentir las manos de su esposo bajo su ropa, no en el establo, ya que las muestras de afecto tan íntimas no debían de suceder afuera de la alcoba, pero tampoco podía negar su propio deseo de estar entre los brazos de Joon Ho, de sentir su piel rozarse con la suya mientras su nombre era repetido en suaves gemidos. —Joon Ho —gimió tan bajo como pudo. No pudo evitar que un gruñido escapara de sus labios al sentir el cuerpo de su esposo alejarse, porque a pesar de creer que no era correcto, no quería detenerse. No obstante, entendió de inmediato lo que su esposo estaba haciendo cuando lo vio colocar un madero en la puerta del establo para asegurarla e impedir que alguien entrara si iba hasta ahí. Un gemido volvió a escapar de sus labios cuando su esposo se giró, acortó la distancia y lo besó una vez más. Sus manos se posaron en los fuertes brazos de su esposo y no se opuso cuando este lo arrastró hasta uno de los compartimentos que usaban para los caballos, en donde el heno estaba limpio y alejado de los pocos animales que estaban hasta el otro extremo del establo. Gian permitió que su esposo lo acostara en el heno y que se posicionara entre sus piernas e, ignoró la voz que seguía repitiéndole que eso no estaba bien. Sus manos se dirigieron a la camisa de Joon Ho y comenzó a levantarla con lentitud, recorriendo con sus dedos la piel que era rebelada. La respiración del doncel se volvió más pesada y el deseo en su cuerpo pareció incrementar con esa acción, o quizás se debía a los besos que Joon Ho estaba dejando en su cuello. Una de las manos de Gian se posó en la cabeza de su esposo y guio sus besos, encontrando rápidamente a su propia ropa como algo molesto, porque no permitió que los labios de Joon Ho descendieran más abajo por su piel. Al doncel poco le importó si rasgaba su camisa cuando la haló para quitársela y, casi sollozó cuando los labios del ahora comandante, dejaron su piel para permitirle que lo hiciera. Joon Ho parecía entender perfectamente la necesidad de su esposo, ya que en cuanto la prenda fue quitada, sus labios volvieron a posarse en el cuello de este, dejando algunas marcas en lugares que su ropa cubriera, no solo porque socialmente no eran bien vistas, sino porque se suponía que él no estaba en el pueblo, si alguien veía las marcas, podría creer que el doncel le fue infiel, lo que mancharía la reputación de Gian y no iba a permitir eso. Las manos de Gian bajaron al pantalón de Joon Ho y, no pudo evitar que un gruñido escapara de su garganta cuando se encontró con el cinturón en el que llevaba su espada, no obstante, su cuerpo se tensó. Su respiración y movimientos se detuvieron al escuchar la puerta del establo moverse cuando alguien desde afuera intentó abrirla y la pareja pudo reconocer la voz de su hijo y Aalya al otro lado. La niña no dejaba de repetir que vio a Gian cerca de la caballeriza y que de seguro se estaba escondiendo adentro, por lo que el niño siguió insistiendo en querer abrir la puerta. Gian ahogó un grito cuando sintió las manos de su esposo comenzar a abrir su pantalón, casi como si no pudiera escuchar que su hijo estaba afuera del establo. El doncel creía que si Do Jang lograba abrir la puerta, esa era una imagen que ninguno de los dos niños que estaban afuera deberían de ver. —¿Qué haces? —susurró e intentó detenerlo. Parecía que Joon Ho no pudo escuchar, ni a su esposo, ni a los niños afuera del establo, ya que sus manos continuaron bajando la ropa de Gian y solo se detuvo para quitarle las botas, casi como si supiera que alguien iba a ocuparse de los infantes, alguien que el doncel pudo reconocer por su voz que era la nodriza. La mujer le dio rápidamente a Do Jang y Aalya la excusa de que Gian se sintió cansado y que había ido a descansar en su alcoba, que por eso ya no estaba en el jardín. Una excusa que los niños no dudaron en creer. —Esa anciana sabe cosas —murmuró Joon Ho mientras escuchaban las voces de los niños alejarse. La nodriza sabía mucho más de lo que el soldado iba a decirle a su esposo, como por ejemplo que, ella fue quien le ayudó a entrar al establo sin ser visto, porque era fácil entrar a este si estaba abierto desde adentro, lo cual cuando llegó no lo estuvo, pero se había encontrado con la mujer, que personalmente abrió la puerta para él y estaba dispuesta a llamar a Gian hasta ahí, lo que no fue necesario si este estuvo jugando en el jardín con Do Jang y los hijos de sus amigos. El cuerpo del doncel se relajó cuando ya no pudo escuchar las voces de los niños ni los de la mujer. Vio a Joon Ho apartarse para terminar de quitar su ropa y, poco después estuvo una vez más bajo su cuerpo, siendo llenado de besos. Ahogó un jadeo en los labios de su esposo al sentirlo entrar en él, porque no quería que alguno de los niños que jugaban en el jardín pudieran escucharlos. Gian apartó cualquier pensamiento que le dijera que era egoísta por no insistirle a su esposo para que viera a su hijo, aunque fuera por unas pocas horas, pero él tampoco quería que Do Jang llorara cuando el comandante tuviera que partir. —También te necesité tanto —jadeó Gian cerca de la oreja de su esposo —Joon Ho… —se quejó cuando el comandante se giró y lo dejó sobre su regazo —¿qué haces? Las rodillas de Gian se hundieron en el heno hasta estar firmes. Fue consciente de las manos de su esposo recorriendo su cintura hasta llegar a sus glúteos, instándolo a subir para luego dejarlo caer sobre su erección. Mordió con fuerza su labio inferior para no gritar cuando aquel punto en su interior que parecía hacerle perder la cordura de placer, fue estimulado. Las mejillas del doncel se sonrojaron al encontrarse con la mirada de su esposo, que parecía saber perfectamente lo que hacía. —Está bien —susurró Joon Ho. El comandante dejó un beso en los labios de Gian y permitió que este se aferrara a su cuello, como si pudiera entender perfectamente lo que estaba pasando por su mente, porque cualquier posición en la que una mujer o un doncel no estuviera bajo el cuerpo de su esposo “no era correcta”. Después de todo, la iglesia creía que cualquier práctica s****l que no fuera para procrear, no debía practicarse y que “el placer era malo”. Mientras el mismo placer que la iglesia creía que era pecado, parecía abrumarlo y escondía su rostro en el cuello de su esposo para ahogar sus gemidos, Gian pensaba que iba a irse al infierno por acceder a los deseos de Joon Ho y, ciertamente no estaba arrepintiéndose de ese pecado y, dudaba que su esposo sintiera siquiera culpa. —Sa-Sabes que... esto está mal, la ig-iglesia dice... Joon Ho giró su cabeza, tomó el mentón del doncel y sin dejarle terminar lo besó. Ciertamente no quería escuchar sobre lo que la iglesia aprobaba o no, ni que su esposo se distrajera, porque si eso sucedía tal vez estaba haciendo las cosas mal si tenía tiempo de pensar en algo más. —Me importa poco lo que diga la iglesia, ¿no hemos quebrantado ya muchas de sus reglas? —volvió a besarlo —¿no se siente bien esto? No necesitó de las palabras de Gian para saber que estaba de acuerdo con él, porque sus ojos brillaron llenos de deseo y sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa antes de que volviera a besarlo, y cada orgasmo pareció confirmarlo. —Te extrañé tanto —dijo Gian apoyando su cabeza en el pecho de Joon Ho —te amo. Esas dos palabras le tomaron bastante tiempo al doncel decirlas, pero no quería que cuando las dijera fueran palabras vacías y, ahora que podía expresarlas con facilidad, estaba seguro de que eran reales, porque amaba a su esposo y a la pequeña familia que habían formado. —También te amo —respondió el comandante y depositó un beso en el cabello del doncel. Gian mordió su labio con fuerza, en un intento de reprimir aquel sentimiento que hacía que quisiera pedirle a su esposo que se quedara en casa y que no volviera con el ejército, pero no pudo. —No quiero que te vayas —susurró el doncel —cada vez que lo haces, tengo miedo. Miedo de que no volviera, pero no quería exteriorizar ese temor, no obstante, su esposo pareció comprenderlo, ya que colocó la palma de su mano derecha sobre la mejilla de Gian y lo miró a los ojos. —Tampoco quiero irme —dijo el comandante —solo… será una misión más y volveré con ustedes. No lo prometió, pero sonó a una promesa a la que Gian quiso aferrarse, de la misma manera que lo hizo al cuerpo de su esposo mientras hicieron el amor hasta que la noche cayó y se vieron obligados a separarse, porque Joon Ho debía volver al cuartel para luego dejar el pueblo por semanas o tal vez algunos meses más. La despedida fue dolorosa, no obstante, el doncel intentó calmar su corazón con la promesa de su esposo de que volvería. Luego de cerrar la puerta del establo desde adentro, Gian regresó a la casa precisamente para la hora de la cena. No se dio cuenta de lo desastroso que lucía, con su cabello desarreglado y con restos de heno. Ver la mesa servida le recordó a Joon Ho y se sintió un mal esposo por no haberle preguntado si había comido o si quería comer algo, cuando en todo lo que estaba pensando era en tener suficiente de él, de sus besos y caricias, como si de esa manera pudiera extrañarlo menos hasta su siguiente regreso. —Papi —llamó Do Jang mientras revolvía su comida —tengo sueño. Gian miró a su hijo, que sus ojos parecían cerrarse por sí solos y, luego revisó su plato para comprobar que había comido suficiente como para permitirle ir a la cama. —La nodriza te llevará a la cama —dijo en un tono suave —ve con ella. Do Jang luego de levantarse de la mesa y de despedirse de su papá y de su abuela, fue a buscar a la nodriza, dejando solo a Gian y a Geum Hee. El doncel observó a su suegra, que lucía bastante tranquila, pero en esa noche era diferente. No era la tranquilidad que siempre parecía querer proyectar para mantener la calma de la casa, sino que era una calma genuina, pero a pesar de eso, Gian sintió que debía decirle que Joon Ho estuvo en la casa en esa tarde, ya que no solo él extrañaba al comandante. —Geum Hee —llamó en un tono suave —Joon Ho estuvo hoy aquí. Gian espiró profundo e, involuntariamente sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa al pensar en su esposo. —Él está bien. —Lo sé —respondió Geum Hee, dejando su cuchara en su plato —la nodriza dijo que vino a verte. Geum Hee sonrió. Una expresión tan diferente a la que el doncel esperaba ver, porque creyó que su suegra tal vez iba a enojarse porque quería ver a su hijo y el no le dijo de su llegada. —Que estaban en el establo —su sonrisa pareció volverse algo burlona. —Imagino que pasaron un buen momento si estuvieron tantas horas ahí. La mano de la mujer se extendió hasta el cabello de Gian y retiró un trocito de heno. Vio como las mejillas del doncel se tiñeron de rosa y bajó la mirada a su plato, avergonzado al sentir que lo que estuvo haciendo en el establo con su esposo fue descubierto. Geum Hee solo sonrió, sintiéndose dichosa de poder ver todo aquello. No solo lo mucho que Joon Ho y Gian se amaban, sino también de ver a su nieto crecer más años de los que creyó que lo haría, porque si las cosas hubieran sucedido como en aquel extraño sueño en el que la señora Kim la indujo, nada de eso habría sucedido. Su amiga le había dicho “te dije que no intervinieras en el destino, mujer testaruda”, pero por la sonrisa en su rostro, casi podía decir que era lo que esperaba que hiciera. Geum Hee estaba segura de que años atrás hizo muy bien al obligar a Henry a entregarle la carta que era para Gian a Joon Ho, ya que de esa manera frustró un futuro que solo auguraba sufrimiento para todos.
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